Edward estaba aparcando el coche en el garaje de la empresa y Tom miraba frenéticamente a su alrededor, ansioso por ver a su madre y poder ver cómo se creaba un juego y probarlo, como Edward le había prometido.- ¿Ansioso? - preguntó Edward riendo, desabrochando la sillita de Tom y cogiéndolo en brazos. - Seguro que tu madre se alegrará de verte, no te preocupes.- ¿Estás seguro de que mamá no se enfadará? - preguntó Tom preocupado mientras Edward caminaba con él hacia el ascensor.- No te preocupes, soy el dueño de esta empresa, ¿recuerdas? - Alborotó el pelo del pequeño y sonrió, pero Edward se había preocupado un poco por la reacción de Rebecca. - Nadie puede enfadarse por lo que hago.El ascensor se cerró y Edward y Tom empezaron a subir a la planta donde se encontraba la oficina de Phoenix Games. Los ojos de Tom brillaban de emoción, mientras Edward intentaba calmar sus preocupaciones.Sin embargo, mientras subían al ascensor, la mente de Edward estaba muy lejos. Estaba nervioso
- ¿Te ha gustado la cena, Tom? - preguntó Edward en cuanto salieron del restaurante y sintieron la ligera y cálida brisa en las mejillas. - Sí, sin duda, ha sido el cumpleaños más guay de mi vida. - dijo Tom emocionado mientras Rebecca veía a los dos amores de su vida caminar delante de ella. Su corazón se sintió más seguro y ligero al darse cuenta de que la adaptación de Tom a Edward iba bien. Rebecca sonrió al escuchar las palabras de Tom. Era un alivio ver lo feliz y cómodo que estaba su hijo con Edward. Sabía que la transición a una familia unida no era fácil para un niño, pero Tom se estaba adaptando increíblemente bien. - Me alegra oírlo, cariño. - replicó Rebecca mientras caminaban por la acera. - Y tú, Edward, ¿disfrutaste de la cena? Edward miró a Rebecca con una cálida sonrisa. - Ha sido maravillosa. Pero lo mejor de todo fue compartirla con vosotros dos. Hoy era un día especial, y no podía haber sido mejor. La familia continuó paseando bajo la noche estrellada, disf
Por la tarde, tras unas cuantas reuniones con abogados, Rebecca y Edward se reunieron para discutir los siguientes pasos. La tensión había vuelto, pero ahora se mezclaba con una feroz determinación. Rebecca no dejaría a su hijo en manos de James, no había hecho nada peor la noche anterior porque Edward estaba cerca, pero sabía que no cejaría en su empeño. - Estás ansioso. - Edward observó como Rebecca le daba un sorbo a su café. - Ya te lo he dicho, no pasa nada, podemos encontrar buenos abogados y podemos utilizar mi nombre como una especie de palanca para presionar a James y que ni siquiera se acerque a Tom. - Lo sé, es que... - Rebecca se detuvo a mitad de la frase y soltó un gran suspiro, le diría que no usara su influencia, pero era hora de aceptar que su novio era un tipo que tenía ese poder, y que no harían mal uso de él, era para conseguir la custodia de Tom. - De acuerdo. El móvil de Rebecca sonó, aunque el contacto no estaba guardado, ella conocía el número mejor que el d
La mañana estaba nublada cuando Arthur se despertó, sintiendo una pesadez en el pecho que parecía imposible de ignorar. Se estiró en la cama, pero no podía deshacerse de la sensación de tristeza que le acompañaba desde que había tenido aquella conversación con su madre acerca de sentirse enjaulado. Elizabeth, una mujer imponente y controladora, había pasado toda una vida intentando moldear a su hijo a su imagen y semejanza. Estaba decidida a encontrar una esposa adecuada para él, alguien que pudiera continuar la línea familiar y mantener la riqueza y el prestigio de los que siempre había gozado la familia. Pero de lo que Elizabeth no se daba cuenta era de que Arthur tenía sus propias ideas, sus propios sueños y deseos. Arthur suspiró y se levantó de la cama, vistiéndose con un traje impecable, como siempre había hecho para trabajar en la empresa antes de su accidente, era hora de volver. Había trabajado duro para mantener la empresa en funcionamiento y estaba orgulloso de lo que hab
Arthur suspiró y se quedó mirando la entrada de los Juegos Fénix, sin saber si debía entrar o darse la vuelta y pensar en algo por su cuenta. No quería molestar a su hermano, pero estaba confuso y perdido. Era la primera vez que decidía caminar por su propio pie y, francamente, no podía ni imaginarse por lo que había pasado su hermano para construir el gran Fénix. - ¿Arthur? - La dulce voz de Rebecca lo despertó de su ensoñación. Arthur miró en dirección a la voz y vio a la rubia de ojos verdes que tanto le gustaba, aquella con la que ya estaba prometido, con su hermano pequeño. Rebecca llevaba un bonito mono verde musgo, unos tacones no demasiado llamativos y el pelo largo recogido en una coleta. Rebecca tenía una expresión de confusión en el rostro, y Arthur la vio respirar hondo en cuanto sus miradas se encontraron, y entonces se dio cuenta de que ella lo sabía, era obvio que sabía de sus sentimientos. - Hola, Rebecca. - la saludó Arthur, sintiendo que el corazón casi se le
- ¿Te gustaría cenar en mi casa? Así podremos terminar de hablar con calma. - Edward se ofreció y vio que su hermano se quedaba pensativo. - También puedes ver a Tom. - No sé, siento que a Rebeca le incomodaría que yo estuviera allí. - Arthur se rascó la nuca y su hermano hizo una mueca. - Rebeca es la persona con la que más espero que volvamos a hablar. - Edward dejó escapar una carcajada. - No pasa nada, todos somos adultos, sabemos que lo que sientes por ella no es culpa tuya, nadie manda en tu corazón. Arthur miró a su hermano con orgullo, al fin y al cabo, Edward había madurado mucho después del accidente, aunque le habían obligado a madurar así, había afrontado bien sus responsabilidades. - Muy bien, vámonos. - Arthur sonrió y luego respiró hondo, le tocaba madurar. - Becca y yo tenemos que pasar por el colegio de Tom a recogerlo y luego nos iremos a casa. - Dijo Edward mientras hacía la maleta para marcharse. - ¿Te importa seguirnos? O si quieres puedes acompañarnos, no s
Los hermanos GreenWoods caminaron de vuelta al coche, con Arthur de la mano de Tom mientras Edward caminaba a su lado. La pequeña escuela de Tom estaba situada en un barrio tranquilo, con calles arboladas y casas bien cuidadas. Era un entorno idílico que contrastaba con el ajetreo de la vida pública de los hermanos. Cuando llegaron al coche, Arthur colocó a Tom en el asiento trasero y Edward le siguió en el del conductor. Los hermanos charlaron animadamente durante el trayecto de vuelta a casa de Edward y Rebecca. Tom estaba especialmente entusiasmado con la presencia de Arthur, y los dos hablaron de videojuegos, películas y otras actividades que podían hacer juntos. Rebecca ya estaba en casa cuando llegaron los hermanos. Estaba en la cocina, removiendo unos cacharros mientras preparaba la cena. Cuando vio a Arthur, su rostro se iluminó con una cálida sonrisa. - Hola, Arthur. Me alegro de que hayas venido. Siéntate, la cena está casi lista. - Ella le sonrió, pero Tom fue más rápido
Pasaron unas semanas y por fin había llegado el día de la audiencia por la custodia de Tom, Rebecca estaba ansiosa, se paseaba de un lado a otro, totalmente ansiosa, la rubia no quería para nada la custodia compartida, temía que James pudiera hacerle algún daño a Tom o incluso que no lo cuidara adecuadamente. - Tú sigue moviéndote, que me voy a marear así. - Dijo Edward riendo mientras se acercaba a su novia. - No pasa nada amor, conseguiremos la custodia de Tom, limpiamente y sinceramente, no usaremos mi apellido a no ser que la situación se nos vaya de las manos. - Lo sé amor, y te agradezco mucho que me dejes hacerme cargo de la situación. - Rebeca suspiró y abrazó a su novio. - Pero estoy nerviosa, el amigo de James es juez, no sé hasta dónde llegará esta amistad, y tengo miedo de volver a perder la custodia de Tom, me aterra que James le haga algo malo a mi hijo. - Solo mi presencia los intimidará. - Edward se rio y besó la parte superior de la cabeza de Rebecca. - No pasa nad