Lawson se sobó la espalda baja mientras dejaba que el agua fría poco agradable se desplazara por su cuerpo llevándose la gruesa capa de polvo y sudor acumulada durante todo el largo día de entrenamiento sin descanso. Le dolía como los mil demonios y el maratón de 10 km que tuvo que correr después no lo había ayudado, al contrario, había hecho que el dolor se agravara.
Maldición.
Estaba realmente molesto, indignado completamente y a la vez frustrado por no poder explotar o salir a correr en su forma lobuna para intentar quitar el estrés de su interior. Había intentado calmar un poco su sed de venganza incrustando su puño en el rostro arrogante de aquella traidora, pero había terminado haciendo el total ridículo en frente de todos. Y eso había golpeado directo a su orgullo. Sus colmillos dolían queriendo enterrarse en algo.
-Te patearon el trasero dulcemente- uno de los reclutas que debía rondar los 40, moreno y de complexión ancha abrió la ducha al lado de la de él. En su rostro había una sonrisa de satisfacción de seguro porque pensaba que ya había alguien menos de quien preocuparse.
-Ya pasé por mi dosis de humillación, no tienes que volver a recordármelo- Lawson gruñó pareciendo indiferente. Una estrategia que le había funcionado a lo largo de los años para los que usaban burlarse erróneamente de su persona.
-Te recomiendo que bajes esos humos hermano, la Comandante Leus a pesar de parecer frágil por ser una loba es conocido por someter hasta los más fuertes, es una leyenda, así que mejor piensa mejor tu próximo movimiento, eso si quieres terminar el campamento… vivo-
-Parece que la conoces bien, o acaso estás interesado en follártela, tus ojos brillan mientras hablas de ella- Lawson dijo con ironía, pero un sentimiento incómodo se alojó dentro de él. Si, la odiaba por todo lo que había pasado, pero como todo lobo macho que había encontrado a su mate, él como que no permitiría que nadie le pudiera las manos encimas antes de que él, fuera en el sentido que fuese
-Solo tuve un amigo que estuvo el año pasado haciendo servicio en una de las residencias del alfa. Y como que lo pasa junto al alfa no se queda ahí. La cachorra tiene el lugar muy bien merecido. Además de lo que se le conoce sobre la matanza de 10 asaltantes, el año pasado se deshizo de los 40 asesinos a sueldo que atacaron al alfa ella sola, en una de las tantas visitas al templo, y salió ilesa para contarlo. Pero al parecer eres del grupo que no está informado sobre el tema, más bien, muchos no saben de la cantidad de personas que se encarga ella de quitar del camino del alfa. Más bien, hay un rumor que dicen que es la amante del alfa, porque no es posible que alguien sea tan devoto a un lobo y sacrificar casi su vida con él- este se quitó el agua que roció su rostro- Dios, esto es vida- dijo con placer que Lawson reconoció. El día había sido intenso.
Pero a pesar de las palabras del recluta sobre Raven le hicieron ruido en el sistema. Sobre todo, la parte de que era amante del alfa. Así que además la m*****a había corrido a los brazos del mayor lobo de la zona para aprovechar sus beneficios. Era alguien inteligente e interesada. Dos características que se sumaron a las que ya le había puesto de forma negativa.
Lawson miró de reojo al otro lobo frunciendo el ceño. No necesitaba que alguien le dijera lo que tenía que hacer y si, se había dado cuenta de que, por el momento, era inferior a la loba más joven. Lo había sentido cuando su mano enguantada había agarrado la suya firmemente al punto de que los huesos debajo de sus dedos habían crujido. No era para nada igual al agarre de años anteriores, al toque delicado y coqueto de una loba queriendo conquistar a su lobo.
No, para nada. Era como si ahora no quedara nada de eso. Porque hasta su mirada, su olor y su forma de moverse era diferente. Si no fuera porque la conocía de antes podría afirmar que era una loba completamente diferente.
Se giró ignorando los demás y salió de la ducha enrollando una toalla en su estrecha cintura. Ni siquiera un buen baño podía hacer maravillas. No entendía como las cosas habían terminado de esa manera.
La primera vez que la había visto le pareció la típica muchacha inocente que no mataría una mosca. Su parte salvaje la había reconocido como su pareja, la loba que era perfecta para estar a su lado y hacerlo feliz.
En aquel momento ella tenía poco más de 18 años, cuatro años menos que él. Con su cabello muy largo y negro que rozaba su cadera, piel pálida y cuidada, ojos oscuros y penetrantes rodeados de pestañas más oscuras aun y espesas, un cuello largo y esbelto que invitaba a morder esa nuca y dejar los colmillos allí marcados permanentemente. Curvas pronunciadas sin exagerar a pesar de su ropa holgada, pero que a él como su pareja destinada realmente lo encendía.
Sencilla pero hermosa. Habían encajado bien juntos. Inteligente y decidida, reservada y misteriosa. Pero con una fragancia suave que lo hacía vacilar a cada rato. Si, esa era Raven pero solo con 18 años.
Ahora la cosa era diferente. No quedaba nada de esa mirada tranquila. Simplemente, había notado una nebulosa espesa en sus orbes que no pudo descifrar. Su cabello ahora recortado a la altura de los hombros de forma recta hacía que se viera más severa, mucho más adulta que su edad actual, solamente el leve flequillo hacía el intento de suavizar los músculos tiesos por falta de expresión. No quedaba ni rastro de la imagen dulce e inocente de años atrás.
Aun así, no le importó que le hubiera pasado y que la hubiera hecho ser así. La odiaba y mucho. Por todo lo que les había hecho. Por depositar la confianza en ella y que ella la aplastara de modo tan miserable. Pero lo que más le dolía es que él mismo se permitió sentir por ella, dejar que sus instintos tomaran el control por un momento, y sus sentimientos solo se habían desmoronado y tirados a la basura.
Golpeó al lado del espejo de su taquilla con su puño cerrado, provocando que más de uno lo miraran ante la intensidad del sonido. Tomó la toalla y empezó a secar su cabello rubio con reflejos cobrizos algo más recortado en la parte de la nuca que en la parte superior donde se alborotaba cayéndole en parte sobre él inició de la frente. Sus ojos verdes estaban oscuros por la furia contenida y su cuerpo marcaba los músculos tensos dolorosamente.
Definitivamente, sería el mejor del campamento y le enseñaría a Raven que él no era un lobo fácil que ella pudiera manipula a su antojo. Le demostraría que no podía jugar con sus sentimientos de esa forma.
***
Raven puso el expediente sobre la mesa y se masajeó el punto ubicado entre los ojos. De todos los lobos del país tenía que ser él. De todos los residentes de la manada, su peor pesadilla la perseguía y de paso la agredía frente a todos sin justificación alguna.
Aunque tenía que reconocer que su reacción en torno a ella había sido algo intensa para haberse reencontrado después de tantos años. Tal vez quería llamar su atención para que lo reconociera, habían pasado 7 años sin verse, era el pensamiento más lógico. Aunque conociendo a Lawson, eso no encajaba en él.
Su mirada había sido de puro odio y la intensidad del golpe había sido real por lo que por su cabeza debía rondar algo de lo que ella no estaba consciente. Lástima que el lobo solo sabía atacar y ella solía responder con la misma fuerza como reflejo de años duros de entrenamiento y de poner su vida al límite. Había usado su mismo impulso para dejarlo en el suelo sin apenas esfuerzo. Aunque tenía que decir que de seguro el golpe le había dolido bastante. Ella no era de las que se contenía.
No entendía su reacción hacia su persona. Pero de algo estaba segura, no podía permitir que su pasado formara parte de su presente y de su futuro. No ahora que había podido dejarlo de lado por tanto tiempo. Sería complicado, después de todo ignorar a tu mate, el lobo que se te había sido destinado era realmente difícil.
Suspiró pasando la mano por su cabello retirándolo inútilmente del rostro. Si quería que el resto de su vida fuera tranquila como hasta el momento no pudiera permitir que el rubio terminara el campamento y formara parte de las filas del alfa.
Y ella se encargaría que él mismo renunciara.
La Comandante se paseaba con paso ligero sin hacer el menor sonido mirando el rostro de los nuevos reclutas a su mando, que dormitaban profundamente en sus camas. Ni siquiera habían detectado su olor, aunque era normal, ya que ella se encargaba que este fuera lo más leve posible si no estaría en graves problemas. La nave donde dormían era una construcción larga de cemento con ventanas de madera que dejaba pasar la brisa refrescando el lugar. A cada lado se extendían 7 y 8 literas respectivamente separadas por taquillas de metal con tamaño suficiente para guardar lo básico. Algunos tenía sus pertenencias regadas al lado de sus camas, otros eran lo suficientemente consientes para no hacerlo.
Lawson se detuvo delante de la puerta de madera y respiró buscando paciencia de muy dentro. Realmente ya no aguantaba más. Desde un inicio pensó que solo debía aguantar e ignorarla, pero ya era demasiado. Era un lobo macho. Tenía un límite y aquella loba se estaba pasando. Esperó apretando sus puños duros al punto que sintió que sus uñas se enterraban en sus palmas y espeto hasta que el soldado que custodiaba la oficina de la comandante la dejara pasar. -Nunca me imaginé que de todas las personas fueras tú el que viniera a verme- y ahí estaba esa odiosa voz. Calmada, inquebrantable, paciente, sin un ápice de intranquilidad y tan fría que helaba. Incluso un lobo en celo podría enfriarse si estuviera al lado de ella. El recluta caminó hasta ponerse cerca del buró donde la comandante revisaba otros papeles detrás de una montaña de documentos. Ella ni siquiera alzó la mirada para mirarlo. Era como si lo ignorara completamente a pesar de que le había hablado. -Cre
Lawson dejó su espalda recostada sobre la fría y dispareja pared de la estrecha celda de confinamiento. Nada diferente a cuatro paredes en un área de 2x3, con una tabla dura elevada a modo de cama más incómoda que el suelo donde su cuerpo grande no cabía y un retrete, al menos no tendría que hacer sus necesidades en una esquina, dado su fino olfato no podría dormir si lo hacía. Arriba de su cabeza una pequeña ventana tenía la función de respiradero y dejaba entrar algo de luz indicándole que hacía ya 6 horas que estaba allí dentro encerrado. Suspiró revolviéndose el cabello. Aquello se estaba tornando difícil, él no se caracterizaba por tener mucha paciencia o de estar en lugares tan cerrados. Tenía que respirar profundo para que la ansiedad de estar en un lugar tan pequeño no lo atormentara. Además, sabiendo las intenciones de Raven de expulsarlo del campamento, las posibilidades de lograr sus objetivos, ahora que estaba ahí se estaban estrechando. Tenía que emplearse a fon
Raven se sacudió intentando quitarse a Lawson de encima, a esa altura los colmillos de ella eran visibles y amenazadores. El calor era sofocante en aquella celda, las densas feromonas que el lobo soltaba y que como quiera que fuera buscaba estimular la parte que le correspondía dentro de ella, el toque del lobo sobre su cuerpo, algo que la estremeció y no de la mejor forma, odiaba el contacto físico. Y además, si se le sumaba su grueso uniforme que cubría todo su cuerpo, incluyendo los guantes y botas altas, y el cuerpo que sudaba sobre ella y estaba caliente, como que la situación era un poco abrumadora. Su vista se nubló un poco ante todos los estímulos de golpe, sobre todo porque su cuerpo quería rendirse a él, su mate, pero restregó la cabeza para despejarla revolviendo el cabello sobre su frente. No lo haría. Se había jurado que abandonaría todo instinto relacionado con lo sexual y reproductivo y a enterrar vivo a aquella persona que era su media naranja. Su vida ahora
Lawson oyó los latidos de su corazón en los oídos. El cañón de la pistola de Raven apuntaba al medio de su frente sin el seguro y estaba consiente que la mujer sosteniendo el arma sería capaz de jalar el gatillo sin el menor arrepentimiento, aun si eso le destrozara el alma. Los ojos de ella ya ni siquiera eran algo de este mudo, la parte que normalmente debía ser blanca había tomado una coloración negra y el dorado de sus iris era tan potente que la pupila apenas era perceptible. Dios, esos ojos daban miedo, eran los ojos de una bestia dispuesta a destrozar a su presa. Y esa presa resultaba ser él. La había subestimado. El lobo se mantuvo quieto sobre la cama sin mover un músculo, no se atrevía o terminaría con un hueco entre ceja y ceja. Sudaba completamente de arriba abajo y estaba seguro de que su tez se había vuelto totalmente blanca. Porque una cosa era enfrentarse cuerpo a cuerpo contra alguien y otra completamente diferente era luchar contra un arma que se di
-Agilidad, velocidad, destreza. Son los puntos claves para un buen ataque- Raven caminaba de un lado a otro con las manos en su espalda dentro del círculo conformado por los reclutas dentro del cuartel de entrenamiento. Su voz era firme, pero baja probando las habilidades auditivas de todos, notando que no estaban tan mal, después de todo. Ellos prestaban la debida atención. A pesar de no llevar su elaborado y caloroso uniforme esta vez, dado que había mandado a lavarlo y todavía estaba secándose por lo grueso de la tela, eso sin quitar que el día estaba más caloroso que el anterior, este había sido sustituido por uno más sencillo. Conformado por un pantalón oscuro que se ajustaba a sus caderas redondeadas y firmes por sus años de ejercicios, y una camisa negra de mangas largas. Con detalles en rojo, y sus característicos guantes. Era más fresco, pero aun así alguna gota de sudor se escapaba de vez en vez. Y también podía moverse mucho más fácil ahora que el entrenam
Raven solía esconder su cuerpo de todos. Lo odiaba, sobre todo porque cada vez que veía las marcas sobre su piel le hacía recordar su pasado, ese que detestaba tanto y que todavía la perseguía, aun cuando ella solo quería escapar de él. Su mente estaba centrada pensando en cómo seguir con el entrenamiento aprovechado que a esa hora no se usaban las duchas para hacerlo ella. Aunque sus planes de estar precisamente sola se fueron a la basura cuando escucho unos pasos entrar en el recinto y un olor familiar llegar a sus fosas nasales. No lo podía creer y un estremecimiento la recorrió. Lentamente, giró la cabeza por encima del hombro encontrándose con el lobo que menos quería que descubriera su más sagrado secreto. Se quedó atómica y tragó en seco. Intentó que su semblante fuera lo más neutral del mundo, pero sabía que el color había abandonado sus mejillas. De todas las personas en la aquel campamento, la que menos quería que supiera su condición estaba parada mirándol
Aquella noche en el pasado Kenny había estado más distante de ella, más frío, más grosero que de costumbre. No había sonreído en todo el día y le gruñía de vez en cuando, incluso el beso que le había robado había sido rudo y hasta cierto punto violento. No era como que a Raven le importara mucho. Su cuerpo cada vez respondía menos a él, solo estaba obligada a ser su pareja porque él conocía un pequeño detalle de ella que la tenía atada de manos y pies. Si no fuera por eso correría a los brazos de su pareja sin pensárselo dos veces. Él no le hacía mucho caso recientemente y Raven hasta llegó a penar que el olor de Lawson se había incrustado en ella, aunque no lo sentía así. Su novia tenía sus episodios bipolares y era mejor ignorarlos. A veces se preguntaba que le había gustado de él en un inicio, aunque tenía que reconocer que ya no era su rostro lo que veía en sus sueños. Algo que guardaría hasta el día que estuviera en su tumba. Así como si secreto, nadie deb