Los preceptos hipócritas y la agonía de una sociedad en decadencia, para mí es un vómito superior a la moralidad religiosa. No hay mayor simpleza que la neblina en la mente de los fariseos. En cuanto a Marvin Sotelo, el famoso pintor que vive en claustro debido a sus necesidades artísticas, conviene decir que representa la gloria suprema del hombre animado a deslumbrar con sus cuadros la esencia verdadera de la humanidad. Sus solicitudes eran claras: dibujar desnudos de muchachitas en plena edad de flor.
Convencida de su esplendor, y por recomendación de un amigo, decidí mostrarme ante él para inmortalizarme a través de la captura pictórica. Nunca sentí una morbosidad de su parte, todo lo contrario, es un ser de luz entre tanta inmundicia y censura banalizada por la estupidez.
Fue un 19 de septiembre de 2015 cuando llegué al estudio de Marvin, al entrar por la puerta y observar las paredes cubiertas de cuadros de gran formato, muchos de ellos, desnudos, como era de esperar, me sobrecogí, porque nunca había visto desnudos tan explícitos como aquellos. Las técnicas en óleo y acuarela eran magnificas obras realistas con simbologías que cualquier ducho en historia del arte sería capaz de identificar la sustancia suprema de Las señoritas de Aviñón. Al principio, cuando Marvin me explicó cada cuadro y sus elucubraciones, vi sus ojos encendidos, ojos que solo artistas en busca de gloria en nombre del arte por el arte pueden tener. Deben ser sus lágrimas una pócima de alquimia, una magia trascendental, toda su existencia una nebulosa
Pronto, me solicitó acercarme al lugar donde me desvestiría, mis nervios que al principio tuve, desaparecieron, y todo se tornó en una atmosfera sublime. De manera delicada me quité la ropa, quise que él observara toda mi belleza, aun con mi cuerpo descubierto, mantuvo esa llama de artista dispuesto a aprehender mi joven naturaleza. El pintor tomó asiento, y vi mover su brazo frente al papel colocado en una tabla montada en un caballete. Todas esas herramientas —pensé en ese momento—, son un baluarte, un tesoro nacional que aguardan los secretos de la mente y las manos del artista consumado.
Yo era su modelo, y más allá de eso, una presa como las cavernas antiguas pintadas con fieras en carbón. El hombre, por naturaleza, más allá del deseo aristotélico, aguarda en su ser, un mundo de riqueza interior, y, a pesar de mi edad, reconocí aquel día que la invención humana solo puede ser transmitida por seres con corazón que late con ansias de revolucionar su esencia.
Mi anhelo de escritora y todas las letras que me acompañaban hasta ese momento, me dieron un ánimo de elevación intelectual, a pesar de las sugerencias de algunas amigas, y recomendaciones acerca de mi disposición de ser una modelo, rechacé, como dije, sus tonterías de sepulcros blanqueados. Incapaces de entender mi verdadero propósito, tuve que alejarme de ellas, no había armonía en nuestras conversaciones, todo era superficialidad. Imaginarme aquel momento me llevó a ensueños, vi un taller con pinceles, bastidores y tubos de óleo, aunque nunca lo había experimentado, fue como una revelación debido a las lecturas sobre los pintores malditos leídas en la biblioteca de la universidad. Ese día esperado me convertiría en una obra de arte, y así fue, Marvin dibujaba boceto tras boceto, su mano se movía con violencia en la hoja, estiraba el brazo, y lanzaba suspiros. Parecía envuelto en una euforia incandescente, a cada rato se acercaba para posicionar mi brazo o mis piernas de cierta manera. A veces me acercaba a su hombro para ver el proceso del dibujo y volvía a posar.
Los imbéciles están destinados a la ceguera, y no me refiero a los ojos de Borges, me refiero a la muchedumbre de galeristas y vacas sagradas que denotan en toda su palabrería y supuesta elocuencia, y cordura, una degradación total de su humanidad. Un rechazo al estado salvaje, como si se tratara de la inquisición, trasquilan desde su vanidad, una respuesta que afecta su supuesta pureza, que de limpieza carece en su totalidad.
No hay bueno, no hay justo, palabras que mi madre repetía en las noches, y estos por qué se hacen llamar limpios de corazones al observar un desnudo, como si nunca se han visto al espejo. La desnudez más allá de cuerpos, también se manifiesta con la charlatanería, no es necesario desvestirse cuando la estupidez abunda en la lengua. Hablar pedanterías es una forma de desnudez, aun con elaboradas frases se puede llegar a ser un tonto. Entonces, hay que dejar el veneno, la envidia, la trampa y la daga.
Cuando Marvin dijo que había terminado de dibujar varios bocetos, me despedí y guardé bajo siete llaves aquella sensación que me invadió durante días, algunas compañeras me preguntaron si había concretado mi cita con el pintor, tuve que contarles como si fueran unas pequeñitas, que Marvin era un profesional, y le mostré un boceto que el pintor me regaló. Mis compañeras se impresionaron, y al convencerlas de ser modelos para Marvin, unas me vieron con desprecio, a excepción de Clara González. Me dijo que ella también quería saber de arte y ser inmortalizada. Como había guardado el número de celular de Marvin, le escribí para comentarle acerca de mi amiga, y acordamos una sesión para la semana siguiente.
Llegamos a su casa y unas señoras que nos hacían señas nos preguntaron qué hacíamos en la casa de Marvin. Fue culpa de mi amiga que dijo iba a ser modelo para el artista. Las señoras en seguida se metieron a su casa, y nosotros tocamos a la puerta de Marvin. Parecía contento con Clara, debió impresionarse por su belleza juvenil. Tomé asiento en una banca de madera, y Claro fue al lugar donde posaría para Marvin.
La vi desnudarse, y Marvin comenzó a dibujar con la misma euforia de la otra vez. Puse mi mano en la quijada, caminé para observar los cuadros, me acerqué a ver los bocetos en carboncillo, quise decirle que iba bien, pero preferí guardar silencio para no interrumpir su proceso creativo. De pronto, alguien tocó a la puerta, Marvin se detuvo, y fue a ver quién tocaba. Al parecer las señoras llamaron a la policía, y los oficiales le preguntaron a Marvin qué sucedía. Yo me acerqué y los oficiales me preguntaron si todo estaba bien.
Asentí y le dije que estábamos en una sesión artística. Los oficiales fruncieron el ceño, y le dijeron a Marvin que lo habían denunciado por corrupción de menores. Quedé estupefacta, no podía creer aquel escarnio, en seguida los oficiales le dijeron que saliera de la casa porque iba a investigación. Como estudiante de Derecho le dije que no podían detenerlo ni llevárselo a ninguna parte sin orden judicial, pero los oficiales no me escucharon y se llevaron a Marvin en la patrulla.
El proceso legal dio inicio, no hubo mediación, la fiscalía acusaba a Marvin bajo el delito de corrupción de menores. Y, la fiscalía nos llamó al estrado, es decir, Clara y yo. Las preguntas capciosas fueron rechazadas por el juez, quien a cada momento solicitaba a la fiscalía proceder con preguntas de relevancia más allá del supuesto delito. Al parecer, el juez tenía cierta condescendencia con Marvin, pero nada estaba seguro, solo hacía su trabajo cuando la defensa intervenía para dejar que Clara expresara ante la fiscalía lo que de verdad importaba. Mi amiga estaba nerviosa, y pronto, cuando se le preguntó su edad —18— contestó, la fiscalía guardó silencio porque es la mayoría de edad para tomar decisiones que se asumen fuera de responsabilidad paternal. En cuanto a mí, como testigo, la fiscalía dio vuelta a las mismas preguntas:
—¿Desde hace cuánto conoce a Martin Sotelo?
Contesté que por medio de León Grijalva, profesor de la clase de estética en la carrera de filosofía, me había puesto en contacto.
—¿Qué hacía en el estudio de Marvin Sotelo?
Supuse que continuaría con preguntas estúpidas, y fui clara para que se dejara de estupideces.
—Asistí a su estudio como modelo para ser dibujada artísticamente.
—¿Desnuda?
—Sí, desnuda, como fue solicitado por el artista para...
—Suficiente— dijo la fiscal.
Luego la abogada de la defensa solicitó la palabra para volver al estrado.
—Francisca Sánchez, según su cédula, usted es mayor de edad, y es consciente e independiente de sus actos, nadie la obligó, y por lo tanto no cabe el delito que le imputan a Marvin Sotelo. ¿Qué piensa al respecto?
—En cuanto a mi edad, nací en 1995, por lo tanto, tengo 20 años tal como usted dijo. Para explicar a detalles necesito que escuchen. En primer lugar, como se darán cuenta, Marvin Sotelo es un artista, y como estudiante de Derecho, el artista merece respeto, aquí se le ultrajaron sus derechos, se lo llevaron de su casa sin orden judicial, por acusaciones graves como el delito de corrupción de menores, según las señoras que interpusieron una denuncia, por lo tanto, creo que deben tomar en cuenta que quienes acusan a don Marvin, tienen que asumir las consecuencias, y sé que están presentes. Quiero que entiendan por una sola vez, que Marvin hace un trabajo espectacular, además de pintar en óleo y acuarela, es un artista dedicado a un concepto radical, que a pesar de tantos siglos, parece estigmatizado por las ideas religiosas preconcebidas, además, no es un delito hacer un desnudo ¿dónde dice en el Código Penal de la República de Nicaragua que dibujar desnudos es un delito? No nos equivoquemos, aquí la víctima es Marvin Sotelo debido a las graves acusaciones de unas señoras que ni siquiera entienden de arte…
Las señoras empezaron a lanzas vituperios, y los periodistas tomaban fotos, el juez puso el orden en la sala. Y, la defensa pidió levantarme del estrado. Como se demostró nuestra mayoría de edad, el juez no tuvo mayor opción que liberar de los cargos a Marvin, y proceder con cargos procesales a las señoras que lo acusaron porque no demostraron con la fiscalía delito alguno.
Marvin se levantó para abrazarme y me dio las gracias por hablar en nombre del arte.
Sé que Marvin sigue dibujando desnudos, después de su juicio, algunos pintores también empezaron a pintar desnudos, hasta se hizo una galería privada «El desnudo». Donde varios artistas con distintas técnicas plásticas exhibieron esculturas, cuadros al óleo desde perspectivas tradicionales y modernas. Algunos críticos escribieron en contra y a favor de Marvin, todos aquellos en contra eran pedantes conservadores y de la alta alcurnia, hasta criollos podría decirse, incapaces de entender la visión artística del pintor. Ahora muchas jovencitas van al estudio de Marvin para ser dibujadas, amigas que nunca pensé fueran tan abiertas de mente, hacen de modelos y se llevan un recuerdo de su juventud.
El espíritu de Ligotti se encendía en mis entrañas cada vez que veía a las multitudes odiosas en la cafetería central de la universidad. Dedicaba horas a observar la gula de los estudiantes —Papas fritas, gaseosa, donas, burritos—. Tomaba asiento cada vez que podía en las mesas de la cafetería a escuchar las tontas conversaciones de mis contemporáneos. A veces soñaba con la cafetería y me veía sentada escuchando estas pláticas superficiales de bares y discotecas. Sus risas me provocaban un desaire, y un asco total por sus preceptos banales de la vida. Quería gritarles en sus caras que son unos imbéciles, y solo desperdician sus vidas intentando conseguir un título para satisfacer a sus padres y deseos de tontos que aspiran a un supuesto puesto laboral en este país donde los salarios
Día 5Me desperté a las once de la mañana. He cambiado mi horario de sueño, y por eso me despierto algo tarde para el desayuno. Después del desayuno continué con mi lectura de Madame Bovary, libro que siempre he querido leer, pero por las obligaciones laborales se me había dificultado concentrarme. Martin parece contento con la reclusión, anda por ahí en su silla de ruedas como frenético quién sabe por qué. No hay noticias que ver porque los canales fueron cancelados y, todos los periodistas como yo estamos en nuestras casas.Día 9Tenemos suficientes suministros para sobrevivir al menos dos meses, sin embargo, quisiera poder salir a correr todas las mañanas, pero no puedo. No es algo que me moleste, y tampoco es una necesidad urgente, porque puedo hacer otros ejercicios más sencillos en casa, c
Desconocía que los conejos podían ser furiosos hasta que conocí a Mino, la mascota de Amanda, mi amiga la cantante de ópera. Mino tiraba de la bolsa de comida como si fuera un perro hambriento. Su mirada sempiterna me asustaba, daba la sensación que me mordería las piernas como los perros que de pequeño alguna vez me mordieron. Le tenía mucho pavor ¿quién le tiene pavor a un conejo? Bueno, yo sí a Mino, parecía que descargaría su enojo con cualquiera. Era el guardián de Amanda, su fiel compañero. Cuando Amanda se mudó a mi casa trajo a su conejo y jamás pensé que mordería mis apreciados libros. Entró a mi oficina, se subió al librero y alcanzó Anna Karenina; lo hizo pedazos. Luego arremetió contra el tomo completo de los cuentos de Poe y El castillo de Kafka. Mientras limpiaba el desastre empecé a recordar cuand
Pablo García trabajaba en un café como mesero, su horario y el pago era gratificante, es demás decir que con su carácter carismático y risueño hizo amistades con algunos visitantes frecuentes. Brillaba de alegría transmitiendo buenas vibras, sin embargo, durante varias semanas empezó a experimentar el sin sentido de la vida, a tal punto de sumergirse en una depresión que le afectó en el trabajo. Se volvió despistado, olvidaba las órdenes de los clientes, y confundía las bebidas de cada mesa. Debido a eso, el supervisor decidió enviarlo a descansar. Amelia, su compañera de trabajo, le recomendó a Pablo que visitara el psiquiatra que la atendía por sus problemas de ansiedad. Como no tenía otra alternativa, hizo una cita con el famoso psiquiatra. Llegó al consultorio, y esperó
Por segunda vez toma una ducha fría de acuerdo a la recomendación del psiquiatra. Federico se ahoga bajo una tensión que tuerce sus sienes, es parte de los síntomas. Las pastillas que regulan sus emociones y lo estabilizan no le hacen efecto como antes, necesita de una dosis más alta, en los últimos días ha presentado insomnio, cansancio y aturdimiento. Mientras el agua fluye de la ducha, Federico piensa que está condenado a vivir bajo la incapacidad de reintegrarse a la sociedad. El agobio y la incertidumbre lo arrastran a un abismo de pensamientos desordenados. A veces solo desearía tomar una pistola y volarse los sesos, pero no tiene dinero para comprarse un arma ni el valor suficiente para suicidarse. Federico sale de la ducha, toma una toalla y se acuesta en la cama. En la mesa de noche observa la foto de sus hijos, el divorcio l
Su majestad, gracias por concederme la palabra, con el debido respeto permítame exponer mi caso y, de esta manera se deje acusarme de falsedades. La fiscalía argumenta que cometí una falta grave según el reglamento interno del reino, como habrá escuchado, me acusan de haber asesinado a otro espectro, a pesar de eso, no tuve más remedio que destruir a esa cosa. Y, digo destruir porque esa la palabra justa, no asesinar. En cuanto a los supervisores que observaron desde el otro lado un supuesto asesinato, voy a explicar lo que realmente sucedió. Como verá, en mi vida pasada sufrí bastante, todo me parecía sin sentido, y nada valía la pena, me veía al espejo y, sentía desprecio por mí mismo y toda la humanidad. Pronto, me di cuenta que el entretenimiento banal que promueven los vivos es un delirio provocado por el has
Durante el apogeo de nuestras noches, cuando teníamos veinte y pico de años, cuando apenas podíamos recordar un amor fallido y sufrir en silencio, o en el caso de Porfirio que aplacaba sus penurias en El cueto, prostíbulo conocido en Managua. Nunca he sido de esos que se entusiasman por la necesidad de satisfacer los deseos naturales; más bien, me retiro para evocar la eternidad de las muchachas que alguna vez me amaron y yo también las amé, les escribí versos hasta al amanecer, y en esa búsqueda insaciable de expulsar todo lo sublime que hay en el tema del amor. Me di cuenta que todo era un imaginario, un invento por la sociedad, me refiero al amor romántico, yo supuse, a mis veinte años que lo mejor era la castidad; sin embargo, Porfirio decía que era homosexu
Ya es hora pequeño, duerme. Está dormido, una cachetada, sí, está dormido. Eres precioso, me recuerdas a Teófilo con su sonrisa diabólica. No entiendo. ¿Mathilde? ¿Clara? ¿Francis? Las quiere a todas como siempre. Algún día se dará cuenta quién soy yo. Tienes que decidirte, o si no me dificultarás el trabajo. La vez pasada fue igual, está bien, Mathilde la cajera del banco. Esto me lo conozco de siglos, todos desean a la cajera del banco. ¿En tu carro? Eres un desesperado y un puerco pero me encanta así. Toca. Toca todo lo que quieras. Es incómodo, pero no importa, sigue. Esto del carro no fue mala idea. Me estoy golpeando contra la ventana. Clara, la vendedora de batidos. ¿En la sala de tu casa antes de que llegue tu esposa?. Se parece mucho a Mathilde solo que su rostro es más claro y tiene grandes pechos. Pronto amanecerá y tienes que