Ana Rapaccioli fue a Alemania a cursar una maestría en filosofía; su interés principal era la obra del español Xavier Zubiri, del cual había escrito una monografía en la carrera de Humanidades y Filosofía de la Universidad Centroamericana, acá en Managua. Ella iba adelantada, la conocí como se conocen los intelectuales, si acaso podríamos llamarnos intelectuales a los veintes.
Esa vez, el ilustrador y escritor Gabriel Morgan se presentó en la universidad para exponer su nuevo libro de microcuentos. Además, había una mesa redonda hablando de la necesidad de publicar libros ilustrados y promover su lectura. Ana era la coordinadora, y desde que la escuché hablar de la Poética de Aristóteles, supe que era alguien especial. ¿Cuántos en Managua hablan de Aristóteles con tanta
Donald Cárdenas era un escritor reconocido en el pequeño mundo literario de Managua, había publicado alrededor de cuatro novelas, estaba a punto de cumplir los cincuenta, y no tenía hijos, sin embargo, estaba casado con la cantante de ópera María Dolores. Durante muchos años el escritor se dedicó a una novela infinita, decía él, porque su aspiración era crear una obra maestra de mil páginas. Llevaba más de diez años escribiendo esa novela, no es que fuera indisciplinado, sino que asistía a coloquios literarios y visitaba los bares —para mi novela infinita— dicen que le comentaba a sus amigos. Cuando lo conocí para una entrevista de la carrera de Comunicación, supe que estaba frente a alguien culto y de gran capacidad intelectual. Quería escribir aquella entrevi
…el preciso momento en que su sangre y la mía se conjeturaron, y el polvo y se hizo polvo. Solía frecuentar todos los bares y discotecas de la ciudad disfrutando de la bebida y las miradas de los hombres. Título de La Prensa 1990: desaparece joven de nombre Andrés Guadamúz al salir de la Lobo Jack. No, esa vez no. Uno de ellos me llevó al Fantasy: $35, una de las mejores habitaciones. Era su primera vez, se lo advertí, sí, lo habíamos hablado. Su deseo era insaciable, me parecía increíble su irremediable fatalidad: “la muerte, la dulce muerte” me dijo. Ay, más no sabía lo terrible de mi alma, el pobre muchachito. Su resignación ante la vida me recuerda a mis primeros años con la forma de entrega a Ricardo. Él tenía un porte de caballero andante, sentía un desprecio por la banalidad de los hombres de tratos burdos. Las cosa
Los depósitos de comida se agotaron, y la única fuente de alimento estaba en las aguas congeladas donde era imposible bajar las redes. Moríamos de frio, estábamos varados en el ártico norte debido a los engaños del capitán. Antes de empezar el viaje, solicitó diez hombres del puerto para salir a pescar. Conseguí los mejores para el trabajo, pescadores con experiencia. Prometió una buena suma de dinero a cada uno. Todos creyeron en la palabra del capitán. El día que partimos del puerto nuestros familiares se despidieron de nosotros, algunas esposas hasta lloraban y los hijos deseaban buena suerte a sus padres. Todo marchaba bien, sin embargo, después de semanas de navegación me di cuenta que la dirección del lugar de pesca era errónea. Le dije al capitán, pero no me hizo caso, se la pasaba con un libro en la mano leyéndolo a todas horas, ni siquiera comía, y lo vi flaco como un perro callejero. Los
Los preceptos hipócritas y la agonía de una sociedad en decadencia, para mí es un vómito superior a la moralidad religiosa. No hay mayor simpleza que la neblina en la mente de los fariseos. En cuanto a Marvin Sotelo, el famoso pintor que vive en claustro debido a sus necesidades artísticas, conviene decir que representa la gloria suprema del hombre animado a deslumbrar con sus cuadros la esencia verdadera de la humanidad. Sus solicitudes eran claras: dibujar desnudos de muchachitas en plena edad de flor. Convencida de su esplendor, y por recomendación de un amigo, decidí mostrarme ante él para inmortalizarme a través de la captura pictórica. Nunca sentí una morbosidad de su parte, todo lo contrario, es un ser de luz entre tanta inmundicia y censura banalizada por la estupidez.Fue un 19 de septiembre de 2015 cuando llegué
El espíritu de Ligotti se encendía en mis entrañas cada vez que veía a las multitudes odiosas en la cafetería central de la universidad. Dedicaba horas a observar la gula de los estudiantes —Papas fritas, gaseosa, donas, burritos—. Tomaba asiento cada vez que podía en las mesas de la cafetería a escuchar las tontas conversaciones de mis contemporáneos. A veces soñaba con la cafetería y me veía sentada escuchando estas pláticas superficiales de bares y discotecas. Sus risas me provocaban un desaire, y un asco total por sus preceptos banales de la vida. Quería gritarles en sus caras que son unos imbéciles, y solo desperdician sus vidas intentando conseguir un título para satisfacer a sus padres y deseos de tontos que aspiran a un supuesto puesto laboral en este país donde los salarios
Día 5Me desperté a las once de la mañana. He cambiado mi horario de sueño, y por eso me despierto algo tarde para el desayuno. Después del desayuno continué con mi lectura de Madame Bovary, libro que siempre he querido leer, pero por las obligaciones laborales se me había dificultado concentrarme. Martin parece contento con la reclusión, anda por ahí en su silla de ruedas como frenético quién sabe por qué. No hay noticias que ver porque los canales fueron cancelados y, todos los periodistas como yo estamos en nuestras casas.Día 9Tenemos suficientes suministros para sobrevivir al menos dos meses, sin embargo, quisiera poder salir a correr todas las mañanas, pero no puedo. No es algo que me moleste, y tampoco es una necesidad urgente, porque puedo hacer otros ejercicios más sencillos en casa, c
Desconocía que los conejos podían ser furiosos hasta que conocí a Mino, la mascota de Amanda, mi amiga la cantante de ópera. Mino tiraba de la bolsa de comida como si fuera un perro hambriento. Su mirada sempiterna me asustaba, daba la sensación que me mordería las piernas como los perros que de pequeño alguna vez me mordieron. Le tenía mucho pavor ¿quién le tiene pavor a un conejo? Bueno, yo sí a Mino, parecía que descargaría su enojo con cualquiera. Era el guardián de Amanda, su fiel compañero. Cuando Amanda se mudó a mi casa trajo a su conejo y jamás pensé que mordería mis apreciados libros. Entró a mi oficina, se subió al librero y alcanzó Anna Karenina; lo hizo pedazos. Luego arremetió contra el tomo completo de los cuentos de Poe y El castillo de Kafka. Mientras limpiaba el desastre empecé a recordar cuand
Pablo García trabajaba en un café como mesero, su horario y el pago era gratificante, es demás decir que con su carácter carismático y risueño hizo amistades con algunos visitantes frecuentes. Brillaba de alegría transmitiendo buenas vibras, sin embargo, durante varias semanas empezó a experimentar el sin sentido de la vida, a tal punto de sumergirse en una depresión que le afectó en el trabajo. Se volvió despistado, olvidaba las órdenes de los clientes, y confundía las bebidas de cada mesa. Debido a eso, el supervisor decidió enviarlo a descansar. Amelia, su compañera de trabajo, le recomendó a Pablo que visitara el psiquiatra que la atendía por sus problemas de ansiedad. Como no tenía otra alternativa, hizo una cita con el famoso psiquiatra. Llegó al consultorio, y esperó