—Adalet fue mi primera esposa, la primera y única mujer a la que realmente amé, pero tú sabes lo que es nacer dentro de una cuna de oro...mi padre nunca lo aceptó — Enzo comenzaba aquella incomoda charla. Bastián escuchaba con atención cada palabra que de la boca de su ex mejor amigo salía. El tono de Enzo Stone era serio, más de lo que había sido nunca. Bastián lograba sentir aquel nudo en la garganta que se le hacía a su ex mejor amigo, el realmente la había amado, lo suponía, pero no justificaba el abandono que a Adalet le había hecho. Enzo miro a Bastián con seriedad, y continuo con aquella historia. En la oficina de Stone, Ernest sentía que le faltaba la respiración; sus pulmones se sentía casi colapsados por el estrés, y sentía que los ojos se le saldrían de las cuencas. Aquella mujer de cabellos rojos lo miraba con desprecio, y el tan solo sentía arrepentimiento por haberla dejado con vida. Había logrado escapar de la cárcel, y ahora ella se había convertido en su socia...en
—Llegare en unas horas, no quisiera molestar pero por el momento no tengo a dónde más ir, espero puedas recibirme — El hombre había recibido aquella inesperada llamada de su prima. Por su tono, suponía que realmente algo malo había ocurrido, pues, según lo que la misma Adalet Williams le había dicho, ella no tenía la intención de regresar a Londres. — No tienes que pedir permiso para venir a vivir a la que ahora es tu propiedad, por el contrario, el huésped soy yo pues amablemente me permite quedarme, la esperaré con ansias — respondió Arthur de Sussex, y su semblante, siempre nostálgico, se había iluminado un poco. — Bien primo, te lo agradezco, llegaré junto a Dante — dijo Adalet para luego colgar aquella llamada rápida que había hecho a su lejano pariente mientras Niklaus ponía contra las cuerdas al despreciable Ernest Stone mientras junto a un par de expertos más, inspeccionaron aquellos materiales. Arthur, sintió curiosidad al notar que su prima no había mencionado el nombre
— En otras noticias, los rumores sobre la compañía Stone se han incrementado, ahora se habla de una posible declaración en banca rota que el magnate Ernest Stone anunciará muy pronto...Adalet escuchaba con atención aquello. No eran rumores, era un hecho. En su departamento, la pelirroja se sentía preciosa, como hacia demasiado tiempo no lo hacía. Llevaba puesto su mejor vestido, se habia maquillado como nunca antes, era realmente un conjunto hermoso de diseñador; nunca antes había llevado ropa tan preciosa por mero gusto, pero aquella era una ocasión especial, su venganza se había servido, y ella se sentía satisfecha.Las maletas estaban hechas, su vuelo saldria en un par de horas, todo estaba hecho, lo demás que se les vendría a los Stone, sería un efecto dominó que sus propias acciones habían francamente sembrado. Acomodando el closet que se quedaba casi vacío, vio como una camisa caía al mover una caja. Era de Bastián Myers.Un nudo en la garganta se le había formado repentiname
Las horas en el avión habían sido largas, tan largas y pesadas como pesada sentia su alma. Dante dormía cómodamente en su asiento. Viajaban en VIP y nadie los estaba molestando. Si embargo, eran sus propios pensamientos quienes la traicionaban y le robaban la calma. No lograba dejar de pensar en el. ¿Ya había ido a buscarla? ¿Había encontrado su nota? No tendría las respuestas a eso, pues le había pedido a Niklaus que si lo veía, no le contara nada. Pretendía dejar atrás todo. Aquel amor que la quemó como el fuego, también debía de quedarse en el olvido. Acariciando el cabello pelirrojo de su hijo, Adalet sintió su corazón apretarse al recordar como este había llorado por Bastián. Sabía que su hijo lo amaba como a un padre, y su corazón le decía que Bastián a el como a un hijo. Pero no podría perdonarlo, después de todo, el tenía un compromiso con la hermana menor de la mujer que destruyó su matrimonio con Enzo en un principio, y eso le resultaba demasiado humillante. El cielo era
El viento soplaba cada vez más frío, algo típico de los días más oscurecidos del mes de octubre. El cielo estaba nublado, tan gris como el ánimo que estaba sintiendo. Enzo caminaba rumbo a los juzgados, Adalet no había alcanzado a recibir el aviso sobre el juicio, no contaba como una huida si no se daba por enterada, todo se tornaba más complicado. Además de todo, las cosas con Stone CORP., se estaban volviendo terriblemente difíciles; se había enterado de todo lo acontecido con Adalet, así como de lo arruinados que se encontrarían después de todo esto. Muchas demandas habían caído, tantas que serían difíciles de cubrir, y estaba convencido de que la pelirroja había movido los hilos para que todo se desplomara como una montaña de naipes, después de todo, ella deseaba venganza. — El juicio puede iniciarlo en Londres, después de todo, usted es el padre señor Stone — dijo el abogado sacándolo de sus pensamientos. Enzo asintió, aquello sería exactamente lo que haría, y dentro de unos
Amor, un sentimiento profundo, el origen de todos los demás que existen, aquella emoción primigenia que era tan capaz de desatar tormentas como el mismo paraíso. Amor, aquello a lo que todos aspiran alcanzar algún día y que todos sentimos en algún momento dado de nuestras vidas. Amor era lo que Bastián Myers estaba sintiendo en aquellos momentos dentro de la intimidad de su oficina. Había llegado al aeropuerto, y, como era de esperarse, estando alcoholizado no le habían permitido tomar ningún vuelo. Ahora mismo y con su mente bien enfocada, estaba preparando todos sus casos para que fuesen tomados por sus colegas, ya que el había tomado la desición de viajar a Londres, anunciando su definitiva renuncia al despacho de su padre. Todos se habían sorprendido de aquella insensata desición, pero, después de todo, así era el amor. Increíblemente poderoso, pero para nada sensato. Aquella mujer, aquellos besos, aquellas caricias…Adalet Williams era una mujer hermosa, una que ya y sin remedi
Bastián miraba a las parejas paseando de un lado al otro tomados de la mano románticamente mientras parecían endulzarse el oído mutuamente y seguramente con promesas de amor. El cielo estaba nublado, era octubre después de todo, y naturalmente el otoño se había instalado en la ciudad.Las hojas secas caían desde las altas copas de los arboles que fugazmente alcanzaba a apreciar desde el vehículo en movimiento, todas, parecían danzar en el viento de manera rítmica a los latidos de su propio corazón.Había cometido un error al no decirle la verdad a tiempo a su amada Adalet, había tenido mil oportunidades de decírselo, y, sin embargo, sus temores lo habían detenido en cada ocasión que sus labios le habían deseado confesar la verdad. La había perdido, ella se había marchado para siempre dejándolo a él con el corazón fragmentado y destrozado en pequeños trozos que aun seguían latiendo por ella, siempre por ella.¿Podría culparla en realidad por haberse marchado después de su promesa de am
Los cielos se hallaban despejados y el sol brillaba en lo alto como era de esperarse del cálido mediodía, sin embargo, Rebekah Lestrange se sentía furiosa, y su molestia no era aplacada por la belleza de aquel día.Había visto a Bastián Myers compartir aquellos íntimos momentos con esa mujer tan despreciable, y su ira tan solo se iba incrementando con cada escenario imaginario que su mente dañada recreaba una y otra vez. Bastián se había marchado hacia algún lugar desconocido para ella, y seguramente era porque el hombre había roto su compromiso con ella renunciado a todo solo porque se había enamorado de la maldita Williams.Miraba aquella revista y no podía evitar sonreír; si no podría tener a Bastián Myers jamás, al menos se aseguraría de que Adalet se sintiera miserable y avergonzada el resto de su vida.Hacía ya demasiados años que estaba enamorada perdidamente de ese hombre, y la idea que nuevamente había elegido a una cualquiera sobre ella la enfurecía en demasía. Había ya inte