Carlo
No habíamos dejado de mirarnos durante todo ese rato. Ni siquiera nos atrevíamos a respirar, al menos yo, tenía el aire atrapado en el pecho. De alguna forma tuve la necesidad de acercarme a ella, sentía que, si no lo hacía, me arrepentiría el resto de la noche, incluso el resto de la vida.
Cogí una de sus manos y se sintió extraño entrelazarla con la mía. No era muy fan de aquella clase de gestos tan románticos, al contrario, me parecían absurdos y bastante mimosos, pero de algún modo ella me provocó intentarlo.
Al principio, no supe asimilar el sentimiento, era como si estuviese haciendo algo incorrecto, temí que ella rechazara aquel contacto y eso me causó una ligera preocupación, no estaba demasiado acostumbrado al rechazo. Para mi sorpresa, no lo hizo, de hecho, se quedó muy quieta aceptando cada roce de mis de
BellaAgradecí que el trayecto hacia el hotel fuese en completo silencio, excepto por una instrumental de sleeping at last en la radio, me mantuvo relajada y pensando en Bastián el resto del camino.Sabía que allí le vería y me gustaba mucho la idea de imaginarnos escabulléndonos del resto para ofrecernos la intimidad de un momento a solas.La nieve esa noche había estado imperiosa, tanto, que cubría las ventanas en capas antes de deshacerse a través del suelo.—Estamos llegando. —Dijo de pronto y barrí la mirada hacia el interior del auto.—Si… —Respondí, como si aquello fuese información que desconociera. Se trataba del hotel donde había crecido en gran parte de mi vida.—Nos estará asechando la prensa cuando bajemos. —Me miró divertido y pasó la lengua
Sebastian Me encontré con mi madre y Giovanna en el vestíbulo después de haber sobornado a las camareras con unos fajos de euros y bueno, un poco del filo de mi pistola también. Evité responder preguntas de los pocos periodistas a los que les permitieron el acceso y a mi prometida no le hizo ni puñetera gracia que ignorara las preguntas de nuestro compromiso. Mucho menos cuando usaba aquel vestido azul de lentejuelas que exigía ser fotografiado.—Iré a ver a tu padre, cariño. —Mi madre me dio un beso en la mejilla antes de desviar su mirada hacia Giovanna—. Diviértanse.—Igualmente. —Se despidió aferrada a mi brazo—. Llévame por un trago, estoy sedienta.Grandes personajes de la élite habían asistido esa noche dispuestos a apostar una gran fortuna en la apertura. Al final, la estrategia de unir el
BellaSandro asomó una sonrisa de superioridad.—Siempre y cuando tenga el consentimiento de tu padre, dudo mucho que siga siendo un sueño—Me miró fijo y victorioso, asegurándose que le hubiese escuchado muy bien.—¿A qué te refieres con el consentimiento de mi padre? —Espeté, confundida. Bien sabía que a mi padre le gustaba la idea que me mantuviese una estrecha amistad con Sandro, pero de allí a más, ¿de qué demonios hablaba?Él se encogió de hombros y quitó la copa de mi mano para ingerir todo su contenido antes de ponerla de vuelta en la charola de un nuevo camarero.—Haces demasiadas preguntas… —Ronroneó y torció el gesto en una sonrisa divertida.Por su puesto, yo no estaba divirtiéndome.—¿Qué quisiste decir, Sandro? —I
Bella—¿Me concedería el ultimo baile de la noche una jovencita como usted? —Me encontré con la presencia de Donato al final del pasillo estrechándome su mano.Una sonrisa dulzona adornaba sus labios y yo no pude evitar contagiarme.—Seria todo un placer. —Le ofrecí mi mano y acepté que nos llevara a la pista de baile.—Estás tan bonita como te recuerdo, muchacha. —Adoré aquel cumplido, viniendo de su parte, quien me recibía en su casa con Mauro y me ofrecía todos los dulces que podrían existir, me hacía sentir en completa confianza.—Una de mis mejores tardes de verano, las disfruté en su precioso jardín. —Le confesé.—Muy buenos momentos. —Dijo al tiempo que me daba una vueltecilla.Bailamos un rato más y conversamos de todo lo que se nos pu
CarloMe fui a por a Gia y la cubrí con mis brazos cuando intuí la escena. Los había visto entrar con toda la intención de formar un espectáculo. Un hombre de al menos unos veintinueve años, barba, baja estatura y poco agraciado llevaba la cabecilla del asunto, el esbirro a su lado solo fanfarroneaba el filo de su pistola alrededor de la hebilla de su pantalón.Bastante cliché para mi gusto.—Mantente detrás de mí. —Susurré por encima de mi hombro y Gia asintió obediente.Los gritos de todos los invitados por supuesto que llegaron, bajaban las cabezas ante la orden del hombre que seguía manteniendo la punta de su pistola amenazándole. En estos casos, dos cosas eran muy importante. Hacer contacto visual con los tuyos para asegurarte de que todos estuviesen preparados y pensar en la estrategia que podría pon
Bella—¡Por Dios! ¿Estás bien? —Cogí a Gia entre mis brazos tan pronto la vi en un rincón apartado.Ella me recibió del mismo modo, envolviéndome con un gesto cariñoso, froté su espalda, temblaba.—Si… —Balbuceó, pero supe que mentía y ella pudo notarlo—. Estoy un poco mareada, ha sido solo el susto.Negué con la cabeza y froté ligeramente su vientre.—Ha sido un evento horrible. —Concordé—. ¿Quieres un poco de agua?Asintió, por fortuna, uno de los camareros estaba ofreciendo vasos de agua de en ese momento para tranquilizar a algunos de los invitados, el resto, seguía con el espectáculo.—Gracias… —Musitó, y su mirada me advirtió de la presencia de alguien a mis espaldas.—Señoritas. &md
GiaCarlo entrelazó su mano con la mía y me llevó bajo su brazo, empujándome contra su pecho como si quisiera protegerme de algo.Primero, hubo silencio. Luego, y como si todo hubiese sucedido ridículamente rápido, Stella saco una pistola de donde sea que la hubiese tenido guardada y me apuntó directamente la cara. Ahogué un gemido, quedándome absolutamente pasmada, para cuando pude reaccionar, supe darme cuenta de que Carlo también la apuntaba.Ambos se miraron como si hubiesen estado deseando ese momento desde hace muchísimo rato. El resentimiento de ella se reflejaba en la cruda advertencia de Carlo.Ni su amiga ni yo, nos esperamos presenciar tal espectáculo.—Baja el arma… —Ordenó él después de unos segundos de silencio, respiraba de una forma ligeramente pausada.—¿Piensas di
BellaUna ola de brisa chocó en ese momento con mi cabello que tuve que terminar apartándolo de un tirón de mi cara.—Entonces si te he colmado la paciencia, Sandro, ¿Por qué no me dejas en paz?Negó con la cabeza y soltó una carcajada.Me estremecí y le miré pasmada.—¿Y dejarte ir así de fácil? —Me observó con Ironía y aprovechó mi horror para coger mi muñeca y empujarme contra su pecho—. Vas a ser mía, Bella, así pongas resistencia.—¿Tuya? —Pregunté divertida, esta vez no puse resistencia, tuve toda la intención de que escuchara mis palabras muy de cerca—. Esa idea solo habitará en tu cabeza.—Yo que tú, no estaría tan segura de ello… —Advirtió y cogió un mechón de mi