EvaLa diosa sabe que yo he aguantado sufrimientos, golpes y maltratos y decidí buscar una mejor vida. Pero lo que ha pasado con las hechiceras, con Cielito enterándose de su pasado de esta manera, el sufrimiento mientras la encantaban, las pulseras y las otras mujeres encadenadas e impotentes… simplemente había sido otro nivel. Ni que mencionar a Índigo siendo entregada a ese gusano traidor; eran cosas que yo no podía soportar. Ellas no eran mujeres débiles que esperaban que alguien las salvara, todo lo contrario: habían aguantado años, soportado demasiado y logrado mantenerse de pie esperando el momento justo. Y que me lleve el diablo si yo no hago todo lo posible para que ese momento se dé.Su Majestad estaba en camino, él mismo Valerius lo sabía, así que debía irle preparando el terreno. Claro que no me dio más detalles de mi misión, ese lobo era demasiado misterioso, pero yo iba a trabajar con lo que tenía. No dejaría que esas ratas avanzaran un centímetro más. Estaba que echaba h
Estar sin ella había sido difícil. Encontrarla en ese pueblo hechizado y luchar por ella había sido terrible. Me consumía la idea de que me odiara. Y, aun así, la suerte me sonrió: ella me quería. Pero el dolor de saber que debía despedirme de ella me carcomía. Mi flor se había llevado varios libros para seguir investigando y sabía que, en el jardín, estaría segura, luego nos casaríamos y viviríamos en esa casa, lejos de todo. Era lo único que me hacía continuar, seguir dando un paso tras otro. Yo no era el único. Alfa Xavier sufría cada momento pensando en su Luna y en su pequeño. Marina lloraba en silencio por Bruno. Por las noches, solo se escuchaban suspiros. Su Majestad ni siquiera dormía. —El camino se abre ante mí, Fabrizio, de una manera que es como un aviso para que continúe, pero con un mensaje claro: él me espera y que acabará conmigo. Y ella sufre, lo siento en cada fibra de mi corazón.—Y, sin embargo, debemos continuar —respondí.—Así es. Y estamos a medio camino. No he
Celeste—¿Pociones?—Con plata. Si Valerius intenta hechizarte, le va a costar— indicó Índigo emocionado dándome un frasquito.—Las chicas no podían acercarse a las armerías ni obtener nada con qué defendernos—murmuró Nana, atónita.—Tampoco podemos atacar a Su Excelencia directamente —respondió Ágata.—Lo resolveremos, mi niña. No dejaré que ese lobo asqueroso le ponga un dedo encima a mi nieta —gruñó Nana. La puerta se abrió y apareció Eva, despeinada, emocionada, debía estar en muchas cosas. —Mis aliados están armados y, para rematar, el vampiro viejo está muy lindo de ver —comentó con una sonrisa coqueta. Mencionó su plan de destruirlos uno a uno. Humberto se encargaría de los Lobos Rebeldes. Faltaban los rogues; los cazadores humanos eran una operación en curso. Nana no dijo nada y se quedó observándola un buen tiempo mientras nosotros mirábamos de un lado al otro.—Debo decir, vampira, que me has sorprendido gratamente y eso es difícil. Eres gloriosa, brillante, atrevida y vali
AlaricNuestra separación había sido terrible y, sin embargo, me sentía unido a ella de una forma que me recordaba a una marca invisible, profunda y ardiente. —Algo se movió adelante— exclamó Amelia, su voz tensa. De inmediato, los vimos.—¿De dónde sacan tantos mercenarios?—gruñí mientras la primera tanda de vampiros se acercaba. No solo avanzaban con sus colmillos descubiertos, sino que también portaban espadas, y el olor a wolfsbane impregnaba el aire.—Deben haber convocado a otros vampiros. Es la única explicación—dijo Rachel, ajustando su cadena de plata, el arma insigne de Freya que debía habérsela prestado.—¡No retrocedan!—grité mientras la marea de enemigos se abalanzaba sobre nosotros, feroz e implacable. Amelia no titubeó, y los otros clanes tampoco. Mis manos se volvieron garras; arranqué gargantas y sentí el ardor de la sangre tibia. A mi alrededor, los cuerpos caían despedazados entre gritos y jadeos.—¡A su izquierda, Su Majestad!—aulló Rachel, sin despegarse de mí. B
Celeste—¿Te habías olvidado de mí? ¿Creías que iba a desaparecer así como así? ¿O pensabas que me iba a pudrir en una asquerosa celda, donde estuve por tu culpa? —reclamaba Noelia con malicia.—El rey te encerró por traición… lo que hiciste…—¿Lo que yo hice? ¡Tú tomaste lo que era mío, lo que me pertenecía por derecho! —¡Tú no tenías ningún derecho sobre Alaric! —respondo molesta. El poder burbujeaba dentro de mí y era tan fuerte que el dolor en mi mano, causado por la pulsera, quedaba en segundo plano.—¡Claro que sí! ¡Él me fue prometido hace tiempo, los alfas lo acordaron! ¡Yo iba a ser reina! —gruñe y se acerca más a mí mientras intento alejarme.—¿Solo te importaba eso?—¡Por supuesto que sí! ¿Y acaso me vas a negar que es lo que tú quieres? ¡Por eso lo hechizaste, ¿no es cierto?! Y el tonto lobo cayó como un idiota.—¡Alaric es mi mate! —digo molesta, y ella ahora me toma por el cuello. Estoy atada y no puedo moverme. Mi poder desea salir, pero es como si no tuviera escapator
FabrizioLo que había comenzado como una simple búsqueda de debilidades del enemigo había terminado en un gran caos. El hedor a sangre y óxido impregnaba el aire, la casa crujió como si se quejara, pero el sonido quedó opacado por el rugido de la bestia que se alzaba ante mí. Las cadenas que antes la contenían yacían destrozadas a sus pies, retorcidas como si fueran meros hilos de lana. Su pelaje negro como la noche se erizaba con furia, y sus ojos, dos brasas encendidas, me devoraban con un odio primitivo. Se había despertado, y lamentablemente habíamos comprobado que era terrible. A lo lejos, escuché los aullidos de los humanos que habían sido convertidos en contra de su voluntad por experimentos maléficos.—¡Maldita sea! —gruñó Marina. Se había lanzado a atacar a la gran bestia, pero luego de haber quedado herida, habíamos optado por cansarla. Mi amiga evitaba los golpes y zarpazos de la criatura, que no mostraba ningún signo de fatiga.—¡Cuidado! —grité, pero ya era muy tarde. La
Alaric—¡Ataquen! —gritó Rachel a nuestros guerreros, pero las balas, las flechas y las lanzas se deshacían como si fueran de aire una vez tocaban la barrera.—Esto es imposible —gruñó Amelia. No podía dejar de pensar que, cada momento que mi cielo estaba ahí, corría peligro. Me sentí un fracaso. Yo no podía ayudarla. Intenté utilizar el poder de la tierra, pero parecía que, más allá, mi poder no existía.—¡Hay movimiento adentro! —indicó Rachel. Eran los vampiros mercenarios dirigidos por Humberto y, más allá, los lobos, rogues y otras manadas. Eran cientos, rodeando la gran casa, eran demasiados. —¡Atentos, preparen sus protecciones! —ordené e invoqué hasta lo más sagrado. Vi que Humberto sonreía. Se dispararon flechas y el aire se cargó de wolfsbane.—¡Cuidado! —grité. El aluvión del ataque se nos vino encima. Escuché a mis guerreras caer heridas.—¡No puede ser! No podemos atacarlos, pero ellos sí pueden... —Los vampiros se sacaban las estacas y las balas de plata. Rachel llamaba
Eva Supe que era una pésima idea cuando nos congregaron aquí y el vampiro parecía que estaba cerrando un negocio. Sin embargo, se desarrollaron las discusiones más insólitas y las alianzas de Valerius se destruían como burbujas de jabón explotando en el aire. Pero Cielito brilló, parecía otra persona, sacando todo su poder y atacando a la infeliz de Noelia. ¿Qué se creía esa mujer? Había querido patearla desde el momento en que la vi ingresar con su cara pálida y sus aspiraciones de reina. Afuera nos esperaba Su Majestad y lo único que tenía que hacer era salir corriendo de aquí con las hechiceras sin mirar atrás, unirme a la fuerza del rey y acabar con este maldito vampiro de una vez. Pero en un abrir y cerrar de ojos, el mundo se volvió polvo y cenizas. La gran casona estaba destruida, se podía ver el cielo y yo me levanté con un gran dolor de cabeza.—¿Dónde estás? ¿Dónde estás?—escuché la voz angustiada de Ágata. Lucía desfallecida, removiendo la tierra desesperada. Vi que en un