Gia—Tendrás una consulta con una de las dependientas, Está arreglado. Solo procura ser discreta y pasar desapercibida Gia. Me estoy jugando el pellejo con esto. —Esas habían sido las palabras de Greco después de parquearse una cuadra antes de la tienda.Asentí, nerviosa. Y luego nos quedamos un par de minutos dentro del auto mientras él de alguna forma conseguía arreglarlo todo a través de su móvil.—Ah, y otra cosa… —Cogió mi mano que temblaba y colocó un pequeño dispositivo. Alcé la mirada y arrugué la frente—. Con esto podrás comunicarte conmigo en caso de… —Hizo una pausa y cogió aire—. Solo úsalo si es necesario, ¿de acuerdo?—¿Estaré en peligro?—En la tienda solo están las mujeres de ambas familias. Por supuesto, Sandro también, por eso te pido prudencia.Volví a asentir y me preparé mentalmente para saltar fuera del auto.Caminé despacio y me di el tiempo suficiente para aplacar mis nervios. Me sudaban las manos y el corazón me palpitaba loco contra el pecho. Pero todo lo que
BellaGrité y luego caí sobre mis rodillas.—¡Gia! —Chillé tan alto que creí que se me desgarraría la garganta.Quise correr hasta ella, fue mi intención, pero Sandro lo impidió rodeándome por la cintura y estampándome de vuelta contra la pared.No importó que forcejeara, ni siquiera que sollozara de un modo que abordaba el peor de los dolores. Una artimaña como aquella no tenía compasión por nada ni por nadie.Se alimentaba del sufrimiento ajeno. Por eso disfrutó que la intención de aquel disparo cumpliese su objetivo.Gia se desplomó en el piso al tiempo que Enzo evitaba su cabeza se golpeara contra el pavimento. Un instante más tarde, llegó mi hermano a la escena. Su impresión fue tan grande, que al principio dudó, luego se lanzó a por ella y la cargó en peso como si pesase menos que una pluma.Me paralicé, sus ojos todavía no se cerraban, pero la sangre no dejaba de salir de su cuerpo. Todo de mi hermano estaba manchado de ella…Se la llevaban y yo quería ir con ella.Mordí el bra
BellaMe metí al agua y arrastré conmigo el recuerdo de una masacre. Una que difícilmente conseguiría borrarse.Todo de mi olía a pólvora, sudor y los restos de unos terribles temblores. Cerré los ojos y pretendí que, con aquel hecho, desapareciese todo. Que los remiendos de aquella tarde se fuesen por el drenaje como espuma y sales marinas. Me sumergí sabiendo que aquello no conseguiría llevarse nada, pero al menos el silencio que producía estar debajo del agua aliviaba. Por un instante, pensé en cómo se sentiría si mis pulmones comenzaban a llenarse de agua.¿Me arrepentiría en el último instante? ¿Lo lograría? Si lo intentaba… no quedaría espacio para el arrepentimiento. Estaría hecho y me llevaría conmigo el fin de todo esto.Un ambicioso poder que ponía en riesgo las vidas de las personas que amaba…Si no tendría una vida feliz, ¿para qué quería vivirla?Quizás habría acabado con todo eso si Analía hubiese durado un par de segundos más en entrar a mi baño. Tal vez mi existencia
SebastianEl final estaba a la vuelta de la esquina, ¿seriamos capaces de soportarlo?El murmullo de las constantes de las maquinas coincidió con la vibración de mi móvil. Un nuevo mensaje de texto.Rigo, uno de mis hombres infiltrados y que ahora trabajaba para la seguridad de Sandro. Sabía que no podía usar la comunicación por este medio si no queríamos levantar sospechas, a menos que fuese relativamente importante.Lo era, y por eso me enderecé.12:20 am“Emilio Praga. Llevo a Isabella conmigo”Joder. Su presencia aquí, en un momento tan delicado como el que estábamos atravesando, podía significar muchas cosas.Como descubrir que su propio hermano no estaba muerto y que yo le había mentido todo este tiempo.—¿Ocurre algo? —Mauro sabia bastante bien como ser silencioso, por eso no le percibí detrás de mí.—Asuntos personales. —Respondí sin miramientos.—¿Es mi hermana parte de tu vida personal?Me giré, su tono de voz coincidía demasiado bien con la expresión que albergaba su rostro
Bella La realidad me reclamaba despertar, pero me aterrorizaba la sola idea de ello. Si lo hacía, la supervivencia de Mauro me alcanzaría y yo no estaba lista para aceptarlo. Sabía que me habían trasladado a una habitación luego del incidente en el pasillo, también que me habían sedado y cocido la herida de al menos cuatro centímetros de largo y uno de profundidad. Quizás por eso comencé a sentir el picor en la piel y las ganas de arañarme hasta que parara. Súbitamente, percibí el fuerte cambio de temperatura. El frio comenzaba a atravesar la tela de mi ropa y se instaló en mi cuerpo provocándome temblores involuntarios. Luego escuché un suspiro que no era mío. Me estremecí. Había alguien más dentro de aquella habitación. Si abría los ojos, sabía que podía encontrarme con la presencia de mi hermano en cualquier rincón. Por eso me obligué a apretar los parpados con mucha fuerza y contener el aire hasta que mi cuerpo decidiera entregarse a la somnolencia. No lo conseguí. Alguien en
SebastianIsabella empujó las puertas de la habitación y se arrastró hacia el exterior mirando para todos lados. Buscaba una salida, lo que fuese que la mantuviese lejos de nosotros.El llanto había cedido. Ahora albergaba la culpa, la incertidumbre y los miedos.Empezó a respirar acelerada, como si buscara con fuerza una bocanada de aire que allí estaba, pero creía perdido.Entendía perfectamente lo que estaba sintiendo. Entendía que después de las lágrimas, era momento de enfrentarse al fuerte impacto de lo que aquello significaba.Tragué saliva al tiempo que se envolvía a si misma con sus brazos. Temblaba, todo de ella lo hacía, y a mi me destrozó encontrarme con aquella mirada rota de su parte, como si toda su existencia se estuviera rompiendo a pedazos y nada quedaba, solo el vacío. Sus ojos marrones ahora lleno de lágrimas no derramadas me pedían un montón de cosas que quizás yo ahora no podía darle. Suplicaban que todo lo confesado no fuese cierto, me preguntaban en silencio si
Analía Hacia frio allí fuera y lloviznaba.La ciudad desde la terraza de Emilio Praga lucia lúgubre, casi absorbente. La madrugada se dibujaba inquieta y apenas el rastro de las luces de los faroles palpitaba en las calles.Era como si la calma estuviese esperando la llegada de la tormenta. Serena y preparando sus defensas.Me estremecí al tiempo que se me erizaba la piel de la espalda. Hecho que cobró sentido cuando descubrí que ya no estaba tan sola como pensaba. Se escucharon pasos, pero ni siquiera medité acerca de quién podría ser.Quizás por eso se me cortó la respiración cuando vi a Mauro tomar lugar junto a la baranda. A una corta y delirante distancia de mí.Me observó como si estuviese tratando de descubrir lo que pasaba por mi mente en ese instante. Y, a decir verdad, ahora mismo yo era una hoja en blanco. Se me habían nublado los pensamientos en el instante en que supe que el hombre que había amado en secreto durante tantos años no estaba muerto.Era increíble de creer qu
Bella Gia y el bebé estaban fuera de peligro y eso era lo único que me importaba.Me recargué sobre el asiento del auto y contemplé las pequeñas gotas de lluvia de aquella mañana. El reloj en el tablero marcaba las cinco con cincuenta. El amanecer resplandecería pronto en su totalidad.Rigo conducía por una vía del corso completamente solitaria, lo que resultaba extraño tratándose de una de las calles del centro histórico de roma. Aquel hombre corpulento me ojeaba de vez en tanto a través del espejo retrovisor, como si estuviese asegurándose en silencio de mi propio bienestar.Sonreí a medias y negué con la cabeza.Junto a mí, Analía permanecía más silenciosa que de costumbre. Alejada de la realidad. Cogí su mano entre la mía y ella reaccionó con un sobresalto inesperado, por lo que mis sospechas comenzaron a cobrar muchísima realidad.—Estás igual de jodida que yo, ¿verdad? —pregunté a un atisbo de consolarla.Me miró, y aunque pretendía responderme, yo ya sabía la respuesta…—¿Se n