- Amor mío, hoy mamá se va a trabajar y tú te quedas con la tía Magda, ¿vale? - Rebeca ayudaba a su hijo a lavarse la cara después de darle su medicina.Habían pasado dos semanas desde el día de compras en el centro comercial. Magda había sido contratada para cuidar de Tom durante sus horas de trabajo y Tom parecía estar adaptándose bien a su nuevo hogar.- Mamá, ¿puedes traerme mermelada cuando vuelvas? - preguntó Tom mientras su madre le peinaba.- Por supuesto, mi amor, te traeré tu favorita. - Besó a Tom en la mejilla y lo levantó. - Pero primero desayunaremos.Tom aceptó y se agarró al cuello de su madre mientras lo llevaban a la cocina. Edward había comprado una trona para que Tom pudiera comer con ellos sin dificultad.- Buenos días, mis amores. - canturreó Edward mientras colocaba las tortitas de plátano junto a la fruta y los huevos-. - ¿Quieres zumo o tu leche con chocolate, Tom?- ¿Tienes zumo de fresa, tío Ed? - preguntó mientras su madre lo sentaba en la silla de al lado.
- ¿Es esa la forma de hablarle a tu madre? - Elizabeth lo miró fijamente y puso los ojos en blanco al ver a su hijo aferrado a un simple escritorio. - Veo que tenía razón, esa ramera se ha metido en las camas de mis hijos. ¿A qué precio? ¿Creía que ganaría algo de dinero con nuestra fortuna? - Se equivoca, señora Elizabeth. - Murmuró ella, aun en brazos de Edward. - No puede sacar conclusiones tan precipitadas y culparme a mí.- Cierra la maldita boca, inútil. - Elizabeth la miró fijamente e hizo una mueca de disgusto. - Despide a esa mujer inmediatamente. Te lo aseguro. No quiero ver su cara, y espera, voy a asegurarme de que nadie te acepte en ninguna otra empresa.- ¡Ya basta! - gritó Edward, asustando a todos los presentes. Sus ojos ardían de odio y su voz era más potente. Nadie había visto nunca a Edward así, ni siquiera su madre. - Mide tus palabras antes de decir nada de Rebeca, no tienes derecho aquí.- ¿Cómo que no? - Elizabeth chasqueó la lengua. - Soy tu madre, tengo derec
La tarde empezó a avanzar cuando Edward y Rebecca regresaron a Phoenix Games después de comer. El pasillo que conducía de vuelta a la oficina principal estaba concurrido, y podían sentir las miradas curiosas de los empleados de la empresa sobre ellos. Se intercambiaban susurros y miradas sorprendidas a medida que la noticia del enfrentamiento entre Edward y su madre se extendía rápidamente por los pasillos.Rebecca agarró con fuerza la mano de Edward, consciente de que les estaban observando. Estaba acostumbrada a ser discreta y no le gustaba la atención no deseada que atraía su presencia.A Edward, por su parte, no parecían importarle las miradas indiscretas dirigidas a él, pero estaba visiblemente irritado por los cotilleos y las insistentes miradas dirigidas a Rebecca, miradas juiciosas dispuestas a señalarla con el dedo. Sinceramente, no le importaban los cotilleos sobre él, toda su vida había sido expuesta por su madre, pero Rebeca no, no estaba acostumbrada, no soportaba la ide
Había pasado una semana y por fin había llegado el cumpleaños de Tom. Rebecca no sabía cuál de los dos, estaba más emocionado por el día de los chicos. Edward había intentado a toda costa conseguir dos entradas para una carrera de coches deportivos en el cumpleaños de Tom y, cuando lo consiguió, los dos se pasaron horas hablando de coches.- Buenos días, mi amor. - Edward besó a su novia en el hombro mientras ella se recogía el pelo en una coleta.- Buenos días, cariño. - Ella sonrió y se volvió hacia él. - ¿Puedes encargarte de Tom?- Por supuesto. - Rebecca se alisó el vestido y volvió a mirar a Edward. - No te preocupes, amor, Tom es un chico extremadamente educado y sé que lo pasaremos bien.- Sé que ya te lo he pedido, pero seguro que esta carrera es algo agradable, ¿verdad? - Rodeó la cintura de su novio con los brazos y suspiró.- Es una carrera benéfica, amor, solo para que puedas apostar y todo el dinero se pueda donar a varias cosas. - Edward besó a Rebecca y sonrió reconfor
Edward estaba aparcando el coche en el garaje de la empresa y Tom miraba frenéticamente a su alrededor, ansioso por ver a su madre y poder ver cómo se creaba un juego y probarlo, como Edward le había prometido.- ¿Ansioso? - preguntó Edward riendo, desabrochando la sillita de Tom y cogiéndolo en brazos. - Seguro que tu madre se alegrará de verte, no te preocupes.- ¿Estás seguro de que mamá no se enfadará? - preguntó Tom preocupado mientras Edward caminaba con él hacia el ascensor.- No te preocupes, soy el dueño de esta empresa, ¿recuerdas? - Alborotó el pelo del pequeño y sonrió, pero Edward se había preocupado un poco por la reacción de Rebecca. - Nadie puede enfadarse por lo que hago.El ascensor se cerró y Edward y Tom empezaron a subir a la planta donde se encontraba la oficina de Phoenix Games. Los ojos de Tom brillaban de emoción, mientras Edward intentaba calmar sus preocupaciones.Sin embargo, mientras subían al ascensor, la mente de Edward estaba muy lejos. Estaba nervioso
- ¿Te ha gustado la cena, Tom? - preguntó Edward en cuanto salieron del restaurante y sintieron la ligera y cálida brisa en las mejillas. - Sí, sin duda, ha sido el cumpleaños más guay de mi vida. - dijo Tom emocionado mientras Rebecca veía a los dos amores de su vida caminar delante de ella. Su corazón se sintió más seguro y ligero al darse cuenta de que la adaptación de Tom a Edward iba bien. Rebecca sonrió al escuchar las palabras de Tom. Era un alivio ver lo feliz y cómodo que estaba su hijo con Edward. Sabía que la transición a una familia unida no era fácil para un niño, pero Tom se estaba adaptando increíblemente bien. - Me alegra oírlo, cariño. - replicó Rebecca mientras caminaban por la acera. - Y tú, Edward, ¿disfrutaste de la cena? Edward miró a Rebecca con una cálida sonrisa. - Ha sido maravillosa. Pero lo mejor de todo fue compartirla con vosotros dos. Hoy era un día especial, y no podía haber sido mejor. La familia continuó paseando bajo la noche estrellada, disf
Por la tarde, tras unas cuantas reuniones con abogados, Rebecca y Edward se reunieron para discutir los siguientes pasos. La tensión había vuelto, pero ahora se mezclaba con una feroz determinación. Rebecca no dejaría a su hijo en manos de James, no había hecho nada peor la noche anterior porque Edward estaba cerca, pero sabía que no cejaría en su empeño. - Estás ansioso. - Edward observó como Rebecca le daba un sorbo a su café. - Ya te lo he dicho, no pasa nada, podemos encontrar buenos abogados y podemos utilizar mi nombre como una especie de palanca para presionar a James y que ni siquiera se acerque a Tom. - Lo sé, es que... - Rebecca se detuvo a mitad de la frase y soltó un gran suspiro, le diría que no usara su influencia, pero era hora de aceptar que su novio era un tipo que tenía ese poder, y que no harían mal uso de él, era para conseguir la custodia de Tom. - De acuerdo. El móvil de Rebecca sonó, aunque el contacto no estaba guardado, ella conocía el número mejor que el d
La mañana estaba nublada cuando Arthur se despertó, sintiendo una pesadez en el pecho que parecía imposible de ignorar. Se estiró en la cama, pero no podía deshacerse de la sensación de tristeza que le acompañaba desde que había tenido aquella conversación con su madre acerca de sentirse enjaulado. Elizabeth, una mujer imponente y controladora, había pasado toda una vida intentando moldear a su hijo a su imagen y semejanza. Estaba decidida a encontrar una esposa adecuada para él, alguien que pudiera continuar la línea familiar y mantener la riqueza y el prestigio de los que siempre había gozado la familia. Pero de lo que Elizabeth no se daba cuenta era de que Arthur tenía sus propias ideas, sus propios sueños y deseos. Arthur suspiró y se levantó de la cama, vistiéndose con un traje impecable, como siempre había hecho para trabajar en la empresa antes de su accidente, era hora de volver. Había trabajado duro para mantener la empresa en funcionamiento y estaba orgulloso de lo que hab