18. Una cena

Sebastian

No tuve que preguntar por Gia en la recepción del San Filippo, ya sabía hasta donde tenía que dirigirme.

Tercer piso, segundo pasillo.

Al principio, no supe bien como llegaría ni mucho menos como me presentaría. La puerta estaba entreabierta y las luces encendidas.

Me introduje silencioso. Para mi sorpresa, estaba dormida. Gia Parisi no resultó ser como la imaginaba, pero conociendo los gustos de mi preciado amigo, las rubias eran su punto más débil.

Tomé asiento en el mueble junto a la cama y esperé un rato, no quería despertarla. De vez en cuando se removía y balbuceaba un par de palabras que no pude hallarle ningún tipo de sentido. Su entrecejo fruncido me hacía creer que algo le atormentaba.

Después de un rato y de casi haberme tragado todo un maldito programa de far&aacut

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