Aquella tarde llovía a cantaros y fuera del castillo se podía ver como los guardias reales corrían pare refugiarse de la repentina tormenta que se había desatado. Los sirvientes seguían en su misma rutina, y Adalet esperaba tener noticias de su primo que había salido sin avisar desde muy temprano esa mañana.Recordaba aquellas tardes en que, junto a Bastián, compartían una taza de café caliente junto a alguna pieza de pan dulce o alguna tarta, aquellas que tanto les gustaban a ambos. Bastián había sido para ella su salvación no esperada, su amor jamás predicho, y lo extrañaba con el alma. Deseaba verlo de nuevo, deseaba estar a su lado por siempre, esperando pasar el resto de su aun joven vida a su lado.Dante seguía hablando sin cesar sobre Bastián, llamándolo como su papito en cada dulce ocasión. No quería pensar en nada más que no fuera Bastián, sin embargo, también su mente se escapaba hacia Enzo en esos momentos.Ernest Stone había acabado con su propia vida de manera francamente
—Enzo, que bueno verte, aunque lamento que sea en medio de tan malas noticias —Enzo sentía los brazos de Bernard Myers sosteniéndolo en ese abrazo que sentía francamente hipócrita. Aquel hombre, igual que todos los demás que alguna vez se hicieron llamar amigos de su padre, le había dado la espalda en su peor momento.—¿Mi madre? ——Esta en su habitación, pediré que lleven tu equipaje a tu alcoba, pueden quedarse cuanto gusten —Enzo no respondió lo que considero una falsa cortesía. El padre había traicionado a su padre, y Bastián lo había traicionado a él, los Myers, no eran confiables.Avanzando a las habitaciones, busco a su madre hasta encontrarla. Al tenerla de frente pudo ver como la mujer se veía desgastada, realmente cansada y sin una gota de maquillaje en su rostro, su hermana estaba a un lado de ella intentando tranquilizarle en medio de lo que parecía ser un ataque de nervios.—Ya no nos queda nada, ahora todas las que fueron mis amigas se burlan de mí, ¿Qué vamos a hacer?
Aquella noche la luna brillante se reflejaba en los viejos jardines del castillo de Sussex. El viento soplaba calmo, dejando solo una agradable brisa otoñal a su paso. El aroma de las rosas se impregnaba fuerte, y los zafiros ojos de Adalet se habían quedado clavados en aquel hombre de mirada triste. — ¿Mi padre? Pero mi madre...ella me dijo que...— No morí en esa guerra Adalet. Anduve sin rumbo, perdido durante muchos años sin saber ni siquiera mi nombre, pero, un día un buen muchacho me encontró por casualidad, cuido de mi, me alimentó y ayudo con atenciones médicas para recuperar mis recuerdos. Cuando por fin fue conciente de quien era yo, lo primero que hice fue agradecer y volver a Inglaterra para buscar a mi adorada Adrienne, pero...llegué muy tarde, supe por los noticieros que ella había muerto, y te Vi aquel día en el cementerio. Después de eso, Arthur me encontró y me explico todo lo que ocurría contigo, incluyendo que eres mi hija y que tengo un adorable nieto. Lamento to
”Enzo, he decidido terminar con todo lo que el día en que decidiste tener a esa mujer en tu vida iniciaste. Lo supe desde el primer momento en que la Vi, esa miserable terminaría con nuestra familia, y como una predicción del final de los tiempos, ocurrió. Este es el final para nosotros los Stone, todo lo que una vez fuimos se ha perdido para siempre. Esto es culpa tuya, te maldigo hoy y te seguiré maldiciendo después de mi muerte, espero que como un último gesto hacia mi, quien todo te lo dió en esta vida, puedas vengarme. Mi sangre está en tus manos, y con ellas espero que termines con ella" La botella de licor estaba casi vacía, y el sollozo ahogado de un hombre rompía el cruel silencio del cementerio. La luna brillaba en lo alto, y solo Enzo acompañado de su soledad, su rencor y su vergüenza, sollozaba como alma en pena en medio de las frías lapidas cuyos nombres ya eran parte del pasado. Su padre lo había maldecido hasta en el último momento, culpandolo de aquella tragedia que
—Llegamos, en este Ferri nos llevaran directamente hacia Irlanda —Adalet miraba aquel lujoso Ferri que no parecía tener más pasajeros que la tripulación, y que no estaba acordonado pomposamente para recibir turistas ni nada por el estilo. Estaban en la frontera de Inglaterra, y aquel lugar estaba tan solitario, que parecía increíblemente a propósito.—¿Esto? ¿Lo hizo Arthur? — cuestiono Adalet mirando el barco.Gerard asintió. — Si, desde que supo que la corona planeaba casarte con él, comenzó a planificar tu huida junto a tu hijo y tu novio, por supuesto, me confió el llevarlos a salvo hasta Irlanda, allí nadie va a reconocerlos, sin embargo, tendrás que pintar tu cabello durante un tiempo —Adalet asintió también. Por supuesto, sabían que debían de ser discretos durante un tiempo. Confiaba en Arthur, sabía que el lograría ganar alguna indulgencia para ella, y aun cuando aquello significara renunciar a su título, poco o nada le importaba aquello, lo único que realmente deseaba, era
Las olas del océano movían aquel Ferri con calma. El aroma salino despertaba los sentidos más profundos y el corazón de Adalet latía despacio, pasmoso, mientras miraba a su padre y su amado charlar junto a la tripulación que encallaba el barco. Finalmente habían llegado a Irlanda, aquel lugar mucho más frío de lo que ella estaba acostumbrada, pero, que representaba su salvación y esperanza en un futuro mejor. No tenía miedo, ya no más. Acariciando su vientre las esperanzas de una vida apacible regresaban, y la promesa que tenía con Bastian Myers latía viva dentro de su corazón. — ¿En donde estamos mamita? — Dante miraba el mismo paisaje verde y hermoso que admiraba su madre. Adalet, sonriendo, acaricio los cabellos rojizos de su pequeño y le beso las mejillas una vez que lo sintió en sus brazos. — Estamos en la tierra en donde los sueños se hacen realidad — Dante sonrió, aquel lugar, era como un cuento de hadas.En Londres, Enzo finalmente había aterrizado. Su mirada perdida en
En las solitarias tardes de los días previos al otoño, el castillo de Sussex se bañaba con los tonos rojizos del atardecer. La muchedumbre escandalosa que conformaban la servidumbre, se preparaban para terminar sus labores del día y retirarse a sus dormitorios. El viento soplaba con calma y Arthur de Sussex leía aquel mensaje de texto que estaba esperando desde hacía varias horas: Adalet y los demás ya estaban a salvó en Irlanda. Sintiendo como si un peso se le quitará de encima, el joven Duque se sentó en su pequeño saloncito privado a disfrutar de una buena taza de te. Adalet estaba ya a salvó y eso era todo lo que le importaba. Nada más. La corona había comenzado la discreta búsqueda de su baronesa perdida y aquella noticia de su desaparición, aún no circulaba en ningún medio público. Todo lo estaban manejando por debajo del agua, pues sería un escándalo que se supiera de su huida.Por supuesto, estaba en problemas; sabía que no sería sencillo librar a su prima de tal falta y que
— Jean Carlo —Adalet miraba como su padre se abrazaba fuertemente de aquel hombre ya entrado en sus últimos 30s. La sonrisa de Gerard era genuina, y realmente parecía apreciar a ese hombre de aspecto sencillo y amable. Dando una ojeada a aquel lugar, la joven pelirroja admiro la belleza de los campos y las montañas; ese sitio estaba lejos de ser una mansión lujosa o un castillo de la realeza británica, era un lugar sencillo, pero realmente hermoso.Bastian ya sabía que ese sitio era el lugar que serviría de refugio para su familia. Era un campo, había ganado y cosechas a lo lejos; un pequeño poblado de honestos granjeros que no vivían demasiado cerca unos de otros, muy diferente a todo el lujo que una vez había conocido, pero que, por alguna razón, le resultaba demasiado agradable, como una vida sencilla alejada del bullicio de una enorme ciudad, de los horribles casos que alguna vez le había tocado atender, y de todo aquello a lo que estuvo acostumbrado siempre. — Mira mami una va