Capítulo 6

Estaba tan nerviosa con el intercambio del equipaje que no pude dormir, recordaba el momento de la boda y por más que trataba de dibujar en mi mente el rostro de Seung-Yi no podía imaginarme como era en realidad.

Solo su mejilla y lo terso de su blanca piel, pero no sabía como eran sus ojos, su boca, ni mucho menos su voz. Esperaba que no se tratara de la misma persona sería demasiada coincidencia.

Me miré al espejo y arreglé mi cabello lo mejor que pude, lo había cortado en estilo “bob”, así que lo metí detras de mis orejas ya que que mi secador de pelo estaba en mi maleta y no tenía manera de darle forma. Tampoco tenía maquillaje porque no solía utilizarlo y tampoco tenía ropa para cambiarme así que alisé mi camiseta y mis pantalones con las mano. Lamenté no haber elegido mejor mi ropa para el viaje, quería estar cómoda en el avión y más que una señorita parecía un niño en plena pubertad. Respiré profundo antes de salir a mi encuentro con aquél desconocido.

Miré la hora en el móvil, faltaban veinte minutos para la hora acordada pero quería adelantarme para estar ahí antes de que ese hombre apareciera.

Me escondí detrás de una columna desde donde podía ver ver hacia la entrada principal del hotel, la recepción estaba vacía, solo los empleados detrás de la recepción atendiendo el teléfono y una pareja de occidentales que estaban registrando su llegada.

Coloqué mi rodilla sobre el borde de la jardinera para alcanzar a ver mejor ya que el follaje era denso y yo no era precisamente alta, mi talla era mas bien pequeña, muy por debajo de la estatura promedio de las mujeres coreanas que alcanzaban hasta 1.69 m. Yo apenas llegaba a 1.59 m.

—¿Señor Eun-Ji?— Preguntó la voz masculina detrás de mí haciéndome saltar del susto y provocando que perdiera el equilibrio al intentar incorporarme.

Los brazos de ese hombre me sostuvieron en el aire evitando que cayera al piso. Sus ojos y los míos se detuvieron por un instante haciéndome sonrojar por la bochornosa situación.

—Se-señorita Eun-Ji—corregí haciéndole notar que estaba equivocado, quizá mi atuendo parecía el de un muchacho, pero tampoco era para que me llamara señor, aunque claro, el nombre era mixto y podía utilizarse tanto para hombre, como para mujer.

—Lo siento, señorita. Perdón yo pensé que...— Se disculpó pero luego se ruborizó al darse cuenta de que todavía me sostenía por la cintura y ya no corría ningún riego de caer porque ya tenía los pies bien puestos en el piso.

—Sí, lo disculpo, es comprensible la equivocación— dije inclinando un poco la cabeza, ya en el avión y un empleado del hotel me habían confundido con chico y era también por la ropa, el corte de cabello y las zapatillas deportivas.

—Supe que se trataba de usted porque esa es mi maleta— señaló el equipaje que estaba en el piso y dio un paso atrás para poner distancia entre nosotros, ya que habíamos quedado demasiado cerca.

—¡Y esa es la mía!—Exclamé y caminé hacia ella con la intención de tomarla y salir corriendo. Algo me detuvo, quise mirarlo de nuevo. Era un hombre muy guapo, alto, esbelto, su piel era tersa y se veía muy suave. Sus ojos eran de un color que no era muy común, parecían del color del plomo y reflejaban una especie de tristeza o desencanto. Su boca era pequeña y muy definida y sus labios eran de un rosa tan pálido que no pude evitar mirarlos con detenimiento.

Me sonrojé al percatarme que no estaba teniendo ninguna prudencia, pero ese hombre era perfecto, era como un ángel, solo le hacían falta las alas y no sé, quizá las tenía escondidas detrás de su espalda.

—Ha sido una coincidencia que estemos hospedados en el mismo hotel, señorita Eun-Ji, quizá me permita invitarla a desayunar para agradecerle que devolviera mi equipaje, hay algo en mi maleta muy importante para mí — ¿Desayunar con él? Me quedé muda al escuchar su proposición.

Mi cabeza en ese momento se dividió en dos voces que me gritaban fuerte al oído, una parte me decía que sí, que no quería dejar de admirar la belleza de ese hombre. Pero la otra me hizo mirarme en el espejo que estaba en la columna y que me devolvía mi imagen de adolescente desaliñado.

Me comparé con él, enfundado en un traje que aunque le quedaba un poco grande, se le veía perfecto. Era obvio que era de un diseñador importante, mi atuendo no era el correcto para ir a desayunar en ese momento.

Recordé que estaba decidida a cambiarme de hotel para buscar uno más económico, pero pensé que tal vez podría darme el lujo de pagar una noche más.

—No puedo desayunar con usted— dije agachando la mirada.

—¡Oh! Lo siento si fue una falta de respeto de mi parte por el atrevimiento de invitarla— dijo apenado como si hubiera cometido un delito.

—No, no, no me malinterprete, es usted muy amable, es que en este momento estoy ocupada—mentí —Pero tal vez podríamos cenar —dije mordiéndome los labios por mi atrevimiento tan desvergonzado y porque era la primera vez que me atrevía a hablarle así a un hombre.

—¿Cenar?—pude ver la duda en su pregunta, me ruboricé, porque quizá había pensado que era una chica muy atrevida.

—¡No! No me malinterpretes, es solo que yo...—me apresuré a disculparme aunque no sabía ni qué decir.

—¡Está bien! Cenemos esta noche, creo que podré arreglarlo—me dijo con una sonrisa que hizo que me temblaran las piernas.

—¿A las siete en el restaurante del hotel?—Dije con toda la naturalidad que pude tratando de verme como una mujer experimentada.

—¡Ahí estaré!— dijo y tomé mi maleta para correr hacia el ascensor.

Mi corazón estaba tan acelerado que sentía que se iba a salir por mi boca, las manos me temblaban al igual que mis piernas. No, no podía ser el mismo Seung-Yi, un hombre casado no podía haber hecho una cita con otra mujer en su viaje de bodas. Estaba segura de que el nombre, era solo una coincidencia.

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