El amanecer trajo consigo un frío amargo que se sintió como una bofetada en el rostro. El calor de la batalla aún palpitaba en mi cuerpo, pero con cada paso que daba hacia el campamento, la realidad comenzaba a asentarse. Había ganado, pero la victoria no tenía el sabor dulce que esperaba. Al contrario, cada respiración se sentía pesada, como si un peso invisible me aplastara el pecho.Los guerreros de mi manada se movían alrededor, atendiendo a los heridos, asegurando el territorio, pero la atmósfera estaba cargada de silencio, un silencio que reflejaba el costo de la batalla. Los cuerpos de los caídos, tanto amigos como enemigos, yacían en el suelo, y cada uno de ellos era una vida que había jurado proteger.Cuando finalmente llegué al borde del campamento, mi mirada se cruzó con la de Marcus. Su rostro estaba marcado por la batalla, pero lo que más destacaba era la profunda preocupación en sus ojos. Sabía que había algo que no me estaba diciendo, algo que estaba a punto de hacer qu
Narrado por AnyaEl mundo a mi alrededor se desvanecía lentamente. El frío se filtraba en mis huesos, pero no sabía si era por la herida o por el vacío que sentía en mi pecho. El sacrificio había sido necesario, lo sabía, pero eso no hacía que doliera menos. Intenté moverme, pero cada esfuerzo enviaba una ola de dolor a través de mi cuerpo.—¿Anya? —Una voz familiar me sacó del abismo de la inconsciencia. Aiden.Sentí sus manos cálidas rozando mi piel, y por un breve momento, el dolor se desvaneció, reemplazado por algo más profundo, una mezcla de desesperación y alivio. Intenté abrir los ojos, pero mis párpados pesaban como si fueran de plomo.—No me hagas esto —murmuró Aiden, su voz cargada de angustia—. No me dejes...Su tono era un susurro lleno de miedo, algo que nunca había escuchado en él. Aiden, el Alfa, siempre tan seguro, tan fuerte, ahora parecía un hombre al borde de la desesperación. Sentí una punzada de culpa, pero también una extraña satisfacción al saber que me necesita
Narrado por AidenEl amanecer rompía el cielo con un gris melancólico, como si el mundo compartiera la carga que llevaba en mi pecho. Afuera, Silver Creek permanecía en un silencio tenso, marcado por las cicatrices de la última batalla. La aldea, que siempre había sido un refugio, ahora se sentía como un recordatorio constante de lo que había perdido y lo que aún podía perder.Me apoyé en el marco de la ventana, observando cómo las primeras luces del día iluminaban el bosque. A lo lejos, el ulular de los lobos resonaba débilmente, como un eco de todo lo que habíamos pasado. Pero mi mente no estaba en ellos, ni siquiera en la amenaza que aún pendía sobre nosotros como una guillotina. Estaba en ella. En Anya.Habían pasado tres días desde que despertó, y aunque su cuerpo mostraba señales de recuperación, su espíritu aún parecía atrapado en una niebla impenetrable. La decisión que había tomado para salvarnos a todos había dejado algo más profundo que heridas físicas. Había dejado un vacío
Narrado por AidenEl amanecer comenzó a teñir el cielo de tonos dorados y escarlata cuando dejé la habitación de Anya. Por primera vez en semanas, sentí una pequeña chispa de alivio en mi pecho, una tregua entre las sombras que nos envolvían. Ella había aceptado intentarlo, aunque la duda aún colgaba entre nosotros como una espada. Pero la promesa estaba ahí, frágil y real.No podía perder tiempo. La manada me necesitaba. Marcus ya había preparado la reunión que había solicitado, y al entrar en el salón principal de la cabaña comunal, me encontré con todos los guerreros reunidos. Hombres y mujeres de Silver Creek, heridos y exhaustos, pero con la mirada firme y lista para pelear. Ethan había empujado a nuestra manada al borde del abismo, pero no nos había quebrado.Marcus fue el primero en hablar cuando me acerqué a la mesa central, donde un mapa de nuestros territorios estaba desplegado.—Los exploradores confirmaron la presencia de Ethan y sus fuerzas al sur del río. Están acampando
Narrado por AidenLa noche me envuelve como un manto frío y opresivo. El viento silba entre los árboles de Silver Creek, y cada paso que doy sobre el suelo húmedo parece más pesado que el anterior. Mis pensamientos no me dan tregua; cada recuerdo de aquella maldita discusión con Anya sigue repitiéndose en mi mente, una y otra vez, como un eco maldito. La oscuridad del bosque refleja el abismo en el que he caído desde que se fue.«¿Cómo permití que ocurriera?»La pregunta se agarra a mí como una garra. Me destroza el alma. Todo comenzó como un desacuerdo trivial, algo que podría haber manejado mejor. Pero mis palabras, tan cargadas de rabia y frustración, la hicieron huir. Ella, mi Luna. La mujer que debería haber protegido por encima de todo, la herí tan profundamente que ya no pude alcanzarla cuando salió por esa puerta.Recuerdo cada palabra que le grité.— ¡No puedes entender lo que significa estar al frente de la manada! ¡Todo recae sobre mí!Las palabras se sintieron justas en es
El aire aquí es diferente, más puro, más ligero. Casi como si con cada respiración pudiera purgar el peso que he estado cargando desde que me fui. Pero no es tan simple. No lo es, porque a pesar de lo idílico que es este lugar, a pesar de la serenidad que parece envolverlo todo, las sombras de mi pasado siguen persiguiéndome, siguen enredadas en mi piel como una segunda capa imposible de arrancar.Estoy en una pequeña aldea, alejada de todo lo que alguna vez conocí. Es un refugio, un intento desesperado de encontrar la paz que tanto anhelo. Un intento de escapar de él... de Aiden.Los aldeanos aquí no saben nada de lo que soy. Para ellos, solo soy una extraña que apareció una mañana fría y silenciosa, buscando asilo. Les dije que me llamaba Anya, pero omití el título que me define más de lo que quiero admitir: Luna. Ellos no entenderían. En este lugar, no hay manadas, ni Alfas, ni Lunas. Solo hay gente común, que vive una vida simple, sin las complejidades y las guerras que dominan el
Narrado por AidenEl aire de la mañana está cargado de tensión. Se siente en cada rincón del territorio de Silver Creek. El cielo gris, el viento que susurra entre los árboles, todo parece augurar una tormenta. No solo en el clima, sino también en lo que se avecina. Lo puedo sentir en mis huesos.Me paro frente a la ventana de mi cabaña, observando el paisaje mientras mi mente está lejos de aquí. Siempre lo está. Siempre está con ella.Anya.La culpa ha sido mi única compañera desde el día que desapareció. Cada minuto que pasa, cada segundo que respiro sin ella a mi lado es como un recordatorio punzante de mi fracaso. Mis palabras la alejaron, y mi orgullo me impidió detenerla antes de que fuera demasiado tarde. Ahora, mi manada está fragmentada, y yo no soy el Alfa que debería ser. No sin ella.Pero el lujo de lamentarme ha llegado a su fin.—Aiden —la voz de Marcus, mi beta, rompe el silencio, trayéndome de vuelta a la realidad. No hace falta que diga más. Su expresión lo dice todo.
Narrado por AnyaLas noches en la aldea son distintas. Hay algo en la quietud que parece intentar apaciguar el caos dentro de mí, pero no lo logra. Nunca lo hace. La serenidad del lugar, el aire limpio y el silencio, no pueden acallar las voces que llevo dentro. La aldea es mi refugio, sí, pero también es mi cárcel. Un lugar donde vine a esconderme del dolor, y sin embargo, sigo atrapada en él.Es extraño cómo el destino juega sus cartas. Hace solo unos meses, la vida que conocía desapareció. Todo lo que pensé que tenía bajo control, todo lo que creía saber sobre mí misma, se desmoronó en un instante. Unas palabras. Solo eso bastó para romperme.Aiden.No puedo decir que lo he olvidado, aunque lo he intentado. Lo intenté durante semanas, durante noches interminables en las que cerraba los ojos y rogaba por no soñar con él. Pero el vínculo que compartimos no es algo que simplemente se pueda borrar. La conexión entre un Alfa y su Luna es poderosa, casi insoportable. Se siente en la piel