Sebastian
No tuve que preguntar por Gia en la recepción del San Filippo, ya sabía hasta donde tenía que dirigirme.
Tercer piso, segundo pasillo.
Al principio, no supe bien como llegaría ni mucho menos como me presentaría. La puerta estaba entreabierta y las luces encendidas.
Me introduje silencioso. Para mi sorpresa, estaba dormida. Gia Parisi no resultó ser como la imaginaba, pero conociendo los gustos de mi preciado amigo, las rubias eran su punto más débil.
Tomé asiento en el mueble junto a la cama y esperé un rato, no quería despertarla. De vez en cuando se removía y balbuceaba un par de palabras que no pude hallarle ningún tipo de sentido. Su entrecejo fruncido me hacía creer que algo le atormentaba.
Después de un rato y de casi haberme tragado todo un maldito programa de far&aacut
BellaConseguir un taxi me tomó alrededor de media hora. Tuve que caminar unos buenos cuantos metros hasta llegar a la estación de servicio más cercana. Había anochecido ya para ese entonces y mi teléfono me alertó de una nueva llamada entrante de camino a casa.Mi corazón se saltó un latido y luego volvió a reanudar su marcha. Cuando se trataba de él, todo dentro de mí se paralizaba.No habría forma ni siquiera el patán de Sandro, que pudiese cambiar aquello.Mi padre siempre había sido un hombre dedicado a los negocios y temía que me estuviese utilizando en alguno de ellos. No podría soportarlo, la sola idea me cambió por completo el ánimo.—Bastián. —Pronuncié muy bajito el descolgar la llamada.—Bella… —La afonía de su voz provocó que cada
BellaHabíamos dejado Roma atrás hacía ya un buen rato y volábamos sobre una impresionante Sicilia de noche. Las luces se habían difuminado bajo nosotros y ahora parecían cientos y cientos de pequeños destellos.Esa noche en particular no había nevado demasiado. Dentro de nada el frio descendería y los árboles florecerían en una nueva primavera.—¡Esto es increíble, Bastián! —No había dejado de estar anonadada durante todo el trayecto—. ¿Desde cuándo sabes pilotear un helicóptero?—¿Estás impresionada, Bella? —Él sonrió y respondió a través del auricular—. Hay muchas cosas que aún no sabes de mí.—¿Has subido a alguien aquí alguna vez? —Quizás a
BellaSentí la ligera brisa del mar revolver mi cabello mientras caminábamos y enterrábamos los dedos dentro de la arena húmeda. En la distancia, se veía como las olas poco a poco y en calma crecían para romper en la orilla.El camino hasta aquí fue silencioso, pero era esa clase de silencio en el que te gustaba estar, en el que no necesitabas de palabras para sentirte cómoda. Al contrario, con las manos entrelazadas y cada cuanto, expresándonos con la mirada, era la forma mas correcta de disfrutar un paseo entre la arena y la playa.Bastián me llevó consigo a la orilla, permitiendo que el final de las olas yaciese sobre nuestros pies hasta los tobillos. El agua estaba fría y de algún modo, eso me recordó a mi hermano. Mauro era parte de ese pequeño porcentaje que disfrutaba sumergirse en la oscuridad de la playa, como si no temiese de nada n
Bella.Eran las tres de la mañana cuando desperté junto a Bastián, su brazo me tenía rodeada y su respiración me acariciaba la nuca, estaba serena. No sé porque tuve la sensación de querer coger mi teléfono, pero de algún modo, presentí todas las llamadas perdidas de mi padre.¡Carajo! Lo había puesto en silencio cuando volábamos y había olvidado por completo devolverle el tono. Aunque, a decir verdad, ese percance me hubiese arruinado la noche maravillosa que había pasado junto a Bastián.Luego de la playa volvimos al edificio. No me sorprendía que Bastián tuviese buenos contactos, pero que fuese dueño de la mitad de aquel rascacielos, sí que no me lo esperaba. Tomamos champagne en el balcón bajo un cielo estrellado y no supe en qué momento nos quedamos dormidos sobre
Sebastian¡Maldición!La línea se cortó del otro lado antes de que Gia pudiese decirme donde estaba. Sabía que estaba en peligro, así que no debía perder tiempo para encontrarla. Se lo había prometido a Mauro y se lo había prometido a ella, debía cumplir mi palabra.—Giuilio. —Saludé de inmediato porque la situación carecía de tiempo.Sabía que podría proporcionarme la información que necesitaba, llamarle había sido la única alternativa que tenía para un momento como ese.—Mancini… —Dormía. Lo supe por la forma en bostezo con la que descolgó la llamada.—Espabila, necesito que rastrees un número de teléfono, pero para ayer. —Ordené sabiendo que se pondría en marcha de inmediato y le proporcioné e
SebastianFue casi devastador ver como el cuerpo de Gia se desplomaba contra la mesa, haciéndose añicos muy pequeños por el imperioso contacto. Por suerte, no fueron demasiados los daños, a decir verdad, la veía bien físicamente, excepto por la conmoción que su rostro ahora mismo reflejaba ante la escena de Carlo clavándole una bala en el pecho al hombrecito de pocas pelotas en el suelo. Hubiese querido evitar que presenciara aquella escalofriante escena, pero consiguió salirse de mis brazos antes de poder evitarlo.Al principio, fue como si la vida y la muerte se pasara delante de sus ojos a una velocidad impresionante. Fue un espectáculo tan aberrante para ella, que le produjo una arcada. Luego, llevo las manos a la parte baja de su vientre y desvió la mirada. No estuve demasiado seguro de lo que atravesaba su mente en ese instante o de la forma en la que lo asimila
Carlo Había mirado el móvil más veces de las que podría contar durante las últimas horas. No sabía nada de Gia desde que supe que Sebastián la llevaría al casino, que allí estaría segura. Tuve le necesidad de llamarle y preguntarle por ella durante todo este rato, pero me mantuve muy quieto a la espera de su llamada. Tomé una ducha fría tan pronto como llegué a casa y traté de mantener mi mente ocupada en cualquier cosa. Ejercicio, las ultimas noticias y cuentas del hotel por revisar. Saber que tenía que desviar una gran cantidad de dinero del último mes, me relajaba, aquella era mi parte favorita del trabajo. El móvil sonó desde el otro lado de la mesa y el pecho se me contrajo cuando vi el nombre de Sebastián prenderse en la pantalla. Cogí la llamada de inmediato después del primer tono. —Normalmente no contestas así de rápido. —Soltó curioso cuando me llevé el teléfono a la oreja. Pude imaginar la sonrisa d
CarloNo habíamos dejado de mirarnos durante todo ese rato. Ni siquiera nos atrevíamos a respirar, al menos yo, tenía el aire atrapado en el pecho. De alguna forma tuve la necesidad de acercarme a ella, sentía que, si no lo hacía, me arrepentiría el resto de la noche, incluso el resto de la vida.Cogí una de sus manos y se sintió extraño entrelazarla con la mía. No era muy fan de aquella clase de gestos tan románticos, al contrario, me parecían absurdos y bastante mimosos, pero de algún modo ella me provocó intentarlo.Al principio, no supe asimilar el sentimiento, era como si estuviese haciendo algo incorrecto, temí que ella rechazara aquel contacto y eso me causó una ligera preocupación, no estaba demasiado acostumbrado al rechazo. Para mi sorpresa, no lo hizo, de hecho, se quedó muy quieta aceptando cada roce de mis de