—¿Está viendo este puntito que está aquí? —Amber asintió con los ojos llenos de lágrimas—. Ese es su bebe.Las palpitaciones del corazón de la pelirroja se aceleraron al ver, y escuchar a su pequeño bebe. Por suerte era uno solo. Amber le dió gracias a Dios por eso, porque tener que lidiar con múltiples bebés, sin dinero, y sola, definitivamente iba a ser muy difícil.Aspiró tratando de controlarse, viendo como el médico limpiaba el gel de su aún plano vientre.—¿A qué tiempo se puede ver el sexo del bebe? —preguntò ella abotonado su pantalón blanco corte algo.—Desde las dieciséis semanas en adelante podremos verlo —respondió la doctora amablemente.Amber tomó el eco en sus manos y salió de la clínica.Iba tan distraída, que no se dió cuenta de la imponente figura que tenía a sus espalda, ese olor agradable,y ese sentimiento imponente, que transmitían ellos, era muy difícil de no reconocerSe volteó levemente, con el corazón en la boca para ver a Fernando Laureti con una sonrisa en s
El rostro de Fernando viajó de rojo a blanco pálido en cuestión de segundos . Se puso de pie ante la mirada nerviosa de Amber y caminó por toda la pequeña sala.—¿Embarazada? —Amber asintió mordiendo sus labios —¿De Andrea? Es obvio —tomó su cabeza entre sus manos—¿Cómo? No me digas —Amber no pudo evitar sonreír —¿Sabes lo que significa esto para mi no es así?—No, no lo sé —dijo ella bajando la mirada.—¡Es como si fuera mi hijo! —tomó su frente que había comenzado a sudar —, somos gemelos, 97 por ciento de genética. Ese niño es mío Amber.Amber arrugó el entrecejo.«Este está loco de remate», pensó negando con la cabeza.—Debemos hablar con Andrea, esto es muy importante, seremos padres, es una gran noticia, pero…¿Que se supone que hacen los padres? ¡Joder! Esto es algo grave —hablaba para él mientras caminaba de un lado a otro.—Fernando, Fernando, ¡FERNANDO! —gritó Amber para llamar su atención. Fernando se giró para verla—. No le diremos a Andrea, y debes prometerlo.—Pero… Tiene
Amber no supo qué hacer, cada parte de su ser estaba tieso como un palo gracias al hombre que estabas en frente ella, hombre que ella amaba, hombre con el que había soñado cada noche de esos dos meses y hombre que miraba su vientre notoriamente sorprendido.—¿Estás embarazada ? —preguntó asombrado.Amber no sabía qué responder, se suponía que el embarazo era un tema que Andrea no debía saber aún, pero él estaba ahí, mirando el hermoso vientre de Amber con los labios abiertos, y los ojos brillosos.«¡Dios mío! ¿qué hago?», pensó Amber nerviosa.—No, pues, no estoy embarazada, es solo que me comí un balón —respondió de pronto y Andrea sonrió con tristeza.Quería abrazarla, quería besarla. Había olvidado lo que era sonreír, había olvidado lo que era escuchar esas ocurrencias, había olvidado lo que era ser feliz.—Amber, que gusto verte, yo…—Lo siento mucho señor Andrea, tengo trabajo y no puedo seguir platicando con usted —intentó girarse pero Andrea la tomó de su brazo.—No puedes irte
¿Será que las casualidades existen? Pues, es un misterio, o simplemente es la vida poniendo todo en el lugar perfecto, la razón, no la sabemos, y creo que jamás la sabremos.Andrea estaba ahí, con unos ecos en sus manos que Amber no sabía de quién era. Por un momento muchas ideas locas viajaron por su mente, pero, lo que dijo el hombre es cuestión la dejo estática.—¿Tu sabías que ella iba a tener un hijo mío y no me dijiste nada? —dijo fulminando a Fernando con la mirada—. ¿Has venido hasta aquí a ver a mi hijo? ¿ O acaso te gusta Amber? —preguntó molesto.Las venas de la frente de Andrea ardían en ese momento. Estaba furioso, él siempre había tenido un carácter estoico, y más ahora, que estaba cansado de tanta mirada en su vida.—Andrea puedo explicarte, no es necesario que pienses que me gusta Amber —respondió Fernando sincero.—No, ¿y entonces porqué no me dijiste que estaba embarazada?—Porque tú estabas ocupado con tu familia, ¡Joder! —intervino Amber con el rostro rojo.—No voy
Un cálculo matemático se formuló en la mente de Andrea Laureti, millones de pensamientos lo invadieron, porque, no solo existía la posibilidad de que Dante fuera hijo de Fernando, sino que también existía algo que se llama lealtad, una lealtad que Fernando no había cumplido, y si había algo que Andrea cuidaba era, su familia.—¿Me estás jodiendo? ¿Esto es una broma? —preguntó muerto de miedo.Fernando suspiró, para posterior a eso, levantarse del asiento dónde estaba.—Lo siento, no lo hago, y siento mucho decírtelo hasta ahora Andrea, es solo que…—¡Cállate la maldita boca, Fernando! ¡Cállate! No me digas una mierda, no puedo creer que tú te estuviste tirando a mi mujer mientras ella estaba conmigo.—Ya va… ya va… no fueron así las cosas, cuando me enteré qué ella salía contigo deje de buscarla, Andrea, eso fue hace cinco años.Andrea se quedó mirando a su gemelo, como si fuera un puto reflejo de él, era su brother, el hombre que más amaba después de su padre.—¡¿Dante es tu hijo?! —
Amber era la perfección hecha mujer, todo de ella era belleza, todo de ella era despampanante, y lo sabía, porque, al ponerse el vestido color plata, todo brillante que se había puesto ese día para la inauguración de la casa de moda que era de su madre, se veía exquisita, su barriga de pocos meses la hacía lucir sexi, sumándole a eso sus hermosos cabellos, y sus ojos claros que hacía contraste con su rostro.Maquilló su cara delicadamente y tomó el bolso de mano para bajar las escaleras. Álvaro le dijo que estaría temprano en la entrada de su casa. Amber estaba pensando seriamente en darse la oportunidad con su profesor. Ella era una mujer cansada de sufrir, y veía en Álvaro el escape al dolor que sentía cada noche cuando se imaginaba a Astrid haciendo el amor con Andrea. Sí, sabía que si le decía a Andrea lo que sabía, seguramente él la iba a mandar a investigar a Astrid, pero, sentía en su interior que Andrea Laureti se merecía sufrir, se merecía darse cuenta, tarde, de la clase de
—No, no es tu hijo, ¿Eso querías saber? —respondió Andrea a la pregunta que le hacía Fernando.Los ojos de Fernando se oscurecieron tanto, que parecían negros. Su rostro se tornó colorado, y un suspiro de desconcierto salió de sus labios. El siempre pensó que Dante era su hijo, lo imaginaba, porque, aunque Astrid no se lo había dicho, siempre sintió una conexión especial con el pequeño, pero, la realidad era que la mujer tenía más secretos de los que él conocía.Andrea caminó al ventanal, habían subido a la planta alta, y habían dejado a Amber abajo con Álvaro, para poder hablar.Posó su mano en la ventana que daba a la calle y aspiró el aroma del lugar.—¿Una copa? —preguntó Fernando sirviendo dos copas de whisky.Andrea asintió con la cabeza y enseguida Fernando le tendió la copa a su reflejo en frente de él. Se veía triste, se veía cansado, pero sobre todo se veía lastimado.—¿Podemos hablar? —preguntó Fernando sentándose en la mesa del escritorio y doblando las piernas mientras l
Amber acomodó su cabello en una coleta alta, para bajar las escaleras, presurosa. No sabía que le esperaría en la casa de moda con Andrea y Álvaro como jefe, y menos después del malentendido que había sucedido el fin de semana, pero ella no tenía porque darle explicaciones a Andrea, un hombre que la había dejado tirada sin importarle su hija, así que, decidió ser fuerte y ignorar al italiano lo más que pudiera.«Si llega a estar ahí, solo lo tratas como tú jefe», pensó llegando a la planta baja.Abrió la puerta desconcertada. Era muy temprano y ella no tenía amigos.—¿Si? —preguntó extrañada al ver a dos personas desconocidas para ella.—El señor Andrea Laureti le manda estás cosas señora —dijo uno de los hombres y ahí fue cuando ella los reconocióSe trataba de los guardaespaldas de Andrea Laureti, pero «¿Que hacían en su casa tan temprano?» pensó con desconcierto.—¿Qué cosas? —preguntó ella arrugando el entrecejo.Y como respuesta a su pregunta los hombres se dirigieron a una camio