Raven siempre había escuchado que los lobos machos eran seres monógamos. Una vez que se enamoran de un compañero le eran fieles el resto de su vida. Sobre todo si encontraban a su mate. Son bestias después de todo.
Por lo que sabía bien que estar con alguien que saltaba de pareja en pareja no era la persona que realmente la amaba. Pero ella tenía un objetivo.
Pero
Llovía. Llovía mucho y su cuerpo estaba helado. Su piel ardía ante las heridas y quemadas recién hechas que azotaban su piel. Aun así no podía llorar. Lo había hecho tanto en las últimas horas que ya no quedaban lágrimas dentro de sus ojos. Su garganta era un desastre que apenas podía emitir algún sonido.
Y ahora estaba sola, en medio de aquel callejón oscuro donde la habían dejado. Apenas tenía fuerza para volver a su forma lobuna y poder salir de allí por sus medios. Tampoco pasaba nadie que la pudiera ayudar y si lo hiciera le tendría miedo de que le hiciera algo de nuevo. Y no podría escapar. Sus muslos magullados llenos de fluidos ajenos y moretones se lo impedían.
Aun así su pecho latía y mucho. Odiaba a esa persona. Aquel que primero la había amenazado con contar su mayor secreto y después traicionado de la más vil manera. Aquel que no le había permitido estar cerca de a quien había objeto de sus sentimientos. Aquel que había roto todos sus planes.
Pero si pensaba que las cosas quedarían así estaba muy equivocado porque ella no pensaba morir allí. Porque los lobos omegas podían dejarse doblegar por un lobo macho, pero eso no significaba que permitiría que su vida terminara allí.
Esa fue la última vez que Raven se permitió sentir, antes de matar las emociones dentro de ella. Olvidándose tanto que aquel lobo que la destruyó, como de aquel que le por primera vez le hizo latir su pecho, y le hizo saber que era encontrar a tu mate y no había evitado que esto le ocurriera.
Solo para volver, años más tarde, mucho más fuerte y no como una simple loba débil. Si no como la segunda al mando del gobierno, aquella que estaba detrás del magnate del país.
Ahora ella era... La sombra del alfa.
Años antes Lawson estaba sentado de mala forma sobre la silla sin importarle mucho el tema que hablaba su hermano menor, un lobezno que cambiaba de novia como de ropa interior, alguien que realmente no hacía honor a su raza. Aquella historia de lobo fiel a su compañera y monógamo no se aplicaba a él en ningún sentido. Quizás por eso las novias de paso como solía llamarlas él solo le duraban contados meses las que más le duraban. Apenas había escuchado que dentro de poco llegaría su actual novia y eso era Wow. Kenny nunca traía mujeres a la casa, esa sería la primera vez. Eso debía ser un cambio significativo no ¿no? Acaso había encontrado realmente a su pareja destinada. Era lo más probable. Tal vez así dejara la vida loca y sexual que tenía y echara raíces. Aunque él no era el mejor para decir eso. No tenía pareja ni interés en encontrar una. Aunque tenía que reconocer que Kenny no traía a sus parejas a la casa por una simple razón. Lawson era
-Oye ¿mi hermano, en serio, te gusta?- un día Lawson la enfrentó y Raven bajo las manos poniéndole pause al juego ante la pregunta. Sabía que solo era cuestión de tiempo -¿Por qué me preguntas algo así?- su tono sonó neutral. Era una loba de pocas palabras. Su lenguaje corporal y su ligero aroma decía más de ella que sus propios labios. -Bueno, cada vez que vienes no protestas cuando te arrastro, ni cuando pasamos más de cuatro horas aquí en mi cuarto los dos, y la verdad nunca los he visto hacer, cosas... cosas de pareja precisamente- su brazo se acomodó en la cama por detrás de los hombros de ella recostada contra esta. -Nuestra relación es…- se detuvo a pensar en las palabras- ¿Diferente?- -No te gusta- afirmó Lawson -Sino que no me dirías eso. Además, tú sabes que algo no está bien- -No tienes que decirlo en ese tono. Él es alguien agradable, cuando quiere- intentó justifica aunque no lo miraba, evitaba la intensa mirada del lobo y e
En la actualidad -Reclutas, fórmense- La orden dada por el general al mando de aquel lugar se oyó alta y clara dentro del campamento de entrenamiento intenso en medio de la nada. Los más de 30 lobos dispersados en todo el perímetro corrieron y se formaron en 4 columnas. Uno detrás de otro, en posición de firme, tensos, rostros rectos y las manos agarradas en su espalda. Disciplina, era la primera y más importante ley para ser el mejor. Y Lawson Conor, nuevo recluta, lobo de alta categoría y aspirante a guardaespaldas de las filas del alfa de la enorme manada que dirigía el país entero, sería el mejor. No había duda de eso. -Ustedes fueron los escogidos en la prueba de iniciación- el general habló con voz grave, pero medida, no necesitaba gritar, se suponía que los lobos allí presentes tenían sus instintos bien desarrollados, y un oído fino- De ustedes solo 5 lobos formaran parte de la guardia personal del Alfa Demon y tendrán una vida llena de l
Lawson aún recordaba el fatídico día cuando un extraño había traído a su hermano llorando. El olor a mariguana, sangre y sexo le había invadido las fosas nasales cuando el lobo sollozante se abalanzó contra él en un mar de temblores. Su ropa estaba sucia y rasgada y había un moretón en su mejilla izquierda. La sangre se secaba en el borde del labio partido. -¿Kenny qué significa esto? ¿Qué ocurrió? ¿Quién es él?- el lobo abrazó a su hermano sollozante, la preocupación carcomiéndolo. -Hermano, ayúdame, Raven, es culpa de Raven causó todo esto. ¿Por qué me lo hizo? ¿Por qué?- su cuerpo más pequeño temblaba y se estremecía tanto que dolía. Lawson lo tomó de los hombros de Kenny y lo separó. -Sé más claro- eso no podía estar ocurriendo. Miles de ideas pasaron por su cabeza, pero ninguna que Raven fuera la causante, ella no era así, a menos que hubiera estado tan ciego de que ella era su mate y no hubiera visto la verdad de ella. Raven me drogó, su
Lawson se sobó la espalda baja mientras dejaba que el agua fría poco agradable se desplazara por su cuerpo llevándose la gruesa capa de polvo y sudor acumulada durante todo el largo día de entrenamiento sin descanso. Le dolía como los mil demonios y el maratón de 10 km que tuvo que correr después no lo había ayudado, al contrario, había hecho que el dolor se agravara. Maldición. Estaba realmente molesto, indignado completamente y a la vez frustrado por no poder explotar o salir a correr en su forma lobuna para intentar quitar el estrés de su interior. Había intentado calmar un poco su sed de venganza incrustando su puño en el rostro arrogante de aquella traidora, pero había terminado haciendo el total ridículo en frente de todos. Y eso había golpeado directo a su orgullo. Sus colmillos dolían queriendo enterrarse en algo. -Te patearon el trasero dulcemente- uno de los reclutas que debía rondar los 40, moreno y de complexión ancha abrió la ducha al lado de la
La Comandante se paseaba con paso ligero sin hacer el menor sonido mirando el rostro de los nuevos reclutas a su mando, que dormitaban profundamente en sus camas. Ni siquiera habían detectado su olor, aunque era normal, ya que ella se encargaba que este fuera lo más leve posible si no estaría en graves problemas. La nave donde dormían era una construcción larga de cemento con ventanas de madera que dejaba pasar la brisa refrescando el lugar. A cada lado se extendían 7 y 8 literas respectivamente separadas por taquillas de metal con tamaño suficiente para guardar lo básico. Algunos tenía sus pertenencias regadas al lado de sus camas, otros eran lo suficientemente consientes para no hacerlo.
Lawson se detuvo delante de la puerta de madera y respiró buscando paciencia de muy dentro. Realmente ya no aguantaba más. Desde un inicio pensó que solo debía aguantar e ignorarla, pero ya era demasiado. Era un lobo macho. Tenía un límite y aquella loba se estaba pasando. Esperó apretando sus puños duros al punto que sintió que sus uñas se enterraban en sus palmas y espeto hasta que el soldado que custodiaba la oficina de la comandante la dejara pasar. -Nunca me imaginé que de todas las personas fueras tú el que viniera a verme- y ahí estaba esa odiosa voz. Calmada, inquebrantable, paciente, sin un ápice de intranquilidad y tan fría que helaba. Incluso un lobo en celo podría enfriarse si estuviera al lado de ella. El recluta caminó hasta ponerse cerca del buró donde la comandante revisaba otros papeles detrás de una montaña de documentos. Ella ni siquiera alzó la mirada para mirarlo. Era como si lo ignorara completamente a pesar de que le había hablado. -Cre
Lawson dejó su espalda recostada sobre la fría y dispareja pared de la estrecha celda de confinamiento. Nada diferente a cuatro paredes en un área de 2x3, con una tabla dura elevada a modo de cama más incómoda que el suelo donde su cuerpo grande no cabía y un retrete, al menos no tendría que hacer sus necesidades en una esquina, dado su fino olfato no podría dormir si lo hacía. Arriba de su cabeza una pequeña ventana tenía la función de respiradero y dejaba entrar algo de luz indicándole que hacía ya 6 horas que estaba allí dentro encerrado. Suspiró revolviéndose el cabello. Aquello se estaba tornando difícil, él no se caracterizaba por tener mucha paciencia o de estar en lugares tan cerrados. Tenía que respirar profundo para que la ansiedad de estar en un lugar tan pequeño no lo atormentara. Además, sabiendo las intenciones de Raven de expulsarlo del campamento, las posibilidades de lograr sus objetivos, ahora que estaba ahí se estaban estrechando. Tenía que emplearse a fon