Cuando Ryan entró a la habitación del hotel y vio a Elena tomando el té, así vestida, con ese pequeño y sensual vestido rojo, supo lo que ella había hecho. En ese momento no supo cómo sentirse, así que se acercó lentamente y se sentó frente a ella, esperando sus explicaciones.
Los celos, el enojo y la vergüenza eran sus principales emociones en ese momento, pero él sabía cómo controlarlos, respiró profundamente, puso su típica cara inescrutable para todo el mundo incluso para Elena.Elena supo de inmediato que Ryan sabía que había ido con el abogado y que se sentía herido por sus actos, solo esperaba que él pudiese entender sus acciones, así ella ya no pudiese leer sus pensamientos en su rostro. Le había desobedecido, había ido en contra de su negativa y eso molestaría a cualquiera.&n– Buenos días, Charles – entró Elena dando pasos fuertes y sensuales, esa mañana se sentía decidida, amada y segura de todo.– Ahora si son buenos días, Elena. No te imaginas la noche que pasé, pensando en si firmarías o no – le confesó el hombre, pasó la noche dando vueltas en la misma cama que su esposa. Charles era un excelente abogado, pero en cuanto a lo que tenía que ver con mujeres dejaba de pensar con claridad. Le pasó de inmediato un bolígrafo antes de que pudiese pronunciar algo, estaba completamente seguro de que firmaría. – Antes tengo unas condiciones que discutir – se sentó Elena, de nuevo sin ser invitada, pero eso no le molestaba a Charles, de hecho, le encantaba esa decisión con la que entraba esa mujer a su oficina. Si la hubiese conocido unos años atrás tal vez se hubiese esfor
Cuando Elena salió del hotel, salió sola. Le había pedido a Ryan que esperara fuera, que estuviese lo suficientemente lejos para que Charles no se sintiera molesto, pero no tanto para que ella se sintiera sola en todo esto. Ryan vio cómo Charles salió de la limusina y saludó a Elena con un beso en la boca, esa misma boca que había besado minutos antes. En ese momento él hubiese preferido recibir un golpe en el estómago hasta dejarlo sin aliento, estaba seguro de que eso dolería menos que lo que acababa de ver. Charles solo vio una mujer imparable e increíblemente hermosa salir del hotel, el aura de misterio que la acompañaba esa noche la hacía más irresistible. Le dijo lo hermosa que se veía y Elena ni siquiera sonrío, solo asintió. Ella ya lo sabía, lo había visto en los ojos de Ryan.Elena le echó un vi
– ¿Ah no? ¿Por qué, Ryan? ¿Por qué no quiere que Reina esté cerca de Elena? Si su compañía es muy grata ¿No crees?– No, no lo creo. Elena no debería estar aquí para empezar, este no es un lugar para ella. – ¿Temes que se cambie del club de Amas al club de sumisas? ¿O no quieres que Reina la vuelva a reclutar? – No sabes nada de lo que estás hablando – los ojos negros de Ryan brillaban en ese momento de ira, y estaba dispuesto a arruinar esa velada para todos, con tal de sacar a Elena de allí.– Sé todo, Ryan. Sé todo sobre todos aquí, sé todo sobre ti. Así que no me hagas hablar. Vete y disfruta de la hermosa rubia que trajiste esta noche y deja de actuar como un celoso enamorado o terminaré por creérmelo. Ryan se sintió vulnerable
Las luces se apagaron por completo, y una luz crecía en medio de del vidrio central, se hacía más intensa a cada segundo. Unas sombras desfilaron por en medio de la luz, los vidrios dejaron de ser dorados y ahora eran tan cristalinos como el agua. Elena abrió la boca de la impresión y su ceño se frunció, su corazón empezó a palpitar con fuerza, Charles no dejaba de observarla, lo tenía fascinado, a pesar de estar impresionada, no había dicho nada, tampoco había salido corriendo. Una cama decoraba todo el centro del lugar, alrededor de esa cama un círculo perfecto de cristales divididos, dentro de cada caja de cristal una pareja observando todo el centro del lugar. Los protagonistas del espectáculo. Elena empuñó sus manos apenas vio a Reina completamente desnuda en la mitad de la cama, el juego de luces y sombras jugaba con la mente de El
Elena se había prometido así misma que no se obligaría a hacer nada que no tuviera un propósito, aparte de sentir placer, porque eso ya se lo proporcionaba Ryan, lo único que podía pensar era en su hijo estando ahí de pie. Y en las posibilidades que tenía con toda esta gente, eran personas influyentes, importantes. Se repetía en la mente. Abrió su boca, estaba segura de su respuesta. – Lo siento, Reina. Encuentro las sesiones privadas más placenteras, llámame, me gustaría tomar esa copa contigo antes.Levantó su mentón, sonrió, se dio la vuelta, tomó su bolso, la mano de Charles y salió del lugar sin mirar atrás. No le apetecía más la compañía de Charles, pero no tenía opción, había llegado con él se tendría que ir con él. Y salir sin él pondr&iacu
– ¿Qué haces aquí? – preguntó Elena al ver a Charles ahí del otro lado de su puerta. Con su típica sonrisa irónica.– Elena yo… – balbuceó el hombre, cuando vio pasar a Ryan con apenas una toalla bajo la cintura, recién salido de la ducha. Una sola cama destendida donde claramente durmieron ambos. Los celos se apoderaron de su cuerpo, no estaba tan cansada anoche como para estar con ese hombre. Respiró. Hizo mala cara y entró como si este fuera su propio despacho. Charles había llegado temprano en la mañana a su despacho, el día anterior habían enviado una carta para Elena, del abogado de Warren, pero había decidido ignorarla, solo podía pensar en el lugar donde la llevaría y como seria estar con ella horas más tardes, que por supuesto esto no sucedió. Esa misma mañana decidió a
– Andrew – se acercó Elena al hombre de manera insinuosa, meneando sus caderas y sonriéndole de manera seductora. Sabía muy bien lo que tenía que hacer. – Elena, no nos pueden ver juntos en este momento – le contestó el hombre sintiendo un latigazo de excitación en su cuerpo por la energía de sensualidad que despedía esa mujer con tan solo pronunciar su nombre, había conocido mujeres más bonitas, catalogadas como reinas de belleza, pero esa mujer tenía un brillo que no podía entender qué. Y no era el único que le pasaba lo mismo. La charla de la noche anterior en su gran parte fue la nueva mujer que había ingresado en su grupo social, esa misma mujer que había tenido el valor de decirle a Reina que no. Y que había rechazado, a más de uno la noche anterior de una manera elegante, pero que no le había cerra
– Entonces tenemos una relación – le habla desde atrás, acariciándole los hombros hasta llegar al cuello. – Lo siento, yo… no…– ¡Sh! – pasó su mano por todo el cuello hasta hacerle levantar el mentón, y la besa con toda la pasión que puede sentir en ese momento, olvidándose de todo lo que acaban de pasar, del mundo alrededor, apretó sus labios y de apoco fue hundiendo su lengua en la boca de ella. La conexión entre ellos era tan fuerte que era capaz de borrar cada herida, cada recuerdo amargo, cada mal paso de la vida con el simple roce de su piel, estaban tan acostumbrados el uno al otro que parecía que se conocían de mil vidas atrás. Sus labios se separaron y volvieron a respirar, abrieron los ojos despacio se fundieron en sus miradas una oscura como la noche otra tan verde como la primavera, en