— ¡Eso está muy bien Hanna! — la mujer que supervisaba a las chicas en aquel pequeño salón felicitó a la mujer — aunque debes tener más cuidado con las puntas.La mujer miró hacia la peluca sintética a la que le había realizado su tercer corte del día y sonrió. Tomó en consideración lo que le había dicho la mujer. Hanna se sentía feliz, las últimas semanas habían estado en calmaLa angustia había amainado, ya que no sabía absolutamente nada de Tiffany y aquello le agradaba, al menos lo suficiente como para que ella fuera capaz de disfrutar de las pequeñas cosas que estaba consiguiendo. No fue fácil encontrar una profesión que pudiera ejercer en corto tiempo, pero resultó que aquel curso de estilismo le encantaba.La mujer se concentró en lo que hacía mientras pensaba en que en un par de horas más terminaría en casa, con el hombre que amaba a punto de disfrutar un poco más de ese corto tiempo que le quedaba cerca de Maximiliano.La chica tragó al pensar en que ya estaba siendo hora de
Hanna se miró al espejo de la habitación y la espantosa imagen que vio solo le desagradó mucho más de lo que ya lo hacía el saber que estaba mintiendo. Maximiliano había sido tan bueno la noche anterior, tan dulce con ella…El corazón de la chica pesó, esparció algo de agua fría para tratar de alejar los pensamientos y, aunque lo intentó, no fue realmente capaz de lograrlo. La mujer se concentró en todo aquel maquillaje que debía poner para disimular al menos las bolsas bajo sus ojos.No entendía por qué todo seguía pesando tanto sobre sus hombros, su mente se sentía exhausta, pero sabía que debía seguir. No se había dejado golpear por el imbécil de Harry solo para rendirse, no.La mujer tardó más de lo normal en conseguir ocultar los golpes en su rostro, peinó su cabello en una larga trenza y trató de no sentirse tan mal cuando Maximiliano la miró desde la cama, dio un pequeño golpe a la cama junto a ella.— Quédate a comer el desayuno en la cama conmigo — pidió sonriendo — es lo suf
Hanna no podía creer lo que estaba sucediendo, salió de aquel hotel donde la habían citado segura de que la vida no podía ser peor así que la mujer simplemente subió al auto que la llevaría de regreso a su casa y no habló, no dijo absolutamente nada incluso cuando llegaron a casa y se encontró con la indeseable visita de la madre de Tiffany.— Hola Tiffany — dijo aquella mujer alejándose de la mesa de té que pareció mandar a servir en algún momento.— ¡Qué haces aquí! — preguntó Hanna —. De verdad que no es un buen momento —argumentó—. Estoy harta de… Discusiones.— ¿Harta? Crees que puedes Hartarte, no seas estúpida, vine a hablar sobre la fiesta de cumpleaños de mi nieta.— ¿Disculpa? — Hanna dudaba que aquella mujer tuviera realmente interés en las niñas — ¿Una fiesta?, ¿Te interesan las niñas?— Claro que no — dijo la mujer sentándose una vez más— pero quiero que hagas algo grande y le saques un par de dólares a tu marido.— ¿Qué?— Por favor, Tiffany, no te hagas la tonta, ya lo
¿Cómo podía decirle a Maximiliano la verdad?Hanna caminó de un lado a otro de la sala de estar de la silenciosa mención, agradeció el tiempo que le había brindado el hecho de que los niños aún estuvieran en el colegio. Sin embargo, su corazón latía espantado sin poder evitarlo.Tendría que marcharse en los próximos días, no sabía exactamente cuándo y aquello era lo que realmente le asustaba. Si no podía decirle la verdad a Maximiliano, si Tiffany regresaba de la nada como lo tomarían los niños. Cómo lo tomaría Maximiliano cuando le dijera la verdad.La mujer cayó entre los almohadones del sofá, limpió las lágrimas en sus ojos mientras su pierna se movía con nervios. Hanna ocultó su rostro en sus manos al pensar en que también debía resolver todo para recuperar a su hijo. No sabía si había algo peor, pero esperaba que no porque se volvería completamente loca.El móvil de la mujer la sacó de sus pensamientos, caminó hasta donde había dejado su bolsa y la mujer tragó cuando vio el núme
Hanna se despertó cuando la mano de su abuela tocó ligeramente la suya. La chica miró a la mujer en cama, que parecía realmente estar viviendo sus últimos momentos de vida. El corazón de la chica dolió porque, a pesar de la forma en que había crecido, su abuela seguía siendo su abuela.— Estás aquí — la mujer habló débilmente —, mi pequeña niña tonta, porque viniste.— Cómo no iba a venir abuela — dijo — que fue lo que pasó, porque no me dijiste que estabas enferma del corazón, porque…— Shhh, esto es solo mi castigo — la mujer pareció estar resignada — por la forma en que traté a tu madre, la forma en que me vengué de ella tratándote a ti de aquella forma — Hanna solo pudo mirarla — lo siento tanto, mi niña, si no hubiera sido tan mala quizás no habrías… No habría terminado involucrada con un bastardo como el padre de mi nieto.— Abuela, no tienes que preocuparte, por eso yo voy a…— Escúchame bien, Hanna — la mujer sujetó más fuerte la mano de su abuela —. Si tu madre aparece, mánda
Hanna dio el último adiós al féretro de su abuela a las diez de la noche, tomó las cenizas que le entregaron y limpió sus lágrimas antes de salir de aquella pequeña sala del hospital donde estuvo completamente sola.La chica miró la hora en su reloj antes de pedir un taxi hasta el barrio justo al otro lado de Memphis, perfectamente lejos de Maximiliano. Subió las escaleras de aquel desierto edificio alrededor de las doce y trató de no sentirse mal mientras abría la puerta de aquel lugar. Lo había comprado hacía dos semanas, era pequeño pero confortable. Perfecto para una cita de una trabajadora social.La chica caminó entre los aun sin desempaquetar muebles de aquel pequeño salón y dejó la urna de su abuela en un lugar seguro dentro de uno de los estantes que el vendedor había dejado en aquella casa.Hanna se dijo que debía pensar mejor en cómo haría las cosas a partir de ese momento, se dejó caer sobre el sofá aún cubierto por aquel olor que adquirían las cosas guardadas por demasiad
Hanna se sentía mejor, incluso si no podía decirle a nadie que su abuela había muerto, y sabía perfectamente que no podía estar mejor si estuviera en otro lugar que en casa de Maximiliano. La mujer terminó de colocar otra de las mini banderitas con purpurina en los cupcakes que habían traído en el catering y tachó de su lista aquella acción.Una tristeza se apoderó de ella cuando pensó en su hijo. Siempre había querido una fiesta de cumpleaños, así, sin embargo, nunca pudo tenerla. Hanna sabía que su hijo comprendía que su situación económica nunca fue la mejor, pero ella lo había visto emocionado en la fiesta de sus antiguos compañeritos de curso.Hanna se movió alrededor de la mesa buffet para niños en el jardín y recolocó uno de los moños que se había movido antes de cerciorarse de que la fuente de chocolate estuviera justo donde había pedido. La mujer se volteó terminando de tachar un par de cosas más en su lista, pero el rostro de la madre de Tiffany hizo que el poco buen humor e
Hanna saludó a un par de padres más mientras recibía los regalos de las hijas de su hermana, La chica que se sentía preocupada por que la verdadera Tiffany apareciese en aquel cumpleaños creando un caos. Maximiliano a su lado colocó una mano en el hueco de su espalda. Hanna le sonrió ligeramente antes aquel toque que le recordaba que cada día tenía menos tiempo con aquel hombre maravilloso que no le pertenecía.— Iré a cerciorarme de que Leila esté portándose bien — la mujer sonrió antes de que aquel hombre le diera un rápido beso en la mejilla — vuelvo en unos minutos.Hanna se quedó una vez más sola en la puerta de la casa, las personas siguieron llegando y todo pareció en calma por unos veinte minutos, sin embargo, cuando un sedán azul se acercó a la entrada, Hanna sintió que sus pies temblaban.La mujer de unos cuarenta años que sostenía un regalo en su mano mientras ayudaba a bajar del auto al pequeño niño de la misma edad de Leila, que ella no podía creer, estuviera a punto de e