AndreaComo Edward había dicho, al día siguiente se desató una tormenta, aunque no se comparaba con la que se agitaba en su interior. Había demasiadas cosas que asimilar. Descubrir que todo ese tiempo había vivido engañada, odiando al hombre que tenía frente a ella y que, en realidad, había extrañado durante tanto tiempo, era un golpe difícil de sobrellevar. Sin embargo, cuando Edward la recibió con una sonrisa, supo que para él, el tiempo había retrocedido.—De seguro no dormiste nada —la voz de Karen la sacó de sus pensamientos, obligándola a mirarla. —Pude dormir algo, no se preocupen —respondió Andrea mientras el chef comenzaba a servir la comida, a pesar del vaivén del barco—. Espero poder conservar esto en mi estómago el tiempo suficiente.Edward sonrió y trató de tranquilizarla.—Pronto saldremos de la zona de la tormenta, no te preocupes. Además, el capitán no permitiría que naufragáramos llevando a bordo una carga tan preciada.Andrea guardó silencio, sin entender la referenc
NelAl despertar, se sintió mareada y desorientada en la habitación del hospital. La sensación era como si un tren la hubiera arrollado. Sus ojos recorrieron el lugar hasta detenerse en la figura de Olsen, quien cabeceaba en el sofá de la habitación, sumido en un sueño intermitente. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde que la cirugía había terminado, pero debía haber transcurrido bastante.—A-agua… —murmuró con voz débil.Su asistente se sobresaltó de inmediato y, sin dudarlo, se apresuró hacia la mesita para tomar una de las botellas.—Aquí está, madame —dijo con respeto mientras le ofrecía el agua—. Me dijeron que con el suero no sentiría sed.Ella negó suavemente con la cabeza.—Tengo la boca muy seca… ¿Dijeron algo sobre cómo salió todo?Olsen destapó la botella y colocó un popote en ella antes de acercársela. Ella bebió apenas lo suficiente para humedecer los labios y aliviar un poco la sequedad.—La doctora mencionó que hablaría con usted en cuanto despertara —infor
AndreaLos días en altamar habían terminado. Mientras acomodaba sus cosas en la maleta para regresar a la realidad, Andrea escuchó que llamaban a la puerta. Al abrirla, la sonriente cara de luna de su nueva amiga la recibió con una expresión cálida y comprensiva.—¿Lista para volver a la realidad? —preguntó Karen con dulzura.Andrea soltó un suspiro. No, no estaba lista. La idea de regresar la llenaba de pánico, porque sabía todo lo que se avecinaba. No tenía dudas de que, con la ayuda de Edward, la batalla contra Nel y Nolan sería encarnizada. Ambos eran personas mezquinas y despiadadas, dispuestas a hacer lo que fuera necesario para defender lo suyo. Y lo que tenían que perder era mucho.—Tengo miedo —murmuró Andrea. Sus ojos se nublaron y, por primera vez en meses, se permitió sentirse vulnerable ante alguien.Karen apretó su mano con firmeza y le dedicó una mirada cargada de convicción.—Lo sé, nena, lo sé. Ed me ha contado algo, aunque no fue muy específico. Lo que sí entiendo es
EdwardMientras estaba en su oficina, sentado despreocupadamente y jugando con un bolígrafo entre sus dedos, una sonrisa involuntaria apareció en su rostro. Había pasado una semana desde su regreso, y lo que nunca pensó que podría suceder, estaba ocurriendo.Si bien Andrea aún no lo aceptaba completamente en su vida, tampoco lo alejaba. Se había convertido en una costumbre enviarse mensajes de texto, como si fueran dos adolescentes coqueteando con inocencia. Sin embargo, sólo él sabía que en sus miradas furtivas, aquellas que le dirigía cuando ella no se daba cuenta, había de todo menos inocencia. La deseaba.Cada vez le resultaba más difícil permanecer impasible ante todo lo que ella le provocaba. Tanto así que, para su vergüenza, había vuelto a tener sueños húmedos, como en los tiempos en que aún era virgen.Unos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos. Al ver quién entraba, el nerviosismo se apoderó de él. Era ella, la dueña de sus pensamientos.—¡Hola, Ed! ¿Estás ocupad
EdwardAntes de bajar del auto para recoger a Andie, Edward permaneció unos instantes dentro, atrapado en sus pensamientos. Recordaba lo que había ocurrido esa tarde y no pudo evitar suspirar. La amaba con desesperación, con anhelo. Con una terrible ansiedad. Habían pasado muchos, demasiados años desde la última vez que ella lo miró con ilusión en los ojos y deseo...¡No!Necesitaba que volviera a mirarlo así.Respiró hondo, reuniendo el valor suficiente, y finalmente salió del auto. Se dirigió a la puerta trasera para tomar el ramo de rosas que le había traído. Caminó hacia la entrada, pero antes de que pudiera tocar el timbre, la puerta se abrió y Andie apareció frente a él.Su sonrisa lo desarmó. Su corazón saltó.—Te ves... uff, te ves...— Las palabras se le trabaron en la garganta, y ella soltó una risita, claramente disfrutando su reacción.—Usted también se ve bien, señor Klein.— Le guiñó un ojo con una sonrisa juguetona mientras aceptaba las flores que él le entregaba. Justo e
AndreaEl día de la fiesta había llegado y Edward aún no le había contado a Andrea lo que pensaba hacer. Había tratado de evitar el tema durante días, aferrándose a un último vestigio de duda. A pesar de las palabras de su tía y del leve avance entre ellos, el remordimiento de estar dejando ir a Félix tan fácilmente aún la perseguía.Pero no podía evitarlo para siempre. Necesitaba saber qué estaba planeando. Su teléfono comenzó a sonar y, al ver el nombre en la pantalla, su corazón se aceleró. Se aclaró la garganta y trató de que su voz sonara profesional.—¿Hola?Un silencio incómodo siguió a su saludo.—Sammy, ¿puedes subir a mi oficina? —La frialdad en su tono le provocó un desasosiego inmediato. Cuando la llamaba por su sobrenombre, sonaba como si pusiera una barrera entre ellos.—Enseguida voy, señor Klein —respondió con indiferencia. Después de todo, solo eran jefe y empleada, ¿verdad?Al llegar a la oficina, no encontró a la asistente, lo que le hizo dudar un poco antes de toca
EdwardEl ambiente dentro del auto era tenso, casi incómodo. Mientras Edward permanecía en absoluto silencio, su acompañante no dejaba de hablar, llenando el espacio con una serie de agradecimientos entusiastas.—Espero verme bien. —Ivonne se alisó el vestido con nerviosismo—. Si hubiera tenido más tiempo, habría salido a comprar algo más elegante.Edward no respondió de inmediato. La verdad, la vestimenta de Ivonne le era completamente irrelevante. Para él, aquella mujer no era más que una pieza estratégica para la noche, una herramienta necesaria en su plan. Pero, por supuesto, no iba a decirle eso.—Creo que luce muy bien. —Su tono fue neutro, casi indiferente, mientras giraba la cabeza hacia la ventana, desinteresado en su reacción. No notó el leve rubor que subió al rostro de su empleada ante el inesperado halago.Mientras el vehículo avanzaba a velocidad moderada por las calles iluminadas, Edward repasaba mentalmente su plan. El evento de esta noche era una oportunidad clave. Se
AndreaEl ritmo de la música envolvía el ambiente, pero Andrea apenas podía concentrarse en los acordes. Su mirada, casi de forma inconsciente, volvía una y otra vez a Edward. Y sobre todo, a la mujer que lo acompañaba. Había algo en ella que no le gustaba. No era solo la manera en que se reía o la forma en que lo tocaba, era la intención oculta tras sus ojos brillantes cada vez que lo miraba.—¿Estás celosa? —La voz de Brian la sacó de sus pensamientos. Cuando volteó a verlo, notó la diversión en su rostro.Andrea arqueó una ceja, intentando mantener la compostura.—¿Celosa? ¿De qué?Brian hizo un leve gesto con el mentón, señalando en dirección a Edward.—Por supuesto que no —respondió con firmeza—. Él puede hacer lo que quiera, es un hombre libre.Para su sorpresa, Brian dejó de sonreír. Su expresión se tornó seria, incluso melancólica.—Mi amigo ha pasado por situaciones muy duras —dijo con voz baja, como si estuviera confesando algo importante—. Su vida fue difícil y solo esa peq