Ana reposa sobre la cama , aún ideando la manera de desviar de Pablo la atención sobre su movilidad en las piernas. Si llega a sospechar no podrá seguir evadiendo el veneno. Está segura de que la obligarán a comer y no la dejaran sola ni un segundo. De pronto la puerta se abre y Sofia forzando una sonrisa entra sin pedir permiso. —¿ Por qué entra así , Sofia? Pudo tocar antes. —Perdone señora. Es que estaba muy preocupada. Me dijo Julia que la encontró en el piso. Nunca antes había sucedido algo así. ¿ Será que está empezando a tener fuerzas en sus piernas? … Eso sería… Genial — dice con un gesto de falsa sonrisa. Ana respira hondo. Le advirtió a Julia que no dijera nada pero descaradamente la ha desobedecido. Entonces hace una negación. —¿ Cómo crees , Sofia? Que más quisiera yo. Pero estas piernas están inertes, pareciera que no fueran mías. No puedo sentirlas por más que intento — finge tristeza cuando lo que está es angustiada. Sofia sonríe y se acerca más.—Le he traído
De pronto, el silencio de la casa se rompió por un estruendo proveniente del segundo piso, seguido de un llanto desgarrador. Pablo y Sofía se detuvieron en seco, el bate que había levantado Pablo para golpear las piernas de Ana descendió lentamente. La tensión en el aire era palpable, y sus miradas se encontraron, llenas de frustración y miedo.—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Pablo, con voz baja pero intensa, mientras su ceño se fruncía. La ira y la preocupación se entrelazaban en su expresión.—No lo sé, pero suena como si Tom estuviera en problemas —respondió Sofía, con un tono lleno de ansiedad. —¿Crees que nos haya visto?— preguntó Pablo en un susurro. Sofía hace una negación y tras oír más gritos del niño corre hasta afuera. El niño había estado inquieto desde que habían decidido llevarlo a la mansión, y ahora su llanto resonaba como un eco de sus propias inseguridades. Pablo soltó el bate, que cayó al suelo con un golpe sordo. Sofía corrió hacia la escalera, mientras Pab
Amanece y Ana despierta sobresaltada cuando Julia entra. —Por favor Julia, ayúdame a darme un baño. Bajaré al jardín. Julia la ayuda a vestir luego del baño y finalmente sale de la habitación hasta el ascensor. Tuvo muchas pesadillas durante la noche y ahora más que nunca teme por su vida. Pero tiene una estrategia que le ayudará a escapar este mismo día. —Por cierto señora. ¿Supo lo que pasó anoche con el pequeño Tom?— pregunta julia con su característica actitud entrometida, mientras la acompaña en el ascensor. Ana sabe que es momento de empezar a fingir. —No. ¿Que pasó con Tom? ¿Él está bien? Anoche dormí profundamente—Ana siente que su cabeza da vueltas. Aún los efectos del somnífero venenoso que le fue puesto Ayer en su comida hace efecto en su organismo. Su estómago duele y no siente para nada sus piernas.—Según dicen andaba de curioso por el pasillo y miró un fantasma. —¿Un fantasma? — pregunta Ana tras una risa burlona. “Tan vieja y creyendo en fantasmas” piensa.
Poco después. —¿ Que te pasa? ¿Ya olvidaste nuestros planes? No te estarás arrepintiendo, Sofía— pregunta Pablo. —Te estamos esperando abajo y tú solo te demoras a propósito. Tuve que subir a buscarte como si fuera un criado. No quiero que Ana se arrepienta por hacerla esperar tanto . Vamos— dice autoritario y se da la vuelta para bajar las escaleras y volver con Ana. —No quiero hacerlo — La oye pronunciar detrás de si. Enseguida se voltea. —¿Que rayos estás diciendo? ¿Cómo que no quieres?— Se acerca demasiado mientras Tom espera sentado en la cama. —¿Me vas a decir que pasa, Sofía?— susurra. —No quiero. No puedo hacerlo. —¿Por qué? Ya habíamos hablado mucho de esto. Siempre estuviste de acuerdo. —No se Pablo. No es fácil y …—Mira Sofía, ya está echo. Solo falta su firma. No tienes manera de evitarlo. ¿Entiendes?— Ella lo mira con recelo. —Si puedo. Es mi hijo — Él suelta aire ofuscado. —Apenas adopte a Tom nos podremos deshacer de ella, lo pondrá en el testamento y
Decidida y sin querer perder un segundo más, Ana prepara su silla de ruedas y avanza hacia la avenida. Su corazón late con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. Mientras avanza las ganas de llorar la invaden. Empieza a sentir un aire de Libertad acariciarle el rostro , pero pronto, esos pensamientos tan optimistas son suplantados por otros menos gentiles. Su mente, atrapada en un torbellino de miedos, se llena rápidamente de imágenes aterradoras de lo que podría suceder si Pablo decidiera volver a ese lugar. La idea de que pudiera detenerla la llena de desesperación. “ No me lo perdonaría y sería mi final” “ me va a matar si sabe que todo fue una trampa” piensa sin percatarse del entorno que la rodea. Con una mezcla de apatía y aflicción, se imagina a sí misma atrapada en un hoyo negro sin ningún escape , su vida estaría a merced de aquellos que la habían traicionado. Ana aprieta con sus manos los reposabrazos con desesperación mientras intenta conducirse con más rapid
— Doctor, me gustaría pedirle un favor muy importante — Está a punto de decirle que Pablo su esposo no es alguien en quien confiar. Que no desea verlo cuando la puerta de la habitación se abre. Es el CEO. El mismo que horas antes la arrolló. Ana frunce su entrecejo . “¿Quien es este hombre y por qué entra así a su habitación?” Se pregunta. Es bastante guapo, pero su cara es muy hosca. El ceo saluda al doctor con semblante molesto. Por alguna razón cree que Ana provocó el accidente porque estaba planeando extorsionarlo. Ha pasado tantas veces por situaciones como esas. Está cansado de que crean que puede resolverle la vida a la mitad de la humanidad. “Esta mujer debe ser uno de esos bandidos que está detrás de mi fortuna” pensó mirándola con gesto agrio. El médico le respondió su saludo, e inmediatamente salió, dejándolos solos. Ana no pudo evitar quedarse observando el hermoso rostro del CEO. Es un hombre muy atractivo. De esos que apenas puedes dejar de mirar. Por un breve momen
Ana sintió que el tiempo se detenía cuando el CEO se giró hacia ella. Su mirada era intensa, y en ese instante, ella supo que debía aprovechar cualquier oportunidad que tuviera. Algo en él le atraía con fuerza Pero ahora solamente le urgía su apoyo en contra de su marido. —Señor, me parece haberlo visto antes. ¿Nos habremos encontrado en alguna parte en otra ocasión?— Su voz sonó más segura de lo que se sentía. Quería atraer su atención, y cada palabra era un intento desesperado de mantenerlo allí. Sebastián frunció el ceño, como si intentara recordar.—No estoy seguro. La verdad es que tengo una agenda apretada— respondió, pero su tono no era del todo desinteresado. A pesar de su fachada fría, había algo en la sinceridad de Ana que lo intrigaba. Se notaba que era una mujer que había luchado, y eso resonaba en su propio deseo de liberarse de las expectativas familiares. Ana se inclinó hacia adelante, sintiendo que cada segundo contaba.—Por favor, escúcheme. Sé que esto puede parecer
Esa noche, al llegar a casa, encontró a Sofía cuidando a Tom en la sala. El pequeño jugaba sobre la alfombra, muy entretenido. Pablo acarició su cabello y le pidió que subiera a su habitación. El niño no obedeció de inmediato sino que siguió jugando con ese tranvía nuevo. Pablo hizo caso omiso. Tenía cosas más importantes en las que pensar. El ambiente se sentía tenso. Sofía lo miró e hizo una negación. Sabía que algo había salido mal. Lo conocía perfectamente . Pablo se dejó caer en el sofá, sintiendo el peso de la derrota. —Sirve un trago para mí, ¿ Es que la servidumbre acaso se fue de vacaciones?— preguntó con molestia. Sofía lo miró con preocupación.—Ya te sirvo algo, pero ¿ Por qué traes esa cara de angustia? ¿La negociación no fue buena? ¿ Acaso ese señor no hizo un trato contigo?—preguntó inquieta . —¡Este bastardo arrogante!— exclamó Pablo, su frustración comenzaba a brotar de su ser. Se levantó y fue por el trago y se sentó de nuevo con su mirada clavada en el vaso. —D