La salvación del Cuervo
La salvación del Cuervo
Por: MAR02autora
Capitulo 1

La mañana se asentó en el rostro de la mujer inconsciente y maltrecha. La mujer con ropas masculinas tenía los ojos fuertemente cerrados mientras descansaba sobre la camilla de una enfermería desordenada. La brisa fresca tocaba ligeramente su rostro lechoso, haciendo que sus cejas se arrugaran con molestia. Justo en ese momento, unos ojos color turquesa se abrieron, mientras que sus párpados, como abanicos, se abrían y se cerraban con confusión.

Lo primero que ella sintió fue un ligero dolor de cabeza, seguido de la sensación de vacío. Todo estaba en silencio, era como una hoja en blanco lanzada al abismo, no quedaba nada. Ni sonidos, ni emoción y mucho menos conocimiento.

¿Quién era ella?

Fue en ese momento que sintió algo que no era cómodo y que parecía estarla lastimando, entonces abrió su puño cerrado y vio un papel con una simple orden.

"Asesina a Alexei Volkov, te quedan dos días"

¿Ase...si...nar? ¿Dos días?

Por más que lo intentara, no entendía por completo la frase, ni siquiera tenía sentido. Su cuerpo se sentía caliente y pegajoso, además de doloroso. ¿Por qué dolía? ¿Dónde estaba ella?

Fue en ese momento que se abrió bruscamente la puerta de la enfermería. Pronto entraron varios hombres: un señor con bata y una enfermera. Ella tomó el papel y lo escondió en su ropa con rapidez.

— Guardia Bolka, ¿cómo se encuentra? — La pregunta provino de un hombre que parecía ser el de más rango, tan solo por su tono de voz.

¿Por qué pregunta eso? ¿Acaso ella está enferma?

Ese nombre no solo no le es conocido.

¿Su nombre? Ella... Tamara... Ese es su nombre.

Quiso hablar, pero se encontró con su voz pegada— Tos.

Entonces sucedió.

Dolor.

Dentro de su cabeza, algo estaba intentando salir. Todo era demasiado borroso, como intentar ver con las gafas de un hombre de ochenta años, solo eran sombras.

No importó, porque el peligro la impulsó a sonreír y asentir. Quizá fueron las armas de los hombres, o el desagrado en su mirada al observarla fijamente. Quiso preguntar, pero ella sabía en el fondo que confiar podría ser su camino al infierno.

Son policías rusos... Erróneo, guardias.

Algunos.

Dos eran policías y los demás tenían trajes más oscuros y doblemente equipados. Ella buscó en su traje de quién le habló y encontró una insignia con el nombre del lugar "Cárcel Rusa Butyka" y el nombre del propio "director Frederik Gusev."

—¿Sabe quién lo golpeó? — preguntó Frederik.

¿Golpear? ¿Era la razón de por qué sentía punzadas en la parte baja de la cabeza?

Tamara no era tonta, no había que ser demasiado inteligente para saber que había sufrido una pérdida de memoria debido a un golpe. No era médico, pero el conocimiento común estaba allí. Esto debe ser temporal, o eso esperaba.

Ella negó con la cabeza.

Frederik ojeó al chico delgado y pequeño; su figura era la de un joven que no se alimentaba; demasiado femenino para su gusto. Cabello castaño corto y unos ojos claros y vacilantes. Era un chico lindo que podría evocar en otros el deseo de protección.

— Está pálido, ¿no necesita revisión más profunda? Parece que no está en buenas condiciones — Cuestionó el director al hombre con bata.

Tamara leyó su nombre en la bata: "Doctor Dimitri Turbin."

El Dr. Dimitri revisa los resultados realizados en ella y niega con la cabeza — No hay coágulos u otras complicaciones importantes, debería estar bien — dijo el Doctor, observando los documentos en su mano — Señor Bolka, es normal que sienta un dolor fuerte en la cabeza; sin embargo, ¿hay algo más que decir?

Ella hizo lo que mejor pudo por una sonrisa profesional y asintió — No me siento diferente, aparte del dolor de cabeza.

¿Su voz, era esa?

Sonaba grave y masculina.

Ella, por un segundo, se sintió sucia, como si ni siquiera su cuerpo le perteneciera. Había incontables hormigas subiéndole por su cuerpo, generándole ansiedad. Quería salir, por lo que observó su alrededor por un segundo. Se sintió triste al ver barrotes. ¿Estaba ella en la cárcel?

No, no era posible. Ella fue llamada "Guardia."

¿Era ella una guardia de esa prisión rusa?

Su pregunta no demoró en ser respondida.

El doctor siguió hablando — No hay problemas físicos, por lo que si se recupera, puede volver al trabajo al día siguiente. Es una simple contusión.

Frederik, por otro lado, se dispuso a observar a su pequeño guardia recién integrado. Fue transferido hace una semana por recomendación de personas muy bien conectadas, por lo cual no hizo demasiadas preguntas. El chico no tiene ni veinticinco años, de pocas palabras y extrañamente tranquilo para un joven de su edad. Nunca llamó la atención sobre sí mismo o buscó hacer relación con sus compañeros.

Tan delgado, pero tan escurridizo que era molesto.

Lo habría despedido para ahorrarse problemas, si no fuera porque su posición en la prisión se encuentra ante el ojo de la presión social. No estaba siendo observado solamente por el Gobernador, sino por enemigos que buscaban su posición. Aceptar ciertos favores era lo que lo diferenciaba de estar dentro o fuera.

Justo en ese momento, su segundo al mando entró en la enfermería.

—¿Me llamó? — La voz gruesa de un hombre grande llamó la atención de los presentes.

Alto como un tronco, con apariencia de un hombre de más de treinta años, con una presencia abrumadora, se inclinó a su jefe y le susurró unas palabras. Tamara se sorprendió, pues el recién llegado tiene ojos rayados y misteriosos, dibujados como si hubieran sido deliberadamente pintados con un delineador.

Fue un zorro, un zorro en versión humana.

La tensión en la habitación se sentía fría desde que Lucio entró a la habitación, parecía más el jefe que el señor Frederik, lo que de alguna manera era incorrecto.

Lucio Rigov se sintió extraño ante la observación casi obsesiva del joven, pero aún le dedicó un asentimiento. ¿Qué le sucedía al chico esa mañana? Su temperamento es agresivo e introvertido. Lucio, entonces, les dedicó una pequeña mirada a los demás presentes. No pasaron ni unos segundos cuando los demás presentes respondieron y se marcharon por donde entraron. Incluso los policías que estaban observando.

— Descansa, mañana vuelves a tus funciones — dijo Lucio. La advertencia no pasó desapercibida para los presentes, en especial para Tamara, ya que sus palabras eran dirigidas exactamente a ella.

Pronto la dejaron sola.

Ella inmediatamente buscó deshacerse de la nota que tenía en las manos como si fuera algo sucio. Le entraron ganas de reír a carcajadas o temía caer en la locura, pero temía que al hacerlo terminara llorando.

Se tocó el cuello y entonces sintió una especie de dispositivo circular. Por una parte, se sintió aliviada al descubrir que era una mujer, y por otro lado, estaba asustada.

¿Quién era ella? No era algo superficial.

¿Una asesina? ¿Mercenaria? ¿Suicida?

Pasaron unos minutos... unos muy largos.

Hasta que... murmullos risueños... Se oyeron sonidos afuera de la enfermería. Tamara se dio cuenta de que la puerta a la salida estaba entreabierta. Se levantó y caminó hacia esta. Fue extrañamente fácil; su cuerpo era ligero y flexible. Ella no escuchó ninguno de sus propios pasos hasta llegar a la puerta.

— Esta noche es importante. ¿Quién sube? — Preguntó un guardia que pasó por la enfermería.

Tamara se acercó curiosa. Otro respondió— No estoy seguro, pero las expectativas por ese alguien son bastante altas... Risa. — El jefe organizó al perro rabioso de 777 para que se presente esta noche — gruñó mientras soltaba una bocanada de humo opaco de su boca — Habrá un buen espectáculo.

¿Espectáculo?

Imágenes de hombres peleando en una jaula... Sangre... Tanta sangre. Tamara empezó a temblar. Ella misma se tuvo que detener o podría perder el conocimiento por el esfuerzo. Los hombres por fin se fueron.

Aún nerviosa y con el pulso a mil, decidió que necesitaba distraerse o esas imágenes volverían a atormentarla. Tamara temía no poder soportar otro golpe de recuerdos.

Sin perder más tiempo, se acercó a los documentos que dejó el doctor y aprendió unos datos nuevos. Ella era un guardia recién ingresado a la cárcel como guardia de menor rango, tenía veinte años, era un huérfano y no tenía enfermedades preexistentes. Por último, su nombre es Luka Bolka.

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