Tomo asiento al lado del pequeño con dificultad, ya que un fuerte mareo me deja aturdida y tambaleando. Pero por más que cierre los ojos no logro mejorar, sigue empeorando hasta hacerme desvanecer y perder la noción de todo lo que me rodea...—¿Hola? Me levanto del suelo, buscando alguien en este lugar desierto. Solo me acompaña el cielo azul, el viento y la arena. No sé donde me encuentro, ni cómo es que he llegado aquí, porque no lo recuerdo. —Puedo verte al fin... Me giro hacia atrás al escuchar mi propia voz. No, no es solo eso, soy yo misma, pero con un vestido de épocas antiguas y el cabello rojizo recogido en un moño. —Supongo que tú debes ser... la Opal que Kylian buscaba en mí, ¿no es así? —inquiero con un tono de voz demasiado hostil para mi gusto. —Lo soy —sonríe de la misma forma que yo—. Pero ya tuve mi tiempo y necesito descansar, encontrarme con mi familia. Frunzo el ceño ante su respuesta. Su expresión parece cansada. —¿Y por qué no lo haces? ¿Qué te detiene? —M
Abro los ojos despacio, me encuentro en la cabaña. Al ver a mi hijo despierto a mi lado y jugando con sus manitos siento tantas emociones encontradas e inexplicables. Empiezo a llorar como una niña abrazada a él. —Perdóname Atlas... Ni siquiera recordaba tu nombre, mi vida... Lo acuno entre mis brazos, mis sollozos inundan el lugar. A medida que pasan los minutos consigo calma, él se duerme de nuevo plácidamente a mi lado. Es tan pequeñito, su piel blanca y cabello negro contrastan con sus ojos azules y un pequeño rostro con rasgos muy parecidos a los míos. Es mi hijo, no se puede negar y no me canso de mirarlo. Haría todo por él y porque siempre esté seguro. Pero, de repente y como si se tratara del destino, las lamias entran aquí a toda prisa. —A solo un kilómetro se está librando una batalla y quedan pocos. ¡Nos están acabando mi señora! El señor Kylian está luchando casi solo, se encuentra débil. —¿Qué? —Me levanto de inmediato. —Ha perdido mucha sangre, está herido. Roguemos
Veintidós años despuésKYLIANSigo recordando estos últimos años en los cuales no ha habido ni un solo día que no piense en Opal, que no la dibuje, que no la desee. Nadie me había marcado tanto como ella. Luego de su muerte, prácticamente yo morí también. Estuve en letargo durante dos años, dormido y sin consciencia, sin tener conocimiento de nada a mi alrededor. A partir de ese momento retomé mis responsabilidades, inicié con la crianza de mi hijo Atlas, porque lo amo como un hijo de sangre. Quien iba a pensar que ese terco muchacho me alegraría los días y le daría sentido de nuevo a todo. Es idéntico a su madre, tanto en personalidad como en los rasgos de su rostro un poco delicados.—¿A dónde vas? —Atlas me pregunta. Termino de vestirme y elevo una ceja en su dirección. Me observa con sus ojos azules y esa mirada rebelde. Es un pícaro.—A meditar en el bosque. —Me encojo de hombros. —Ten cuidado, los cazadores andan merodeando... —Se marcha hacia el castillo, pero una doncella se
Bucarest-Rumanía. Invierno del 1.618—Jamás te olvidaré... —Electra acarició la fría mejilla de Kylian y le regaló una sonrisa, con la poca fuerza que le quedaba.—Electra, mírame mi dulce, no me hagas esto... —Kylian depositó un amargo beso en los labios de su amada, aquellos que empezaban a tornarse de un color violeta pálido.La herida en el costado de Electra ya no sangraba más, Kylian había llegado muy tarde. Ella prácticamente se había desangrado.—¿Volverás por mí? —La joven ya estaba comenzando a experimentar temblores por todo el cuerpo, la vida abandonaba sus ojos marrones rápidamente.—Lo haré, mi bella —susurró sobre su mejilla y la joven ya no respondió.La vida se le escapó en un respirar. La nieve cayó sobre ambos, helando aún más el cuerpo muerto de Kylian, porque así era, estaba muerto en vida desde su adolescencia. Era un vampiro.—¡Maldición! Vuelve, por favor...Sacudió el cuerpo de la bella mujer que ahora lucía marchita. Como una flor marchita.—Hermano, tenemos
ADVERTENCIA 18+Cuando siento los tibios rayos de sol en la piel, me desperezo en mi cama y desordeno las sábanas.Hoy es mi primer día de clases en la universidad, y la verdad es que no me emociona mucho la idea.Mi madre —como siempre—, se fue al trabajo sin despedirse y me he quedado sola en esta gran casa. Hace menos de un año vivimos aquí en Rumanía, ya que la empresa donde mi madre trabaja, pidió su traslado. Se dedica al desarrollo de bebidas. Originalmente nací en esta ciudad, pero nos fuimos a Nueva York a buscar un mejor futuro cuando apenas yo era casi una bebé. Aunque ya se sabe que por cosas de la vida, algunos acabamos regresando a nuestro lugar de origen.Tomo la mochila y mi caja de cigarrillos, salgo de la casa mientras acomodo un poco mi cabello negro y largo, muchas veces ni lo peino en días. No me interesa mucho arreglarme, por lo que me he puesto unos jeans anchos, tenis y una camiseta básica negra. Camino a paso lento por las calles que están llenas de hojas seca
Me oculto detrás de un gran roble, parece que me encuentro en un jardín o en el patio trasero de alguna casa antigua. Las flores y plantas muy bien cuidadas hacen del lugar algo precioso.—Nadie se va a enterar, mi dulce amada... —Un hombre extremadamente pálido y de cabello negro toma de la mano a una chica rubia y muy hermosa, más joven que él.—Lo mejor es guardar distancias, mi señor.La mujer se aleja y él la lleva de nuevo hacia su cuerpo firme. Ella termina cediendo, hasta que acaban besándose los dos, con pasión desenfrenada.El hombre es alto e imponente, tiene un gran bigote debajo de su protuberante nariz y viste un traje bastante anticuado, parece algún rey o persona realmente importante.Mi vista se enfoca de inmediato en un muchacho que aparece en el lugar, tiene un aspecto hermoso y exótico, jamás había visto un chico así de apuesto: su cabello negro y corto resalta el color azul celeste de sus ojos, la pálida piel y los labios rojos de un tono parecido a la manzana; su
La puerta se cierra detrás de mí y el guardia gira una palanca que parece bastante fuerte. El silencio se hace presente en el lugar, agudizando mi agonía y desesperación. La habitación solo tiene iluminación y una colchoneta, parece más un cuarto psiquiátrico que una celda.Sin tener otra elección, me acuesto sobre el colchón y miro el techo blanco y pulcro, luego las esposas en mis manos y pies. Me pregunto cómo llegué rápido a un estado tan lamentable. Estoy decepcionada de mí misma.De repente escucho un ruido proveniente de la entrada, han dejado una bandeja con comida. Supongo que la han deslizado por la abertura que hay debajo de la puerta. Es un pequeño vaso de agua con una banana. Me acerco a la bandeja, pero los ruidos en el pasillo captan mi atención y en ese momento me acuesto en el suelo para poder mirar por la abertura, lo que veo me deja atónita: hay dos hombres peleando en el pasillo y los guardias tratan de separarlos sin éxito, ya que ambos parecen ser muy fuertes, no
El silencio es sepulcral y asfixiante, como si estuviera en medio de la nada. Escucho el sonido de mi respiración, el roce de mis largas uñas contra lo que parecer ser tela de seda, tan suave y relajante. Sin embargo, cuando los recuerdos de la desgracia vuelven a mí golpeando como un bumerán, exhalo con fuerza y abro los ojos de inmediato. El techo, de una madera bastante oscura, es lo primero que veo seguido de un elegante dosel que está sobre la cama, pero las cortinas permanecen recogidas, sumiendo la habitación en oscuridad.Me siento sobre las sábanas, finalizando mi recorrido visual sobre unos elegantes zapatos negros de charol, continúo subiendo la mirada y me encuentro con unas largas piernas enfundadas en un pantalón clásico negro y un pecho firme cubierto con una camisa de lino blanco. Tiene brazos fuertes y grandes manos con dedos alargados y pálidos. De repente, mi corazón late deprisa anunciando algo que no logro comprender, me dice mucho y a la vez nada, es un mar de e