—Lo tengo.Después de que su amiga se retiró, Atenea se dejó caer exhausta en el sofá, masajeando sus sienes por el dolor de cabeza que le taladraba el cráneo. Suspiró pesadamente, con la mirada fija en el techo, contemplando el candelabro incrustado en el concreto.Cerró los ojos y los volvió a abr
Un nudo apretó su garganta al acariciar con sus dedos el rústico lienzo. Repetía una y otra vez un rotundo "imposible", incapaz de creer que Valentino le hubiera mentido de esa manera.Inhaló profundamente, apartándose de la obra para contener sus impulsos. Sin embargo, la respuesta que ansiaba se r
—¿Qué estás tramando, Dimitri? —inquirió Valentino, con una pierna sobre la otra, sentado frente a su primo, quien extrañamente guardaba silencio mientras miraba unos papeles sobre el escritorio.—Sé claro.—Sabes a qué me refiero.Dimitri resopló y alzó la mirada.—Atracción —respondió, inexpresivo
Los pasos de Layla por el camino rocoso que conduce hacia el interior de la mansión eran débiles y pesados. Llevaba sosteniendo en su mano una maleta con todo su equipaje adentro, puesto que esa misma noche había decidido irse del apartamento de su ahora exnovio.Con tres golpes en la puerta princip
—Abre la puerta, Rizzo —exigió Atenea, queriendo parecer mordaz, pero ante los ojos de Valentino solo se veía como una muñequita adorable, toda refunfuñada. —Valentino.—¿Qué?.—Que me llames Valentino —acortó la distancia entre ambos antes de que ella huyera nuevamente de él—. ¿Qué te cuesta lleva
**Hace dos años**—¡Vamos, Ate, apúrate! — exclamó Layla, haciendo que la pequeña Atenea diera un brinco en el baño. Nerviosa pero sonriente, se apresuró a colocarse el vestido y salió del baño en un instante.—¿Cómo me veo? — preguntó tímidamente, sujetando nerviosamente el dobladillo de su vestido
—Ay, por Dios, Tana, apenas comienza el día; no seas tan santurrona. La chica ya lidia lo suficiente con sus padres —añadió Layla, rodando los ojos—. ¿Le vas a impedir divertirse? Hoy es su día, déjala.Cayetana, renuente a seguir siendo la aguafiestas, rodó los ojos. Las bebidas alcohólicas llegaro
—Hola —con timidez, la joven saludó al hombre, quien la examinaba de pies a cabeza mientras permanecía de pie frente a él.—Hola, muñeca— le devolvió el saludo el hombre, llevando el borde del vaso a sus labios y dando un lento sorbo, sin apartar sus ojos de ella.—Niña, ¿cuál es tu mesa? No interru