Aquella mañana, para variar, comenzaba con violentos golpes en la puerta. Bastián se apresuraba a abrir sintiéndose realmente irritado, seguramente Rebekah había decidido que todavía no tenia suficiente de ella. El timbre y los golpes en la puerta sonaban con tal insistencia, que era mucho más que obvio que ella en realidad estaba aún más furiosa de lo que encontraba el día anterior.—Maldición Rebekah, ¿Qué no te quedo claro? No quiero ver…Bastián no había terminado de hablar cuando Enzo lo había golpeado con fuerza en el rostro.—¡Te dije que te mantuvieras alejado de ella! ¡Eres un maldito traidor! ¡Te vi besándola! ¡Ella es mía! ¿me entiendes? ¡Es mía! — gritaba el hombre pelinegro realmente encolerizado.Bastián intentaba sacarse de encima a Enzo quien no dejaba de intentar golpearlo.—¿Estas loco? ¡Yo no te debo nada! ¡Adalet me gusta y me gusta de verdad! ¡Y ella no le pertenece a nadie! — decía el hombre defendiéndose.Logrando sacárselo de encima, Bastián miro a Enzo tirado
Su ceño estaba fruncido, sus labios los había pintado de rojo, se había puesto su mejor traje, y su cabello lo había trenzado elegantemente. Sara estaba lista para enfrentar a esa mujer que casi arruina sus planes una vez, y pensaba en dejarle muy en claro que ella siempre sería la única esposa de Enzo Stone.Sara había seguido a Adalet hasta el edificio de Triade Corp., en donde seguramente era una simple empleada. Había planeado armar un escandalo lo suficientemente grande para lograr que la mujer fuera despedida, luego, llamaría a Ernest Stone para volver a ponerla en algún lugar en donde ni siquiera los rayos del sol alcanzaran a tocar su piel. No iba a permitir que la miserable rata callejera se volviera a interponer en su camino, se aseguraría de ello.Subiendo a su auto, Sara conducía hasta aquel edificio, y cuando finalmente había llegado hasta el, se había anunciado como una cliente que buscaba la mejor opción para la construcción que tenia en mente. Todas las personas que es
Nuevamente estaba lloviendo. Bastián no se sentía de humor, de hecho, ese era ya el tercer día que empezaba la mañana con el pie izquierdo. Su padre le había llamado exigiéndole dejar de lado todo lo de su apretada agenda, pues era urgente lo que tenían que hablar.Ya sabia de que iba todo aquello, su madre le había avisado de la visita que Rebekah le había hecho a su progenitor, junto al resto de la lista de quejas que la fastidiosa mujer le había dicho al implacable y estricto Myers. Realmente odiaba a su impuesta prometida, era tanto el desprecio que sentía hacia ella, que no soportaba ni tenerla cerca.Bastián conducía su auto hacia la antigua mansión Myers, y mientras tanto recordaba cómo había empezado todo aquello.Rebekah Lestrange era una rubia tonta, siempre lo había sido, cambiaba constantemente de color de cabello, de estilo de ropa, y, por supuesto, de novios. Era tonta, frívola, nada inteligente y en extremo caprichosa; siendo la hija menor de los Lestrange, había sido m
Aquel día era tan gris como todos los anteriores de esa semana. Adalet había adelantado todo el trabajo posible, pues su madre se hallaba cada vez más débil y enferma. Sabía que en cualquier momento ella ya no estaría más, y aunque aquello le causaba demasiado dolor, sabía que tenía que ser fuerte.—Listo, he traído todo lo que me pediste, creo que este será un día muy agradable para todos — decía Bastián llevando todas las mantas y bocadillos que la pelirroja le había encargado.Adalet sonrió. Habían planeado pasar el fin de semana en el departamento todos juntos, intentando hacer pasar a su madre buenos momentos. Su madre ya no podía levantarse de la cama, tenía asistencia médica en casa y la pelirroja esperaba que pasara lo peor en cualquier momento.Adrienne miraba a su hija entrar en compañía de su novio, aquella visión la hizo sentirse realmente muy contenta. Sabía que en realidad no le quedaba mucho tiempo, que pronto cerraría sus ojos para siempre, y aunque aquello era muy dol
Esa noche, la luna se había asomado después de varias noches de nubes grises. Adalet, miraba a Bastián, esa noche la pasarían juntos, deseaban estar cerca del otro. Ambos se sentían sensibles, vulnerables, habían pasado demasiadas cosas y el mundo parecía volverse cada vez mas duro.Bastián había hecho una promesa, la más importante de toda su vida, y aunque no sabia como iba a enfrentar todo aquello que lo aquejaba y lastimaba, sabía que tenía que hacerlo. Adalet, se sentía entre la espada y la pared. Su madre tenía razón, debía de ser honesta, de abrirse con sinceridad a Bastián, pero no sabía cómo hacerlo.Mirándose el uno al otro, se negaron a pensar en sus problemas. No querían saber de venganza y compromiso, tan solo disfrutarse el uno al otro en aquella noche que la luna resplandecía como si fuese de plata. Sus manos acariciaban el cuerpo del otro, sintiendo el calor emanando de su piel, y besando cada rincón prohibido de sus cuerpos.Besos apasionados y caricias sinceras, se d
Enzo miraba la mansión de sus padres, la más grande propiedad de los Stone, y el mayor símbolo del poderío que ellos habían alcanzado. Todo aquello algún día le pertenecería, pues una vez comprobado que tenía un hijo varón, su padre no se opondría en hacerlo su heredero. Aun tenia muchas dudas por responder, y hasta que no tuviese aquella prueba de ADN en las manos, no podía cantar victoria.Adalet, además, parecía odiarlo genuinamente, y quizás, era porque él la había abandonado cuando ella estaba embarazada, ¿Pero el cómo podría saberlo si jamás se lo dijo? Negando en silencio, esperaba obtener todo a su favor.Una nueva mañana daba comienzo y Rebekah Lestrange hojeaba una de sus revistas de la alta sociedad. Siempre era gratificante leer sobre la última moda, la nueva meditación de yoga y las novedades que pudiera haber sobre famosos o gente de alcurnia demasiado importante. Durante toda su vida, todo había sido lujo, no había una sola cosa que ella no haya deseado y haya tenido, p
La melodía resonaba con delicadeza en el bonito jardín de los Williams, las aves revoloteaban sobre las copas de los árboles que el viento mecía con gentileza aquella mañana, con sus ojos cerrados, Adalet tocaba el violín después de no haberlo hecho por demasiado tiempo, su madre deseaba escuchar aquellas hermosas melodías que su hija había aprendido a tocar en prisión, cuando buscaba un refugio para su sufrimiento.Adrienne se sentía melancólica, recordaba aquellos momentos que junto al hombre que realmente amo había logrado vivir. Pronto aquel dolor que estaba sintiendo terminaría, y esperaba poder reunirse con su amado pelirrojo en el paraíso.Adalet tocaba con todo el sentimiento que tenía en esos momentos, sus sentimientos por Bastián, lo que pasaba con su adorada madre, su mundo repentinamente se había puesto de cabeza. Su mente se hallaba en blanco, únicamente centrada en aquella hermosa música que sus propias manos estaban creando, la hermosa pelirroja no deseaba pensar en nad
El olor a tocino la despertaba esa mañana, obligándola a levantarse con el estómago realmente hambriento, la luz del sol que se colaba a través de las cortinas, avisaba que aun eran tempranas horas de la mañana, Dante aún permanecía dormido en sus habitaciones, y ella, caminaba sigilosamente hacia la cocina.Mirando a Bastián de pie en medio de ella moviéndose de un lado a otro, pudo ver que, en efecto, estaba cocinando, sonriendo de felicidad, se sentó frente a él para mirarle más de cerca en su laboriosa faena, estaba en ropa interior con únicamente un delantal que cubría sus muy bien formados pectorales completamente trabajados, sus brazos estaba completamente al descubierto dejando ver sus muy poderosos músculos y lo fuertes que estos parecían ser en realidad, Bastián, sin duda, era un hombre tremendamente sensual, era imposible no enamorarse de él, sin duda, Adalet se sentía demasiado afortunada de tenerlo en su vida y ser amada por el de la manera en que lo era, no solo era un h