¡OHHH! Qué dulce es Donovan... quiero uno para mí ;) ¿y ustedes?
El sol estaba comenzando a alcanzar su punto más alto en el cielo cuando Clara decidió que era hora de irse del parque. Aunque el tiempo con Donovan había sido agradable, especialmente después del pequeño incidente con el perro, sentía que necesitaba un respiro.—Voy a pedir un taxi —dijo, sacando su teléfono del bolso mientras caminaban hacia la salida.Donovan arqueó una ceja y se cruzó de brazos.—¿Taxi? No tiene sentido. Déjame llevarte.Clara se detuvo, volteándose hacia él con una expresión indecisa.—No quiero molestarte, de verdad. Además, mi casa no está tan lejos.—Clara, ¿de verdad piensas que te dejaré ir sola después de nuestra pequeña aventura en el parque? —bromeó, señalando su labio aún ligeramente hinchado—. Es lo menos que puedo hacer después de sobrevivir a un ataque doble: el perro y tu cabezazo.Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.—Insisto, Donovan, puedo ir sola...Él negó con la cabeza antes de que ella terminara la frase.—No voy a discu
Clara cerró la puerta detrás de ella, suspirando mientras intentaba ordenar sus pensamientos tras la inesperada despedida con Donovan. Sin embargo, la calma que buscaba se desvaneció al escuchar un ruido en la sala. Sus pasos se detuvieron en seco cuando la voz familiar de su madre resonó desde el sofá.—Vaya, llegas tarde. ¿Una cita? —preguntó Leticia, con un tono cortante que mezclaba sarcasmo y juicio en partes iguales.Clara sintió cómo su cuerpo se tensaba al instante. Esa era su madre: elegante, altiva, y con una habilidad innata para hacer que cada palabra pareciera un reproche disfrazado de interés casual.—No es de tu incumbencia, mamá —respondió Clara, intentando mantener la voz firme mientras se acercaba.Leticia estaba sentada con la postura impecable de siempre, como si incluso en los momentos más mundanos necesitara demostrar su perfección. Su cabello estaba perfectamente peinado, y su vestido de diseñador parecía fuera de lugar en el pequeño apartamento de Clara.—Por s
Cuando el mensaje de Donovan llegó al teléfono de Clara, ella lo leyó inmediatamente. Era un recordatorio breve y casual sobre su salida planeada:"¿Sigue en pie nuestra cena? Puedo pasarte a buscar en una hora."Clara suspiró aliviada. Necesitaba salir de ese apartamento y de la atmósfera opresiva que Leticia había traído consigo. Su madre estaba encerrada en la sala, revisando sus redes sociales como si nada hubiera pasado, mientras Clara aún sentía las heridas abiertas de su última conversación."Sí, por favor. Me vendría bien despejarme. Avísame cuando estés aquí."La respuesta de Donovan no tardó en llegar:"Perfecto. Estoy en camino."Donovan llegó puntual, como siempre. Cuando Clara subió al auto, él la saludó con una sonrisa cálida.—¿Lista para una noche diferente? —preguntó, echándole una rápida mirada mientras conducía.—Más que lista. —Clara trató de sonreír, aunque su mente aún estaba enredada en pensamientos oscuros.Donovan pareció notarlo.—Hoy no hay preguntas difícil
El sonido de los tacones de Clara resonaba en el piso de mármol mientras caminaba por el pasillo de la oficina. Llevaba un montón de documentos en brazos y un café en la otra mano, tratando de equilibrar todo sin derramar una sola gota. Era una mañana tranquila, como cualquier otra, hasta que el aire cambió. Sintió una opresión en el pecho, como si alguien le hubiera colocado una mano invisible sobre la garganta.—Buenos días, Clara. —La voz grave y pausada la congeló en su lugar.Los papeles casi se le resbalaron de los brazos. Su espalda se tensó y un escalofrío le recorrió la nuca. No necesitaba girarse para saber quién era. La voz de Elliot Moreau aún estaba grabada en su memoria, como una pesadilla recurrente de la que nunca podía escapar.Con un esfuerzo sobrehumano, se obligó a girar lentamente. Elliot estaba allí, apoyado contra el marco de la puerta con esa expresión arrogante que siempre había detestado. Vestía un traje impecable, con la corbata ligeramente aflojada, y la som
El silencio entre ellos se había vuelto más pesado desde la confesión de Clara. Donovan la miraba con una mezcla de dolor e impotencia, pero sin atreverse a expresar nada que pudiera hacerla sentir aún más vulnerable. Clara, en cambio, mantenía la mirada baja, con las manos apretadas sobre su regazo. Sabía que él estaba procesando lo que acababa de escuchar, que probablemente sentía rabia, pero también alivio porque finalmente había compartido su verdad con alguien.Donovan tomó aire y, con su voz más tranquila y cuidadosa, rompió el silencio.—Clara, sé que esto no es fácil de decir ni de escuchar, pero… ¿has pensado en hablar con alguien? Un profesional, me refiero. Alguien que pueda ayudarte a sobrellevar esto.Clara sintió cómo su cuerpo se tensaba. No porque la idea le pareciera ofensiva, sino porque la asustaba. Buscar ayuda significaba enfrentarlo de verdad, revivirlo una vez más y permitir que alguien más escarbara en sus cicatrices. Y eso era aterrador.—No necesito terapia —
El reloj marcaba las siete en punto cuando Clara ajustó el cuello de su blusa impecablemente almidonada. El reflejo en el espejo del baño mostraba a una mujer joven de cabello recogido en un moño bajo, maquillaje sutil y ojos cansados, pero decididos. Era un ritual que había perfeccionado en el último año: la armadura que vestía para enfrentar cada día bajo la dirección del hombre que se había convertido en el sinónimo de intimidación en su vida laboral.Donovan Blackwood, CEO de Blackwood Enterprises, no era solo un jefe exigente; era una figura imponente. Alto, con un porte elegante y una voz que resonaba con autoridad, parecía diseñado para mantener a todos en su lugar con una sola mirada. Clara había aprendido a navegar sus humores con cautela, asegurándose de no sobresalir ni provocar más atención de la necesaria. Ella prefería la seguridad de la sombra, un espacio donde podía hacer su trabajo sin enfrentarse al desdén o las preguntas inquisitivas que parecían ser su especialidad
Clara había decidido pasar la noche sola en su departamento después de un largo día de trabajo. Su mente estaba agotada, pero las sombras de su pasado aún la perseguían, como demonios ansiosos por emerger. Había llegado a un acuerdo consigo misma: no dejaría que esos recuerdos la controlaran. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando ahuyentar las imágenes fragmentadas que acudían a su mente. Recordaba fragmentos de la fiesta, la presión de un beso que no deseaba, el aroma dulce del licor que su jefe le había dado… Recordaba la pérdida de control, la humillación, el dolor, y luego el silencio que había seguido.Estaba acurrucada en el sofá, envuelta en una manta gruesa, cuando sonó el teléfono. Miró la pantalla y vio el nombre de su mejor amiga, Ana. Su corazón dio un pequeño salto; hablar con Ana siempre le traía paz. Clara no había compartido con Ana los detalles de lo que había pasado aquella noche. No podía. Sabía que Ana se había preocupado por ella durante mucho tiempo y que la
Clara salió de la oficina con el corazón acelerado. Había estado todo el día a la defensiva, consciente de cada palabra y acción de Donovan, su jefe. Desde que la noche anterior se abrió un poco más con Ana, su curiosidad sobre él había crecido. Los pequeños gestos de consideración que Donovan había mostrado hoy, como preguntar si necesitaba algo o suavizar su tono al hablarle, no pasaron desapercibidos para Clara. Algo en su comportamiento estaba cambiando, y eso comenzaba a despertar una chispa de curiosidad en ella. Pero, aún así, Clara seguía siendo cautelosa. No podía permitirse bajar la guardia, no después de todo lo que había pasado.Salió del edificio y respiró hondo, sintiendo el frescor del aire de la tarde sobre su rostro. Mientras se dirigía hacia su coche, sus pensamientos volvieron a aquella fiesta, a la droga en su bebida, y al jefe que había abusado de su confianza. Su mente aún luchaba con esas imágenes turbias, con el dolor que nunca parecía disiparse del todo. Pero