Fabrizio —¿Cómo es eso de que Eva está con el enemigo? —pregunto mientras Rachel me da una mirada perdida.—Es lo que dice Su Majestad, todos lo dudamos. Incluso Su Majestad Celeste opina lo contrario —responde, encogiéndose de hombros. Me tapaba la cara con las manos, no sabía cómo iba a afrontar esto y tampoco los problemas que venían. Era obvio que había muchos, y era verdad: el rey me había dicho que todos me esperaban para buscar soluciones. Pero en este momento, solo una cosa me importaba. —Ella está mejor, el hechizo no afectó en la salud para nada. Utilicé mi poder y, por lo que pude ver, está completamente sana. Me atrevería a pensar que quien la puso ahí no quería hacerle daño —comenta Carmen. Yo suspiro de alivio; era mi peor preocupación.—¿Qué crees que haya pasado mientras estuvo ahí?—No lo sé, pero es algo que tienes que investigar, amigo —dice gran alfa. En ese momento señala la puerta del cuarto de ella, y yo me asomo.Desde el primer momento me quedo asombrado del
Fabrizio—¿Qué te hizo él? —pregunté, intentando controlar la rabia. Ella miró hacia sus manos, como si no quisiera recordar. No quería hacerla pasar por esto e iba a decirle que no importaba, cuando ella empezó a hablar.—Él se acercó a nosotros. Estuvo ahí cada hora mientras el pintor hacía su trabajo. Al inicio quería aproximarse a mi padre; lo vi muy interesado en querer saber sobre los vampiros. Pero jamás me imaginé quién era él. Y cuando vi que conocía mucho sobre el tema, no pude evitar hacerle preguntas. Le pregunté por ti, si te conocía —comentó ella, y yo tragué saliva.—¿Él te dijo que me conocía? —Cada vez estaba más en la casa, envenenando a mi padre con información sobre los vampiros peligrosos, especialmente sobre ti. Decía que eras el peor de todos, y yo, aun así, no lo creía. Algo en esa vez que vi en tus ojos, aunque fuera de lejos, me hizo saber que no podrías ser malo.—Debe haber sido muy difícil esconder esto de tu padre, lo que pensabas sobre los vampiros, sobr
Eva—Me han dicho que has tomado el control de las mazmorras.—Así es, su Excelencia. La bestia ha sido completamente controlada, hemos apresado a otros lobos insurgentes. Y también le he sacado información a otro prisionero. Uno viejo y olvidado —le comento, y Valerius se mueve incómodo en su asiento.—Nunca te dije que hablaras con él —espeta. Realmente le molesta que alguien haya hablado con el verdadero Duque. El viejo y yo habíamos tenido unas cuantas conversaciones en donde yo le sacaba información y le daba un poco de sangre.—Lo sé, mi señor, y le pido disculpas. Simplemente, me di cuenta de que sabía algo—digo, y él se levanta de su asiento.—¿Qué puede saber él?—Sabía cómo controlar a la bestia —respondo dulcemente, y él me mira por un buen tiempo—. Si me permite, creo que todos los vampiros son funcionales, podría ser útil —propongo.—¿Qué sugieres? —dice Valerius, sentándose de nuevo y cruzando sus piernas.—Déjemelo a mí. Le sacaré toda la información que pueda y después.
EvaEl rugido de Valerius resonó en las paredes de la sala como un trueno. Su furia era palpable, su rostro una máscara de rabia contenida mientras sus ojos se clavaban en los tres guerreros del Rey capturados. Caminaba de un lado a otro, su capa oscura ondeando tras él como una sombra amenazante. Félix alzó las manos en un gesto de suplica. —Señor, es mentira, ¡alguien está manipulándolo! Quieren verlo caer. Yo nunca... —sus palabras se ahogaron en un gemido mientras se inclinaba, las rodillas tambaleándose bajo el peso de la desesperación.—¡Te atreves a poner tus sucias garras sobre mi Ágata! ¡Cómo te atreves a decir que soy capaz de ser manipulado como un cualquiera!Las hechiceras parecían desconcertadas, Ágata bajaba la cabeza, dando a entender que era cierto lo que decía su señor. La mesa estaba servida y yo me disponía a comer lo que saliera.Alfa Simón también suplicaba, intentando razonar con Valerius, pero sus palabras eran acalladas por la risa cruel de los vampiros prese
Alaric—¿Pero qué podría haber en Ciudad Ónix? No hay un espacio especial para los lobos o hechiceras—comentó Alfa Rogelio.—Quizás no lo sabemos. La ciudad fue creciendo poco a poco. Alfa Damián la ha reclamado hace poco, y está buscando sobre la historia y lo que había antes. Si fue un refugio en el pasado para hechiceras, vampiros o lo que sea —comentó Xavier.En mi cabeza se repetían las palabras de Alfa Duran. Si Valerius estaba buscando un objeto importante, era porque era vital. Y cuanto antes supiera qué era y pudiera poner mis manos sobre él, mucho mejor.—Alfa Damián está en contacto. Estoy seguro de que pronto nos dirá algo —indicó Rachel. La realidad era que seguíamos en lo mismo: sin avances, perdidos, literalmente esperando a que el enemigo diera su golpe para reaccionar, y esa idea no me gustaba.—Me sigue intrigando cómo Valerius le entregó regalos a Noelia... si es que fue él —susurré de repente. Tenía a parte de mis enemigos aquí, a mis pies, en las mazmorras, y, sin
Fabrizio—¿De verdad tienes que irte? —me pregunta Margarita con expresión triste. Habíamos estado juntos una semana. Solo una semana después de años. La extrañaba siempre, incluso cuando estábamos juntos. Aún no podía creer que ella estaba aquí conmigo.—Solo será un par de días, lo prometo —digo cuando le preparaba el desayuno en la cocina del castillo. Los trabajadores ya se habían acostumbrado. A todos les asombraba que aún supiera cocinar, sobre todo porque yo no comía estos alimentos, pero ya había aprendido qué era lo que a ella le gustaba y quería darle solo lo mejor. A ella le gustaba mirarme pacientemente, como si fuera nuestro pequeño ritual.Éramos inseparables. Ella me acompañaba a la librería mientras yo investigaba sobre las armas, hechicería y demás. Era profundamente feliz en la biblioteca de Su Majestad, con miles de libros, tantos que ya no sabía cuál elegir. Me acompañaba por el jardín, en las reuniones, en las cenas. Quería que se sintiera lo más cómoda posible. E
Eva—Realmente te has infiltrado… —Adriana me miraba con expresión de sorpresa.—Y muy bien, nadie sospecha de ella —comentó el Duque, mientras ambos estaban en celdas contiguas, aquí, en las mazmorras más profundas. La bestia seguía dormida.—Yo había salido del castillo hacía meses. Había estado con varios guerreros, buscando alguna pista de Valerius. Recibimos un mensaje de que teníamos que ir al norte, pues había alfas sospechosos en el castillo. Nos dividimos; vine con dos compañeros, y del resto no sé nada. Nos atacaron, nos persiguieron vampiros, lobos y rogues. Pronto nos dimos cuenta de que nunca encontraríamos nada, las casas, inclusive esta, deben tener un fuerte hechizo protector—comentó Adriana.Seguía con su traje de guerrera. Ya le había traído algo de comida y agua. Se suponía que estaba aquí para interrogarla, torturarla, peor mi objetivo era otro. Pero era una mujer inteligente, y pronto se dio cuenta de que algo no cuadraba. Le conté mi plan, y debo reconocer que su
Celeste —Tengo que ir —dije con determinación— Algo me dice que debo estar allí. Hay algo importante en esa ciudad.—¿Escuchaste algo? ¿Las voces? —me preguntó mi mate. Su rostro reflejaba angustia. Estaba entre la espada y la pared, no quería que fuera, pero sabía que tampoco podía evitarlo. Necesitamos respuestas. Su preocupación por no dejarme ir era evidente.—Hace tiempo que no escucho las voces, pero es un sentimiento, como lo del templo. Sé que debo estar ahí, Alaric —le pedí, tomando los bordes de su chaqueta. Habíamos pasado unas semanas hermosas juntos, como si fuéramos un rey y una reina viviendo en paz. Pero la realidad no tardaría en alcanzarnos.—Voy contigo —demandó, mientras tomaba su espada y sus cosas.—Sabes que no puedes ir. El pacto de sangre... Si sales lo suficiente...—No es una pregunta, mi cielo. No hay forma de que te deje sola —insistió, con una mirada inquebrantable en sus ojos verdes.—Te lo ruego, si algo te pasa... —suspiré mientras él me abrazaba con