— ¿Qué? — no gritaba, ni gruñía, quien lo escuchara al otro lado, pensaría que solo estaba medio dormido, cuando en realidad era la furia lo que no le permitía hablar como debía.— ¿Señor Gabriel? — la voz de Pamela era un susurro muy parecido al suyo y de pronto tuvo que clavar los frenos, porque s
— Pamela. — dijo en un suspiro y a Gabriel no le quedo más que dejarla ir, porque estaba seguro de que Cielo se lanzaría de sus brazos con tal de ver como estaba su hija.La siguió, como si fuese su sombra, dispuesto a matar y vivir por ella y para ella, hasta que al fin ingresaron en la habitación
Gabriel veía a la que para él era su mujer, armar un pequeño bolso, cargando álbumes de fotos, una que otra muda de ropa de la pequeña Pam, e incluso una muñeca que estaba demasiado bien cuidada como para pertenecer a la pequeña Pam, por lo que supuso que era algún tipo de recuerdo de la niñes de su
— No, no hay que tocar el dinero. — apoyo de forma juguetona Gabriel, pero Pamela frunció el entrecejo.— El dinero de los Crips, es malo, muy malo. — bingo, se dijo el mayor, ya tenía por donde comenzar.— Por nada del mundo tocaremos el dinero de los Crips. — aseguro de forma seria y Pamela se rel
Mientras Gabriel vagaba en lo que sería su vida de casado, Cielo pensaba en como decirle a su jefe lo que se estaba poniendo al hombro, no le parecía justo involucrar al doctor con toda la m****a en la que Sergio la había metido, de una u otra forma, mucho menos sería fácil contar todo, porque al ha
Cielo se apresuró a abrir la enorme cama, era incluso más grande que la de ella en su reciente vieja casa, quito las pantuflas de su hija y en silencio disfruto de la imagen de Gabriel acomodando a la pequeña, como le hubiese gustado vivir aquello con Martín, el tener una familia.Mientras Gabriel s
Gabriel era un asesino diestro, sangriento, bien entrenado, la tortura era su especialidad y gracias a eso sabía que el mayor miedo de una víctima se generaba al ver y oír todo lo que les haría, como cuando tomaba una pinza y se la mostraba a su víctima, como detallaba meticulosamente como le quita
— Tienes razón. — su voz era extraña, además del susurro heredado de su abuela paterna, era el nudo en su garganta, pero Cielo lo escucho, la sala estaba tan silenciosa que incluso se podía escuchar un alfiler caer al otro extremo de esta.— Le conté a Martin lo que había escuchado y él me explico q