EvaEl cuerpo me dolía en formas que, honestamente, no sabía que eran posibles. Casi me sentía humana. Pensé que esta etapa de sufrimiento ya la había superado. Mi vida no había sido fácil, y juro por la diosa que me había hecho fuerte: sufrí maltratos, agresiones, humillaciones por parte de los mercenarios desde que me atraparon y me obligaron a vivir con ellos, pero esto era otro nivel.Pero la peor sensación era no poder hacer nada. Incluso eso me molestaba más que no haber sido testigo de cuando mi señor acabó con el viejo Humberto. Yo lo había debilitado, estaba en sus últimas, pero hubiese vendido uno de mis colmillos por el solo placer de ver, aunque fuera una pequeña imagen, de su humillada muerte.Y ahora Alaric estaba aquí, hecho una fiera, con una furia que jamás le había visto, reclamando no solo a su mate y a su familia, sino también a mí. Me veía de reojo y no cedió ante las propuestas, seguramente falsas, de Valerius. Él no iba a dejarme, muy dentro de mí lo sabía, y so
CelesteLa daga salía del pecho de Valerius con una facilidad asombrosa. Las piedras que la adornaban brillaban como si tuvieran luz propia, como si fueran pequeñas estrellas incrustadas.—¿Qué clase de hechicería es esta? —dijo mi mate, angustiado.—Es mi daga Alaric. Fue hecha para mí, solo para mí. Y sí te respondió a ti una vez, porque el pacto fue pagado con sangre. La daga, la hechicera que la hizo y yo… estamos unidos —explica el vampiro mientras mi mate yace débil en el suelo y yo suplico su nombre—. Tuve una maldición, sé que tu grupo de aliados logró enterarse. Yo no podía salir y por eso, cuando escuché que buscabas ayuda, envié al tonto de Tobías a proponerte un acuerdo. Tenías que venir hasta aquí. Tantas veces intenté contactarte, pero tú estabas sumido en un aburrimiento eterno, no había nada que te tentara. Y juro que cuando te tuve enfrente, ¡no lo podía creer!: el viejo lobo, el más poderoso, estaba aquí ofreciéndome exactamente lo que yo necesitaba.—¿A qué te refier
EvaEl filo de la muerte nunca me había parecido tan afilado como ahora. Valerius me tenía atrapada, y por primera vez en siglos, pensé que este sería mi último aliento. Mentira, ya esta era la segunda vez que este viejo zarrapastroso me tenía por el cuello y no quería que ocurriera una tercera. Era un triste final, la verdad. Me habría gustado morir con más dignidad, no como una muñeca rota en manos de un vampiro desquiciado. ¡Justo ahora! Que tenía razones para vivir: amigos, un buen señor, una linda habitación en el castillo con cosas brillantes y lujosas adentro. Me encomendé a la diosa y… me arrepentí. Pensé en tener un compañero, quizás…una vida que no fuera robar y la guerra. Simplemente vivir. Pero entonces, el caos se desató y no pude creer lo que veían mis ojos. Este era el día de las grandes sorpresas.—¡A ellos! ¡No los dejen salir! ¡Atrapen a ese viejo vampiro! —gritó Nana enfurecida. Un rugido monstruoso rasgó el aire, seguido de una explosión de fuego que iluminó todo co
Fabrizio—Necesitamos llevarla bajo protección —dijo Xavier mientras levantábamos a Amelia.La pelea había sido dura, mucho más de lo esperado. Los guerreros vampiros de Valerius eran ordenados, fuertes, y juro que cuando acabábamos con uno, aparecían dos más. El grupo frente a la casa era solo uno, pero de las mazmorras salieron más, de detrás de la casa, y más allá. Después de que atacaran, aparecían rogues, mercenarios y, atrás, más lobos. —Yo puedo, juro que… —indicaba Amelia, pero luego la vi chillar de dolor.—Déjanos ayudar, mi señora —dije y la alejé de la batalla. Era difícil, no estábamos en el castillo ni en nuestro territorio. No teníamos nuestro grupo de apoyo, todos estábamos en la pelea. Igor había caído y lo perdí de vista. Las guerreras continuaban más allá, evitando que más vampiros se acercaran. Rogelio y Damián comandaban el frente, pero… ¿Hasta cuándo? Las manadas del norte habían llegado; vi alfas, guerreros, lobos que en algún tiempo nos habían jurado lealtad… a
AlaricHabíamos caído en su trampa. Valerius había sido un enemigo extremadamente paciente.—Tuvo siglos para planificar esto, no como Lucio, ni Marco, mucho menos como Aníbal y todos nuestros enemigos —susurraba Roy.La Eterna no le había hecho nada y, al parecer, era su verdadera aliada. Él decía que todo estaba unido, pero honestamente no sabía cómo. No entendía qué tenía que ver yo con él. En siglos de vida, por casualidad no lo había visto; si no fuera por mi enfrentamiento con Lucio, nunca nos hubiésemos conocido. Él estaba recluido aquí, maldito, y fue mi sangre la que lo liberó. Todo esto parecía un círculo que tenía que saber, pero me faltaba una pieza, una parte importante. Ni siquiera mi lobo lo entendía. Luego la hechicera utilizó su aire y aparecieron los aliados. Eva fue liberada y mi corazón se agitó al ver a mi mate acercarse. El tiempo no existía, la distancia tampoco. Éramos dos piezas que tenían que unirse, ella estaba aquí, conmigo, y ni siquiera el peligro importa
CelesteLa hechicera era impactante. Tenía un pañuelo que le cubría el cabello oscuro, y sus ojos brillaban tanto que parecían emitir luz. Valerius había mostrado su verdadera motivación: era una venganza, y tenía que ver con la familia de Alaric. Las hechiceras parecían ser solo un medio para un fin. Mi amor me mantenía oculta; yo daba vistazos como podía. Él tenía el poder de mi rey… se podría decir que lo tenía todo. Índigo nos observaba atenta, no sabía si escuchaba, pero supe que haría lo que pudiera para sacarnos de aquí.Recordaba cuando Alaric hablaba de su madre, ese tono en su voz lleno de melancolía, de una pérdida tan grande que no se podía explicar. Y cuando me mencionaron, me asomé y Aldana se quedó con la boca abierta; un destello pasó por sus ojos. Ella sonrió como si el resto no importara, como si ese pequeño dato rivalizara en importancia con todo lo que había dicho el viejo vampiro. Asintió con la cabeza, como si me reconociera. Estaba feliz, pude sentirlo, y sentí
FabrizioMarina y las guerreras habían ganado el extremo y expulsaban a los vampiros. La bestia Magnus y el Duque habían perseguido a mercenarios más allá del bosque. Había llamaradas que se quedaban en el suelo, caminando como si tuvieran pies, persiguiendo a los guerreros vampiros de Valerius. La batalla seguía, a veces cobraba fuerza, como si un poder invisible la recargara. Alfa Igor estaba inconsciente mientras Rogelio y Damián lo protegían.—Hay muchos heridos —indicaba Amelia. Se había recuperado. Rachel buscaba vendas y ayuda en los alrededores. Habíamos venido tan de improviso que no trajimos nada para auxiliarnos.—Tenemos que contener como podamos, pero me preocupa lo que sucede en la casa —respondí. Había una energía terrible que provenía de allí. Eva y Adriana hacían espacio para retomar la gran casona. Si, teníamos esto más o menos bajo control... Pero, ¿de qué serviría si Su Majestad y Celeste seguían ahí?—¿Qué sucede? —preguntó Amelia cuando Nana nos llamaba a los que
CelesteLa venganza, el hecho de traernos hasta aquí, el pacto de sangre que hizo mi señor, el obtener su sangre, derramarla, la de mi tío, unir a tantos aliados que aún peleaban afuera... todo para un único objetivo. Años, esfuerzos, dolores, aprovechar cada oportunidad solo para tener el hechizo y matar a mi rey enfrente de su madre. Era un objetivo desalmado y macabro. —No sabes lo que haces —dijo Aldana, firme. Sus ojos destellaron, sus puños se cerraron mientras observaba al vampiro. Mi mate yacía en el suelo, yo sujetaba su cabeza mientras sentía cómo su poder se evaporaba. Ya no escuchaba a Roy, el vampiro tomaba su poder de forma escandalosa. —Mi rey... Mi mate... —las lágrimas se me salían mientras él tomaba mi mano.—Mi cielo...—Tienes que aguantar... No puedes dejarme aquí —le dije y vi su preocupación.—Acabaremos con él, no te dejaría... —susurraba, sus manos temblaban. Yo le decía que no podía dejarme en este mundo sola. ¿Qué sentido tendrían las cosas? Pero él solo se