Llegamos al amanecer. No queda nada del cielo, solo un tono gris opaco que tiñe todo de desolación. El antiguo santuario se alza como una ruina silenciosa en medio del bosque olvidado, oculto por la niebla y el paso del tiempo. Piedras rotas, vitrales vacíos, hiedra trepando por los muros que aún resisten. Tiene forma de cruz y huele a humedad, a memoria. A muerte.—Aquí solíamos venir de niños —le digo a Rita mientras le aparto una rama del rostro—. Antes de que la manada se dividiera. Era un sitio neutral.—¿Y ahora?—Ahora es el único lugar que no figura en ningún mapa.Entramos. La puerta de hierro cruje como un animal moribundo. Adentro, el eco de nuestros pasos suena como un disparo. Natan va detrás. Eliot también, rengueando, apoyado en su rifle modificado. Lorens cierra la marcha, tenso como un resorte. Ha cambiado. Todos lo hemos hecho.—Tenemos poco tiempo —dice Natan, observando los ventanales rotos—. Si los híbridos sobreviven al último ataque, nos seguirán.—No es solo es
El segundo amanecer trajo una calma que no era paz, sino una pausa entre tormentas. La nieve cesó, pero el cielo permanecía cubierto de un gris sucio, como una piel sin alma. Rita salió antes que Luke. Caminó hasta el pozo, con las botas enterrándose en la escarcha, y llenó un balde con agua helada. La rutina la mantenía cuerda, pero esa mañana algo la hizo detenerse.El bosque no sonaba.Ni pájaros.Ni ramas crujiendo.Ni el viento.Nada.—Luke —susurró. Pero ya no había eco en su voz.Él salió corriendo segundos después, los pies desnudos, el pecho agitado. No necesitaba verla para sentirla. Su miedo vibraba en el aire como un tambor de guerra.—¿Qué es? —preguntó, con los colmillos asomando levemente.Rita lo señaló. No al bosque, no al cielo, sino al suelo. Alrededor del pozo, la nieve no se derretía con el calor de su presencia. Al contrario… se estaba congelando más.Una delgada capa de escarcha se formaba bajo sus pies, como si algo estuviera drenando el calor del mundo.—Esto
El aire se partía como vidrio con cada impacto. Luke y Natan se movían con una velocidad inhumana, destrozando el suelo, arrancando árboles de raíz, como si la tierra ya no pudiera contener el odio que los habitaba. Pero había algo más en el bosque, un murmullo profundo, antiguo. Un canto de fondo, gutural y enfermizo, como si la tierra misma susurrara nombres prohibidos.Rita retrocedía mientras intentaba mantener la vista en ellos. Cada vez que Luke era golpeado, su cuerpo sangraba vapor, no sangre. Cada vez que atacaba, el aire crepitaba, como si los huesos del mundo crujieran con él.—¡Luke! —gritó, impotente— ¡No es él! ¡Ya no!Natan giró el rostro hacia ella, aún sonriendo. Una grieta se abría en su mejilla, revelando algo debajo: no carne… sino corteza. Como si fuera un disfraz de hombre hecho con restos de su antigua forma.—Te dolerá más si luchás, Rita —susurró. Su voz ahora era otra, más grave, más honda. No solo hablaba él. Hablaban todos.....Bajo la cabaña, Eliot abrió
El aire temblaba. No como tiembla el miedo, sino como tiembla la memoria cuando vuelve. Los árboles se inclinaban, el cielo parecía desgarrarse y el suelo respiraba, exhalando un vapor oscuro que olía a tiempo detenido.Rita mantenía sus labios sobre los de Luke. No era un gesto romántico. Era un pacto. Un conjuro. El encuentro de dos naturalezas desbordadas: la de él, lobo nacido del dolor, y la de ella, humana encendida por un linaje olvidado.Cuando se separaron, el mundo no era igual.Luke se alzó con un brillo extraño en la mirada. Sus heridas aún estaban, pero ya no sangraban. Habían cambiado de color. Eran líneas negras, como raíces marcadas bajo la piel.—¿Qué me hiciste? —murmuró.—Lo mismo que vos hiciste por mí —respondió ella—. Te traje de vuelta.Un rugido surgió de los árboles. Natan, furioso, se desgarraba el rostro con sus propias garras, intentando arrancar la máscara de humanidad que aún le quedaba.—¡No! ¡Eso no estaba en el destino! ¡Ella no debía ser el puente! ¡Y
La noche no era tranquila. Nunca lo era cuando se acercaba el fin.El bosque ardía.No en llamas comunes. Era un fuego pálido, azulado, que no quemaba la carne, pero sí la memoria. La antigua orden de cazadores, tras detectar el resurgir de la manada espectral, había convocado su último recurso: el fuego de olvido, una maldición viva, diseñada siglos atrás para borrar linajes enteros.Y venía por ellos.—¡No pueden hacer esto! —gritó Rita, aferrada a Luke mientras la colina temblaba bajo sus pies—. ¡Esto no es solo venganza, es genocidio!Eliot recargaba las armas, ya sin expresión. El sudor le caía por la frente y los ojos estaban inyectados de desesperación.—No lo van a detener con discursos, Rita. Esto es una purga.Luke observaba el cielo rojizo con la mandíbula tensa. Su espalda estaba erguida. Su mirada ya no era la de un hombre, ni de un simple lobo. Era la de un líder.—Entonces vamos a darles algo que no puedan borrar....El fuego bajaba la ladera como un río que lo arrastr
Habían pasado tres meses desde que la sangre dejó de correr. La paz, aunque frágil, se aferraba a las ruinas de lo que alguna vez fue la manada. Luke y Rita se habían instalado en una cabaña antigua, escondida entre colinas lejanas, donde la niebla era más constante que el sol y el tiempo parecía detenido. Una cabaña con madera que crujía, paredes gruesas de piedra y una chimenea que jamás se apagaba.Pero la calma tiene un precio. Y cuando no hay enemigos externos, los conflictos internos encuentran espacio para crecer.—Siempre dejas las botas llenas de barro en la puerta —bufó Rita, cerrando con fuerza el libro que tenía en las manos—. ¿Es tan difícil pensar en alguien más?Luke, sentado frente al fuego, alzó la vista. Tenía la barba más larga, el pelo más desordenado y una expresión entre irritada y divertida.—Sigo salvando el mundo como antes, solo que ahora es esta casa. Vas a tener que perdonarme si no tengo tiempo para los detalles domésticos.—No es la casa lo que intento sa
El bosque se estremecía con cada paso de Luke. No era solo el peso de su forma de lobo lo que hacía crujir la tierra, sino la furia contenida que volvía cada músculo una amenaza viva. Era más que un hombre lobo ahora. Era una advertencia.Rita lo seguía a unos pasos, su respiración medida, los ojos atentos, la pistola firme en su mano. Cada crujido, cada rama que se movía con el viento podía ser una trampa. La tensión la hacía sentir como si su cuerpo ardiera, pero era un fuego distinto: mezcla de miedo, adrenalina… y amor.—Luke —susurró—. Por la derecha. Dos. Armados.Él no necesitaba que se lo dijeran. Ya los había olido. El primero cayó sin ver siquiera la sombra que lo devoró. El segundo, un joven lobo aún en formación, intentó correr. Luke lo atrapó por la pierna y lo estampó contra un árbol. Lo dejó vivo. Apenas.—¿Quién los envió? —rugió en su forma mitad humana, los ojos brillando como cuchillas.El chico, temblando, jadeó:—Nosotros… seguimos al Alfa Herido. A Natan. Está vi
El mundo pareció detenerse.Natan, erguido como un dios de la muerte, tenía detrás suyo a esa manada de espectros. Sus ojos eran pozos de oscuridad, y su sonrisa… esa maldita sonrisa… estaba hecha para quebrar voluntades.Luke no se movía.Pero Rita lo sentía vibrar.Literalmente.La tierra temblaba bajo sus pies. Como si algo debajo quisiera salir a la superficie. Como si algo antiguo, sepultado durante siglos, despertara con hambre.—Te maté, Natan. Lo hice con mis propias manos.—Y sin embargo acá estoy. Porque no me mataste del todo. Porque tenés miedo de lo que podrías llegar a ser si lo hacés de nuevo.Rita frunció el ceño. Luke apretó los dientes. Su piel comenzaba a agrietarse, no como cuando se transformaba… sino como si la carne misma estuviera despegándose de un interior más grande, más oscuro.—¿Qué está pasando? —susurró ella, sin dejar de apuntar su arma.—Él no es solo un alfa —respondió Natan, con voz venenosa—. Él es descendiente del Primer Lobo. El que nació antes de