Después de que Marcus salió del baño, yo también me dispuse a hacer lo mismo e ir a la oficina de Jean. Iba unos minutos tarde, pero no creí que me regañaría.Ya se me estaba subiendo a la cabeza eso de ser la pareja de mi jefe. En otras circunstancias, me echaría un tremendo regaño por llegar tarde.Sonreí.No tardé mucho en pisar la oficina. Él estaba de pie en medio de la habitación, con ambas manos en los bolsillos y la vista fija en el techo. Me pareció extraño verlo así.¿Estaba triste? ¿Molesto? ¿Decaído?—¿Jean? ¿Estás bien? —pregunté.Me preocupaba. Me acerqué a él para colocar una mano sobre su hombro en símbolo de apoyo. No iba a contarle lo de mi mareo repentino para no preocuparlo.Marcus tenía razón al decir que Jean tenía tanta carga encima y yo me quejaba por cómo era mi familia, sin saber cuánto estaban presionándolo a él para que hiciera todo perfecto.Bajó la mirada, regalándome una sonrisa forzada que me apretujó el corazón.—No sabes cuánto te he estado esperando
Llegamos al edificio y Salomé no esperó ni un segundo para bajarse del auto. Se dirigió solita a la recepción, yo me quedé atrás, pero pude ver que le estaba exigiendo a Sakura que la dejara entrar, cosa que la pelinegra se negaba.—Lo siento, pero debe tener cita previa para poder verlo, no quiero problemas como la última vez —habló Sakura, apenada.Salomé golpeó el mesón con su mano. Terminé de llegar a su lado, por lo que me sobresalté en cuanto hizo eso.—¿Sabes con quién estás hablando? ¡Soy su prometida! ¡Tengo el derecho de verlo con o sin cita! —exclamó, furiosa con la pobre Sakura.Decidí intervenir porque no quería que despidieran a mi amiga por culpa de los berrinches infantiles de Salomé.—Sakura, ella viene conmigo... ¿Vale? —dije, comprimiendo una sonrisa.—De acuerdo, en ese caso la dejaré entrar —murmuró, decaída por el mal momento que pasó.Luego me disculparía, porque Sakura no se merecía ningún maltrato. Miré de reojo a mi hermana, quien había soltado un bufido de f
El día con Salomé no estuvo tan mal, hice mi trabajo como de costumbre, solo que sin interactuar de manera romántica con Jean para evitar sospechas.Ella estuvo tranquila, tanto como para hacerme dudar de si lo estaba haciendo porque Jean se lo pidió, o tramaba algo. Al final, ambas nos fuimos a casa y un nuevo día había llegado.Yo me levanté temprano para ir a la farmacia que quedaba cerca de la biblioteca, así pasaba saludando a Sara y comentándole mis preocupaciones.Planeaba comprar una prueba de embarazo para aclarar mis dudas, ya estaba empezando a sentir un poco de ansiedad por no saber qué le pasaba a mi cuerpo.—¿A dónde vas? —cuestionó una voz ronca.Era mi padre.Estaba sentado en la sala con su celular en la mano. También tenía puesto unos lentes que solo utilizaba para ver letras muy pequeñas.—Iré a la biblioteca, ya me conoces —respondí.—Es muy temprano, por lo menos deberías desayunar aquí —comentó.Mi padre no era tan malo como mi madre. Él solía mostrar una ligera
Después de tener una charla con Sara y haberme enterado de que en mi vientre llevaba el fruto de mi amor por Jean, regresé a casa para alistarme.Por suerte, mi padre y Salomé ya se habían ido a la empresa H&G, por lo que la única que se encontraba en casa era mi madre y las sirvientas.Ella estaba sentada en la sala, justo como estuvo papá al yo salir. Deseaba que no me prestara atención como solía hacerlo, pero por obras del destino, no fue así.—Aurora, últimamente se te ve diferente —Me inspeccionó con sus ojos.Esos ojos café me penetraban hasta el alma. Me obligaban a bajar la mirada por lo intimidada que me sentía.¿Cuándo fue la última vez que ella me regaló una sonrisa sincera?Pura mala cara me ponía.—¿A qué te refieres, madre? —pregunté, haciéndome la tonta.Ella no se había dado cuenta, ¿o sí? Ni siquiera se me notaba la panza aún, ¿cómo podía? ¿Instinto maternal?—Sales mucho más que antes, le das malas respuestas tanto a tu hermana como a mí, y por no olvidar que le has
—¿No vas a decir nada? —cuestioné, sintiendo un ardor en mi garganta.Él se dio vuelta para volver a intercambiar miradas conmigo. Unas miradas llenas de horror por lo que habíamos hecho.Quería gritar, porque Jean seguía perplejo como si fuera una enorme broma lo que dije, pero se dio cuenta de que era verdad porque mi expresión no debía de ser bonita.Estaba asustada por lo que se me venía encima. Jugué con fuego y ahí tenía las consecuencias de mis propios actos, ¿qué más me quedaba? Seguir adelante, por más difícil que fuera.—Es... —titubeó—. No me lo esperaba.Se apoyó sobre su escritorio, dándole la espalda. Sus ojos se veían temblorosos, desde mi punto de vista.—¿Es todo? Porque entenderé si prefieres casarte con Salomé y dejarme sola en esto —zanjé, cortando el aire con mi mano.Trataba de que mi voz saliera firme porque no quería perjudicar a Jean en ningún sentido. Aunque, si él me dejaba por cargar un hijo suyo en mi vientre, sería el peor hombre del mundo.Apreté los lab
—La boda será la próxima semana, estoy tan emocionada que salto de alegría —soltó Salomé, entrando a mi habitación.Se había vuelto costumbre.Mi corazón se apretujó en cuanto escuché esas palabras porque Jean no me había dicho nada. Pensé que todavía faltaba por lo menos un mes más.Había pasado una semana desde que me enteré de mi embarazo y los únicos que lo sabían eran Sara y Jean, no quería compartirlo con más nadie hasta que lograra resolver los problemas que me rodeaban.Uno de ellos era esa bendita boda.—¿No es muy pronto? ¿Quién lo decidió? —interrogué, quería hacerla cambiar de opinión.Estaba que me mordía las uñas por los nervios que sentía. Ninguno de ellos se podía enterar de mi estado, pero el hecho de que adelantaron la boda ya complicaba todo.—Yo le rogué a papá —confesó, con una mano en la cintura—. Lo considero necesario, porque no encuentro otra forma de que Jean me preste atención.—Deberías darle un poco más de tiempo, Salomé.—No me digas qué hacer —masculló,
—Lo primordial es mantener el secreto hasta la boda, Aurora... No tanto para vengarnos de Salomé, también porque hasta ese día es que Ezequiel me confirmará la finalización de proyecto —explicó, en un suspiro.El moreno se levantó de su asiento, para caminar a pasos lentos alrededor del escritorio, pasando la yema de sus dedos por el mismo. Verlo de esa forma me causaba escalofríos de placer.—Comprendo ese lado, pero me gustaría no seguir escuchando a Salomé hablar sobre ese día —expresé, cabizbaja.Él llegó a mi posición, con la ayuda de su mano me levantó el mentón para que lo viera directo a los ojos. Esas iris oscuras que me daban tanta paz, me obligaban a no apartar la vista.—Deberías preocuparte un poco más por ti... —sugirió—. Estás llevando en tu vientre a nuestro bebé, ¿no te emociona un poco? —añadió, con una pícara sonrisa.Con su ayuda me levanté de la silla. Mis manos quedaron sobre la suya y seguí alzando la mirada por su altura. En mis labios se formó una sonrisa jugu
Todavía seguía mal por lo que sucedió con Oscar. La vergüenza me consumía porque nunca creí que nos encontraría en pleno acto, pero por suerte no había pasado a mayores.Mis padres seguían como si nada, al igual que los de Jean, así que supuse que cumplió su palabra en no abrir la boca. Jean tenía razón en que le convenía escalar sin provocar problemas él mismo.Suspiré.A Salomé le habían comprado un nuevo auto y no supe en qué momento aprendió a manejar. Iba sonriente, viendo la vía frente a nosotras. Yo estaba sentada de copiloto.—¿No es increíble? —cuestionó, con entusiasmo—. Es rosado, mi color favorito. Me da mucha felicidad que papá me lo haya comprado como regalo de bodas.—Está muy bonito, si te soy sincera, y se nota que es costoso —respondí, apoyando mi codo en la ventana.Era la verdad. ¿Para qué mentir? Si le habían comprado casi que una jodida camioneta en donde cabían seis personas, ¿para qué tanto? Si Salomé no tenía amigos.Me mordí el interior del labio, a pesar de