Capítulo 5

Las dos hermanas gemelas, después de pasar dos horas en casa de su costurera, finalmente regresaron. Ambos se sentaron en una estera que acababan de extender debajo del árbol de mango.

– Pero Fidélia, ¿qué opinas de las palabras del joven esta mañana?

– Dame tu opinión al respecto, respondió la persona interrogada.

-¿Cómo puedes hacerme la misma pregunta? ¡Dame tu opinión primero!

– Bueno, francamente, ¡me gustaría que lo visitáramos!

- ¡Igual que yo!

- Excelente ! Pero la única preocupación que me preocupa es si debo hablar con mi mamá sobre esto.

– ¿Cuál mamá?

–¿Cuántas madres tenemos?

-¿Y qué tiene ella que ver con nuestros asuntos? ¡Ignorala!

- ¿Hablas en serio? Bueno, sólo puedo estar en connivencia contigo. Pero tengo miedo de que nos pase algo peligroso.

– ¿De qué peligro hablas? No habrá ningún peligro para nosotros, querida mía.

- Comprendido.

Mientras ambos conversaban, una mujer salió de la habitación y caminó hacia ellos: era su madre. Inmediatamente cambiaron de tema, fingiendo que la madre estaba al tanto de su plan.

***

Eran las siete en punto.

Florencia, al regresar del mercado, recorrió el mismo camino que había recorrido para llegar rápido a casa; un camino que la condujo a un lugar donde solía encontrar a un hombre que, por más apresurados que fueran sus pasos, la llamaba. En el mismo lugar, una persona seguía impaciente, esperando que alguien llegara o regresara. Aparcando su motocicleta en sus dos soportes, el hombre se sentó en el asiento delantero, mirando perdido en el paisaje.

De repente, de un lugar salió una joven con una palangana centrada en la cabeza. El hombre, aunque la oscuridad dictaba su ley, reconoció inmediatamente a la joven por su forma de andar. Al ver a la joven acercarse a él, el hombre comenzó a emitir pequeñas sonrisas en sus labios; sonrisas de alegría.

“Bienvenida, reina de las hadas”, dijo el hombre a la joven, quien a su vez tenía una sonrisa muy bonita en sus labios.

– Gracias, hombre sin desesperación; ¡Gracias, hombre valiente! exclamó mostrando los dientes.

El joven, con su hermosa voz, tarareaba una bella melodía de amor que le cantó de principio a fin. La joven, por su parte, acogió con alegría intermitente los versos derivados de la canción. Luego colocó su palangana en el suelo y, como hechizada por las rimas de la canción, besó al cantante, envolviendo sus dos brazos alrededor de su cuello a pesar de las motos y los coches que los abrazaban con sus faros. A pesar de que los peatones pasaban cerca de ellos, a Florencia le importó un bledo. Y con su bella y agradable voz, dijo a su vez: “Wangni gni n’do noué, manvo manvo wè”; que traducido como “el amor que tengo por ti es un amor sin peligro y para la eternidad”.

El hombre, lleno de alegría, levantó a su compañera y la hizo cosquillas con fuertes abrazos.

– ¡Gracias mi rosa! ¡Gracias por decidir ser mío! Gracias por darme acceso a tu corazón de oro. ¡Gracias por hacerme tan feliz! Te amaré más que a mi propia vida.

—Eso es lo que decís vosotros, los hombres; pero confío en ti.

- Tienes razón ; Para evaluar la capacidad de un canario pequeño respecto de uno mediano, es al borde del pantano que lo deducimos. Con el tiempo comprenderás que, aunque tanto el RAV4 como el BMW se llaman coches, hay una gran diferencia entre ambos.

– ¡Cómo me encantan las charadas! No hay problema Pero sabes, a mi mamá le encantaría verte.

- ¿Ah, bien? ¿Alguna vez le has hablado de mí?

– Sí, le hablé de ti y tiene muchas ganas de conocerte; Pido disculpas por utilizar el "tú" informal porque no me siento cómodo utilizando el "tú" formal y también me parece como si estuviera hablando con un grupo de personas cuando sólo estás tú frente a mí.

—Oh, querida mía; Me gusta cuando la gente se dirige a mí de manera informal.

– ¡Muchas gracias por su comprensión! ¿Y mi madre?

– ¡Iré a verla por recomendación tuya, por supuesto!

- Está bien ! ¿Y cuándo tendrás tiempo de venir a verla entonces?

– Depende de usted darme una cita, por favor.

– Um… ¿te vienen bien los próximos fines de semana?

– ¿Hasta el fin de semana? Lo encuentro un poco largo, pero si es lo que más te conviene, ¡lo conservamos!

– Si te parece largo, ¡puedo dejarte decidir!

– ¡De lo contrario, te lo propondré mañana!

- Mañana ? Tengo que ir al mercado para...

– ¡Detente, mi reina! Si quieres, mañana te pago el dinero de la venta de tus productos y mañana cancelamos tu programa de venta ambulante.

- ¿Hablas en serio?

- ¡Por supuesto!

- Está bien ! Entonces puedes venir mañana. ¿Espero que reconozcas la casa?

El hombre se echó a reír y luego añadió mecánicamente:

– Espera, ¿qué pensaste? ¿Que me olvidaría de esta casa que pronto cambiaré el aspecto muy pronto?

- ¿Mmm? ¡Eso me hará muy feliz! Así que ya tienes mi palabra y eres libre de venir cuando quieras.

– ¡Gracias, querida!

- Por favor ! Ahora voy a pedir permiso para salir.

-Está bien, muchas gracias. Gracias por hacerme el hombre más feliz del mundo.

-Es tu derecho y el mío es mi deber.

Los dos nuevos amantes se dieron la mano y se separaron.

***

Esa mañana, el patio del Titi daba la bienvenida a un extraño. Un desconocido que había aparcado una moto en el patio, muy cerca del portón de entrada. De pie en la puerta, el extraño esperaba que alguien le encontrara un lugar, ya sea en el patio o en la habitación. Unos minutos antes le pidieron que entrara, lo cual hizo.

– Bienvenido y hola, joven.

“Gracias, mamá”, respondió cortésmente el extraño.

– Bueno, para no perder el tiempo, ¡vamos directo al grano! Entonces mi hija me habló de ti y decidí conocerte yo misma antes de saber cómo acercarme a su padre. Para empezar, ¿cómo te llamas y a qué te dedicas?

– Me llaman Jean-Paul. Soy artista y escritora. Tengo veintiséis años.

– La edad no es necesaria, hijo mío. Entonces ¿eres un artista escritor?

-¡Sí, mamá!

La señora bajó la cabeza como si se arrepintiera de algo.

– Hijo, sabes que siempre he odiado a cualquiera que promueva el arte. No sé si me entiendes.

—Para nada, mamá.

- Está bien ! En realidad, odio a los artistas. ¿Y sabes por qué?

-¡No, mamá!

- GRACIAS ! Ya sabes, la mayoría de los artistas siempre son infieles. Pocos de ellos permanecen fieles toda la vida. Incluso si se quedan callados, las mujeres corren tras ellos. Y en lugar de apartar la mirada de ésta, se dejan tentar por el diablo y entonces surge rivalidad aquí y allá entre las esposas.

Un silencio cayó entre el hijastro y la madrastra.

– Mamá, sé de qué estás hablando, pero te prometo que no seré uno de esos casos especiales.

– Hijo, sé de lo que hablo y no te corresponde a ti decirme qué es real.

El corazón del joven empezó a dar un vuelco. Terminó asustándose.

– Entonces, joven, ¿sabes lo que te voy a decir?

Ante esta pregunta, los ojos del hombre de Jean-Paul se abrieron y su corazón latía muy rápido.

– No concedo esta relación y…

—No, mamá —suplicó inmediatamente Jean-Paul, doblando las rodillas en el suelo bajo los pies de su interlocutor.

Mamá Florencia, sentada en el mismo asiento, levantó más la voz y llamó a su hija. Ella apareció unos segundos antes y, para su gran sorpresa, vio lágrimas rodando por las cuencas de los ojos de su futuro marido y se asustó.

– Mamá, ¿qué pasa? gritó el recién llegado.

– ¡Buena pregunta, hija mía! Ya sabes, un anciano sentado ve más lejos que un joven de pie.

– ¿Y qué significa esto?

- GRACIAS ! Ya sabes, te aconsejo que no te cases con esa persona.

– ¿Qué, mamá? ¿Y por qué?

– Hija mía, los diamantes pueden ser caros, pero nunca costarán más que el oro.

– Mamá, ¿qué quieres decir con eso?

–Hija mía, ya he dicho lo esencial. Te amo y no quiero verte sufrir.

—Mamá, ¿por qué me… aconsejas… no casarme? -balbució la joven entre lágrimas.

—Querida mía, tus lágrimas no me harán cambiar de opinión.

El hombre, todo dolorido, se levantó y se dirigió hacia la salida del patio.

Florencia también se levantó y persiguió al hombre hasta la puerta. Deprimida y abatida, Florencia calmó al triste hombre que había abandonado el patio, olvidándose de su motocicleta.

—¡Querida, no te preocupes! La convenceré. Ella es mi madre y sé cómo convencerla. No tienes por qué entrar en pánico. Sé cuánto me amas. Vete a casa y déjame convencerla de lo contrario.

La joven, con ambas palmas de sus manos, limpió las gotas de lágrimas que corrían por el rostro del joven.

Ante este gesto, el hombre confiado metió la mano en el bolsillo y, como habíamos acordado, sacó unos fajos de billetes que entregó a la joven.

– Una promesa es una deuda. Como te prometí, esto es lo que pienso pagarte como dinero por el día de comercio que renunciaste solo por mi bienvenida.

—No, adelante querida, hablaremos de ello más tarde.

– ¡No me hagas esto, por favor! Aunque la decisión de tu madre sea eterna, déjame serte útil toda la vida. Incluso si nuestros destinos nunca se cruzan, déjame ser tu mejor amigo.

Ante esta frase, un pequeño flujo de lágrimas trazó dos líneas paralelas en el rostro de la joven.

-¡No digas eso, Jean-Paul! Si tuviéramos que convertirnos en sólo amigos, preferiría suicidarme antes que verte sufrir por mí.

Los dos amigos, cara a cara, se miraron durante varios minutos con una profunda tristeza en sus rostros.

- Tú, Fideliana, ¿desde cuándo te volviste tan tonta? ¡Te invito a que me sigas y te atrevas a pedirme que vaya solo! Y además no voy a perder el tiempo. Si te invito aquí es porque tengo algo muy serio que contarte. Así que ten mucho cuidado con esas botellas que ves en esa mesa. Estas son bebidas alcohólicas. No te dejes llevar, sé de lo que hablo. Está bien, tú y yo beberemos una botella y eso es todo.

-Está bien, escuché todo lo que dijiste.

– Antes de unirnos a él, prométeme que no tocarás ninguna de las botellas excepto la que yo tomaré y beberemos juntos.

- ¡Prometo! Y dime ¿fue por eso que me trajiste al baño?

-¡Sí, así es! No deberíamos permitir que nadie nos adule con su maldita fortuna.

-Está bien, entendido.

-¡Está bien, vamos!

Con esto, las dos hermanas regresaron a la habitación donde habían abandonado a su compañera. Inmediatamente todos comenzaron a comer, beber y reír a carcajadas.

Dieu-donné y sus extranjeros pasaron más de dos horas en el motel. Por los altavoces se escuchaba buena música. El sábado había sido un día muy agradable para todos.

"Tengo sueño", susurró Fideliana.

El segundo gemelo empezó a reír a carcajadas.

– ¿Quién te pidió que bebieras mucho? -se burló Fidelia.

– Querido mío, ¡no he bebido suficiente!

– En ese caso, ¡volvamos al vehículo! -Sugirió el hombre, todo sonrisas.

Las hermanas gemelas se levantaron y caminaron hacia el vehículo que estaba estacionado frente al motel. Después de unos momentos, la mujer japonesa zumbó y desapareció de la escena, dejando atrás algunas estelas sin humo.

***

Las hermanas gemelas, al regresar a casa de su anfitrión, Fideliana no había dejado de dormir. Ella había estado durmiendo desde el viaje. Al no seguir el consejo de su hermana, cayó en la embriaguez. Fidélia, estando consciente, no había dejado de velar por ella. Aunque el sueño la sacudía, ella luchaba por defenderse. Mantenía los ojos bien abiertos y observaba atentamente mientras su hermana yacía en el sofá.

– Por favor Fideliana, me gustaría…

– ¡Oh no, corrección! ¡Soy Fidélia! —Es mi vecina que se llama Fideliana —corrigió.

– ¡Oh, lo siento! Fidélia, quiero beber un poco de agua fresca y me gustaría que fueras a comprarla para mí.

- ¿Mmm? ¿Donde se vende?

– En el mercado pequeño.

-Y tomaré un mototaxi, ¿es eso?

- ¡No encontrarás ninguno! Para ello, tendrás que ir a buscar una de mis motos que está debajo del garaje...

-No sé conducir una motocicleta, señor.

- En ese caso, te daré el dinero de zém y en caso de que encuentres uno, tú...

—Por favor señor, pero puede ir usted mismo, ¿no?

– No quiero conducir el coche.

– En ese caso ¡coge tu moto!

-Yo tampoco quiero montar en moto.

-¡En ese caso iré con mi hermana!

-¡Pero está borracha y tendrás que dejarla descansar!

- ¡Pero yo lo sé! Lo llevaré en mi espalda.

—¡Oh, por favor, deja de decir tonterías y vete rápido!

—Señor, no puedo. Vaya usted mismo.

– ¿Y por qué?

– No lo puedo explicar. Si alguna vez conozco a mi papá o a mi mamá, ¡seguramente me preguntarán por mi hermana! ¿Qué crees que les responderé?

– Sólo diles que…

– Oh señor, ¿olvida usted que los gestos que hace el que arma el rompecabezas, el creador del rompecabezas ya los había hecho antes que él?

–¿Qué se traduce?

- No sé ! El tiempo que ya has perdido convenciéndome ya te habría bastado para ir a comprar esta agua después, pero lo estás desperdiciando innecesariamente.

El hombre, sin saber qué hacer, se levantó del sofá y se dirigió hacia las escaleras.

Fidélia inmediatamente comenzó a pellizcar a su hermana en todas direcciones. Ella se despertó de su sueño y empezó a retorcerse de dolor.

-Levántate, nos vamos de aquí, pequeño tonto.

Fideliana, después de despertarse, comenzó frotándose los ojos y, unos instantes después, se puso de pie. Fidelia, con todas sus fuerzas, arrastró a su hermana hasta el patio y luego hasta la puerta. Ella abrió suavemente la puerta y aterrizaron en el césped exterior de la puerta como un avión descendiendo del cielo.

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