Capítulo 243
Al escuchar ruidos, Rubén corrió apresuradamente y se asustó al ver la herida en la cabeza de Hernán.

—¡Señor Hernán!

Hernán, con una expresión tranquila, dijo: —Que todos vuelvan, quiero estar solo.

¿Estar solo?

Vaya broma. Rubén no podía abandonar a Hernán así, de lo contrario, perdería su trabajo.

Pero Rubén, astuto como era, se tomó un momento para elegir con cuidado sus palabras.

—Señor Hernán, tiene la cabeza llena de sangre. Si no tratamos la herida y se infecta, podría afectar a la señorita Jimena.

Hernán, como si acabara de reaccionar, movió los dedos.

La herida en la frente le provocaba un dolor agudo.

Finalmente, Rubén escuchó su voz baja decir:

—Vamos.

Jimena estaba junto a la ventana, observando cómo se alejaban las personas. Mantuvo la mirada en el coche hasta que vio a los tres subir. Luego, cerró las cortinas.

Jimena no se preocupaba por lo que le pasara a Hernán. Solo quería evitar que muriera frente a su puerta y le trajera mala suerte.

Después de terminar su trabajo,
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