—Hola —con timidez, la joven saludó al hombre, quien la examinaba de pies a cabeza mientras permanecía de pie frente a él.—Hola, muñeca— le devolvió el saludo el hombre, llevando el borde del vaso a sus labios y dando un lento sorbo, sin apartar sus ojos de ella.—Niña, ¿cuál es tu mesa? No interru
—Soñadora —le apartó un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja—. Te llamarás así.—¿Por qué?.—Vives en una burbuja de ingenuidad, pequeña, puede ser peligroso —besó su mejilla con delicadeza, intensificando el sonrojo en sus pómulos—. Serás mi soñadora, porque hoy serás mía.La joven esbozó un
En cuestión de minutos, el vehículo se detuvo frente a un destacado estudio de tatuajes, considerado el mejor de la ciudad. Descendieron del automóvil, entrelazando sus manos como si fueran una pareja real, resaltando la marcada diferencia de estaturas. Ella era diminuta, mientras que él emanaba imp
Un estremecimiento delicioso serpenteó por el cuerpo de Atenea cuando el italiano la empujó contra la puerta del hotel, sus labios hambrientos devorando los suyos con una pasión desenfrenada. En la búsqueda de aire, ella jadeó, pero él no daba tregua, la pequeña boquita de Atenea lo volvía loco, des
—Eres realmente exquisita —le dijo, recorriendo suavemente con la lengua todo el terreno mojado, explorando los pliegues, descendiendo y ascendiendo hasta centrarse en el clítoris, la protuberancia más sensible—. Gime más fuerte, soñadora, hazlo.—¡Oh, Dios! —se aferró inconscientemente a la cabeza
—No te hagas daño, pequeña —Valentino la sujetó de la cintura, impidiendo que ella lo tome, ya que había empezado a mover las caderas hacia arriba para recibirlo—. Si no tienes cuidado, podría dolerte.—Lo quiero, por favor...—pidió gimiendo, sintiendo el placer inyectarse en sus venas, mientras la
—Seguiré dándote lo que pides, preciosa —Valentino le sujetó el rostro, robándole el aire con un beso posesivo —estás tan rica ahí adentro, tan apretada y caliente que no deseo salir nunca —empezó a besar su cuello, proporcionándole más placer —¿Por qué no puedes ser mía para siempre? Nunca había de
—¡Atenea! —el chillido de Layla resonó, dejándola casi sorda al poner un pie dentro del hotel donde se alojaban— ¿¡Dónde demonios estabas!? ¡Joder, qué susto!—Ah, yo...—¡Atenea Volkova! —Cayetana, su hermana, se acercó llena de preocupación y angustia para abrazarla— ¡¿Dónde te cojones metiste y c