—Abre la puerta, Rizzo —exigió Atenea, queriendo parecer mordaz, pero ante los ojos de Valentino solo se veía como una muñequita adorable, toda refunfuñada. —Valentino.—¿Qué?.—Que me llames Valentino —acortó la distancia entre ambos antes de que ella huyera nuevamente de él—. ¿Qué te cuesta lleva
**Hace dos años**—¡Vamos, Ate, apúrate! — exclamó Layla, haciendo que la pequeña Atenea diera un brinco en el baño. Nerviosa pero sonriente, se apresuró a colocarse el vestido y salió del baño en un instante.—¿Cómo me veo? — preguntó tímidamente, sujetando nerviosamente el dobladillo de su vestido
—Ay, por Dios, Tana, apenas comienza el día; no seas tan santurrona. La chica ya lidia lo suficiente con sus padres —añadió Layla, rodando los ojos—. ¿Le vas a impedir divertirse? Hoy es su día, déjala.Cayetana, renuente a seguir siendo la aguafiestas, rodó los ojos. Las bebidas alcohólicas llegaro
—Hola —con timidez, la joven saludó al hombre, quien la examinaba de pies a cabeza mientras permanecía de pie frente a él.—Hola, muñeca— le devolvió el saludo el hombre, llevando el borde del vaso a sus labios y dando un lento sorbo, sin apartar sus ojos de ella.—Niña, ¿cuál es tu mesa? No interru
—Soñadora —le apartó un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja—. Te llamarás así.—¿Por qué?.—Vives en una burbuja de ingenuidad, pequeña, puede ser peligroso —besó su mejilla con delicadeza, intensificando el sonrojo en sus pómulos—. Serás mi soñadora, porque hoy serás mía.La joven esbozó un
En cuestión de minutos, el vehículo se detuvo frente a un destacado estudio de tatuajes, considerado el mejor de la ciudad. Descendieron del automóvil, entrelazando sus manos como si fueran una pareja real, resaltando la marcada diferencia de estaturas. Ella era diminuta, mientras que él emanaba imp
Un estremecimiento delicioso serpenteó por el cuerpo de Atenea cuando el italiano la empujó contra la puerta del hotel, sus labios hambrientos devorando los suyos con una pasión desenfrenada. En la búsqueda de aire, ella jadeó, pero él no daba tregua, la pequeña boquita de Atenea lo volvía loco, des
—Eres realmente exquisita —le dijo, recorriendo suavemente con la lengua todo el terreno mojado, explorando los pliegues, descendiendo y ascendiendo hasta centrarse en el clítoris, la protuberancia más sensible—. Gime más fuerte, soñadora, hazlo.—¡Oh, Dios! —se aferró inconscientemente a la cabeza