Ana no podía sacudirse la sensación de ser observada. Las llamadas anónimas habían comenzado semanas atrás, y aunque había intentado ignorarlas, su intuición le decía que algo estaba mal. Una tarde, mientras estaba en su oficina, se acercó Melany, su asistente.—Señora Bennet, los empleados están muy descontentos. Dicen que no aceptarán más aplazamientos en sus sueldos. Están realmente enojados —dijo Melany, con preocupación.Confundida, Ana decidió llamar a su contador y al gerente. Durante la reunión, descubrió que los fondos para la nómina habían sido vaciados hace unas horas.—¿Por qué nadie me informó de esto? —preguntó, sorprendida.—Parecía haber sido una decisión suya. Sinceramente, creí que, dada la situación en la que su ex dejó la empresa, estaba buscando una solución y no se, tal vez buscar duplicar el dinero . No pensé que fuera un problema grave —respondió Martin, el gerente.—Lo es, Martin. No tenía idea de que habían hecho un movimiento tan grande. ¿Quién pudo ser? —de
Días después. —¿ En serio vas a viajar a esa isla tu sola, Ana? ¿Y si en verdad se trata de Pablo? ¿Que crees que te hará?—pregunta Magda, quien llegó de viajes a visitar unos días a su amiga. Ana respira hondo mientras prepara su equipaje. Entonces se cruza de brazos y la mira con gesto seguro. —¿Crees que soy estúpida, Magda? No iré sola. —¿ Ah, no? Entonces, ¿Con quién?— Estaré en contacto con la policía. Además, no soy la mujer indefensa de antes . Me defenderé con uñas y dientes _ replicó, volviendo a concentrarse en lo que hacia. —¿Le dirás por lo menos a Sebastián?—No. Esto es algo que debo hacer sola. Además, él piensa que son paranoias mías y no le diré nada hasta no estar completamente segura. —Pero... —Estare bien. Te lo prometo — Magda suspira y la mira con gesto preocupado. —Entonces iré contigo. No tengo que regresar ahora mismo. Así que puedo acompañarte — dijo mostrándose emocionada. — No tienes que dejar tus planes de lado por mi. —No se diga más. Iré y e
—Madame Simone, soy Cristofer Miller — dice acercándose a la mesa. Ella sonríe y él besa su mano. —Señor, me complace conocerlo. Dígame, ¿ Por qué está interesado en comprar mi mansión? —Va al grano. —He estado buscando una propiedad como esta durante años. La mansión tiene un encanto único —dijo, sus ojos brillan con entusiasmo.—Sí, es un lugar especial —dijo Simone, sonriendo. —Los jardines son magníficos, perfectos para eventos al aire libre. Imagino que le gustaría organizar algunas fiestas allí.—Definitivamente. La idea de tener un espacio donde pueda recibir a mis amigos y hacer eventos es muy atractiva. Además, la historia de la mansión es fascinante. ¿Sabías que perteneció a una familia noble? —preguntó Cristofer, sintiéndose cada vez más cómodo— Un mesero les coloca champagne en las copas y se retira. —Lo sé, y hay muchas historias sobre esa familia. Algunos dicen que el lugar está encantado —respondió Simone con un guiño. Él prueba la bebida y sonríe entusiasta. —Encan
—¡No me hagas esto , Ana! ¡ Eres una perra, debí matarte esa noche con ese b**e , Ana! ¡ Si, mate a los ineptos de tus padres, quería que tú también murieras , Ana!— gritaba Pablo mientras lo conducían a la patrulla policial. Oir todo aquello apuñaló el corazón de Ana quien corrió a alcanzarlo antes de que lo subieran. —¿Por qué me odias tanto, Pablo? ¿Por qué te empeñaste en quitarme todo, hasta a mis padres ?— pregunta frente a él. Él la mira con intermitencia. — Porque tu m*****a vida siempre fue perfecta, Ana. Tenías todo y yo no tenía nada. Padres perfectos , vida perfecta— —¿ Me odiaste por qué tuve una vida feliz y tú no?— pregunta con voz entrecortada. —Exactamente. Tu fortuna, tu familia... todo eso me consumía. Quería tener el control, ser el único que pudiera manejar tu vida. Tu felicidad era un veneno para mí. —¿Y pensaste que destruirme era la respuesta? —preguntó Ana, con incredulidad en su voz. —No, no lo pensé. Lo hice. —Pablo se inclinó hacia ella, su mirada
Mientras conducía, estaba muy preocupada por la manera en que Sebastián se había comportado conmigo. Pero tal vez tuviera alguna razón de peso para estar tan irritado. —¿Estás triste? —me preguntó Tom, sorprendiéndome. Él nunca me dirigía la palabra. Pero que lo hiciera me hizo sentir enternecida. —No, claro que no, cariño. ¿Por qué lo preguntas? —respondí, tratando de sonar convincente. —Porque cuando saliste de la oficina parecías triste. —No te preocupes, Tom. Es solo que... me duele un poco la barriga. Solo tengo que tomar una pastilla y me sentiré mejor —sonreí, aunque sabía que era un gesto fingido. Él sonrió con timidez. —Quiero comer algo —dijo como en un susurro.. —Bien, iremos por unos deliciosos hot dogs... Oh, espera... —mi teléfono sonó. Era un número desconocido. Atiendo. "¿Señora Ana Bennet?" "Sí, ¿quién habla?" "Soy el comisario Clinton, señora. ¿El niño Tom Worthington está con usted?"" En ese momento, un mal presentimiento me invadió. Tom me miró con sospec
Un mes después.—Señora, la custodia le ha sido negada —dijo la juez. No podía creerlo. Tom me esperaba afuera, en el pasillo, acompañado de Magda, quien había sido un apoyo incondicional para mí.—¿Cómo? No es justo, su señoría. Su madre me otorgó la custodia; era su deseo que Tom viviera conmigo. No puede hacer esto.—Sí puedo, señora Bennet. No puedo otorgarle la custodia. El niño debe vivir con un padre y una madre. ¿Tiene esposo, señora Bennet? Porque los documentos que tengo en mi poder dicen lo contrario.Abrí la boca, sorprendida.—No estoy casada, pero soy una mujer independiente. Tengo dinero, una casa, trabajo. Puedo criar a Tom perfectamente sin la ayuda de un hombre. No sería la primera ni la última mujer que lo hiciera.—Lo siento mucho, señora. El niño quedará en un hogar de cuidado mientras algún pariente cercano reclame su custodia o alguna pareja solicite la adopción.Abrí la boca, enfurecida.—¡Tengo la carta que escribió su madre! Ella quería que fuera yo quien tuv
Es una fría y lluviosa noche en la imponente mansión Worthington. Ana, postrada en su silla de ruedas, observa cómo las gotas de lluvia golpean los cristales de la ventana de su habitación. Es uno de sus pocos pasatiempos favoritos desde que se siente como una prisionera en la mansión. Ella es una mujer de belleza delicada y etérea con un rostro, enmarcado por un hermoso cabello dorado y que posee facciones finas y una mirada serena de ojos color avellana. A pesar de estar confinada a una silla de ruedas, Ana mantiene una postura erguida y una actitud digna. Aunque su constitución es frágil, hay en ella una fortaleza interior que se trasluce a través de su expresión determinada. “Siempre hay espacio para la calma, incluso en los días más oscuros” piensa mirando la lluvia caer, mientras se abraza temblando un poco por el frío que comienza a azotar su piel. Justo en el momento en que Ana suspira sintiéndose tan sola en esa enorme casa y recordando como en las noches de lluvia su madr
El corazón de Ana parece detenerse mientras oye la conversación entre su esposo y Sofía. La mujer en la que tanto confió. No podía creer que fueran capaces de semejante atrocidad. Hasta ese instante estaba segura del amor de Pablo, aunque su situación los había distanciado el último año. Fue desesperante oler como el aroma a whisky teñido de deseo y traición impregnaba el ambiente, pero peor aún fue enterarse de un acto tan abominable como lo era el que su esposo y su mucama estuvieran planeando deshacerse de ella sin remordimientos ni miramientos. Quiso girar la silla e irse pero algo le decía que siguiera escuchando. —Tenias que oírla mi vida, es tan estúpida: “gracias Sofía, no sé que haría sin ti” —ambos sueltan a reír y chocan sus vasos con actitud burlona y descarada. Ana lucha por no dejar salir las lágrimas. —Ahora, retomemos nuestra conversación. ¿Estás segura de que el veneno para los nervios es suficiente? Tengo que asegurarme de que mi estúpida esposa al menos no pued