Un nuevo día daba comienzo, y Adalet escuchaba a las aves cantando fuera de su balcón, hermosas melodías que parecían anunciar buenas noticias, sin embargo, aquella aparentemente tranquila mañana, comenzaba con un panorama poco alentador. La hermosa pelirroja había amanecido con una terrible fiebre y estaba siendo revisada por un viejo médico que había llevado las herramientas necesarias.Se sentía disgustada, quería correr a buscar a Bastián Myers. El hotel Stella Inc., se encontraba en Londres, al menos, eso era lo que Adalet había logrado averiguar en internet. Necesitaba ver a Bastián, hablar con el y decirle lo mucho que lo amaba…que lo necesitaba.—Bien, señora Williams, no debe de hacer esfuerzos, su embarazo es de alto riesgo, si se altera demasiado o hace trabajo pesado, puede sufrir un aborto espontaneo, lo mejor para usted es guardar reposo — decía el médico familiar que Arthur había mandando a llamar debido a la fiebre repentina que a la pelirroja se le había presentado.—
La tarde había caído sobre los jardines del castillo. Adalet, le había pedido a Arthur que trajera a Bastián hasta ella, pues no podía salir prontamente hasta que la amenaza de aborto pasara. Arthur, le había respondido de buena manera asegurándole que haría venir a Bastián al castillo y alentándola a seguir el camino de la felicidad, sin embargo, sabia que algo extraño estaba ocurriendo, pues ahora el lugar estaba lleno de guardias y sentía que su primo le estaba ocultando algo.Sintiendo aquel dolor nuevamente, la joven pelirroja se había recostado nuevamente; con aquella amenaza sobre ella y lo mal que se sentía, le quedaba mas que claro que no le sería posible salir ella misma a buscar a Bastián. Confiaba en que Arthur lo trajera ante ella, y así, poner las cartas sobre la mesa finalmente, como debían de haberlo hecho desde el principio.Adalet se acaricio el vientre mientras miraba el hermoso cielo celeste que había fuera de sus ventanales. ¿Sería una niña? ¿O seria un niño? El t
Aquella mañana el cielo estaba completamente despejado, mostrando hermosas nubes que parecían motas de algodón fresco. Las aves cantaban tan hermoso como acostumbraban, y su cantor lograba opacar los llantos que se escuchaban al fondo del cementerio. Una mujer lloraba desconsolada mientras su hija acariciaba su espalda en un intento por calmarla. Los presentes se compartían historias de buenaventuras que habían compartido con aquel que yacía dentro un féretro. Todo el ambiente de aquel sepelio, daba a entender que cada persona en el lugar, había sido un estimado y querido amigo del Stone que se había quitado a la vida. —¿Por qué? ¿Por qué? ¡El no merecía esto! ¡Era un hombre bueno! ¡Esto es una injustica! — Gritaba eufórica la señora Stone que se daba golpes en el pecho y se dejaba caer sobra la tierra removida arrojando un poco de esta hacia el cielo en un completo drama que los demás miraban con lastima. Sin embargo, la dramática mujer a mera conveniencia no recordaba las ultimas
Las maletas estaban ya sobre la cama, de algunas de ellas, sobresalía dinero, mucho dinero, el suficiente para vivir holgadamente y sin problemas el resto de su vida. ¿El precio?, únicamente renunciar a su hijo y heredero, Dante, el único niño que su hombría había dejado en este mundo.Los ojos le ardían, estaban rojos, era algo natural después de haber pasado una noche llorando y bebiendo en el bar del hotel. No había tenido humor para mujeres, no había tenido deseos de caviar o manjares, tan solo deseaba tener enfrente a aquella pelirroja cuyos cabellos de fuego lo habían enloquecido. Quería tener a Adalet frente a él, hacerle el amor violentamente y luego…retorcerle el cuello hasta que dejara de respirar, eso era lo que realmente habría querido estar haciendo.—Él se suicidó, se disparó en la cabeza, dice la policía que dejó una nota para ti hermano, pero no nos la han mostrado a nosotras, tienes que regresar, el banco embargo la mansión y nos hemos quedado casi en la ruina, el señ
Aquella tarde llovía a cantaros y fuera del castillo se podía ver como los guardias reales corrían pare refugiarse de la repentina tormenta que se había desatado. Los sirvientes seguían en su misma rutina, y Adalet esperaba tener noticias de su primo que había salido sin avisar desde muy temprano esa mañana.Recordaba aquellas tardes en que, junto a Bastián, compartían una taza de café caliente junto a alguna pieza de pan dulce o alguna tarta, aquellas que tanto les gustaban a ambos. Bastián había sido para ella su salvación no esperada, su amor jamás predicho, y lo extrañaba con el alma. Deseaba verlo de nuevo, deseaba estar a su lado por siempre, esperando pasar el resto de su aun joven vida a su lado.Dante seguía hablando sin cesar sobre Bastián, llamándolo como su papito en cada dulce ocasión. No quería pensar en nada más que no fuera Bastián, sin embargo, también su mente se escapaba hacia Enzo en esos momentos.Ernest Stone había acabado con su propia vida de manera francamente
—Enzo, que bueno verte, aunque lamento que sea en medio de tan malas noticias —Enzo sentía los brazos de Bernard Myers sosteniéndolo en ese abrazo que sentía francamente hipócrita. Aquel hombre, igual que todos los demás que alguna vez se hicieron llamar amigos de su padre, le había dado la espalda en su peor momento.—¿Mi madre? ——Esta en su habitación, pediré que lleven tu equipaje a tu alcoba, pueden quedarse cuanto gusten —Enzo no respondió lo que considero una falsa cortesía. El padre había traicionado a su padre, y Bastián lo había traicionado a él, los Myers, no eran confiables.Avanzando a las habitaciones, busco a su madre hasta encontrarla. Al tenerla de frente pudo ver como la mujer se veía desgastada, realmente cansada y sin una gota de maquillaje en su rostro, su hermana estaba a un lado de ella intentando tranquilizarle en medio de lo que parecía ser un ataque de nervios.—Ya no nos queda nada, ahora todas las que fueron mis amigas se burlan de mí, ¿Qué vamos a hacer?
Aquella noche la luna brillante se reflejaba en los viejos jardines del castillo de Sussex. El viento soplaba calmo, dejando solo una agradable brisa otoñal a su paso. El aroma de las rosas se impregnaba fuerte, y los zafiros ojos de Adalet se habían quedado clavados en aquel hombre de mirada triste. — ¿Mi padre? Pero mi madre...ella me dijo que...— No morí en esa guerra Adalet. Anduve sin rumbo, perdido durante muchos años sin saber ni siquiera mi nombre, pero, un día un buen muchacho me encontró por casualidad, cuido de mi, me alimentó y ayudo con atenciones médicas para recuperar mis recuerdos. Cuando por fin fue conciente de quien era yo, lo primero que hice fue agradecer y volver a Inglaterra para buscar a mi adorada Adrienne, pero...llegué muy tarde, supe por los noticieros que ella había muerto, y te Vi aquel día en el cementerio. Después de eso, Arthur me encontró y me explico todo lo que ocurría contigo, incluyendo que eres mi hija y que tengo un adorable nieto. Lamento to
”Enzo, he decidido terminar con todo lo que el día en que decidiste tener a esa mujer en tu vida iniciaste. Lo supe desde el primer momento en que la Vi, esa miserable terminaría con nuestra familia, y como una predicción del final de los tiempos, ocurrió. Este es el final para nosotros los Stone, todo lo que una vez fuimos se ha perdido para siempre. Esto es culpa tuya, te maldigo hoy y te seguiré maldiciendo después de mi muerte, espero que como un último gesto hacia mi, quien todo te lo dió en esta vida, puedas vengarme. Mi sangre está en tus manos, y con ellas espero que termines con ella" La botella de licor estaba casi vacía, y el sollozo ahogado de un hombre rompía el cruel silencio del cementerio. La luna brillaba en lo alto, y solo Enzo acompañado de su soledad, su rencor y su vergüenza, sollozaba como alma en pena en medio de las frías lapidas cuyos nombres ya eran parte del pasado. Su padre lo había maldecido hasta en el último momento, culpandolo de aquella tragedia que