Lawson aún recordaba el fatídico día cuando un extraño había traído a su hermano llorando. El olor a mariguana, sangre y sexo le había invadido las fosas nasales cuando el lobo sollozante se abalanzó contra él en un mar de temblores. Su ropa estaba sucia y rasgada y había un moretón en su mejilla izquierda. La sangre se secaba en el borde del labio partido.
-¿Kenny qué significa esto? ¿Qué ocurrió? ¿Quién es él?- el lobo abrazó a su hermano sollozante, la preocupación carcomiéndolo.
-Hermano, ayúdame, Raven, es culpa de Raven causó todo esto. ¿Por qué me lo hizo? ¿Por qué?- su cuerpo más pequeño temblaba y se estremecía tanto que dolía.
Lawson lo tomó de los hombros de Kenny y lo separó.
-Sé más claro- eso no podía estar ocurriendo. Miles de ideas pasaron por su cabeza, pero ninguna que Raven fuera la causante, ella no era así, a menos que hubiera estado tan ciego de que ella era su mate y no hubiera visto la verdad de ella.
Raven me drogó, sus amigos me golpearon, casi me viola hermano y me amenazó. Estaba molesta, decía que quería terminar algo, pero no sé por qué. Yo la traté tan bien, pero ella, ella, no entiendo por qué me odia- sollozó- Sino fuera por esta alma que me salvó ahora no sabría qué hacer con mi vida- Enterró su rostro contra el pecho de su hermano mayor temblando mientras las lágrimas manchaban su camiseta.
-Lo siento- Lawson también tembló ante la conmoción de lo que estaba escuchando- Si hubiera actuado antes, esto no habría pasado- la culpa comenzaba a removerse dentro de él. Acaso ella había hecho todo aquello porque… se habían besado. Porque ella estaba interesado en él, no en su hermano menor, porque le había pedido que rompiera con él.
Aún no lo podía procesar.
-¿Qué sabes tú?- Kenny le gritó.
Lawson no supo qué responder. No era como si pudiera decir lo que había ocurrido entre Raven y él.-De hace un tiempo para acá, Raven lo ha estado maltratando- el hombre que se decía salvador habló por primera vez- No le respondía las llamadas, decía que estaba ocupada. Incluso ella lo golpeó en el rostro una vez porque él no quiso dejarla. No sería la primera vez que me interpusiera para que no le hiciera daño-
Lawson mordió su labio. Sí, recordaba cuando su hermano había llegado con una buena bofetada en el rostro. Fue dos días después que Raven y él tuvieron un poco de intimidad en su cuarto. No había sabido de ella después de eso.
Dios, todo aquello era una desgracia.-Gracias por cuidarlo- le dijo al hombre abrazando más a su hermano menor reconfortándolo. Debía sentirse desbastado, ya que no estaba acostumbrado al rechazo. Esta era su primera vez. Y él también. Sentía que su pecho dolía al oír todo aquello.
-No es nada- el extraño sonrió.
Después de ese día, Lawson no paró de pensar en el tema y el daño a su hermano. Kenny parecía entretenido en su mundo, pasaba mucho tiempo fuera de la casa, regresaba borracho. Hasta comenzó a drogarse y tuvieron que recluirlo en una clínica en contra de su voluntad, pero poco tiempo después de salir volvió a recaer. Fueron años muy duros para su familia. Kenny no fue el mismo. Solo después del quinto año volvió a su camino enderezado, aunque Lawson sabía que se drogaba, tomaba y andaba con mujeres de vez en cuando y a escondidas. Nunca más tocaron el tema de Raven.
Pero Lawson no iba a dejar las cosas así. La vida de su hermano se había desmoronado por ella y odiaba cada vez más haberse besado y dejado cautivar por la loba. Saber que ella era su mate ahora le dio asco y rezaba cada noche porque fuera una broma de mal gusto. La odiaba, sí. Mucho. Por ser la promotora de la destrucción de la felicidad de su familia.
Y aunque sus caminos no se habían vuelto a encontrar por mucho que la buscó, la idea de destruirla a como diera lugar no había salido de su cabeza. Aun si su instinto le decía que ella era su otra mitad. Quería que ella sufriera lo mismo que ellos, pero encontró que ella había desaparecido, como si la tierra se lo hubiera tragado.
Habían pasado ya 7 años desde el incidente. Ahora tenía 29, pero cada día el calor de poder vénganse y aplacar el odio dentro de él, lo quemaba por dentro y crecía día por día.
Pero ahora, y por lo visto, el destino se había puesto de su lado.-Ni que fuera tan impresionante- dijo en voz alta sin darse cuenta.
-¿Qué has dicho recluta?- el general le gritó desde la tarima y todos lo miraron con expresión estupefactos.
Había metido la pata, maldito oído desarrollado lobuno. Pero por qué no seguir con el juego, después de todo, ninguno de los presentes se notaba complacido con su nueva profesora. Y muchísimo menos él. Que mejor momento para avergonzarla y comenzar su venganza.
-Digo que nuestra nueva profesora no sea lo suficientemente fuerte para ni siquiera soportar un golpe de nosotros, se quebraría ese cuerpo delgado suyo. Acaso no lo ve. La superamos en número y en masa muscular. Ni siquiera da miedo-
-Insolente...-el rostro del general se puso rojo y sacó sus colmillos. Estaba seguro de que ellos decían eso porque no la tenían tan cerca como él que estaba sudando frío por el aura de ella. No le avergonzaría decir que le tenía miedo.
La Comandante lo volvió a detener.
Sin decir una palabra Raven caminó al borde de la tarima y se lanzó el metro y medio que tenía de altura para caer con la elegancia de una loba detrás de su presa. La gruesa capa del mismo color rojo vino de su uniforme cayó sobre su espalda hasta las rodillas acomodándose en sus hombros cuando se irguió. Los reclutas tragaron en seco. Ahora si lo pudieron sentir. La atmósfera a su alrededor era más fuerte y densa ahora que estaba a su nivel incluso cuando a muchos no les llegaba a la barbilla.
-Vamos a probar tu teoría, recluta- la voz de ella era más ronca, más madura, más seca que en el pasado. Sin ápice de emoción.
Y la insolente se hacía la que no lo conocía, eso enfureció más a Lawson. No la había visto pasear por su casa, por bastante tiempo por gusto, ni comido en su mesa durante las noches, ni quedarse viendo películas con él mientras peleaba cuál era la mejor para ver, o lo que más hacían, pasar tiempo jugando.
Soltó una carcajada apretando los dientes indignados.
-Con gusto-
Los tres soldados ante él se corrieron junto con los otros dándole espacio. Este sería un buen espectáculo de vergüenza para la nueva profe. No le importó que fuera una loba, que fuera su mate. Ella era precisamente esa loba, la que odiaba con cada fibra de su ser.
Lawson caminó con paso decidido hacia adelante y al estar a pocos metros levantó el brazo con toda la fuerza y el rencor de años guardados para golpear el rostro joven de Raven, pero solo se encontró volando por los aires y caer de espalda quedándose noqueado en el suelo. El dolor que se extendió por su cuerpo no dejó que pudiera levantarse, apenas ni moverse ni respirar.
Miró, con dificultad, a los otros reclutas asombrados que retrocedían evitando involucrarse para luego enfocar a la mujer parada a su lado. Esta soltó su brazo que cayó al suelo con un sonido sordo y lo miraba con ojos fríos y distantes. Sin rastros de aquel brillo que conocía muy bien y que no había podido olvidar en esos 7 años que habían pasado.
-Solo diré una cosa, para ti y los demás, y esperó que les quede claro durante todo el tiempo que vamos a estar trabajando juntos- se arrodilló para estar más cerca de él y que fuera bien claro lo que iba a decirle. Entrecerró los ojos bajo las largas pestañas oscuras- Perro que ladra… no muerde, así que cierra el hocico-
Lawson se sobó la espalda baja mientras dejaba que el agua fría poco agradable se desplazara por su cuerpo llevándose la gruesa capa de polvo y sudor acumulada durante todo el largo día de entrenamiento sin descanso. Le dolía como los mil demonios y el maratón de 10 km que tuvo que correr después no lo había ayudado, al contrario, había hecho que el dolor se agravara. Maldición. Estaba realmente molesto, indignado completamente y a la vez frustrado por no poder explotar o salir a correr en su forma lobuna para intentar quitar el estrés de su interior. Había intentado calmar un poco su sed de venganza incrustando su puño en el rostro arrogante de aquella traidora, pero había terminado haciendo el total ridículo en frente de todos. Y eso había golpeado directo a su orgullo. Sus colmillos dolían queriendo enterrarse en algo. -Te patearon el trasero dulcemente- uno de los reclutas que debía rondar los 40, moreno y de complexión ancha abrió la ducha al lado de la
La Comandante se paseaba con paso ligero sin hacer el menor sonido mirando el rostro de los nuevos reclutas a su mando, que dormitaban profundamente en sus camas. Ni siquiera habían detectado su olor, aunque era normal, ya que ella se encargaba que este fuera lo más leve posible si no estaría en graves problemas. La nave donde dormían era una construcción larga de cemento con ventanas de madera que dejaba pasar la brisa refrescando el lugar. A cada lado se extendían 7 y 8 literas respectivamente separadas por taquillas de metal con tamaño suficiente para guardar lo básico. Algunos tenía sus pertenencias regadas al lado de sus camas, otros eran lo suficientemente consientes para no hacerlo.
Lawson se detuvo delante de la puerta de madera y respiró buscando paciencia de muy dentro. Realmente ya no aguantaba más. Desde un inicio pensó que solo debía aguantar e ignorarla, pero ya era demasiado. Era un lobo macho. Tenía un límite y aquella loba se estaba pasando. Esperó apretando sus puños duros al punto que sintió que sus uñas se enterraban en sus palmas y espeto hasta que el soldado que custodiaba la oficina de la comandante la dejara pasar. -Nunca me imaginé que de todas las personas fueras tú el que viniera a verme- y ahí estaba esa odiosa voz. Calmada, inquebrantable, paciente, sin un ápice de intranquilidad y tan fría que helaba. Incluso un lobo en celo podría enfriarse si estuviera al lado de ella. El recluta caminó hasta ponerse cerca del buró donde la comandante revisaba otros papeles detrás de una montaña de documentos. Ella ni siquiera alzó la mirada para mirarlo. Era como si lo ignorara completamente a pesar de que le había hablado. -Cre
Lawson dejó su espalda recostada sobre la fría y dispareja pared de la estrecha celda de confinamiento. Nada diferente a cuatro paredes en un área de 2x3, con una tabla dura elevada a modo de cama más incómoda que el suelo donde su cuerpo grande no cabía y un retrete, al menos no tendría que hacer sus necesidades en una esquina, dado su fino olfato no podría dormir si lo hacía. Arriba de su cabeza una pequeña ventana tenía la función de respiradero y dejaba entrar algo de luz indicándole que hacía ya 6 horas que estaba allí dentro encerrado. Suspiró revolviéndose el cabello. Aquello se estaba tornando difícil, él no se caracterizaba por tener mucha paciencia o de estar en lugares tan cerrados. Tenía que respirar profundo para que la ansiedad de estar en un lugar tan pequeño no lo atormentara. Además, sabiendo las intenciones de Raven de expulsarlo del campamento, las posibilidades de lograr sus objetivos, ahora que estaba ahí se estaban estrechando. Tenía que emplearse a fon
Raven se sacudió intentando quitarse a Lawson de encima, a esa altura los colmillos de ella eran visibles y amenazadores. El calor era sofocante en aquella celda, las densas feromonas que el lobo soltaba y que como quiera que fuera buscaba estimular la parte que le correspondía dentro de ella, el toque del lobo sobre su cuerpo, algo que la estremeció y no de la mejor forma, odiaba el contacto físico. Y además, si se le sumaba su grueso uniforme que cubría todo su cuerpo, incluyendo los guantes y botas altas, y el cuerpo que sudaba sobre ella y estaba caliente, como que la situación era un poco abrumadora. Su vista se nubló un poco ante todos los estímulos de golpe, sobre todo porque su cuerpo quería rendirse a él, su mate, pero restregó la cabeza para despejarla revolviendo el cabello sobre su frente. No lo haría. Se había jurado que abandonaría todo instinto relacionado con lo sexual y reproductivo y a enterrar vivo a aquella persona que era su media naranja. Su vida ahora
Lawson oyó los latidos de su corazón en los oídos. El cañón de la pistola de Raven apuntaba al medio de su frente sin el seguro y estaba consiente que la mujer sosteniendo el arma sería capaz de jalar el gatillo sin el menor arrepentimiento, aun si eso le destrozara el alma. Los ojos de ella ya ni siquiera eran algo de este mudo, la parte que normalmente debía ser blanca había tomado una coloración negra y el dorado de sus iris era tan potente que la pupila apenas era perceptible. Dios, esos ojos daban miedo, eran los ojos de una bestia dispuesta a destrozar a su presa. Y esa presa resultaba ser él. La había subestimado. El lobo se mantuvo quieto sobre la cama sin mover un músculo, no se atrevía o terminaría con un hueco entre ceja y ceja. Sudaba completamente de arriba abajo y estaba seguro de que su tez se había vuelto totalmente blanca. Porque una cosa era enfrentarse cuerpo a cuerpo contra alguien y otra completamente diferente era luchar contra un arma que se di
-Agilidad, velocidad, destreza. Son los puntos claves para un buen ataque- Raven caminaba de un lado a otro con las manos en su espalda dentro del círculo conformado por los reclutas dentro del cuartel de entrenamiento. Su voz era firme, pero baja probando las habilidades auditivas de todos, notando que no estaban tan mal, después de todo. Ellos prestaban la debida atención. A pesar de no llevar su elaborado y caloroso uniforme esta vez, dado que había mandado a lavarlo y todavía estaba secándose por lo grueso de la tela, eso sin quitar que el día estaba más caloroso que el anterior, este había sido sustituido por uno más sencillo. Conformado por un pantalón oscuro que se ajustaba a sus caderas redondeadas y firmes por sus años de ejercicios, y una camisa negra de mangas largas. Con detalles en rojo, y sus característicos guantes. Era más fresco, pero aun así alguna gota de sudor se escapaba de vez en vez. Y también podía moverse mucho más fácil ahora que el entrenam
Raven solía esconder su cuerpo de todos. Lo odiaba, sobre todo porque cada vez que veía las marcas sobre su piel le hacía recordar su pasado, ese que detestaba tanto y que todavía la perseguía, aun cuando ella solo quería escapar de él. Su mente estaba centrada pensando en cómo seguir con el entrenamiento aprovechado que a esa hora no se usaban las duchas para hacerlo ella. Aunque sus planes de estar precisamente sola se fueron a la basura cuando escucho unos pasos entrar en el recinto y un olor familiar llegar a sus fosas nasales. No lo podía creer y un estremecimiento la recorrió. Lentamente, giró la cabeza por encima del hombro encontrándose con el lobo que menos quería que descubriera su más sagrado secreto. Se quedó atómica y tragó en seco. Intentó que su semblante fuera lo más neutral del mundo, pero sabía que el color había abandonado sus mejillas. De todas las personas en la aquel campamento, la que menos quería que supiera su condición estaba parada mirándol