—¡Aurora! ¡Serás mi dama de honor! —exclamó Salomé, derribando la puerta de mi habitación.Había pasado un día desde lo sucedido con Oscar en la biblioteca y era de noche. Estaba en mi habitación, peinando mi cabello como de costumbre después de haber tomado una ducha.Me sobresalté en cuanto la castaña entró a la fuerza. No tumbó la puerta literalmente, pero el golpe fue estruendoso para mis oídos.Yo tenía la toalla puesta encima, mientras que la ropa que me iba a poner reposaba sobre la orilla de la cama.—¿De qué estás hablando? —inquirí, con el ceño fruncido.¿Dama de honor de Salomé? ¿Estaba loca? A esa mujer no le bastaba con joderme tantos años de mi vida, mendigando su amor.Ella entró como si fuera su habitación y esa sonrisa de entusiasmo no desaparecía. Me arrebató el peine de las manos y lo tiró en la cama, dejándome boquiabierta.Así mismo, tomó mis manos.—¡Qué serás mi dama de honor, tonta! —repitió—. No aceptaré un no por respuesta, Aurora. No sabes lo emocionante que
Llegué al trabajo un poco tarde porque me había quedado dormida. En la recepción se encontraba Sakura, quien me regaló una sonrisa en cuanto me acerqué.—Aurora, veo que ya no tienes ojeras —dijo.—¿Es un cumplido? —reí, apoyándome sobre el mostrador.—Oh, lo siento... No pretendía ofenderte —Sacudió ambas manos—. Espero que hayas arreglado las cosas con Jean, no volvimos a hablar de eso.—Tranquila —sonreí—. Digamos que estamos bien, así que no te preocupes.—Cualquier cosa, sabes que estoy aquí para apoyarte —expresó, con ternura.Sus ligeros hoyuelos se hicieron presentes y como sus ojos eran pequeños, se cerraron por la sonrisa. Sakura era una mujer agradable y cariñosa, estaba segura que no tenía enemigos.—Lo aprecio muchísimo.Firmé la hoja y me dispuse a caminar hacia el ascensor. La puerta de hierro iba a cerrarse una vez que estuve dentro, pero unas gruesas manos se interpusieron, dejándome aturdida.Me hice a un lado, a pesar de que la cabina estaba completamente vacía y ca
—¡Cuéntamelo todo! —exigió Sara.Abrí los ojos y parpadeé varias veces porque la mujer estaba en la entrada de la mansión Hidalgo. No me esperaba que me visitara ese día, aunque sí recordaba haberle dado mi dirección en algún momento.—S-Sara...—Amiga, no has ido a la biblioteca y casualmente cuando vas, yo estoy libre —resopló—. Así que decidí venir a verte, ¿cómo estás? ¿Cómo llevas lo de tu hermana? —susurró lo último, viendo hacia todos lados.Reí por su actitud. Se estaba asegurando de que nadie escuchara la conversación. Por desgracia, Salomé era la única que estaba en la casa ese día, sin contar a los empleados.—Entra, vayamos a la sala. Salomé no suele estar ahí porque no le gusta el color del papel tapiz —comenté, haciéndola pasar.Ella me siguió y frunció el ceño. Ya yo estaba acostumbrada a lo caprichosa y quisquillosa que era mi hermana, por lo que no le daba importancia.—Tienes una hermana muy loca... —expresó.Estábamos a punto de cruzar el umbral de la puerta que llev
Cena familiar.El momento que más odiaba del día, porque tanto mamá como Salomé solían molestarme. Por suerte, mi padre me defendía, lo cual era reconfortante.Había pasado un día desde la visita de Sara y conociendo a Salomé, no se iba a quedar callada con lo que sucedió. Ella siempre buscaba la forma de joderme.Removí la ensalada en el plato, para luego agarrar el cuenco de arroz y juntar ambos. Me mordí el interior del labio.—Me parece oportuno comentarles que nuestra querida Aurora —Enfatizó mi nombre con rabia—. Trajo ayer a un extraño que me lastimó.Apreté el tenedor en mi mano con fuerza. Inhalé hondo para calmar mis sentidos, tenía que comportarme y no generar más problemas de los que ya tenía.Salomé nunca se quedaría con la boca cerrada y era capaz de exagerar las cosas solo para perjudicarme a mí.Mi madre fue la que ahogó un suspiro en cuanto la escuchó, como siempre, iba a apoyar a su hija mayor. Llevó ambas manos a su boca con horror al verme.—¿Aurora? ¿Estás loca? ¡
*Narrado por Jean*—¿Te puedes apurar? Salomé llegará en cualquier momento y tú todavía no estás listo —exigió mi madre, entrando a mi habitación sin permiso.—Por lo menos toca la puerta —Me quejé.Yo estaba en bóxer, pero no me daba vergüenza porque se trataba de mi madre y como mucho, ella me vería con decepción. Eso hizo, se cruzó de brazos antes de negar con la cabeza en desaprobación.—¡Hoy es un día importante! —exclamó—. Todavía ella vendrá hasta aquí, cuando tú eres el que debería ir a buscarla a su casa.—¿Y quién fue la que quiso venir? —reproché, agarrando mi ropa—. Ella.—¡Te críe para que fueras un caballero con las mujeres, Jean! —comentó, con ambas manos en la cintura.—No puedo serlo si se trata de una mujer que no me gusta —zanjé, terminando de vestirme.Caminé hacia el espejo. No iba a soltar nada de mi relación con Aurora, pero mi madre por lo menos tenía que entender que Salomé jamás me gustaría y era un simple compromiso sin amor.Acomodé mi corbata y me eché un
Había llegado al edificio para iniciar un nuevo día de trabajo. En cuanto llegué a la recepción, Sakura se encontraba con una mano en la boca, viendo algo en su celular que la tenía en en total shock.Me acerqué, ni siquiera se había dado cuenta que yo había llegado, por lo que opté por darle un leve susto piadoso.—¡Bu! —solté, colocando mis manos en la mesa.No se sorprendió.Al contrario, me miró con aflicción y tomó una de mis manos por encima de la mesa. Esa acción solo me dejó más confundida de lo que estaba y con los ojos abiertos.—Ay, Aurora... Cuánto lo siento —expresó—. No imaginé que fueran tan rápido.Sus cejas estaban hundidas y se notaba la preocupación. Yo fruncí el ceño y aparté mi mano porque la realidad es que no la estaba entendiendo.¿Acaso vio un muerto?—No sé a qué te refieres —dije.—¿No has visto las noticias? —preguntó, con la voz apagada.Negué con la cabeza. La pelinegra me mostró su celular y quedé con la boca abierta por lo que vi. Bueno, de todas formas
Después de que Marcus salió del baño, yo también me dispuse a hacer lo mismo e ir a la oficina de Jean. Iba unos minutos tarde, pero no creí que me regañaría.Ya se me estaba subiendo a la cabeza eso de ser la pareja de mi jefe. En otras circunstancias, me echaría un tremendo regaño por llegar tarde.Sonreí.No tardé mucho en pisar la oficina. Él estaba de pie en medio de la habitación, con ambas manos en los bolsillos y la vista fija en el techo. Me pareció extraño verlo así.¿Estaba triste? ¿Molesto? ¿Decaído?—¿Jean? ¿Estás bien? —pregunté.Me preocupaba. Me acerqué a él para colocar una mano sobre su hombro en símbolo de apoyo. No iba a contarle lo de mi mareo repentino para no preocuparlo.Marcus tenía razón al decir que Jean tenía tanta carga encima y yo me quejaba por cómo era mi familia, sin saber cuánto estaban presionándolo a él para que hiciera todo perfecto.Bajó la mirada, regalándome una sonrisa forzada que me apretujó el corazón.—No sabes cuánto te he estado esperando
Llegamos al edificio y Salomé no esperó ni un segundo para bajarse del auto. Se dirigió solita a la recepción, yo me quedé atrás, pero pude ver que le estaba exigiendo a Sakura que la dejara entrar, cosa que la pelinegra se negaba.—Lo siento, pero debe tener cita previa para poder verlo, no quiero problemas como la última vez —habló Sakura, apenada.Salomé golpeó el mesón con su mano. Terminé de llegar a su lado, por lo que me sobresalté en cuanto hizo eso.—¿Sabes con quién estás hablando? ¡Soy su prometida! ¡Tengo el derecho de verlo con o sin cita! —exclamó, furiosa con la pobre Sakura.Decidí intervenir porque no quería que despidieran a mi amiga por culpa de los berrinches infantiles de Salomé.—Sakura, ella viene conmigo... ¿Vale? —dije, comprimiendo una sonrisa.—De acuerdo, en ese caso la dejaré entrar —murmuró, decaída por el mal momento que pasó.Luego me disculparía, porque Sakura no se merecía ningún maltrato. Miré de reojo a mi hermana, quien había soltado un bufido de f