Aquel día era un tormento, en realidad, todos los días eran un tormento desde que Adalet había vuelto a aparecer en su vida. Enzo sabía que el tiempo se le había terminado, y la última advertencia que su padre le dijo, marcaba el inicio de una desesperación sin precedentes que le impedía conciliar el sueño, y lo sumergía en lo profundo de un abismo que parecía no tener fondo.DESHEREDADO.Esa palabra no dejaba de darle vuelta en su mente, volviéndolo un poco más loco, y desesperándolo al borde de la demencia al no saber que hacer.Los médicos le habían dicho que ya no había vuelta atrás para aquella intervención quirúrgica que le habían hecho; el simplemente ya no podría tener hijos, y eso lo condenaba a ser un miserable desheredado que cargaría por siempre la vergüenza de no ser capaz de procrear.Sara no había dudado ni un momento en decirle a su padre la verdad, y ahora ella se pavoneaba ante el recalcándole a cada instante que ella nunca había sido la estéril, y que, para gran ver
El cielo estaba nublado esa tarde, como anticipando la tormenta que estaba a apunto de llegar y de la cual, no se escaparía nadie. El sonido de aquella maquina que capturaba los latidos de un corazón, comenzaba a desquiciarla tanto como la aliviaba.Una mano sostenía a otra, y Adalet miraba como su madre yacía recostada en esa cama de hospital, con todos aquellos aparatos conectados a ella. Ella ya lo sabía, que a la mujer que salvo su vida le quedaba poco tiempo, pero quizás, confiando en milagros que no ocurrieron, esperaba tenerla un poco más a su lado…solo un poco más.—Señora Williams, ¿Podría salir un momento? — decía el médico a cargo, y Adalet, como si caminara a su sentencia de muerte, iba tras de él ya esperando la peor de las noticias, pero aun aferrándose a la esperanza de que todo saldría bien.El médico mantenía el temple serio, con el ceño fruncido, y miraba fijamente aquellos papeles que seguramente contenían en ellos el diagnostico de su madre. El cáncer era una cruel
El sonido estruendoso de los relámpagos resultaba bastante atronador. Fuera de aquel departamento, caía una lluvia torrencial que no parecía tener la intención de detenerse pronto. Bastián se preparaba para irse al hospital, Adalet había pasado toda la noche allí cuidando de su madre, y aunque él había querido quedarse con ella, la pelirroja no se lo había permitido alegando que el también necesitaba descansar. Dante se hallaba bajo los cuidados de su niñera, y el saldría en ese momento para llevar a Adalet hasta su casa y que ella pudiese dormir algo.Toquidos insistentes en su puerta, lo sacaban rápidamente de quicio, ahora mismo no tenia el tiempo ni las ganas de lidiar con visitas inesperadas, además, ¿Quién podría ser a esa hora?—¡Ya voy! — grito molesto mientras caminaba a la puerta mientras terminaba de calzarse.Abriendo la puerta, tan solo pudo ver aquellos inconfundibles y detestables cabellos con extensiones que tanto aborrecía.—¿Se puede saber porque no respondes a mis l
Las juntas matutinas solían ser un fastidio, pero en aquel momento, eran más una angustia. Escuchaba a esos hombres parlotear sin realmente prestar la atención de vida, pero Adalet no se preocupada por eso, ya que Charles, su asistente, estaba tomando nota de todo lo que en esa reunión estaba aconteciendo.Había tenido que asistir para hablar con esos importantes clientes, pero su mente estaba en casa, con su madre, contando cada minuto con verdadera ansiedad y soportando las ganas que tenia de salir corriendo e ir directo a su departamento para estar junto a ella. Por supuesto, había dado el aviso dejando claro que en esos días no asistiría, pues tenia asuntos familiares que le eran más urgentes, sin embargo, los poco racionales y comprensivos clientes, habían solicitado encarecidamente su presencia en aquella reunión o de lo contrario se rehusarían a cerrar el trato.Su madre le había insistido diciéndole que ella estaría bien, que no se preocupara, pero Adalet sabía que aquello era
Aquella mañana, para variar, comenzaba con violentos golpes en la puerta. Bastián se apresuraba a abrir sintiéndose realmente irritado, seguramente Rebekah había decidido que todavía no tenia suficiente de ella. El timbre y los golpes en la puerta sonaban con tal insistencia, que era mucho más que obvio que ella en realidad estaba aún más furiosa de lo que encontraba el día anterior.—Maldición Rebekah, ¿Qué no te quedo claro? No quiero ver…Bastián no había terminado de hablar cuando Enzo lo había golpeado con fuerza en el rostro.—¡Te dije que te mantuvieras alejado de ella! ¡Eres un maldito traidor! ¡Te vi besándola! ¡Ella es mía! ¿me entiendes? ¡Es mía! — gritaba el hombre pelinegro realmente encolerizado.Bastián intentaba sacarse de encima a Enzo quien no dejaba de intentar golpearlo.—¿Estas loco? ¡Yo no te debo nada! ¡Adalet me gusta y me gusta de verdad! ¡Y ella no le pertenece a nadie! — decía el hombre defendiéndose.Logrando sacárselo de encima, Bastián miro a Enzo tirado
Su ceño estaba fruncido, sus labios los había pintado de rojo, se había puesto su mejor traje, y su cabello lo había trenzado elegantemente. Sara estaba lista para enfrentar a esa mujer que casi arruina sus planes una vez, y pensaba en dejarle muy en claro que ella siempre sería la única esposa de Enzo Stone.Sara había seguido a Adalet hasta el edificio de Triade Corp., en donde seguramente era una simple empleada. Había planeado armar un escandalo lo suficientemente grande para lograr que la mujer fuera despedida, luego, llamaría a Ernest Stone para volver a ponerla en algún lugar en donde ni siquiera los rayos del sol alcanzaran a tocar su piel. No iba a permitir que la miserable rata callejera se volviera a interponer en su camino, se aseguraría de ello.Subiendo a su auto, Sara conducía hasta aquel edificio, y cuando finalmente había llegado hasta el, se había anunciado como una cliente que buscaba la mejor opción para la construcción que tenia en mente. Todas las personas que es
Nuevamente estaba lloviendo. Bastián no se sentía de humor, de hecho, ese era ya el tercer día que empezaba la mañana con el pie izquierdo. Su padre le había llamado exigiéndole dejar de lado todo lo de su apretada agenda, pues era urgente lo que tenían que hablar.Ya sabia de que iba todo aquello, su madre le había avisado de la visita que Rebekah le había hecho a su progenitor, junto al resto de la lista de quejas que la fastidiosa mujer le había dicho al implacable y estricto Myers. Realmente odiaba a su impuesta prometida, era tanto el desprecio que sentía hacia ella, que no soportaba ni tenerla cerca.Bastián conducía su auto hacia la antigua mansión Myers, y mientras tanto recordaba cómo había empezado todo aquello.Rebekah Lestrange era una rubia tonta, siempre lo había sido, cambiaba constantemente de color de cabello, de estilo de ropa, y, por supuesto, de novios. Era tonta, frívola, nada inteligente y en extremo caprichosa; siendo la hija menor de los Lestrange, había sido m
Aquel día era tan gris como todos los anteriores de esa semana. Adalet había adelantado todo el trabajo posible, pues su madre se hallaba cada vez más débil y enferma. Sabía que en cualquier momento ella ya no estaría más, y aunque aquello le causaba demasiado dolor, sabía que tenía que ser fuerte.—Listo, he traído todo lo que me pediste, creo que este será un día muy agradable para todos — decía Bastián llevando todas las mantas y bocadillos que la pelirroja le había encargado.Adalet sonrió. Habían planeado pasar el fin de semana en el departamento todos juntos, intentando hacer pasar a su madre buenos momentos. Su madre ya no podía levantarse de la cama, tenía asistencia médica en casa y la pelirroja esperaba que pasara lo peor en cualquier momento.Adrienne miraba a su hija entrar en compañía de su novio, aquella visión la hizo sentirse realmente muy contenta. Sabía que en realidad no le quedaba mucho tiempo, que pronto cerraría sus ojos para siempre, y aunque aquello era muy dol