Hola hola! Sé que es un capítulo extraño, pero es parte de la búsqueda de Fabrizio. Mañana volvemos con el rey! Bso Kika
AlaricCorría desesperado por el bosque. No sabía hasta dónde había llegado o si Eva la había hallado. Entonces, sentí el distintivo olor de lobo cerca, y el terror me invadió. Estaba seguro de que Roy iba a perder la cabeza pronto.—¡Le están haciendo algo a mate! Tenemos que actuar ahora mismo —insistió mientras me acercaba al campamento. Una voz me detuvo.—Su Majestad...— El guerrero Elías estaba escondido entre unos arbustos. Lucía aterrorizado —Eva y Celeste han sido atrapadas. Es Alfa Daniel con su gente. Quieren entregarlas al enemigo, escuché gritos, no sabía que hacer Eva dijo… —Tartamudeaba preocupado, y me transformé en humano.—Has hecho bien, quédate aquí, voy a atacar.—Déjeme ayudar, Su Majestad.Era consciente de todas las pruebas a las que lo había sometido. Había desconfiado de él, lo había enviado lejos, incluso le había asignado tareas que no eran del todo agradables. Y, sin embargo, él las había aceptado sin una sola queja, agradecido. —Guerrero necesito que vuel
Celeste El dolor era como si me hubiesen arrancado las entrañas. Sabía que las hechiceras no eran apreciadas, pero nunca imaginé que se hubieran creado objetos simplemente para torturarlas. Algo de poder quedaba en mí y luchaba, el dolor que había sentido era tan terrible que me había desmayado. Una vez más, pensé que moriría. Era como si estuviera en una especie de otra dimensión donde nada se veía con claridad, como si mi cuerpo no fuera mío y todos mis instintos estuvieran contaminados.Escuché un gruñido, gritos y olí sangre. Sentía a Eva cerca de mí, y oí el sonido de una cadena rompiéndose. Una de mis manos quedó libre, pero la otra seguía sufriendo ese dolor agonizante. No veía bien, pero alguien me cargaba. Vi un precioso destello verde, como el bosque en primavera, y sentí una calidez reconfortante.—Lo prometiste, Eva —escuché un suave susurro.Cuando sentí que por fin me recuperaba, un estruendo sacudió el ambiente. Luego, un nuevo dolor atravesó mi cuerpo, y no podía cree
Eva —Levántate, vampira, ya estamos llegando para encontrarnos con tu señor. ¡Quiero ver qué va a decir cuando escuche las noticias! —gritaba eufórico, Daniel o como me gustaba llamarlo, alfa gusano.Se me revolvía el estómago de solo recordar lo ocurrido. El rey había utilizado su peor recurso en el peor momento. Le debía un favor, y no había dudado en cobrármelo. Aunque detestaba la idea, sabía que debía de estar realmente desesperado. Yo misma lo había herido, y había caído con cielito. Si existe una diosa que protege a las criaturas de la noche, este era buen momento para que nos ayudara. Casi podía escuchar en mi mente las palabras que me diría el vampirito: "Si Su Majestad te pidió esto, es porque confía plenamente en ti". Alaric no confiaba en nadie, nunca. No sabíamos nada del enemigo, y al parecer yo era la mejor candidata para hacer de tonta espía. —Si si, que genial… ¿Me puedes explicar por qué demonios sigo en esta asquerosa jaula? — pregunto.—Porque aún eres peligrosa.
Fabrizio Había perdido la cuenta de cuántos días habían sido así. En cada situación me encontraba con una mujer que era la única que realmente entablaba una conversación conmigo, y en todas me parecía ver a Margarita. Una era una maestra que iba corriendo hacia su clase y que se encontraba perdida. En cuanto la ayudé y le hablé del bosque y de lo que había afuera, entró en pánico, y automáticamente volví otra vez a mi cama en la habitación del bar.En otra oportunidad, era una joven que iba al mercado cuando, de repente, apareció un lobo que intentó morderla, y yo la salvé. Luego era una de las meseras y, en cuanto se cayó un poco de vidrio y vio el vino, perdió la cabeza. Otra vez era una granjera, y fue con la que pude hablar más. Tenía una blusa con margaritas dibujadas. Todo el día la ayudé con las cosas de la granja, y, en cuanto se acercó a mí y estuvimos muy cerca, otra vez desperté en la cama de ese cuarto.Esto era un ciclo sin fin, y yo no sabía dónde iba a parar. En cada u
Celeste— ¿Qué quiere decir con que yo vine aquí? No sé bien qué sucedió... —murmuré, mirando mis manos. Había una gran laguna de información en mi cabeza. — Estuviste atrapada. Esos alfas que estaban hechizados querían llevarte... pero no podía permitirlo. Los alfas me subestimaron, pensaron que la espada que llevaba, era la Eterna. Venían por ella... y por ti —explicó. Su mirada se oscureció, reflejando un dolor que parecía profundamente enraizado. —Nos atacaron, y yo fui herido. No teníamos muchas opciones de escape, y no iba a dejarte. Así que me lancé al río contigo. Mi única esperanza era llegar a este lugar. —Tú nos trajiste aquí, Celeste. Es como si lo supieras, aunque no fueras consciente de ello. Lo sentí —dijo con voz grave, pero sincera.—Me desperté sola y me arrastré hasta este lugar —comento recordando esa sensación indescriptible, como si algo me llamara hacia aquí. Lo miré con más atención, comenzando a comprender lo que había pasado—. ¿Tú me cargaste? Él asintió, y
Alaric —Roy, tenemos que levantarnos.¿Tienen idea de lo difícil que es separar a un lobo de su mate? Sobre todo después de haber pasado tanto tiempo lejos de ella, de haberla visto herida y sufriendo, de haber creído, que la había perdido. Era complicado, y este lobo holgazán no colaboraba.—Solo tienes envidia de que ella me quiera a mí. Yo, en tu lugar, también la tendría —contestó, y yo gruñí con frustración.—¿Crees que quiero separarme de ella? Estos son los únicos momentos en los que puedo estar a su lado, sentir su olor y su calidez —le respondí.Mi cielo dormía todas las noches abrazada a Roy, dormía apoyando su cabeza sobre el gran lobo, enredando sus manos y piernas en su pelaje. Durante el día, corría por el jardín, visitando lugares. Parecía una niña curiosa, disfrutando de un mundo que ahora era suyo. Ambos se complementaban. Y, aunque me pesara admitirlo, Roy merecía esa felicidad más que nadie.—Roy, mi gran guerrero, mi lobo maravilloso —murmuraba ella entre sueños.
Eva —Dime lo que sabes de él. ¿Qué es lo que esconde? ¿Cuántas hechiceras tiene? —preguntaba Humberto una y otra vez.No importaba cuánto le respondiera, él volvía a insistir. Me había dejado sin consumir sangre y, debilitada, me tenía encadenada con pulseras de plata y un collar pesado en el cuello que me ardía. —Ya he dicho todo lo que sé. He hablado de sus aliados y de la fuerza que tiene —respondí.Humberto jaló la cadena en mi cuello y caí de bruces. No estábamos solos, lo cual habría sido mejor. Cada vez que me interrogaban, aparecían todos los vampiros que me había dedicado a odiar durante años, aquellos a los que había traicionado. Y no había nada peor que traicionar a un vampiro: vivían por siempre y recordaban absolutamente todo.—¡Está mintiendo!—Mi señor, debe ser más duro con ella.—¡Es una traidora, la peor traidora! —vociferaban como locos. Humberto se agachó, levantó mi barbilla para verme a los ojos y frunció el ceño.—Sí, es una traidora. Y es posible que esté min
Celeste—¿Qué está pasando? —pregunté en voz alta, entre el miedo y el asombro.Había vuelto a ver a mi señor y eso me alegraba, no lo podía negar. Había pasado días con Roy, y habían sido espectaculares. El lobo me entendía de una manera como nunca nadie lo había hecho. No eran necesarias las palabras; solo con mirarnos podíamos entender qué sentía y qué quería el otro. Pero Alaric… era otra cuestión. Solo con verlo lo entenderían, sus ojos verdes, su altura, su piel clara, su cabello negro como la noche. Algo en su presencia era inevitable, no podía dejar de verlo. No sé si era por poder, por ser un rey, por ser un lobo grandioso, o si era por su belleza. Pero donde estaba él, cualquiera quedaba opacado.Estaba lejos del castillo, de mis captores, de mi ex manada, y más feliz que nunca. Él tenía razón: este lugar era el paraíso. En la cabaña en la que me había quedado tenía absolutamente todo lo que podía necesitar y más. Era impresionante cómo todo se acoplaba a mis necesidades, c