06. Todo se complica

Para Gabriel, su día empezó con un delicioso y completo desayuno en la habitación, el cual se permitió disfrutar sin prisas. La noche anterior había logrado comunicarse con el fiscal, amigo de Rebecca y consiguió el contacto de un muy buen abogado local, que estaba seguro que podría ayudarlo, ya que al parecer era uno de los mejores.  

Unas horas después, se dispuso a tomar sus cosas para dirigirse a la oficina en la que se reunirían. Al entrar se encontró con la recepcionista, quién lo recibió con una luminosa sonrisa. 

—Buenos días —saludó—. Tengo una cita con el señor Sumner.

—Buenos días —respondió la chica—. ¿Cuál es su nombre?

—Gabriel Lester.

—Si gusta sentarse, el abogado lo atenderá en unos minutos —Asintió y se dirigió a la sala de espera, donde se encontraba una mujer, un poco mayor que él, de unos cuarenta y cinco años, muy elegante y guapa. 

Miró a Gabriel y sonrió, cruzando sus piernas deliberadamente, logrando que su falda se subiera lo suficiente para exponer la mayor cantidad de piel, al atractivo joven sentado frente a ella. 

—¿También te estás divorciando? —preguntó la rubia a Gabriel, que sonrió con sorna. 

—He cometido muchas locuras en mi vida, pero casarme, nunca será una de ellas —respondió, pasándose la mano por el cabello. 

La mujer se puso de pie y caminó coqueta hacia él. 

—Te dejaré mi número. Creo que tú y yo podríamos pasar momentos muy agradables —extendió su tarjeta y le guiñó un ojo—. A menos que no te guste la experiencia —mencionó, haciendo alusión a la diferencia de edades. 

En eso llamaron a Gabriel, quien se puso de pie, quedando frente a la rubia, que lo miraba con deseo. 

—Me parece que nos veremos pronto —aseguró, tomando la tarjeta y dándose la vuelta para acudir al encuentro con el abogado.

La reunión transcurrió de manera prometedora, ya que, con lo poco que le comentó al abogado, y aunque no contaba con mayores detalles respecto a la herencia, más allá de que Allie y él eran los herederos; el señor Sumner fue muy optimista con el veredicto, por lo que le pidió cualquier registro o información sobre la adopción de su padre, además del documento legalizado y firmado por la señora Britter con las cláusulas para acceder a la herencia, el cual tendría que solicitar a Leonard. 

Al salir de las oficinas, se sentía esperanzado y por qué no decirlo, confiado. Tenía que volver al hotel para recoger sus pertenencias y volver a Massachusetts, donde aprovecharía para hacer parte del último proyecto que le había asignado Corin, ya que por el momento, no podía permitirse dejar el trabajo que tanto le gustaba hacer y el cual le permitía viajar constantemente. 

Se montó en su moto y con nuevos ánimos, se dispuso a llevar a cabo sus planes. Estaba ansioso por tomar posesión de la herencia, que a su parecer, le pertenecía completamente. Sólo de imaginarse la vida que podría darse, su emoción aumentaba. 

(…)

Los días siguientes se habían tornado muy complicados para Allie, ya que su convivencia con el señor McLoughlin, empeoraba cada día, lo que le extrañaba bastante, porque nunca le había pasado anteriormente con algún otro residente. 

Se consideraba una chica bastante paciente y no entendía si se sentía mal por todo lo que le estaba sucediendo o de verdad el señor McLoughlin, era una persona complicada. 

Por otra parte, aún seguía pensando en la llamada que recibió del taller en el que estaba su coche; en pocas palabras, el mecánico se sinceró, diciéndole que era más económico comprar uno nuevo, que arreglar ese. Además, tenía que pagar el costo de la revisión y la grúa, que era una suma que, a su parecer, era exagerada. 

—¿Todo bien, Allie? —preguntó Vera, sentándose a su lado, mientras desayunaba. 

—A estas alturas, es difícil saberlo, mamá. Algunas veces, pienso que el señor MacLoughlin, puede notar mi frustración y por eso se comporta de manera tan difícil. 

—Por favor, hija, eso no tiene nada que ver. Estoy segura que ese hombre se está adaptando a su nuevo hogar. Debe ser complicado un cambio tan drástico para él. 

—No lo sé, mamá, he intentado hacer de todo para mejorar su carácter, pero nada funciona —resopló la chica, con frustración. 

—Paciencia, Allie —sugirió su madre—. Ya verás que inicias mucho mejor esta semana. 

En eso, el timbre de su teléfono las interrumpió. Gina la esperaba para irse al trabajo. Se despidió y salió con prisa. 

—Buenos días, Gina —Saludó.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes esa cara? —indagó su amiga, al notarla tan pálida—. Buenos días, por cierto. 

—Primero me interrogas y después me saludas —La recriminó, haciéndola reír—. Mi coche no tiene arreglo, y aún así, tengo que liquidar los gastos de la revisión y la grúa —explicó Allie. 

—No quiero decir te lo dije, amiga, pero tu coche tenía tiempo fallando —suspiró—. Sabes que puedes contar conmigo para recogerte los días que trabajo, e incluso podría prestarte algo de dinero si lo necesitas —Ofreció amablemente—. Pero siento que hay algo más, soy tu mejor amiga y te conozco a la perfección, cuéntame ¿qué sucede? —exigió, mientras conducía. 

—El día del funeral de Martha, su abogado me citó en una enorme mansión.

—¿¡Qué!? —gritó Gina—. ¿Abogado de Martha? ¿Mansión?

—Lo sé, también me sorprendí —resopló—. Y no tienes idea de todas las personas que asistieron a su funeral. Al parecer las historias que Martha nos contaba de sus viajes y fiestas elegantes, eran reales. Tenía mucho dinero —explicó. 

—¿Y para qué te quería el abogado? 

—Resulta que la señora Britter, pretendía heredarnos en vida. 

—¿Heredarnos? ¿A quiénes? —indagó su amiga, impaciente. 

—¿Me dejarás contarte o me estarás interrumpiendo? —La regañó.

—Está bien, continúa, pero date prisa, falta poco para llegar y no me gusta quedarme a medias —Allie sonrío y continúo. 

—No sé bien la historia, pero Martha tiene un nieto llamado Gabriel —Suspiró al recordarlo, tan guapo y tan prepotente—. Ahora que ella ya no está, al parecer nos dejó una herencia a mí y a su nieto.

—¡Pero eso es excelente! —exclamó su amiga. 

—No, Gina, no empieces. En primer lugar, yo no puedo aceptar algo que no me corresponde, y en segundo lugar, dejó unas cláusulas que se tienen que cumplir para poder acceder a la herencia, en el transcurso de un año. 

—Espera, ¿qué? —interrogó la chica al volante—. Entonces, ¿no recibirás nada por ahora?

—Para llegar a recibir la herencia, tengo que vivir en la mansión de Martha, acompañada de su nieto —explicó—. Y no solo es eso, hay varias reglas que ambos tenemos que cumplir.

—Siempre pensé que Martha era muy inteligente, pero de verdad que me tiene sorprendida, ¿por qué te pondría a vivir con su nieto? —indagó—. ¿Al menos es guapo?

—No lo sé, ni me fijé —Mintió, ganándose una mirada suspicaz de su amiga—. Mientras se cumple el plazo, ambos recibiremos una mensualidad para solventar nuestros gastos.

—Necesito conocer a Gabriel, antes de animarte a aceptar —mencionó Gina.

—No será necesario, el abogado tiene mi respuesta y no voy a cambiar de opinión. 

—Pero todo eso podría ayudarte con…

—Ni lo digas —La interrumpió—. Seguiré trabajando, de ser necesario, buscaré otro turno. 

—Por favor, Allie. No descansas los fines de semana, trabajas más de diez horas diarias, ¿pretendes caer enferma en algún momento o qué? —La regañó Gina, mientras se bajaban de su coche. Allie se quedó en silencio sin saber qué responder. 

Entraron a los vestidores, se pusieron sus uniformes y se despidieron para ir a sus puestos de trabajo.

Antes de entrar a la habitación del señor McLoughlin, respiró profundo varias veces y miró al cielo pidiendo paciencia. 

—Buenos días —Saludó al entrar. Se dispuso a abrir las cortinas, ya que el lugar se veía demasiado sombrío.

—¿Qué tienen de buenos? —replicó el anciano, con su característico mal humor. 

—Estamos vivos, tenemos salud, podemos disfrutar del precioso paisaje —dijo Allie, animada. 

Al ver la mesita de noche, se dio cuenta que ahí había varias pastillas que imaginaba que aquel hombre no había tomado. 

—¿Qué le parece si salimos al jardín a desayunar? —propuso la enfermera, intentando animarlo. 

—Si tanto deseas ir al jardín, puedes hacerlo sola —respondió el anciano, dándose la vuelta para darle la espalda a Allie, que suspiro con pesar. 

El resto de la mañana intentó hacerlo comer y que se tomara sus medicamentos, logrando medianamente que sucediera. Llegó su compañera que la reemplazaría en su hora de descanso y caminó a la oficina de su jefa, quien por suerte tenía la puerta abierta. 

—Raquel, la situación con el señor McLoughlin, está demasiado complicada —expresó Allie, dejándose caer en la silla frente al escritorio de su jefa. 

—Lo sé, lo he notado. Hablé con su hijo, pero al parecer no le dio mucha importancia —explicó —. Dijo que sería algo temporal. 

—¿No tiene más familia? —indagó Allie. 

—Tenemos el contacto de su nieto, pero pensé que sería más importante hablar con su hijo. 

—Intenta con el nieto —sugirió Allie, poniéndose de pie—. Si sigue así, puede descompensarse. Lo he notado cansado.

—¿Cansado? Sus gritos se escuchan por todo el pasillo —bufó la jefa. 

—Lo sé, pero no me parece normal que no tenga ánimos de nada, ya han pasado unos días desde que llegó, y aunque cambió un poco, me preocupa que no coma bien —expresó Allie, haciendo mala cara.  

—Hablaré con su nieto. Espero que él pueda ayudarnos —aseguró Raquel. 

Allie salió de la oficina para ir a comer algo y mientras lo hacía, pensaba en cómo ayudar al señor McLoughlin, ya que entendía que para él, tanto cambio era complicado, pero presentía que había algo más detrás de su comportamiento y lo ayudaría a como dé lugar. 

Regresó a la habitación decidida y sin decir nada, preparó todo para llevar a la ducha a John, que no dejaba de protestar. Al terminar de bañarse, lo ayudó a vestirse y después lo sentó en una silla de ruedas y lo llevó al jardín, en el que todos los residentes lo saludaron alegres, mientras el anciano solo refunfuñaba. 

—¡Te dije que no quería salir! —reclamó. La joven se detuvo en una de las mesas y pidió que le sirvieran la comida. 

El anciano muy molesto, terminó acabándose todo lo que le sirvieron. Allie se sentía un poco más tranquila, ya que notó que lo mejor para él, era obligarlo a hacer las cosas sin darle pelea. 

—¿Quiere volver a la habitación señor McLoughlin? —preguntó Allie.

—Ahora sí me lo preguntas. Hace unas horas me sacaste de mi habitación, sin importarte mi opinión —reclamó—. Te voy a acusar con tus superiores —La amenazó, por lo que la joven sonrió. 

Al regresar, lo ayudó a acomodarse en la cama, haciéndole algunos ejercicios y después lo hizo tomar los medicamentos que le correspondían. Se sentó a su lado para  revisar su expediente, cuando su teléfono vibró en el bolsillo del pantalón y se sorprendió al ver que era su madre.

—¿Mamá? 

Allie, es Timmy, vamos camino al hospital.

—¿Qué pasó? —preguntó preocupada. 

Estábamos en el parque y… —Las lágrimas le impedían hablar. 

—Ahora mismo voy para allá.

Andrea Paz

¡Hola, hola, bellas! Aquí estamos con un nuevo capítulo. Esperamos que les vaya gustando la historia y nos dejen sus comentarios y opiniones! No olviden que actualizamos a diario, siempre a la misma hora y por el mismo canal! Un abrazo! Andrea y Dannya

| 7
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo