Después de haber preparado algo para cenar, Emma se dio una ducha, se puso un lindo vestido y arregló la mesa para esperar a su esposo, quería que todo fuera perfecto, que las velas le dieran calidez al comedor, que las flores dieran el aroma delicioso que esperaba que inundara las salas, pero, sobre todo, quería que la comida fuera lo suficientemente perfecta para que entonces Dante perdonara lo que sucedió la noche anterior. Emma estaba dispuesta a hacer las paces, y si era posible a tener una noche romántica junto a su esposo.Después de haber caído en los brazos de Dante Neville, no quería privarse de ese privilegio por mucho tiempo más. Dante era el único hombre por el que ella se había sentido emocionada sexualmente y una vez que descubrió esa parte de sí misma, no pensaba censurarla nunca más.Mientras esperaba, Emma se sirvió una copa del vino que serviría esa noche y se la llevó a los labios mientras se acercaba a uno de los grandes ventanales de la mansión, desde allí, podía
–Me tengo que ir, Perséfone – Emma le habló a la gata, que insistía en permanecer al lado de la chica – lo siento, no es mi decisión – una de las cosas que más dolía a Emma, era tener que desprenderse de ese animal que se había convertido en parte de su familia.Emma no estaba segura de que forma, pero de alguna manera, se sentía identificada con Perséfone, ambas parecían abandonadas y dejadas a la suerte bajo la custodia de un hombre que aparentemente era incapaz de amar. Solo alguien muy malo podía echar a su esposa de casa, sin importar lo que hubiera pasado, Emma no creía que aquello tuviera justificación, mucho menos cuando sabía que ella no era la principal responsable, en realidad, en esa ocasión ella también fue engañada por Susan.La chica estaba dispuesta a irse, hasta que caminó por la mesita de la entrada del recibidor y vio la receta médica y todas las pastillas que Dante debía consumir, fue entonces cuando se dio cuenta de que no podía dejarlo solo. Dante necesitaba cuid
Emma volvió dentro de casa y se dirigió a la biblioteca, donde cerró la puerta, se puso los audífonos y se concentró en terminar con la lectura que la tenía tan atrapada. La chica leía una historia de antaño, de un hombre y una mujer que, aunque estaban enamorados, no podían estar juntos, siempre que estaban a punto de lograrlo, entonces un nuevo obstáculo se aparecía en su camino, eran obstinados, tercos y eso los llevó incluso a ser malvados en algún momento. Una parte de Emma sabía que le gustaba tanto esa historia, por lo mucho que se parecía a la suya, aunque a diferencia de aquel personaje masculino ficticio, Dante no estaba enamorado.«él ni siquiera sabe lo que quiere» se dijo a sí misma. A veces, Emma pensaba en lo complicado que era tratar de adivinar los pensamientos de Dante, él era como un enigma, o más bien, como un niño confundido atrapado en el cuerpo de un adulto que no era capaz de decidir si en realidad la amaba o por el contrario la despreciaba. Y aquello era sum
A la mañana siguiente, con toda la determinación, pero con el alma marchita, Emma salió nuevamente a buscar un empleo, caminó por en medio de la zona comercial preguntando si necesitaban ayudante en algún área, la verdad era que, ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa, siempre y cuando fuera más discreta que su trabajo como modelo.después de comenzar a perder la confianza en sí misma, Emma entró en el último lugar en el que quería trabajar, sin embargo, el último en el que tenía oportunidad de conseguir algo, era una licorera que contaba con un bar aledaño, el ambiente era rustico y aunque era poco refinado, no parecía tan malo como para no pedir un empleo.–¡Ey! ¿No eres tú la chica de las fotos en ropa interior? – preguntó el dueño del lugar, un hombre regordete, con barba, un diente de oro y un aspecto más bien desagradable.–No, debes estarte equivocando – Emma no pensaba revelar su identidad.Era muy difícil para ella explicar que era miembro de una de las familias más adi
–Necesito que empieces hoy mismo, es viernes y es uno de los mejores días para atraer hombres curiosos – dijo su jefe, quien aún no se había molestado ni siquiera en presentarse, en realidad a él lo único que le interesaba era que Emma mostrara ese bonito trasero a su público.La joven hizo una mueca, pero no quiso ponerse remilgosa, así que asintió con la cabeza y se metió dentro del bar, donde el hombre le daría las instrucciones de trabajo.–Estás son las copas que deberás cargar y aquí están los volantes – le entregó una pila de folletos que Emma sostuvo entre sus manos.Al ver la foto de la mujer semi desnuda en aquel volante, se sintió indignada, no lograba entender esa necesidad masculina por cosificar a las mujeres y hacerlas inferior catalogándolas únicamente por su tipo de cuerpo. Por supuesto, aquello era un pensamiento que Emma se guardaría para sí misma…por lo menos por ese momento.–Aquí está la bandeja – le entregó un pedazo de madera que se sostenía de dos tiras gruesa
Mathew acarició el cabello de Emma mientras ella lloraba pegada a su pecho, definitivamente era humillante derramar lágrimas en su ropa, pero una vez que estuvo bajo sus brazos, ya no pudo contenerse más. Le dolía aquella situación, no era justo que siempre que las cosas comenzaban a ordenarse, entonces llegaba algo que lo trasformaba todo en algo aún peor de lo que era en un principio. Estaba cansada de tener que luchar con las uñas por una vida que no conseguía construir, aun así, la chica estaba consciente de que no le quedaba otra opción que seguir adelante, sin embargo, por esos poco minutos, quería ser débil en los brazos de Mathew. –¿Qué es lo que sucede? – susurró el hombre, quien se sentía sumamente dolido al ver a Emma de aquella forma.–Todo se ha ido al piso – ella se alejó y se limpió las lágrimas – no lo consigo, Mathew, siempre estoy cerca pero nunca lo consigo y ya no lo entiendo – sorbió por la nariz – mi vida se está haciendo pedazos.–No digas eso – él volvió a ab
–Nadie va a verme la cara de estúpido – gruñó Dante, dirigiéndose a la entrada por la que Emma cruzaría en solo un par de instantes. El hombre caminó con determinación, pero al mismo tiempo con cuidado, poniendo su palma derecha sobre el hematoma que todavía dolía y palpitaba en su tórax, sin duda alguna, su dolor muscular no era tan grande como para ignorar el hecho de que Emma estaba dentro de un auto prácticamente besando a un hombre, ¿Qué se creía esa mujer? ¿Hasta qué punto era capaz de llegar su descaro? Se cuestionó Dante.–Hola muñeca – Perséfone, que olió a Emma desde antes de que entrara a casa, se acercó a ella y se rascó el lomo contra su pierna.Emma se agachó y entonces comenzó a acariciar al animal, que a veces se comportaba como un perro, dando la vuelta para que ella pudiera rascar su barriga.–¡¿Qué estabas haciendo con ese imbécil dentro del auto?! – en cuanto escuchó la voz de Dante, Emma pegó un brinco lejos de Perséfone.Ella se llevó una mano al pecho y sinti
Dante sabía que no iba a permitir que aquello que ella acababa de hacer se quedara así, iba a encontrar la forma de vengarse y lo haría en el momento en que ella menos estuviera esperándolo, igual a como ella jugó con él. Si Emma creía que se saldría con las suyas tan fácilmente, entonces estaba muy equivocada y definitivamente no lo conocía nada. había una característica que tenía Dante, una que le había traído muchos problemas y que tambien le había permitido divertirse mucho, y era la venganza.Como si nada hubiera pasado, Emma terminó de preparar los espaguetis que había puesto a cocinar para ella y Dante. Cuando estuvieron listos, se sirvió una porción y se sentó a comer.–¿Te pasa algo? – dijo ella, enrollando la pasta y llevándosela a la boca – si quieres un poco, he dejado algo en el horno – verla saborear aquel plato que lucía tan delicioso atormentaba a Dante, pero al mismo tiempo atizaba sus ganas de venganza.El hombre soltó un bufido y entonces se puso en pie.–No olvides