Eva —Levántate, vampira, ya estamos llegando para encontrarnos con tu señor. ¡Quiero ver qué va a decir cuando escuche las noticias! —gritaba eufórico, Daniel o como me gustaba llamarlo, alfa gusano.Se me revolvía el estómago de solo recordar lo ocurrido. El rey había utilizado su peor recurso en el peor momento. Le debía un favor, y no había dudado en cobrármelo. Aunque detestaba la idea, sabía que debía de estar realmente desesperado. Yo misma lo había herido, y había caído con cielito. Si existe una diosa que protege a las criaturas de la noche, este era buen momento para que nos ayudara. Casi podía escuchar en mi mente las palabras que me diría el vampirito: "Si Su Majestad te pidió esto, es porque confía plenamente en ti". Alaric no confiaba en nadie, nunca. No sabíamos nada del enemigo, y al parecer yo era la mejor candidata para hacer de tonta espía. —Si si, que genial… ¿Me puedes explicar por qué demonios sigo en esta asquerosa jaula? — pregunto.—Porque aún eres peligrosa.
Fabrizio Había perdido la cuenta de cuántos días habían sido así. En cada situación me encontraba con una mujer que era la única que realmente entablaba una conversación conmigo, y en todas me parecía ver a Margarita. Una era una maestra que iba corriendo hacia su clase y que se encontraba perdida. En cuanto la ayudé y le hablé del bosque y de lo que había afuera, entró en pánico, y automáticamente volví otra vez a mi cama en la habitación del bar.En otra oportunidad, era una joven que iba al mercado cuando, de repente, apareció un lobo que intentó morderla, y yo la salvé. Luego era una de las meseras y, en cuanto se cayó un poco de vidrio y vio el vino, perdió la cabeza. Otra vez era una granjera, y fue con la que pude hablar más. Tenía una blusa con margaritas dibujadas. Todo el día la ayudé con las cosas de la granja, y, en cuanto se acercó a mí y estuvimos muy cerca, otra vez desperté en la cama de ese cuarto.Esto era un ciclo sin fin, y yo no sabía dónde iba a parar. En cada u
Celeste— ¿Qué quiere decir con que yo vine aquí? No sé bien qué sucedió... —murmuré, mirando mis manos. Había una gran laguna de información en mi cabeza. — Estuviste atrapada. Esos alfas que estaban hechizados querían llevarte... pero no podía permitirlo. Los alfas me subestimaron, pensaron que la espada que llevaba, era la Eterna. Venían por ella... y por ti —explicó. Su mirada se oscureció, reflejando un dolor que parecía profundamente enraizado. —Nos atacaron, y yo fui herido. No teníamos muchas opciones de escape, y no iba a dejarte. Así que me lancé al río contigo. Mi única esperanza era llegar a este lugar. —Tú nos trajiste aquí, Celeste. Es como si lo supieras, aunque no fueras consciente de ello. Lo sentí —dijo con voz grave, pero sincera.—Me desperté sola y me arrastré hasta este lugar —comento recordando esa sensación indescriptible, como si algo me llamara hacia aquí. Lo miré con más atención, comenzando a comprender lo que había pasado—. ¿Tú me cargaste? Él asintió, y
Alaric —Roy, tenemos que levantarnos.¿Tienen idea de lo difícil que es separar a un lobo de su mate? Sobre todo después de haber pasado tanto tiempo lejos de ella, de haberla visto herida y sufriendo, de haber creído, que la había perdido. Era complicado, y este lobo holgazán no colaboraba.—Solo tienes envidia de que ella me quiera a mí. Yo, en tu lugar, también la tendría —contestó, y yo gruñí con frustración.—¿Crees que quiero separarme de ella? Estos son los únicos momentos en los que puedo estar a su lado, sentir su olor y su calidez —le respondí.Mi cielo dormía todas las noches abrazada a Roy, dormía apoyando su cabeza sobre el gran lobo, enredando sus manos y piernas en su pelaje. Durante el día, corría por el jardín, visitando lugares. Parecía una niña curiosa, disfrutando de un mundo que ahora era suyo. Ambos se complementaban. Y, aunque me pesara admitirlo, Roy merecía esa felicidad más que nadie.—Roy, mi gran guerrero, mi lobo maravilloso —murmuraba ella entre sueños.
Eva —Dime lo que sabes de él. ¿Qué es lo que esconde? ¿Cuántas hechiceras tiene? —preguntaba Humberto una y otra vez.No importaba cuánto le respondiera, él volvía a insistir. Me había dejado sin consumir sangre y, debilitada, me tenía encadenada con pulseras de plata y un collar pesado en el cuello que me ardía. —Ya he dicho todo lo que sé. He hablado de sus aliados y de la fuerza que tiene —respondí.Humberto jaló la cadena en mi cuello y caí de bruces. No estábamos solos, lo cual habría sido mejor. Cada vez que me interrogaban, aparecían todos los vampiros que me había dedicado a odiar durante años, aquellos a los que había traicionado. Y no había nada peor que traicionar a un vampiro: vivían por siempre y recordaban absolutamente todo.—¡Está mintiendo!—Mi señor, debe ser más duro con ella.—¡Es una traidora, la peor traidora! —vociferaban como locos. Humberto se agachó, levantó mi barbilla para verme a los ojos y frunció el ceño.—Sí, es una traidora. Y es posible que esté min
Celeste—¿Qué está pasando? —pregunté en voz alta, entre el miedo y el asombro.Había vuelto a ver a mi señor y eso me alegraba, no lo podía negar. Había pasado días con Roy, y habían sido espectaculares. El lobo me entendía de una manera como nunca nadie lo había hecho. No eran necesarias las palabras; solo con mirarnos podíamos entender qué sentía y qué quería el otro. Pero Alaric… era otra cuestión. Solo con verlo lo entenderían, sus ojos verdes, su altura, su piel clara, su cabello negro como la noche. Algo en su presencia era inevitable, no podía dejar de verlo. No sé si era por poder, por ser un rey, por ser un lobo grandioso, o si era por su belleza. Pero donde estaba él, cualquiera quedaba opacado.Estaba lejos del castillo, de mis captores, de mi ex manada, y más feliz que nunca. Él tenía razón: este lugar era el paraíso. En la cabaña en la que me había quedado tenía absolutamente todo lo que podía necesitar y más. Era impresionante cómo todo se acoplaba a mis necesidades, c
Celeste—La tierra y el agua confluyen muy bien. Recuerdo que este río no estaba cuando empecé a crear este jardín. Cambió su curso, como si deseara estar aquí. Ahora lo entiendo: era una señal de que mi mate tendría algo que ver con ello. La tierra y el agua son una sola. La tierra puede vivir sin agua mucho tiempo, pero se empobrece, se debilita y se corrompe. Es el agua del río la que creó todo esto —explicó él, señalando el jardín, las flores, los frutos, los árboles y los animales. Seguía hablando del jardín, de cada árbol, de como construyó las cabañas con sus propias manos, de como almacenó tantas cosas hasta que yo llegara. Yo, su mate.Él se dedicó a cuidarme, atento a que yo estuviera bien. Vi cada uno de sus movimientos, la forma en que me observaba, como si pensara que fuera a decaer. Y a la vez, pendiente si sentía de nuevo mi poder. Probé un durazno delicioso y cerré los ojos, pensando en lo especial que era.—El poder se asentó bien en mí cuando lo tomé en el templo, fue
EvaEl aire de la noche se sentía pesado, cargado de una tensión que me envolvía como una lámina invisible, mientras el camino serpenteaba hasta la majestuosa mansión que se alzaba ante nosotros.Era una construcción monumental, de arquitectura francesa, que evocaba otro tiempo, otro mundo. Los muros parecían interminables, coronados con torres que arañaban el cielo nocturno. Una mansión restaurada rápidamente, pensé. Sabía que su majestuosidad tenía otro origen, y sin embargo, el viejo vampiro ya había hecho de este lugar su hogar.—Avanza, traidora —espetó uno de mis escoltas mientras me empujaba. Tropecé, luchando por no caer al suelo. El collar de plata en mi cuello ardía, recordándome constantemente mi posición. Humberto iba delante de mí. Era mi captor, mi señor, mi dueño. De nuevo.Cuando cruzamos el umbral, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Las paredes estaban cubiertas de paneles de madera oscura, intercalados con tapices que parecían tan antiguos como el propio Valerius. H