Hola hola! Alaric está a pasos de Celeste y ya estamos en la batalla final. ¿Cómo combatirá Valerius? Los leo! Bso Kika
Eva Supe que era una pésima idea cuando nos congregaron aquí y el vampiro parecía que estaba cerrando un negocio. Sin embargo, se desarrollaron las discusiones más insólitas y las alianzas de Valerius se destruían como burbujas de jabón explotando en el aire. Pero Cielito brilló, parecía otra persona, sacando todo su poder y atacando a la infeliz de Noelia. ¿Qué se creía esa mujer? Había querido patearla desde el momento en que la vi ingresar con su cara pálida y sus aspiraciones de reina. Afuera nos esperaba Su Majestad y lo único que tenía que hacer era salir corriendo de aquí con las hechiceras sin mirar atrás, unirme a la fuerza del rey y acabar con este maldito vampiro de una vez. Pero en un abrir y cerrar de ojos, el mundo se volvió polvo y cenizas. La gran casona estaba destruida, se podía ver el cielo y yo me levanté con un gran dolor de cabeza.—¿Dónde estás? ¿Dónde estás?—escuché la voz angustiada de Ágata. Lucía desfallecida, removiendo la tierra desesperada. Vi que en un
Fabrizio—¡¿Qué es eso?!—¡¿Qué demonios está ocurriendo?!— Escuchaba expresiones de asombro a mi alrededor y, en un abrir y cerrar de ojos, la gran barrera de protección que nos había limitado, cayó. No teníamos idea de cómo había sucedido, pero no nos detuvimos a preguntar. Era el momento de abalanzarnos a la guerra.—¡Ataquen! ¡Por el rey, por el reino y por Sombras de la Noche!—aullaba alfa Rogelio, hecho una fiera, avanzando con todos sus hombres y Damián a su lado.—Supongo que la suerte está de nuestro lado—sonrió Marina mientras corríamos Entonces, una gran llamarada de fuego iluminó el campo de batalla. Todos nos detuvimos por un instante, intentando descifrar su origen. La respuesta llegó con el sonido de los gritos desgarradores del enemigo. Nos miramos y vimos cómo buena parte del ejército contrario quedaba reducido a cenizas.—Me equivoqué. ¡Ahora la suerte sí está de nuestro lado!—saltaba Marina emocionada mientras los lobos celebraban, aullando al cielo. Con un rugido d
AlaricCasi podía sentirla. El vínculo me decía que ella no estaba lejos. A cada paso que daba, sentía su dolor, su angustia, su desesperación. Mi cielo había pasado demasiado tiempo aquí, en manos del enemigo, y yo nunca iba a perdonármelo.—Estamos aquí, y eso es lo que importa —dijo Roy de forma benevolente. En ese instante supe que mi lobo había vuelto por ella, volvió solo por ella. Y todo lo que había pasado en mi vida, me había traído hasta aquí. Me había hablado de la daga, me había guiado solo para llegar a este momento. Él lo sabía. Sabía que ella llegaría, y por fin podríamos sentirnos completos. Había derrotado a Humberto, que no era más que una alimaña. Había visto a los Lobos Rebeldes casi desaparecer. Quedaban otros enemigos, pero para llegar a ellos, primero debía derrotar a estos vampiros.—Así será. Está escrito —respondió Roy. Una energía recorrió mi cuerpo, haciéndome más fuerte, más rápido. Sentí la tierra bajo mis pies, afirmándome que no me dejaría solo. Una vez
CelesteEl dolor que me producía la pulsera era una completa agonía. Valerius había hecho algo, la había manipulado de alguna forma, o esta era diferente, especial… más aterradora. Y yo no podía pensar, solo sentía el dolor y el horror. No solo el mío, sino también el de Índigo, mi madre, quien se mantenía a mi lado como si intentara tomar algo de mi sufrimiento. Sabía que ella también había sido obligada y, aun así, se resistía. Ambas lo hacíamos.Y para remate, estaba también Eva en el aire, atada por una fuerza invisible mientras flotaba. De cuando en cuando se oían sus jadeos de dolor. Y eso me dolía tanto como la pulsera.—Tu querido novio está cerca, tal como te dije. Vino buscándote como un cachorro a su dueño. Porque eso eres, ¿lo sabes, pequeña hechicera? Eres la dueña de un rey, uno bastante débil y estúpido, uno que nunca supo elegir sus batallas y siempre buscó más de lo que podía aguantar. Así fue como llegó a mis manos, como te cedió a ti a cambio de un estúpido puñal. P
AlaricEl hechizo, a cambio de mi mate. Parecería la solución a todos mis problemas. Roy rugía por ella; verla de rodillas ante ese vampiro, golpeada, sufriendo… me carcomía el alma. Mi amor no debería arrodillarse ante nadie. Pero esto no terminaría aquí, y lo sabía. No iba a ser tan fácil como tomar a mi mate y salir corriendo. Valerius tenía que ser acabado, lo había jurado a esa hechicera, y aquí estaba otra, intentando proteger a Celeste. Y en el aire… Eva lograba a duras penas contener sus gemidos de dolor.Había hecho tantas promesas. E incluso si no las hubiera hecho, él sería el mismo rey de siempre: orgulloso, cobarde, irresponsable. Y yo me prometí ser alguien diferente. Por ella, y solo por ella.—No lo haré. Tu palabra no vale nada, debí saberlo siempre. Eres una serpiente traicionera y mi único objetivo es acabar contigo —vi su sonrisa de satisfacción. Él sabía que no aceptaría. Solo me estaba tentando.—Él tiene un plan, siempre tiene un plan —susurró Roy dentro de mí.
EvaEl cuerpo me dolía en formas que, honestamente, no sabía que eran posibles. Casi me sentía humana. Pensé que esta etapa de sufrimiento ya la había superado. Mi vida no había sido fácil, y juro por la diosa que me había hecho fuerte: sufrí maltratos, agresiones, humillaciones por parte de los mercenarios desde que me atraparon y me obligaron a vivir con ellos, pero esto era otro nivel.Pero la peor sensación era no poder hacer nada. Incluso eso me molestaba más que no haber sido testigo de cuando mi señor acabó con el viejo Humberto. Yo lo había debilitado, estaba en sus últimas, pero hubiese vendido uno de mis colmillos por el solo placer de ver, aunque fuera una pequeña imagen, de su humillada muerte.Y ahora Alaric estaba aquí, hecho una fiera, con una furia que jamás le había visto, reclamando no solo a su mate y a su familia, sino también a mí. Me veía de reojo y no cedió ante las propuestas, seguramente falsas, de Valerius. Él no iba a dejarme, muy dentro de mí lo sabía, y so
CelesteLa daga salía del pecho de Valerius con una facilidad asombrosa. Las piedras que la adornaban brillaban como si tuvieran luz propia, como si fueran pequeñas estrellas incrustadas.—¿Qué clase de hechicería es esta? —dijo mi mate, angustiado.—Es mi daga Alaric. Fue hecha para mí, solo para mí. Y sí te respondió a ti una vez, porque el pacto fue pagado con sangre. La daga, la hechicera que la hizo y yo… estamos unidos —explica el vampiro mientras mi mate yace débil en el suelo y yo suplico su nombre—. Tuve una maldición, sé que tu grupo de aliados logró enterarse. Yo no podía salir y por eso, cuando escuché que buscabas ayuda, envié al tonto de Tobías a proponerte un acuerdo. Tenías que venir hasta aquí. Tantas veces intenté contactarte, pero tú estabas sumido en un aburrimiento eterno, no había nada que te tentara. Y juro que cuando te tuve enfrente, ¡no lo podía creer!: el viejo lobo, el más poderoso, estaba aquí ofreciéndome exactamente lo que yo necesitaba.—¿A qué te refier
EvaEl filo de la muerte nunca me había parecido tan afilado como ahora. Valerius me tenía atrapada, y por primera vez en siglos, pensé que este sería mi último aliento. Mentira, ya esta era la segunda vez que este viejo zarrapastroso me tenía por el cuello y no quería que ocurriera una tercera. Era un triste final, la verdad. Me habría gustado morir con más dignidad, no como una muñeca rota en manos de un vampiro desquiciado. ¡Justo ahora! Que tenía razones para vivir: amigos, un buen señor, una linda habitación en el castillo con cosas brillantes y lujosas adentro. Me encomendé a la diosa y… me arrepentí. Pensé en tener un compañero, quizás…una vida que no fuera robar y la guerra. Simplemente vivir. Pero entonces, el caos se desató y no pude creer lo que veían mis ojos. Este era el día de las grandes sorpresas.—¡A ellos! ¡No los dejen salir! ¡Atrapen a ese viejo vampiro! —gritó Nana enfurecida. Un rugido monstruoso rasgó el aire, seguido de una explosión de fuego que iluminó todo co