Las horas en el avión habían sido largas, tan largas y pesadas como pesada sentia su alma. Dante dormía cómodamente en su asiento. Viajaban en VIP y nadie los estaba molestando. Si embargo, eran sus propios pensamientos quienes la traicionaban y le robaban la calma. No lograba dejar de pensar en el. ¿Ya había ido a buscarla? ¿Había encontrado su nota? No tendría las respuestas a eso, pues le había pedido a Niklaus que si lo veía, no le contara nada. Pretendía dejar atrás todo. Aquel amor que la quemó como el fuego, también debía de quedarse en el olvido. Acariciando el cabello pelirrojo de su hijo, Adalet sintió su corazón apretarse al recordar como este había llorado por Bastián. Sabía que su hijo lo amaba como a un padre, y su corazón le decía que Bastián a el como a un hijo. Pero no podría perdonarlo, después de todo, el tenía un compromiso con la hermana menor de la mujer que destruyó su matrimonio con Enzo en un principio, y eso le resultaba demasiado humillante. El cielo era
El viento soplaba cada vez más frío, algo típico de los días más oscurecidos del mes de octubre. El cielo estaba nublado, tan gris como el ánimo que estaba sintiendo. Enzo caminaba rumbo a los juzgados, Adalet no había alcanzado a recibir el aviso sobre el juicio, no contaba como una huida si no se daba por enterada, todo se tornaba más complicado. Además de todo, las cosas con Stone CORP., se estaban volviendo terriblemente difíciles; se había enterado de todo lo acontecido con Adalet, así como de lo arruinados que se encontrarían después de todo esto. Muchas demandas habían caído, tantas que serían difíciles de cubrir, y estaba convencido de que la pelirroja había movido los hilos para que todo se desplomara como una montaña de naipes, después de todo, ella deseaba venganza. — El juicio puede iniciarlo en Londres, después de todo, usted es el padre señor Stone — dijo el abogado sacándolo de sus pensamientos. Enzo asintió, aquello sería exactamente lo que haría, y dentro de unos
Amor, un sentimiento profundo, el origen de todos los demás que existen, aquella emoción primigenia que era tan capaz de desatar tormentas como el mismo paraíso. Amor, aquello a lo que todos aspiran alcanzar algún día y que todos sentimos en algún momento dado de nuestras vidas. Amor era lo que Bastián Myers estaba sintiendo en aquellos momentos dentro de la intimidad de su oficina. Había llegado al aeropuerto, y, como era de esperarse, estando alcoholizado no le habían permitido tomar ningún vuelo. Ahora mismo y con su mente bien enfocada, estaba preparando todos sus casos para que fuesen tomados por sus colegas, ya que el había tomado la desición de viajar a Londres, anunciando su definitiva renuncia al despacho de su padre. Todos se habían sorprendido de aquella insensata desición, pero, después de todo, así era el amor. Increíblemente poderoso, pero para nada sensato. Aquella mujer, aquellos besos, aquellas caricias…Adalet Williams era una mujer hermosa, una que ya y sin remedi
Bastián miraba a las parejas paseando de un lado al otro tomados de la mano románticamente mientras parecían endulzarse el oído mutuamente y seguramente con promesas de amor. El cielo estaba nublado, era octubre después de todo, y naturalmente el otoño se había instalado en la ciudad.Las hojas secas caían desde las altas copas de los arboles que fugazmente alcanzaba a apreciar desde el vehículo en movimiento, todas, parecían danzar en el viento de manera rítmica a los latidos de su propio corazón.Había cometido un error al no decirle la verdad a tiempo a su amada Adalet, había tenido mil oportunidades de decírselo, y, sin embargo, sus temores lo habían detenido en cada ocasión que sus labios le habían deseado confesar la verdad. La había perdido, ella se había marchado para siempre dejándolo a él con el corazón fragmentado y destrozado en pequeños trozos que aun seguían latiendo por ella, siempre por ella.¿Podría culparla en realidad por haberse marchado después de su promesa de am
Los cielos se hallaban despejados y el sol brillaba en lo alto como era de esperarse del cálido mediodía, sin embargo, Rebekah Lestrange se sentía furiosa, y su molestia no era aplacada por la belleza de aquel día.Había visto a Bastián Myers compartir aquellos íntimos momentos con esa mujer tan despreciable, y su ira tan solo se iba incrementando con cada escenario imaginario que su mente dañada recreaba una y otra vez. Bastián se había marchado hacia algún lugar desconocido para ella, y seguramente era porque el hombre había roto su compromiso con ella renunciado a todo solo porque se había enamorado de la maldita Williams.Miraba aquella revista y no podía evitar sonreír; si no podría tener a Bastián Myers jamás, al menos se aseguraría de que Adalet se sintiera miserable y avergonzada el resto de su vida.Hacía ya demasiados años que estaba enamorada perdidamente de ese hombre, y la idea que nuevamente había elegido a una cualquiera sobre ella la enfurecía en demasía. Había ya inte
Aquella mañana había sido lluviosa, las rosas en los jardines estaban empapadas, llenas de roció por la tormenta de la madrugada. El cielo estaba gris, y parecía que, en cualquier momento, una nueva tormenta caería sobre el castillo.Adalet se sentía desdichada. Había sido calumniada cruelmente, se había enterado de aquella noticia inesperada, y Dante, parecía odiarla más allá de su inocente comprensión, porque extrañaba mucho a Bastián Myers. Repentinamente, y ya sin ninguna sorpresa, la pelirroja se hallaba pensando nuevamente en él, y en todo lo que habían compartido juntos hasta ese momento.Sentía el deseo de llorar, de llorar amargamente por haberse enamorado del hombre equivocado y quien también la había lastimado. Bastián había sido su salvación, quien le había mostrado que podía amar sin reservas otra vez, y que su corazón no se había podrido por completo en medio de sus venganzas. Lo extrañaba, extrañaba sus besos, sus caricias, aquel toque gentil y seductor que le hacía vib
—Tranquila, levántate del suelo, este no es el mejor lugar para una baronesa —Arthur de Sussex, ayudaba a levantarse del suelo a su prima, quien estaba en parte cubierta de barro.—Lo dejé que se fuera Arthur…creo, que es lo mejor, una relación no puede construirse a base de mentiras — respondía Adalet con una clara decepción marcada en su voz.—Ya, ya, regresemos, esta a punto de llover, es malo para ti en tu estado, lo sabes — decía el rubio sabiendo bien lo mucho que su prima estaba sufriendo.—Arthur…tu, ¿Alguna vez te has enamorado? — cuestiono Adalet sintiendo su alma desmoronarse a pedazos.Arthur sonrió, pero negó de inmediato sabiendo bien que estaba mintiendo.—No lo sé, quizás, hubo una mujer de la que escuche demasiado un día, y me emociono mucho el poder conocerla…pero cuando la conocí finalmente, entendí que esa mujer no era para mí, aun así, decidí estar a su lado, aunque sea solo para apoyarla — respondió Arthur mirando de soslayo a la hermosa pelirroja que lucía tan
Un nuevo día daba comienzo, y Adalet escuchaba a las aves cantando fuera de su balcón, hermosas melodías que parecían anunciar buenas noticias, sin embargo, aquella aparentemente tranquila mañana, comenzaba con un panorama poco alentador. La hermosa pelirroja había amanecido con una terrible fiebre y estaba siendo revisada por un viejo médico que había llevado las herramientas necesarias.Se sentía disgustada, quería correr a buscar a Bastián Myers. El hotel Stella Inc., se encontraba en Londres, al menos, eso era lo que Adalet había logrado averiguar en internet. Necesitaba ver a Bastián, hablar con el y decirle lo mucho que lo amaba…que lo necesitaba.—Bien, señora Williams, no debe de hacer esfuerzos, su embarazo es de alto riesgo, si se altera demasiado o hace trabajo pesado, puede sufrir un aborto espontaneo, lo mejor para usted es guardar reposo — decía el médico familiar que Arthur había mandando a llamar debido a la fiebre repentina que a la pelirroja se le había presentado.—