–Necesito que empieces hoy mismo, es viernes y es uno de los mejores días para atraer hombres curiosos – dijo su jefe, quien aún no se había molestado ni siquiera en presentarse, en realidad a él lo único que le interesaba era que Emma mostrara ese bonito trasero a su público.La joven hizo una mueca, pero no quiso ponerse remilgosa, así que asintió con la cabeza y se metió dentro del bar, donde el hombre le daría las instrucciones de trabajo.–Estás son las copas que deberás cargar y aquí están los volantes – le entregó una pila de folletos que Emma sostuvo entre sus manos.Al ver la foto de la mujer semi desnuda en aquel volante, se sintió indignada, no lograba entender esa necesidad masculina por cosificar a las mujeres y hacerlas inferior catalogándolas únicamente por su tipo de cuerpo. Por supuesto, aquello era un pensamiento que Emma se guardaría para sí misma…por lo menos por ese momento.–Aquí está la bandeja – le entregó un pedazo de madera que se sostenía de dos tiras gruesa
Mathew acarició el cabello de Emma mientras ella lloraba pegada a su pecho, definitivamente era humillante derramar lágrimas en su ropa, pero una vez que estuvo bajo sus brazos, ya no pudo contenerse más. Le dolía aquella situación, no era justo que siempre que las cosas comenzaban a ordenarse, entonces llegaba algo que lo trasformaba todo en algo aún peor de lo que era en un principio. Estaba cansada de tener que luchar con las uñas por una vida que no conseguía construir, aun así, la chica estaba consciente de que no le quedaba otra opción que seguir adelante, sin embargo, por esos poco minutos, quería ser débil en los brazos de Mathew. –¿Qué es lo que sucede? – susurró el hombre, quien se sentía sumamente dolido al ver a Emma de aquella forma.–Todo se ha ido al piso – ella se alejó y se limpió las lágrimas – no lo consigo, Mathew, siempre estoy cerca pero nunca lo consigo y ya no lo entiendo – sorbió por la nariz – mi vida se está haciendo pedazos.–No digas eso – él volvió a ab
–Nadie va a verme la cara de estúpido – gruñó Dante, dirigiéndose a la entrada por la que Emma cruzaría en solo un par de instantes. El hombre caminó con determinación, pero al mismo tiempo con cuidado, poniendo su palma derecha sobre el hematoma que todavía dolía y palpitaba en su tórax, sin duda alguna, su dolor muscular no era tan grande como para ignorar el hecho de que Emma estaba dentro de un auto prácticamente besando a un hombre, ¿Qué se creía esa mujer? ¿Hasta qué punto era capaz de llegar su descaro? Se cuestionó Dante.–Hola muñeca – Perséfone, que olió a Emma desde antes de que entrara a casa, se acercó a ella y se rascó el lomo contra su pierna.Emma se agachó y entonces comenzó a acariciar al animal, que a veces se comportaba como un perro, dando la vuelta para que ella pudiera rascar su barriga.–¡¿Qué estabas haciendo con ese imbécil dentro del auto?! – en cuanto escuchó la voz de Dante, Emma pegó un brinco lejos de Perséfone.Ella se llevó una mano al pecho y sinti
Dante sabía que no iba a permitir que aquello que ella acababa de hacer se quedara así, iba a encontrar la forma de vengarse y lo haría en el momento en que ella menos estuviera esperándolo, igual a como ella jugó con él. Si Emma creía que se saldría con las suyas tan fácilmente, entonces estaba muy equivocada y definitivamente no lo conocía nada. había una característica que tenía Dante, una que le había traído muchos problemas y que tambien le había permitido divertirse mucho, y era la venganza.Como si nada hubiera pasado, Emma terminó de preparar los espaguetis que había puesto a cocinar para ella y Dante. Cuando estuvieron listos, se sirvió una porción y se sentó a comer.–¿Te pasa algo? – dijo ella, enrollando la pasta y llevándosela a la boca – si quieres un poco, he dejado algo en el horno – verla saborear aquel plato que lucía tan delicioso atormentaba a Dante, pero al mismo tiempo atizaba sus ganas de venganza.El hombre soltó un bufido y entonces se puso en pie.–No olvides
–¿Estás pensando ir a algún lado? – él se apareció delante de ella cuando la chica salió de la habitación. Emma estaba terminando de guardar sus cosas dentro de un bolso color negro que hacía juego con sus botas de tacón. Cuando vio a Dante frente a ella, casi pega un salto por el susto que le dio. –Si, estaba pensando en salir… – contestó titubeando.–En realidad, me alegra que estes lista para dar un paseo, porque se ha acabado la comida en esta casa y es momento de ir al supermercado – Dante sonrió y volteó – iré por mi chaqueta, no tardaré demasiado – al ver el rostro confundido de Emma, supo que había ganado, y lo mejor de todo el asunto fue que, ni siquiera tuvo que esforzarse demasiado para hacerlo.–Tú no puedes ir al mercado, esposito – le recordó ella – ¿Se te olvida que el medico dijo que debías permanecer en casa? – Emma frunció los ojos, no era tonta y sabía que Dante estaba inventando aquella excusa falsa únicamente para evitar que ella saliera. Y por como ella veía
Emma comenzó a temblar a medida que los dedos de su esposo se colaban dentro del escote de su blusa, su piel se erizó y una corriente eléctrica le atravesó la espina dorsal, haciendo arquearse ligeramente frente al asiento de cuero del auto. –Dante, no creo que esto sea prudente – dijo con la voz ronca y entrecortada, mientras en su mente una secuencia de imágenes comenzaba a mostrarse. Eran imágenes que le recordaban como había sido aquella última vez en que estuvieron juntos.Sin duda alguna Dante era un hombre experimentado y eso había quedado demostrado cuando consiguió que Emma se relajara lo suficiente como para hacerla llegar al orgasmo que la azotó de placer. Emma estaba ansiosa por experimentar esa sensación nuevamente, mentiría si dijera lo contrario, pero estaba consciente de que era muy probable que justo en ese momento, él solo estuviera jugando con ella y su débil cuerpo que se rendía ante cada una de sus caricias, de una forma casi involuntaria.–Dame una razón sensat
Ella rodó los ojos, «¿Por qué todo tenía que ser una competencia cuando se trataba de Dante?»–Debe ser Susan, no he hablado con ella en un par de días, seguramente me necesita para algún trabajo – mintió, siendo guiada por la necesidad de que Dante volviera a tocarla.–¿Segura que esa es la verdad? – cuestionó.–Completamente segura – gimió ella.Dante volvió a llevar sus manos a la parte inferior del cuerpo de ella, pero solo para bajarle los jeans. Cuando Emma se vio tan expuesta abrió los ojos con sorpresa y sintió que sus mejillas se ruborizaban.–Abre las piernas, Emma – ordenó Dante – yo de ti no lo pensaría demasiado, falta solo unos minutos para llegar a casa.El hombre tenía razón y Emma no pensaba hacerse de rogar por algo que estaba prácticamente suplicando, así que, sin pensarlo dos veces, hizo lo que él pidió, dejándole el camino libre para que Dante pudiera agacharse ligeramente y empezar a saborear el cuerpo de ella.Al sentir el primer lengüetazo, la chica se retorció
–Lamento la tardanza, Mathew, de verdad, no sabes todo lo que debí hacer solo para llegar hasta aquí – la chica soltó un bufido y se sentó en el taburete al lado del hombre. –Si tenías muchos inconvenientes, pudiste haberme cancelado – dijo, no como un reproche, si no pensando en su tiempo y disponibilidad – no quiero generarte problemas, linda – soltó.En cuanto él la llamó de esa forma, ella soltó una risa inconsciente y lo miró con el ceño fruncido, era la primera vez que Mathew la llamaba con aquel apodo, aunque más allá de su extraña elección de palabra, lo que más le inquietaba era la razón por la cual Mathew estaba siendo tan dulce, cuando tenía una novia que no había dejado de pasear en el estudio.Después de acomodarse en la silla, pedir un trago ligero y contagiarse de la energía que estaba en el ambiente, Emma se decidió a soltar aquella pregunta que le causaba tanta inquietud.–Mathew, ¿Cómo es posible que estes aquí conmigo a esta hora? – cuestionó, sin ser muy directa