Celeste—¿Te habías olvidado de mí? ¿Creías que iba a desaparecer así como así? ¿O pensabas que me iba a pudrir en una asquerosa celda, donde estuve por tu culpa? —reclamaba Noelia con malicia.—El rey te encerró por traición… lo que hiciste…—¿Lo que yo hice? ¡Tú tomaste lo que era mío, lo que me pertenecía por derecho! —¡Tú no tenías ningún derecho sobre Alaric! —respondo molesta. El poder burbujeaba dentro de mí y era tan fuerte que el dolor en mi mano, causado por la pulsera, quedaba en segundo plano.—¡Claro que sí! ¡Él me fue prometido hace tiempo, los alfas lo acordaron! ¡Yo iba a ser reina! —gruñe y se acerca más a mí mientras intento alejarme.—¿Solo te importaba eso?—¡Por supuesto que sí! ¿Y acaso me vas a negar que es lo que tú quieres? ¡Por eso lo hechizaste, ¿no es cierto?! Y el tonto lobo cayó como un idiota.—¡Alaric es mi mate! —digo molesta, y ella ahora me toma por el cuello. Estoy atada y no puedo moverme. Mi poder desea salir, pero es como si no tuviera escapator
FabrizioLo que había comenzado como una simple búsqueda de debilidades del enemigo había terminado en un gran caos. El hedor a sangre y óxido impregnaba el aire, la casa crujió como si se quejara, pero el sonido quedó opacado por el rugido de la bestia que se alzaba ante mí. Las cadenas que antes la contenían yacían destrozadas a sus pies, retorcidas como si fueran meros hilos de lana. Su pelaje negro como la noche se erizaba con furia, y sus ojos, dos brasas encendidas, me devoraban con un odio primitivo. Se había despertado, y lamentablemente habíamos comprobado que era terrible. A lo lejos, escuché los aullidos de los humanos que habían sido convertidos en contra de su voluntad por experimentos maléficos.—¡Maldita sea! —gruñó Marina. Se había lanzado a atacar a la gran bestia, pero luego de haber quedado herida, habíamos optado por cansarla. Mi amiga evitaba los golpes y zarpazos de la criatura, que no mostraba ningún signo de fatiga.—¡Cuidado! —grité, pero ya era muy tarde. La
Alaric—¡Ataquen! —gritó Rachel a nuestros guerreros, pero las balas, las flechas y las lanzas se deshacían como si fueran de aire una vez tocaban la barrera.—Esto es imposible —gruñó Amelia. No podía dejar de pensar que, cada momento que mi cielo estaba ahí, corría peligro. Me sentí un fracaso. Yo no podía ayudarla. Intenté utilizar el poder de la tierra, pero parecía que, más allá, mi poder no existía.—¡Hay movimiento adentro! —indicó Rachel. Eran los vampiros mercenarios dirigidos por Humberto y, más allá, los lobos, rogues y otras manadas. Eran cientos, rodeando la gran casa, eran demasiados. —¡Atentos, preparen sus protecciones! —ordené e invoqué hasta lo más sagrado. Vi que Humberto sonreía. Se dispararon flechas y el aire se cargó de wolfsbane.—¡Cuidado! —grité. El aluvión del ataque se nos vino encima. Escuché a mis guerreras caer heridas.—¡No puede ser! No podemos atacarlos, pero ellos sí pueden... —Los vampiros se sacaban las estacas y las balas de plata. Rachel llamaba
Eva Supe que era una pésima idea cuando nos congregaron aquí y el vampiro parecía que estaba cerrando un negocio. Sin embargo, se desarrollaron las discusiones más insólitas y las alianzas de Valerius se destruían como burbujas de jabón explotando en el aire. Pero Cielito brilló, parecía otra persona, sacando todo su poder y atacando a la infeliz de Noelia. ¿Qué se creía esa mujer? Había querido patearla desde el momento en que la vi ingresar con su cara pálida y sus aspiraciones de reina. Afuera nos esperaba Su Majestad y lo único que tenía que hacer era salir corriendo de aquí con las hechiceras sin mirar atrás, unirme a la fuerza del rey y acabar con este maldito vampiro de una vez. Pero en un abrir y cerrar de ojos, el mundo se volvió polvo y cenizas. La gran casona estaba destruida, se podía ver el cielo y yo me levanté con un gran dolor de cabeza.—¿Dónde estás? ¿Dónde estás?—escuché la voz angustiada de Ágata. Lucía desfallecida, removiendo la tierra desesperada. Vi que en un
Fabrizio—¡¿Qué es eso?!—¡¿Qué demonios está ocurriendo?!— Escuchaba expresiones de asombro a mi alrededor y, en un abrir y cerrar de ojos, la gran barrera de protección que nos había limitado, cayó. No teníamos idea de cómo había sucedido, pero no nos detuvimos a preguntar. Era el momento de abalanzarnos a la guerra.—¡Ataquen! ¡Por el rey, por el reino y por Sombras de la Noche!—aullaba alfa Rogelio, hecho una fiera, avanzando con todos sus hombres y Damián a su lado.—Supongo que la suerte está de nuestro lado—sonrió Marina mientras corríamos Entonces, una gran llamarada de fuego iluminó el campo de batalla. Todos nos detuvimos por un instante, intentando descifrar su origen. La respuesta llegó con el sonido de los gritos desgarradores del enemigo. Nos miramos y vimos cómo buena parte del ejército contrario quedaba reducido a cenizas.—Me equivoqué. ¡Ahora la suerte sí está de nuestro lado!—saltaba Marina emocionada mientras los lobos celebraban, aullando al cielo. Con un rugido d
AlaricCasi podía sentirla. El vínculo me decía que ella no estaba lejos. A cada paso que daba, sentía su dolor, su angustia, su desesperación. Mi cielo había pasado demasiado tiempo aquí, en manos del enemigo, y yo nunca iba a perdonármelo.—Estamos aquí, y eso es lo que importa —dijo Roy de forma benevolente. En ese instante supe que mi lobo había vuelto por ella, volvió solo por ella. Y todo lo que había pasado en mi vida, me había traído hasta aquí. Me había hablado de la daga, me había guiado solo para llegar a este momento. Él lo sabía. Sabía que ella llegaría, y por fin podríamos sentirnos completos. Había derrotado a Humberto, que no era más que una alimaña. Había visto a los Lobos Rebeldes casi desaparecer. Quedaban otros enemigos, pero para llegar a ellos, primero debía derrotar a estos vampiros.—Así será. Está escrito —respondió Roy. Una energía recorrió mi cuerpo, haciéndome más fuerte, más rápido. Sentí la tierra bajo mis pies, afirmándome que no me dejaría solo. Una vez
CelesteEl dolor que me producía la pulsera era una completa agonía. Valerius había hecho algo, la había manipulado de alguna forma, o esta era diferente, especial… más aterradora. Y yo no podía pensar, solo sentía el dolor y el horror. No solo el mío, sino también el de Índigo, mi madre, quien se mantenía a mi lado como si intentara tomar algo de mi sufrimiento. Sabía que ella también había sido obligada y, aun así, se resistía. Ambas lo hacíamos.Y para remate, estaba también Eva en el aire, atada por una fuerza invisible mientras flotaba. De cuando en cuando se oían sus jadeos de dolor. Y eso me dolía tanto como la pulsera.—Tu querido novio está cerca, tal como te dije. Vino buscándote como un cachorro a su dueño. Porque eso eres, ¿lo sabes, pequeña hechicera? Eres la dueña de un rey, uno bastante débil y estúpido, uno que nunca supo elegir sus batallas y siempre buscó más de lo que podía aguantar. Así fue como llegó a mis manos, como te cedió a ti a cambio de un estúpido puñal. P
AlaricEl hechizo, a cambio de mi mate. Parecería la solución a todos mis problemas. Roy rugía por ella; verla de rodillas ante ese vampiro, golpeada, sufriendo… me carcomía el alma. Mi amor no debería arrodillarse ante nadie. Pero esto no terminaría aquí, y lo sabía. No iba a ser tan fácil como tomar a mi mate y salir corriendo. Valerius tenía que ser acabado, lo había jurado a esa hechicera, y aquí estaba otra, intentando proteger a Celeste. Y en el aire… Eva lograba a duras penas contener sus gemidos de dolor.Había hecho tantas promesas. E incluso si no las hubiera hecho, él sería el mismo rey de siempre: orgulloso, cobarde, irresponsable. Y yo me prometí ser alguien diferente. Por ella, y solo por ella.—No lo haré. Tu palabra no vale nada, debí saberlo siempre. Eres una serpiente traicionera y mi único objetivo es acabar contigo —vi su sonrisa de satisfacción. Él sabía que no aceptaría. Solo me estaba tentando.—Él tiene un plan, siempre tiene un plan —susurró Roy dentro de mí.