Me dolía el corazón. No había logrado dormir en toda la noche y a pesar de haber recibido muchas llamadas y mensajes de Jean, decidí no responderle.Él iba a casarse, esa era la realidad. Yo no podía hacer nada para cambiarlo, ¿ir en contra de nuestros padres? Eso solo nos perjudicaría a ambos.Me estaba alistando para ir a trabajar. Me vi una última vez en el espejo. Tenía el cabello recogido en una cebolla para calmar mis alocados rulos. Traté de echarme bastante corrector debajo de los ojos para camuflar las ojeras de los mismos.Salí de mi habitación, dispuesta a pasar por la cocina para llevarme al menos unas tostadas. Me iría en taxi, ya que Salomé solía usar al chófer de la familia, dejándome atrás.—Disculpe, señorita, ¿no va a desayunar con su hermana? —preguntó una sirvienta, haciendo una reverencia.—¿Puedes guardarme unas tostadas en la lonchera? —inquirí—. Pero no vayas a decirle a ellas que estoy aquí. Me iré más temprano —murmuré, mirando a través del umbral de la puert
Sus labios me deleitaron como nunca antes. La pasión que emanaba de ambos se había duplicado desde la última vez. No sabía por qué me era tan difícil controlar mi cuerpo cuando se trataba de Jean.Mis manos actuaron por cuenta propia y rodearon su cuello por instinto, como si estuvieran listas para hacer eso, programadas para atraerlo.Su lengua se abrió paso dentro de mi boca. En ese momento no me importó que estuviéramos en la oficina porque la adrenalina era superior gracias a ese detalle.—Te amo, Aurora... Y jamás dejaré de hacerlo —Jadeó, sobre mis labios.Yo también quería decirle lo mismo, pero estaba concentrada en sus brillosos ojos, los cuales me comían como si yo fuera un delicioso dulce para él.Me cargó, trayéndome recuerdos de aquel día apasionado en su escritorio. Me subió en el para que mis piernas se abrieran, dándole paso a su zona más caliente.A pesar de que Jean tenía el uniforme puesto, el bulto entre sus piernas se hizo presente con un simple beso que nos dimos
Me encontraba en la biblioteca leyendo en la mañana de mi día libre. Habían pasado unos días desde que tuve intimidad con Jean y era como si nuestra relación se hubiera fortalecido más.Por otro lado, tenía que estar soportando los comentarios emocionados de Salomé sobre su boda, si supiera que Jean estaba buscando la manera de romper ese compromiso, no estaría tan feliz.Por más que tratara de enfocarme en la historia que estaba leyendo, no podía. Mi mente seguía pensando en las cosas que habían pasado en los últimos días.Por desgracia, Sara no estaba en la biblioteca y en su ausencia dejó a su ayudante, un joven que no me di el tiempo de conocer.—Aurora, ¿puedo sentarme? —Una voz conocida hizo que me sobresaltara.Quedé aturdida durante los próximos segundos porque no se trataba de Jean.Ese rubio cabello bañado en gel brillaba gracias a la luz del bombillo que teníamos encima. Tragué saliva y me acomodé en una postura más firme y menos floja.¿Por qué él aparecía de repente?Nunc
—¡Aurora! ¡Serás mi dama de honor! —exclamó Salomé, derribando la puerta de mi habitación.Había pasado un día desde lo sucedido con Oscar en la biblioteca y era de noche. Estaba en mi habitación, peinando mi cabello como de costumbre después de haber tomado una ducha.Me sobresalté en cuanto la castaña entró a la fuerza. No tumbó la puerta literalmente, pero el golpe fue estruendoso para mis oídos.Yo tenía la toalla puesta encima, mientras que la ropa que me iba a poner reposaba sobre la orilla de la cama.—¿De qué estás hablando? —inquirí, con el ceño fruncido.¿Dama de honor de Salomé? ¿Estaba loca? A esa mujer no le bastaba con joderme tantos años de mi vida, mendigando su amor.Ella entró como si fuera su habitación y esa sonrisa de entusiasmo no desaparecía. Me arrebató el peine de las manos y lo tiró en la cama, dejándome boquiabierta.Así mismo, tomó mis manos.—¡Qué serás mi dama de honor, tonta! —repitió—. No aceptaré un no por respuesta, Aurora. No sabes lo emocionante que
Llegué al trabajo un poco tarde porque me había quedado dormida. En la recepción se encontraba Sakura, quien me regaló una sonrisa en cuanto me acerqué.—Aurora, veo que ya no tienes ojeras —dijo.—¿Es un cumplido? —reí, apoyándome sobre el mostrador.—Oh, lo siento... No pretendía ofenderte —Sacudió ambas manos—. Espero que hayas arreglado las cosas con Jean, no volvimos a hablar de eso.—Tranquila —sonreí—. Digamos que estamos bien, así que no te preocupes.—Cualquier cosa, sabes que estoy aquí para apoyarte —expresó, con ternura.Sus ligeros hoyuelos se hicieron presentes y como sus ojos eran pequeños, se cerraron por la sonrisa. Sakura era una mujer agradable y cariñosa, estaba segura que no tenía enemigos.—Lo aprecio muchísimo.Firmé la hoja y me dispuse a caminar hacia el ascensor. La puerta de hierro iba a cerrarse una vez que estuve dentro, pero unas gruesas manos se interpusieron, dejándome aturdida.Me hice a un lado, a pesar de que la cabina estaba completamente vacía y ca
—¡Cuéntamelo todo! —exigió Sara.Abrí los ojos y parpadeé varias veces porque la mujer estaba en la entrada de la mansión Hidalgo. No me esperaba que me visitara ese día, aunque sí recordaba haberle dado mi dirección en algún momento.—S-Sara...—Amiga, no has ido a la biblioteca y casualmente cuando vas, yo estoy libre —resopló—. Así que decidí venir a verte, ¿cómo estás? ¿Cómo llevas lo de tu hermana? —susurró lo último, viendo hacia todos lados.Reí por su actitud. Se estaba asegurando de que nadie escuchara la conversación. Por desgracia, Salomé era la única que estaba en la casa ese día, sin contar a los empleados.—Entra, vayamos a la sala. Salomé no suele estar ahí porque no le gusta el color del papel tapiz —comenté, haciéndola pasar.Ella me siguió y frunció el ceño. Ya yo estaba acostumbrada a lo caprichosa y quisquillosa que era mi hermana, por lo que no le daba importancia.—Tienes una hermana muy loca... —expresó.Estábamos a punto de cruzar el umbral de la puerta que llev
Cena familiar.El momento que más odiaba del día, porque tanto mamá como Salomé solían molestarme. Por suerte, mi padre me defendía, lo cual era reconfortante.Había pasado un día desde la visita de Sara y conociendo a Salomé, no se iba a quedar callada con lo que sucedió. Ella siempre buscaba la forma de joderme.Removí la ensalada en el plato, para luego agarrar el cuenco de arroz y juntar ambos. Me mordí el interior del labio.—Me parece oportuno comentarles que nuestra querida Aurora —Enfatizó mi nombre con rabia—. Trajo ayer a un extraño que me lastimó.Apreté el tenedor en mi mano con fuerza. Inhalé hondo para calmar mis sentidos, tenía que comportarme y no generar más problemas de los que ya tenía.Salomé nunca se quedaría con la boca cerrada y era capaz de exagerar las cosas solo para perjudicarme a mí.Mi madre fue la que ahogó un suspiro en cuanto la escuchó, como siempre, iba a apoyar a su hija mayor. Llevó ambas manos a su boca con horror al verme.—¿Aurora? ¿Estás loca? ¡
*Narrado por Jean*—¿Te puedes apurar? Salomé llegará en cualquier momento y tú todavía no estás listo —exigió mi madre, entrando a mi habitación sin permiso.—Por lo menos toca la puerta —Me quejé.Yo estaba en bóxer, pero no me daba vergüenza porque se trataba de mi madre y como mucho, ella me vería con decepción. Eso hizo, se cruzó de brazos antes de negar con la cabeza en desaprobación.—¡Hoy es un día importante! —exclamó—. Todavía ella vendrá hasta aquí, cuando tú eres el que debería ir a buscarla a su casa.—¿Y quién fue la que quiso venir? —reproché, agarrando mi ropa—. Ella.—¡Te críe para que fueras un caballero con las mujeres, Jean! —comentó, con ambas manos en la cintura.—No puedo serlo si se trata de una mujer que no me gusta —zanjé, terminando de vestirme.Caminé hacia el espejo. No iba a soltar nada de mi relación con Aurora, pero mi madre por lo menos tenía que entender que Salomé jamás me gustaría y era un simple compromiso sin amor.Acomodé mi corbata y me eché un