Aquella mañana había sido lluviosa, las rosas en los jardines estaban empapadas, llenas de roció por la tormenta de la madrugada. El cielo estaba gris, y parecía que, en cualquier momento, una nueva tormenta caería sobre el castillo.Adalet se sentía desdichada. Había sido calumniada cruelmente, se había enterado de aquella noticia inesperada, y Dante, parecía odiarla más allá de su inocente comprensión, porque extrañaba mucho a Bastián Myers. Repentinamente, y ya sin ninguna sorpresa, la pelirroja se hallaba pensando nuevamente en él, y en todo lo que habían compartido juntos hasta ese momento.Sentía el deseo de llorar, de llorar amargamente por haberse enamorado del hombre equivocado y quien también la había lastimado. Bastián había sido su salvación, quien le había mostrado que podía amar sin reservas otra vez, y que su corazón no se había podrido por completo en medio de sus venganzas. Lo extrañaba, extrañaba sus besos, sus caricias, aquel toque gentil y seductor que le hacía vib
—Tranquila, levántate del suelo, este no es el mejor lugar para una baronesa —Arthur de Sussex, ayudaba a levantarse del suelo a su prima, quien estaba en parte cubierta de barro.—Lo dejé que se fuera Arthur…creo, que es lo mejor, una relación no puede construirse a base de mentiras — respondía Adalet con una clara decepción marcada en su voz.—Ya, ya, regresemos, esta a punto de llover, es malo para ti en tu estado, lo sabes — decía el rubio sabiendo bien lo mucho que su prima estaba sufriendo.—Arthur…tu, ¿Alguna vez te has enamorado? — cuestiono Adalet sintiendo su alma desmoronarse a pedazos.Arthur sonrió, pero negó de inmediato sabiendo bien que estaba mintiendo.—No lo sé, quizás, hubo una mujer de la que escuche demasiado un día, y me emociono mucho el poder conocerla…pero cuando la conocí finalmente, entendí que esa mujer no era para mí, aun así, decidí estar a su lado, aunque sea solo para apoyarla — respondió Arthur mirando de soslayo a la hermosa pelirroja que lucía tan
Un nuevo día daba comienzo, y Adalet escuchaba a las aves cantando fuera de su balcón, hermosas melodías que parecían anunciar buenas noticias, sin embargo, aquella aparentemente tranquila mañana, comenzaba con un panorama poco alentador. La hermosa pelirroja había amanecido con una terrible fiebre y estaba siendo revisada por un viejo médico que había llevado las herramientas necesarias.Se sentía disgustada, quería correr a buscar a Bastián Myers. El hotel Stella Inc., se encontraba en Londres, al menos, eso era lo que Adalet había logrado averiguar en internet. Necesitaba ver a Bastián, hablar con el y decirle lo mucho que lo amaba…que lo necesitaba.—Bien, señora Williams, no debe de hacer esfuerzos, su embarazo es de alto riesgo, si se altera demasiado o hace trabajo pesado, puede sufrir un aborto espontaneo, lo mejor para usted es guardar reposo — decía el médico familiar que Arthur había mandando a llamar debido a la fiebre repentina que a la pelirroja se le había presentado.—
La tarde había caído sobre los jardines del castillo. Adalet, le había pedido a Arthur que trajera a Bastián hasta ella, pues no podía salir prontamente hasta que la amenaza de aborto pasara. Arthur, le había respondido de buena manera asegurándole que haría venir a Bastián al castillo y alentándola a seguir el camino de la felicidad, sin embargo, sabia que algo extraño estaba ocurriendo, pues ahora el lugar estaba lleno de guardias y sentía que su primo le estaba ocultando algo.Sintiendo aquel dolor nuevamente, la joven pelirroja se había recostado nuevamente; con aquella amenaza sobre ella y lo mal que se sentía, le quedaba mas que claro que no le sería posible salir ella misma a buscar a Bastián. Confiaba en que Arthur lo trajera ante ella, y así, poner las cartas sobre la mesa finalmente, como debían de haberlo hecho desde el principio.Adalet se acaricio el vientre mientras miraba el hermoso cielo celeste que había fuera de sus ventanales. ¿Sería una niña? ¿O seria un niño? El t
Aquella mañana el cielo estaba completamente despejado, mostrando hermosas nubes que parecían motas de algodón fresco. Las aves cantaban tan hermoso como acostumbraban, y su cantor lograba opacar los llantos que se escuchaban al fondo del cementerio. Una mujer lloraba desconsolada mientras su hija acariciaba su espalda en un intento por calmarla. Los presentes se compartían historias de buenaventuras que habían compartido con aquel que yacía dentro un féretro. Todo el ambiente de aquel sepelio, daba a entender que cada persona en el lugar, había sido un estimado y querido amigo del Stone que se había quitado a la vida. —¿Por qué? ¿Por qué? ¡El no merecía esto! ¡Era un hombre bueno! ¡Esto es una injustica! — Gritaba eufórica la señora Stone que se daba golpes en el pecho y se dejaba caer sobra la tierra removida arrojando un poco de esta hacia el cielo en un completo drama que los demás miraban con lastima. Sin embargo, la dramática mujer a mera conveniencia no recordaba las ultimas
Las maletas estaban ya sobre la cama, de algunas de ellas, sobresalía dinero, mucho dinero, el suficiente para vivir holgadamente y sin problemas el resto de su vida. ¿El precio?, únicamente renunciar a su hijo y heredero, Dante, el único niño que su hombría había dejado en este mundo.Los ojos le ardían, estaban rojos, era algo natural después de haber pasado una noche llorando y bebiendo en el bar del hotel. No había tenido humor para mujeres, no había tenido deseos de caviar o manjares, tan solo deseaba tener enfrente a aquella pelirroja cuyos cabellos de fuego lo habían enloquecido. Quería tener a Adalet frente a él, hacerle el amor violentamente y luego…retorcerle el cuello hasta que dejara de respirar, eso era lo que realmente habría querido estar haciendo.—Él se suicidó, se disparó en la cabeza, dice la policía que dejó una nota para ti hermano, pero no nos la han mostrado a nosotras, tienes que regresar, el banco embargo la mansión y nos hemos quedado casi en la ruina, el señ
Aquella tarde llovía a cantaros y fuera del castillo se podía ver como los guardias reales corrían pare refugiarse de la repentina tormenta que se había desatado. Los sirvientes seguían en su misma rutina, y Adalet esperaba tener noticias de su primo que había salido sin avisar desde muy temprano esa mañana.Recordaba aquellas tardes en que, junto a Bastián, compartían una taza de café caliente junto a alguna pieza de pan dulce o alguna tarta, aquellas que tanto les gustaban a ambos. Bastián había sido para ella su salvación no esperada, su amor jamás predicho, y lo extrañaba con el alma. Deseaba verlo de nuevo, deseaba estar a su lado por siempre, esperando pasar el resto de su aun joven vida a su lado.Dante seguía hablando sin cesar sobre Bastián, llamándolo como su papito en cada dulce ocasión. No quería pensar en nada más que no fuera Bastián, sin embargo, también su mente se escapaba hacia Enzo en esos momentos.Ernest Stone había acabado con su propia vida de manera francamente
—Enzo, que bueno verte, aunque lamento que sea en medio de tan malas noticias —Enzo sentía los brazos de Bernard Myers sosteniéndolo en ese abrazo que sentía francamente hipócrita. Aquel hombre, igual que todos los demás que alguna vez se hicieron llamar amigos de su padre, le había dado la espalda en su peor momento.—¿Mi madre? ——Esta en su habitación, pediré que lleven tu equipaje a tu alcoba, pueden quedarse cuanto gusten —Enzo no respondió lo que considero una falsa cortesía. El padre había traicionado a su padre, y Bastián lo había traicionado a él, los Myers, no eran confiables.Avanzando a las habitaciones, busco a su madre hasta encontrarla. Al tenerla de frente pudo ver como la mujer se veía desgastada, realmente cansada y sin una gota de maquillaje en su rostro, su hermana estaba a un lado de ella intentando tranquilizarle en medio de lo que parecía ser un ataque de nervios.—Ya no nos queda nada, ahora todas las que fueron mis amigas se burlan de mí, ¿Qué vamos a hacer?