AndreaAños atrásDespués de su gran decepción amorosa, Andrea cayó en una fuerte depresión. Así que decidió dejar de lado su sueño y tomar un tiempo antes de ingresar a la universidad ya que no se sentía con ánimos. En ese momento, el dolor era tan grande, que sentía que su corazón estaba muerto desde esa tarde que salió del departamento de Edward. Caminó sin rumbo y se sentó en una banca en la pequeña plaza que se encontraba de paso para sacar toda su decepción. No podía dejar de llorar. Se sentía tan rota y dolida. Necesitaba que Edu le dijera que todo era falso, que esa carta era mentira. Le marcó infinidad de veces y le envió muchos audios, pero ninguno tuvo respuesta. No sabe cuánto tiempo estuvo ahí sentada, pero al notar que estaba oscureciendo, decidió levantarse para ir a casa. Cuando llegó, sus padres estaban en la sala, y se notaban muy preocupados. Nunca tuvo secretos para ellos, así que les contó todo cómo había pasado. Su madre la abrazó, y la dejó llorar
Andrea—¿Qué piensas? —Félix desliza suavemente su dedo por el entrecejo de Andrea, pretendiendo borrar la ligera arruga que se forma en su rostro mientras ella está sumida en pensamientos. Andrea toma su dedo y lo muerde con delicadeza, provocándole una sonrisa.—¿Estás tratando de borrar mi tercer ojo? —pregunta ella en tono jocoso, levantando una ceja para acentuar la broma. Félix suelta una de sus carcajadas profundas y contagiosas, llenando el cuarto con su resonancia cálida.—¿Tercer ojo? ¿Acaso ahora eres el Dalai Lama? —responde él con una mirada divertida. Andrea no puede evitar reír y decide vengarse haciéndole cosquillas.—¡Tonto! Por supuesto que soy igual al hombre más santo del mundo. Si esa mujer puede ser considerada casi una santa, yo debo ser alguien celestial.Félix se recuesta de lado, apoyando su cabeza en una mano, observándola con atención y ternura.—¿A quién te refieres con “esa mujer”? ¿A la etérea “Madame O”? —pregunta, su tono cargado de curiosidad. Andrea,
Nelsy—¿Así que también te ocultabas en la clase alta? Bien hecho, señor Klein.Nelsy observaba la pantalla con una mezcla de incredulidad y desdén. Félix Kaplan, el famoso entrevistador, desplegaba su característico carisma mientras conversaba con E.J. Klein, el CEO que en los últimos años se había convertido en una figura prominente. A pesar del renombre que ella misma había alcanzado, aún no había recibido la invitación para participar en el programa. Sin embargo, aquello no la inquietaba. Sabía perfectamente su valor. Cuando llegara el día, su aparición generaría un impacto rotundo.Pero la voz de Klein era inconfundible. La reconocería en cualquier circunstancia, incluso si estuviera distorsionada. Había compartido un año entero con él, un año que prefería no recordar.El destino parecía jugar con ellos, colocándolos una y otra vez en escenarios similares. Él también había escalado hasta la cima, aunque de una forma distinta. Pero Nelsy no permitiría que ese pensamiento la distra
Andrea—Te noto distraída… ¿Te pasa algo? —La voz de su tía, cargada de preocupación, la sacó de sus pensamientos.Andrea forzó una sonrisa y negó con rapidez, aunque su mirada delataba la turbulencia interna.—No es nada, tía. Solo... un recuerdo de alguien que vino a mi mente, nada importante.Su tía, conocedora de su historia y las heridas del pasado, no necesitó más detalles para imaginar de quién hablaba. Tomó su mano con calidez, buscando ofrecerle consuelo.—¿Aún lo amas, querida? —preguntó con suavidad.Andrea desvió la mirada. No quería que su tía viera en sus ojos los vestigios de un amor que alguna vez la consumió por completo.—No lo he olvidado del todo. Tengo miedo de no poder hacerlo nunca. Pero Félix no lo merece. ¡Por Dios, tía! Es el hombre perfecto.La tensión en su voz era evidente, pero antes de que su tía pudiera responder, los recuerdos comenzaron a invadirla, llevándola de regreso a un momento crucial.FlashbackCuando Andrea empezó la universidad, dedicó todo
AndreaCuando su tía se retira, Andrea se queda sola. Mira la hora en su teléfono, consciente de que su esposo no tardará en llegar. Suelta un suspiro y cierra los ojos, pero el último recuerdo de Edward regresa, como siempre, sin previo aviso. Han pasado tantos años y, aun así, la herida sigue doliendo igual. Aunque ama a su esposo con todo su ser, ese rincón oscuro de su corazón se niega a cerrar. Es una cicatriz que, lejos de sanar, parece abrirse con cada evocación.Decidida a sacudirse esos pensamientos, Andrea se pone de pie y se dirige a la cocina. Ahora que tiene más tiempo libre, busca ajustar su vida a un ritmo diferente. Su principal objetivo es claro: conseguir ese embarazo tan deseado. Sin embargo, también sabe que su vida se tornará monótona si no encuentra una distracción.De regreso a su habitación, toma su laptop. Al abrirla, se encuentra con antiguos borradores de textos que nunca publicó. La pasión por las letras sigue viva, latente bajo el polvo de los años. En su
NelsyDespués de la fiesta, toda la familia, con excepción de Beatrice, quien afortunadamente tenía un compromiso y llegaría al día siguiente, decidió ir a pasar el fin de semana en su casa de la playa en Los Hamptons. Era una tradición que repetían cada año, pero para Nel, este viaje tenía un matiz agridulce. A pesar del fastidio que le provocaba saber que tendría que “complacer” a su esposo, encontraba un alivio en la idea de que Wallace y la tierna Lucy también estarían allí. Adoraba a esa niña con toda su alma, tal vez como una forma inconsciente de redimir el recuerdo de la hija que ella misma abandonó.En la playa, Lucy jugaba a hacer castillos de arena bajo la atenta mirada de su padre. Sus pequeñas manos moldeaban la arena húmeda mientras el viento desordenaba su hermoso cabello castaño.—Papito, ¿dónde está la tía? —preguntó la niña con la inocencia que la caracterizaba—. ¿Por qué no viene a hacer castillos y juntar caracoles? Pídele que venga papi a jugar con nosotros.Walla
Nelsy—Me siento cansado. Creo que no saldré esta noche a lo que tienen planeado. —Octavio anunció con voz pesada, su agotamiento evidente después del sobreesfuerzo de la noche anterior y las exigencias de ese mismo día. Aunque era una costumbre de años, su cuerpo ya no era el mismo de antes.Se suponía que toda la familia, excepto Lucy, asistiría a una subasta en el prestigioso Bohemian Club, seguida de una exclusiva ronda de apuestas en el sector más selecto del lugar.—De acuerdo, querido. Entonces nos quedaremos aquí. —Nel respondió con dulzura aparente, aunque por dentro hervía de frustración. Su habilidad para disimular era impecable, fruto de años de práctica. Apenas dejó entrever un atisbo de desilusión, pero fue suficiente para que Octavio la notara. Justo cuando él iba a sugerir algo, Wallace, su hijo, intervino.—Podemos ir Nel y yo. Supongo que habrá cosas que sean de su agrado en la subasta. Además, se lo merece por todo su arduo trabajo.Octavio no pudo contradecir a su
NelsyAl fin se decidió a salir. Estaba consciente de que no podría quedarse ahí por siempre y al final tenía que enfrentarlo. Hace un unos meses le había dejado claro que no permitiría seguir usando su fundación para meter dinero mal habido, pero entonces, le sugirió otra cosa: Acababa de asociarse con otro mafioso de su calaña y estaban abriendo nuevos clubs de lujo y necesitaba mujeres y él sabía que con ella llegaban muchas. Por necesidad, ella les podría ofrecer un empleo y entonces Ernest entraría en acción.El solo pensar en ser considerada una traficante de blancas le provocaba náuseas e iba a evitar involucrarse en ese tema tan escabroso. Primero fue lavado de dinero, ahora tráfico de personas…¿Qué más pediría en el futuro?Tomó valor y decidió salir. A fin de cuentas, no podría permanecer encerrada toda la noche. Se alisó el vestido y corrigió su maquillaje. Era el momento.—Buenas noches señor O´Brien. ¡Qué gusto encontrarla aquí? —El odioso hombre le sonreía de manera cíni