Día 5
Me desperté a las once de la mañana. He cambiado mi horario de sueño, y por eso me despierto algo tarde para el desayuno. Después del desayuno continué con mi lectura de Madame Bovary, libro que siempre he querido leer, pero por las obligaciones laborales se me había dificultado concentrarme. Martin parece contento con la reclusión, anda por ahí en su silla de ruedas como frenético quién sabe por qué. No hay noticias que ver porque los canales fueron cancelados y, todos los periodistas como yo estamos en nuestras casas.
Día 9
Tenemos suficientes suministros para sobrevivir al menos dos meses, sin embargo, quisiera poder salir a correr todas las mañanas, pero no puedo. No es algo que me moleste, y tampoco es una necesidad urgente, porque puedo hacer otros ejercicios más sencillos en casa, como sentadillas y levantar algunas pesas. Anunciaron por los altavoces que el oxígeno durará al menos un año hasta encontrar la cura. A este paso todos moriremos por falta de oxígeno, ni siquiera será el virus que nos mate.
Día 17
Anunciaron por los altavoces que los autómatas pasaran por nuestras casas solicitando suministros para repartir a los que tienen poco. Puedo desprenderme de ciertas cosas, por mi parte comería agua y galletas, pero Martín tiene un gran apetito, y de vez en cuando le preparo un buen filete. No creo que le agrade la idea de compartir nuestros recursos, ojalá solo sean cosas básicas como arroz y papas.
Día 20
Los autómatas se llevaron la esencial. Lo peor que le ha pasado a la humanidad fue construir esta colonia lunar. No debimos venir sin antes considerar este virus. Muchos moriremos, y todo el proyecto será arruinado. Tanto millones y millones invertidos para traernos aquí, y ahora ni podemos salir a caminar al corredor. Si pudiera matarme lo haría ahora mismo, pero Martín sufriría sin nadie que le cocine o lo bañe.
Día 29
¿Está encendido? Sí. Bueno estas semanas han sido difícil. Terminé de leer Madame Bovary a porciones, es decir, lo leí poco a poco porque todos los libros quedaron en mi oficina del Diario. Y solo me traje a Flaubert antes que anunciaran la reclusión. Martín quiere saludar. Hola a todos, bueno, nadie nos escucha, pero aquí estamos sin nada que hacer. Me duele bastante el cuerpo, y la medicina para el dolor se está agotando. Bueno, te dejo Clarice, diles que solo nos queda un mes de víveres. Martin tiene razón, solo nos queda raciones de comida para un mes. Eso es todo por ahora.
Día 32
Anunciaron por los altavoces que el virus provino de uno de los exploradores de Marte. La tierra está abandonada desde hace un siglo. Solo algunos humanos nos mudamos para seguir investigando un lugar parecido a la Tierra. Pero esto del virus sí que ha hecho estragos en nuestros planes. El presidente de la Colonia Lunar comunicó que pronto recibiremos por medio de autómatas raciones de galletas. Aunque todavía no se me han agotado los víveres. Toda ayuda es bienvenida. Como no tengo nada más qué hacer volveré a leer Madame Bovary.
Día 33
Hola, soy Martín, esposo de Clarice. El virus provino de uno de los exploradores del planeta Marte. Los síntomas según un epidemiólogo con quien tengo contacto dice que se trata de una alergia interna y que luego pasa a ser externa. La piel se cae en cascarones y uno vomita los restos de órganos. Y, así causa la muerte el virus MARTE. Me preocupa el aire que todos recibimos por medio de los ventiladores, el virus se trasmite por al aire. Ya ha pasado un mes y, han fallecido alrededor de dos mil habitantes en toda la Colonia Lunar.
Día 35
Nuestro presidente de la Colonia Lunar ha dado orden de evacuar a algunos científicos y personajes públicos, sin embargo, gente como nosotros nos quedaremos a sufrir hasta las últimas consecuencias. Al parecer no nos necesitan. Y, peor a un inválido como yo. Además que necesito muchos cuidados. Pero Clarice si debería tener la oportunidad de evacuar la Colonia, se lo merece, toda su vida se ha dedicado al periodismo televisivo de la Colonia. Según me contó Johan, el epidemiólogo, van a sortear pases para la evacuación, ojalá tengamos suerte y nos den un pase, al menos para Clarice. En cuanto a mí no me interesa, ni siquiera tengo ganas de vivir, desde que quedé lisiado solo me dediqué a buscar planetas, pero no encontré ninguno que tuviera las condiciones de la Tierra. Unos con mucha agua, otros sin agua, y algunos con lagos de hielo.
Día 36
Había dejado de grabar porque me dio por dormir todo el día, me siento estresada por este asunto de la evacuación. Martin me contó lo que está sucediendo en los altos mandos. Es probable que ese sorteo esté viciado y solo elijan a los mejores científicos. No me importa morir, estoy preparada para lo peor, pero de algo estoy segura, no moriré por ese virus, primero me cuelgo de un pilar de la casa antes que me mate ese virus. Eso es todo por ahora porque dentro de unos minutos van a cortar el suministro de energía según ellos para ahorrar.
Día 38
Estoy desesperado, no sé qué hacer con Clarice, dice que se va a colgar del techo, no puedo vivir de esta forma, ya le había pedido cianuro a mi amigo Johan, y me lo envió con un su autómata. Cuando vea colgada a Clarice lo primero que haré será tomar cianuro.
Día 40
Estaba a punto de suicidarme, pero lo pensé y, creo que lo mejor será aguantar hasta las últimas consecuencias. Además no quiero que Martin me vea morir de esa forma. Recuerdo a mi padre diciéndome “Martín es un buen hombre, deberías casarte con él, además es astrónomo”. Mi padre también fue astrónomo, y murió ya hace más de veinte años. Nos contaba las historias del abuelo, mi abuelo falleció en la Tierra. Él era un granjero, y con sus cultivos pagó los estudios de mi padre. Cuento esto para dejar registro de mi vida. Cuando la Tierra colapsó mi padre vino a la Colonia Lunar y aquí conoció a mi madre, una bióloga. Yo crecí en el lado oeste de la Colonia, y Martin en el Este. Sin embargo, un día mientras caminaba, como solía hacerlo me senté en una banca a ver las estrellas, y un tipo que parecía científico le daba un paseo a su perro. Yo llamé al canino y se acercó a lamerme las manos. Así fue como Martin se sentó a ver las estrellas conmigo. Y compartimos nuestros ID para comunicarnos. Pasamos semanas saliendo a todas partes para observar el movimiento de las estrellas, y por fin nos dimos nuestro primer beso. Al año nos casamos. Y decidimos solicitar un préstamo al Banco Colonial para comprar un espacio donde vivir. Y nos fuimos al Este. Conocí a los padres de Martín, y luego cuando mis padres fallecieron, el gobierno local hizo de esa casa un museo porque mi padre descubrió algunos planetas. Bueno, no puedo continuar contando estas cosas, me siento aturdida, y cansada. Eso es todo por ahora.
Día 42
Johan fue seleccionado para la evacuación por ser el mejor epidemiólogo de la Colonia Lunar. El sorteo aún no se ha dado. Clarice se la pasa leyendo a Flaubert, creo que ha leído ese libro unas tres veces. Clarice sabe francés por eso lee el libro en voz alta y suena como si estuviera recitando poesía. En estos momentos creo que la literatura es nuestra salvación. En mi caso, no tengo nada más que escuchar algunas canciones viejas de jazz bebop.
Día 45
El sorteo dio inicio, y ya algunos han sido seleccionados para la evacuación. Lo anuncian en los altavoces. Estoy ansioso por escuchar mi nombre o el de Clarice.
Día 46
Ninguno de los dos fuimos mencionados, al menos moriremos como pareja, y dejaremos como recuerdo inmortal estas grabaciones. Por ahora me retiro, ya no puedo continuar con este diario, me siento atormentado, en cualquier caso tomaré el cianuro.
Día 50
Encontré a Martín convulsionando en el piso y expulsando espuma por la boca. De inmediato llamé a emergencias, pero nadie atendió mi llamada. Y ahora me encuentro con el cadáver de Martín sin poder darle sepultura. No sé qué hacer, nadie responde, y las puertas las cerraron desde la Central. No quedó cianuro para mí, así que solo me queda colgarme del techo. Es una decisión difícil, pero ya no tengo razones para seguir viviendo. Mi vida era Martin, mi felicidad era su sonrisa, y ahora que se ha ido, no puedo con esta vida. Todo por culpa de las ansias de seguir explorando un planeta sin futuro como Marte. La lectura me ayudó a sobrevivir estos últimos días, pero no es lo suficiente como para ayudarme a aguantar este golpe tremendo. La muerte de Martín me ha provocado una profunda tristeza que no puedo explicar. Sin más que decir, fue maravilloso leer a Flaubert, me despido de todos, y a quien encuentre estas grabaciones le pido que las reproduzca como testimonio para las nuevas generaciones.
Desconocía que los conejos podían ser furiosos hasta que conocí a Mino, la mascota de Amanda, mi amiga la cantante de ópera. Mino tiraba de la bolsa de comida como si fuera un perro hambriento. Su mirada sempiterna me asustaba, daba la sensación que me mordería las piernas como los perros que de pequeño alguna vez me mordieron. Le tenía mucho pavor ¿quién le tiene pavor a un conejo? Bueno, yo sí a Mino, parecía que descargaría su enojo con cualquiera. Era el guardián de Amanda, su fiel compañero. Cuando Amanda se mudó a mi casa trajo a su conejo y jamás pensé que mordería mis apreciados libros. Entró a mi oficina, se subió al librero y alcanzó Anna Karenina; lo hizo pedazos. Luego arremetió contra el tomo completo de los cuentos de Poe y El castillo de Kafka. Mientras limpiaba el desastre empecé a recordar cuand
Pablo García trabajaba en un café como mesero, su horario y el pago era gratificante, es demás decir que con su carácter carismático y risueño hizo amistades con algunos visitantes frecuentes. Brillaba de alegría transmitiendo buenas vibras, sin embargo, durante varias semanas empezó a experimentar el sin sentido de la vida, a tal punto de sumergirse en una depresión que le afectó en el trabajo. Se volvió despistado, olvidaba las órdenes de los clientes, y confundía las bebidas de cada mesa. Debido a eso, el supervisor decidió enviarlo a descansar. Amelia, su compañera de trabajo, le recomendó a Pablo que visitara el psiquiatra que la atendía por sus problemas de ansiedad. Como no tenía otra alternativa, hizo una cita con el famoso psiquiatra. Llegó al consultorio, y esperó
Por segunda vez toma una ducha fría de acuerdo a la recomendación del psiquiatra. Federico se ahoga bajo una tensión que tuerce sus sienes, es parte de los síntomas. Las pastillas que regulan sus emociones y lo estabilizan no le hacen efecto como antes, necesita de una dosis más alta, en los últimos días ha presentado insomnio, cansancio y aturdimiento. Mientras el agua fluye de la ducha, Federico piensa que está condenado a vivir bajo la incapacidad de reintegrarse a la sociedad. El agobio y la incertidumbre lo arrastran a un abismo de pensamientos desordenados. A veces solo desearía tomar una pistola y volarse los sesos, pero no tiene dinero para comprarse un arma ni el valor suficiente para suicidarse. Federico sale de la ducha, toma una toalla y se acuesta en la cama. En la mesa de noche observa la foto de sus hijos, el divorcio l
Su majestad, gracias por concederme la palabra, con el debido respeto permítame exponer mi caso y, de esta manera se deje acusarme de falsedades. La fiscalía argumenta que cometí una falta grave según el reglamento interno del reino, como habrá escuchado, me acusan de haber asesinado a otro espectro, a pesar de eso, no tuve más remedio que destruir a esa cosa. Y, digo destruir porque esa la palabra justa, no asesinar. En cuanto a los supervisores que observaron desde el otro lado un supuesto asesinato, voy a explicar lo que realmente sucedió. Como verá, en mi vida pasada sufrí bastante, todo me parecía sin sentido, y nada valía la pena, me veía al espejo y, sentía desprecio por mí mismo y toda la humanidad. Pronto, me di cuenta que el entretenimiento banal que promueven los vivos es un delirio provocado por el has
Durante el apogeo de nuestras noches, cuando teníamos veinte y pico de años, cuando apenas podíamos recordar un amor fallido y sufrir en silencio, o en el caso de Porfirio que aplacaba sus penurias en El cueto, prostíbulo conocido en Managua. Nunca he sido de esos que se entusiasman por la necesidad de satisfacer los deseos naturales; más bien, me retiro para evocar la eternidad de las muchachas que alguna vez me amaron y yo también las amé, les escribí versos hasta al amanecer, y en esa búsqueda insaciable de expulsar todo lo sublime que hay en el tema del amor. Me di cuenta que todo era un imaginario, un invento por la sociedad, me refiero al amor romántico, yo supuse, a mis veinte años que lo mejor era la castidad; sin embargo, Porfirio decía que era homosexu
Ya es hora pequeño, duerme. Está dormido, una cachetada, sí, está dormido. Eres precioso, me recuerdas a Teófilo con su sonrisa diabólica. No entiendo. ¿Mathilde? ¿Clara? ¿Francis? Las quiere a todas como siempre. Algún día se dará cuenta quién soy yo. Tienes que decidirte, o si no me dificultarás el trabajo. La vez pasada fue igual, está bien, Mathilde la cajera del banco. Esto me lo conozco de siglos, todos desean a la cajera del banco. ¿En tu carro? Eres un desesperado y un puerco pero me encanta así. Toca. Toca todo lo que quieras. Es incómodo, pero no importa, sigue. Esto del carro no fue mala idea. Me estoy golpeando contra la ventana. Clara, la vendedora de batidos. ¿En la sala de tu casa antes de que llegue tu esposa?. Se parece mucho a Mathilde solo que su rostro es más claro y tiene grandes pechos. Pronto amanecerá y tienes que
Amelia invocó a los espíritus a la mesa con el dialecto del manual de Las ánimas. Libro que adquirió con un pacto diabólico. Sus ojos su pusieron en blanco mientras alzaba las manos y sacudía su cuerpo en convulsiones. Las voces del infierno empezaron a escucharse del portal que se abrió en medio de la mesa de ritos. Chevonke, Darius, Johan, y Gabriel fueron los espíritus que se presentaron. El olor a azufre se disipó y el portal se cerró. Los espíritus vestían las ropas con las que fueron sepultados. Amelia no les explicó las razones por las que estaban ahí. Y dio inicio a la reunión. Se dirigió a Chevonke preguntándole sobres su vida.«Fue Gijov, él nos vendió a todos, nos dimos cuenta cuando se apareció junto con el ejército. Nos acorralaron cuando nos preparábamos para atacar. Después de sacarnos del cuartel
Ana Rapaccioli fue a Alemania a cursar una maestría en filosofía; su interés principal era la obra del español Xavier Zubiri, del cual había escrito una monografía en la carrera de Humanidades y Filosofía de la Universidad Centroamericana, acá en Managua. Ella iba adelantada, la conocí como se conocen los intelectuales, si acaso podríamos llamarnos intelectuales a los veintes. Esa vez, el ilustrador y escritor Gabriel Morgan se presentó en la universidad para exponer su nuevo libro de microcuentos. Además, había una mesa redonda hablando de la necesidad de publicar libros ilustrados y promover su lectura. Ana era la coordinadora, y desde que la escuché hablar de la Poética de Aristóteles, supe que era alguien especial. ¿Cuántos en Managua hablan de Aristóteles con tanta